De a poco va entrando la edición 64° del Festival Nacional de Folklore en su recta final. La sexta noche fue una muestra de que la gente está abierta a recibir nuevas propuestas dentro de su grilla, como La Delio Valdez, quien compartió el escenario junto a Los Tekis y Chango Spasiuk. Además, se presentaron La Bruja Salguero, Emiliano Zerbini, Tomás Lipan, entre otros.
Alrededor de las 22:00, como cada noche, volvió a sonar el himno a Cosquín junto al ballet, que deslumbró a más de uno con sus coreografías. Mientras tanto, detrás del escenario, esperaba Néstor Garnica para dar inicio a lo que sería la sexta velada coscoína. El santiagueño llegó como era de esperar, acompañado de su violín, para interpretar las canciones de siempre. Algunas de ellas fueron «Vidala de los buenos tiempos, La llamadora del carnaval, entre otras. Fue un show prolijo, pero sin ninguna novedad en comparación a lo que viene haciendo todos los años dentro del festival.
Chango Spasiuk, una muestra de sensibilidad.
El músico oriundo de Misiones mostró que aún en la mixtura guarda una fuerte impronta chamamecera. Algunas de las canciones que sonaron fueron «Pynandí«, «Suite Nordeste» y «Posadeña Linda». Antes de despedirse, recordó la primera vez que subió al escenario en 1989 de la mano de Los Chalchaleros, punto de inicio de su relación con Cosquín. Entendiendo que la cultura es memoria y la memoria es cultura, afirmó: «El que piensa que un escenario como Cosquín es entretenimiento está equivocado, porque cualquier peña que hay alrededor de la plaza Próspero Molina o cualquier peña que hay en cualquier lugar del país es un espejo de la cultura. Es un espejo donde el pueblo se mira, se relee, piensa en voz alta y dice lo que quiere y lo que no quiere. Por eso es importante cuidar los espacios en los cuales podemos pensar en voz alta sobre nosotros».
Para cerrar, interpretó «El Cosechero» de Ramón Ayala y «Tierra Colorada«. Fue una velada donde el misionero volvió a deleitar a su público, interpretando parte de su repertorio, consciente de que lo que está tocando también es un discurso y que no hay que confundir entretenimiento con celebración. Porque pensar en la cultura no necesariamente tiene que ser algo aburrido, ya que muchas veces escuchar a un artista es escucharse a uno mismo en la voz de otro. Es escuchar esa diversidad de miradas que conviven en un mismo mundo.
La tradición jujeña estuvo presente con Tomás Lipán, mientras la rioja dijo presente con La bruja Salguero y Emiliano Zerbini
Hay que entender la música y los festivales como espacios de encuentro donde las diferencias se cohesionan, al menos por un instante. Por eso, el arte es una pata fundamental de la vida. Tomás Lipán volvió a Cosquín con su proyecto «Quebradeños» para ponerle su cuota jujeña, esa que le canta a Pumamarca, ese lugar donde la tradición y el pueblo se hacen presentes. Lejos de las luces y el entretenimiento que brindaron tiempo después Los Tekis. Algunas de las canciones que sonaron fueron «Convocatoria Quebradeña», «Huarmacita», «Piedra y Camino», «Cuando Llegues a Humahuaca», entre otros.
Mientras tanto, la riojana María de los Ángeles Salguero, más conocida como La Bruja, llegó a la Plaza Próspero Molina para hacer un recorrido por diferentes compositores de nuestro cancionero folclórico. A diferencia de otras veces, llegó con una impronta más eléctrica para interpretar canciones como Camino del indio, Camión de Germán (de Pica Juárez), Negra de Albahaca, para luego interpretar Coplas junto a Manu Sija como invitado, y dar paso al cierre con Los amanecidos de otro riojano, Ramito González, seguido por Avez Nocturanas de Santiago Suárez. El otro riojano que dijo presente fue Emiliano Zerbini con su tradicional repertorio de danzas folclóricas para las escuelas.
La Delio hizo bailar a la Plaza
Una de las grandes novedades de este Cosquín fue la presencia de La Delio Valdez, que desde el primer tema puso a bailar a toda la plaza al ritmo de la cumbia tradicional con algunos tintes folclóricos como la Saya. Algunas de las canciones que sonaron fueron «La Cancionista», «De un tiempo a esta parte«, Granja de San Antonio, junto al Chango Spasiuk, entre otras. Celebramos que Cosquín haya demostrado una vez más la apertura a géneros musicales tradicionales de Latinoamérica como la cumbia, trayendo una agrupación que es un ejemplo de fiesta y, por momentos, de tradición. Asimismo, es un ejemplo de cómo debe sonar una orquesta de doce músicos sin tantas luces, visuales y demás. Simplemente con tener buenos músicos y un vestuario acorde, basta y sobra.
Tekis un ejemplo de estridencia y entretenimiento
El famoso grupo jujeño llegó a Cosquín para traer toda la alegría del «Carnaval» jujeño y presentar algunas de las canciones de su última placa discográfica «Nos vamos a morir igual», junto a sus más grandes éxitos. El show no fue muy distinto a lo que vienen haciendo, fue un ejemplo de estridencia en cuanto a luces, una presentación a través de un video que parecía más el comienzo de una fiesta en un boliche que de un grupo de folclore, si es que todavía podemos decir que Los Tekis están dentro del folclore. Las canciones sonaron bien, pero la verdad es que a veces lo que se ve no condice con lo que escuchamos. En algunas canciones parece que están sonando 12 o 15 músicos cuando en realidad en el escenario solo hay seis. Está claro que desde hace un tiempo se apoyan en pistas, lo que les da ese toque más electrónico. Entre las canciones que sonaron estuvieron Todos nos vamos a morir igual (con Los Auténticos Decadentes a través de una pantalla), Pasos de gigantes (con Bacilos como «invitados» también a través de una pantalla), y algunos clásicos.
Hay que destacar que si hay algo que saben hacer bien los jujeños es terminar la noche con pura fiesta y hacer bailar a un público que, como dijeron algunos músicos, está más pendiente del entretenimiento que de un mensaje consciente y de mantener la tradición. A menos que creamos que la tradición del carnaval es solo harina, espuma loca y festejo. Los carnavales también son una invitación a reflexionar sobre uno mismo desde la tradición, esa que en muchos casos parece ir perdiéndose poco a poco, quedando solo la fiesta y las grandes luces de algunos grupos.