Lucy Patané vuelve a Córdoba con un disco que busca decir. Hija de ruta, su segundo trabajo solista, es una declaración de ritmo urgente, sonido inclasificable y pulsión testimonial. La cita es el sábado 2 de agosto de 2025 en Pez Volcán. Lo hará con un show que promete distorsión, crudeza y punk rock.
Editado en julio de 2024, el disco se para como un mapa emocional y sonoro que condensa treinta años de exploración musical en once canciones que irrumpen lo cotidiano. Entre guitarras de doce cuerdas y una tapa con una Lucy adolescente que canta al aburrimiento, el álbum huele a rabia dulce, a distorsión íntima, a una necesidad de romper la forma sin abandonar el fondo.
Hija de ruta transita el punk, el folk, el math rock, el tango eléctrico y el tecno. Lo cotidiano gana protagonismo. La crudeza se vuelve estilo. Y lo afectivo—padre, hermana, casa, encuentros—asfalta un recorrido que es personal y colectivo a la vez.
A un año de su edición, conversamos con Lucy sobre el origen del disco, los gestos familiares que lo atraviesan, el hartazgo como chispa creativa, el valor de lo simple y la libertad como marca difícil de llevar. Como una nena punk que no se resigna, como una adulta que sigue creyendo en el amor como revelación, Lucy Patané vuelve al escenario cordobés para defender, acorde por acorde, los espacios que el sistema no podrá burocratizar.
Otra Canción: Volvés a Córdoba para seguir presentando Hija de ruta. ¿Cómo lo ves hoy, a la distancia? ¿Qué críticas o devoluciones recibiste en este tiempo?
Lucy Patané: Bueno, creo que ahora que el disco ya tiene un año, puedo entender que fue un disco que, bueno, en parte fue muy bien recibido. Después, bueno, siempre la gente te da sus opiniones, y mucha gente me dice: “Bueno, a mí el primero me gusta más, porque no sé qué, no sé qué”. Entiendo que es un disco un poquito más difícil de digerir, es un poco más crudo, es un poco menos metafórico en algún punto. Pero también, en algún punto, yo voy construyendo con los discos un abanico de cosas para decir, y siento que, por lo menos, la gente que me escucha y le interesa lo que hago entiende que son búsquedas. Entonces, bueno, creo que Hija de Ruta fue recibido también desde ese lugar.
O.c: ¿De dónde surge el nombre Hija de ruta? ¿Tiene algo de declaración identitaria, de decir “soy hija de esta ruta transitada”?
L.P: Mira, con respecto al nombre, yo podría darte una explicación súper profunda y podría decirte que sí, que hija de ruta es esto que vos estás diciendo. Soy hija de esta ruta transitada y puedo hablarte de los años que llevo tocando y haciendo cosas. Y puedo decirte un montón de cosas que son ciertas y, en definitiva, por eso también elegí ponerle ese título. La verdad es que es un error de tipeo. Carlos Sidoni, que era mi manager en ese momento, me escribió un mail con un Excel adjuntado y me dijo, bueno, Luci, hay que seguir a la hija de ruta y al toque me manda otro mail y me dice, perdón, tipié mal, me dice hoja de ruta, que era el Excel. Y yo vi esa frase y dije, gracias, me acabas de dar el nombre del disco.
O.c: En el disco hay una pulsión de andar y también un legado. ¿Qué parte de esa ruta nace del pulso familiar? ¿Hay frases, gestos o músicas que te llegan desde tu papá —entre el jazz y el rock— o de tu hermana, que llevó ?
L.P: Yo creo que hay una gran parte del pulso familiar que me sigue empujando, digamos, y sigue siendo el material con el cual asfalto la ruta, ¿no? Es como… es mi lenguaje. ¿Viste que absolutamente todo el mundo habla de la música que se escuchaba en la casa? Incluso cuando hay gente que en su casa no se escuchaba mucha música, eso ya era un disparador para un montón de cosas.
Bueno, en mi casa se escucha una cantidad y una diversidad de música infernal, y se sigue escuchando una cantidad de música infernal. Entonces, creo que la forma de abordar las diferentes paletas o géneros —qué sé yo, los que a mí me gusta hacer— tiene bastante que ver con lo que se ha escuchado ahí.
O.c: Me atrevería a decir que este disco tiene algo distinto: no canta al amor ni al dolor, sino a lo cotidiano, lo que muchas veces dejamos pasar. ¿Creés que es momento de darle valor a lo simple, a lo que sostiene sin que se note?
L.P: Es cierto que este disco quizás no le canta al amor; creo que le canta un poco al cansancio, al hartazgo. Puede leerse como que son letras menos metafóricas en algún punto, pero bueno, tiene sus vueltas.
“Trámites burocráticos”… Podría estar hablando literalmente de los trámites burocráticos. No sé si estoy hablando literalmente de los trámites burocráticos, sino que estoy hablando del sistema en general: de cómo te puede llevar puesto, cómo te puede drenar, cómo te puede sacar absolutamente todo… por ejemplo, haciendo un trámite.
Así que es un disco bastante pospandémico. La sensación de la pospandemia creo que la terminé de plasmar ahí.
Todo esto te lo digo con el diario del lunes: no es que lo supe desde siempre, que iba a ser un disco así. Sino que esa incomodidad de no saber qué decir, de haber quedado vacía en algún punto, fue lo que me hizo escribir lo que escribí.
O.c: “Estoy aburrida” y ¿Qué lugar tiene el aburrimiento en tu proceso creativo? ¿Cómo aparece esa Mini Lucy —la nena de 12 que está en la tapa— como alter ego, memoria o motor?
L.P: Mini Lucy es un remotor, porque yo me acuerdo mucho de esa edad. Estaba muy incómoda en esa edad, como cualquier adolescente desde ya, pero había una incomodidad, una timidez, un querer resalir con la música… pero bueno, quizás no saber dónde meterme o con quién rodearme. Era muy chica también.
Y bueno, el aburrimiento es algo que ahora mucho no nos bancamos. Por eso el teléfono y las redes vienen como anillo al dedo en ese sentido, por eso quedamos tan boludos. Pero sí: el aburrimiento… bueno, este disco un poco nace desde el aburrimiento, desde el hartazgo, desde una quietud. Un poco con eso: querer entrar en proceso creativo otra vez, querer volverme loca haciendo un disco otra vez, con todo lo que significa sacar un disco y exponerlo. Así que sí.
O.c: La canción que fue escrita en los 90 junto a tu papá y tu hermana. ¿Por qué decidir compartirla recién ahora? ¿Qué te llevó a desempolvarla?
L.P: Esa canción, Bueno, estoy aburrida, es una canción que se cantaba en mi casa. Mi papá la cantaba con nosotras, y esa grabación que yo hice a esa edad —más o menos los doce— es como la primera grabación que hice ahí, en la Portastudio que mi papá tenía, con la ayuda de él.
Fue la primera vez que hice los arreglos: grabé los instrumentos, hice los arreglos de las voces, y esa grabación fue sobreviviendo a los backups, a las computadoras, a los formatos.
Yo se la mostré a Tommy Campeones y a Juanito del Cantor —que son los dos productores que produjeron conmigo el disco— y me dijeron: “Esto tiene que estar”. Y a mí, al principio, me parecía que no daba, ¿viste? Porque era algo muy íntimo, muy en chiste. Pero, a la vez, cuando lo puse —cuando lo probé, cuando empecé a escuchar el disco y agregué ese track al final— sentí que era perfecto. Porque, en algún punto, le sacaba un poco de solemnidad al disco.
Y encima, el tema anterior es bastante pesado. Es un disco lleno de restos fósiles, muy depresivo. Es… bueno, es una canción muy de amor postapocalíptico. Me gustaba que terminara con eso. Que, de alguna manera, terminara con mi inicio.
O.c: Se nota un trabajo veloz, directo, al knock-out. ¿Sentís que ahí volvés a tus raíces punk adolescentes? ¿Qué pasó con el piano en este recorrido?
L.P: Sí, re siento que el disco tiene una… Perfectamente podría ser un disco perdido, o… no sé, como… no perdido, sino que siento que podría haber sido un disco que yo podría haber hecho, no sé, veinte años atrás, ¿no? Como cuando yo tocaba hardcore, pero también escuchaba otras músicas. Pero bueno, cuando tocaba hardcore, tocaba solo hardcore, ¿no? Y era como… escuchaba un montón de otras cosas, pero no tenía dónde plasmarlas.
Y siento que, si me hubiera animado, o… bueno, no sé, qué sé yo… si el planeta se hubiese alineado en ese momento, yo podría haber sacado este disco en ese momento. No porque tenía las canciones —no, esto no existía— pero siento que tiene una energía muy de esa época.
¿Y qué pasó con el piano en este recorrido? Es una buena pregunta. No sé. Bueno… o sea, acá hay algunos temas medio perdidos, pero bueno, es un instrumento que siempre está dando vueltas. Seguramente algo voy a hacer.
O.c: En Lo caro decís: “lo caro de tu libertad / borrate ese tatuaje de la frente”. ¿La libertad puede ser también una carga, una marca difícil de llevar?
L.p: Puede ser que la libertad pueda ser una carga, ¿no? Qué sé yo… a mí, en mi caso, siento que hay algo de, quizás, no encajar del todo en algunas escenas, y que, bueno, eso puede hacerte —en algún punto— libre, ¿no? Porque puedo tomar con quien quiero, puedo hacer las movidas con quien quiero. Pero, bueno, también, en algún punto, te deja afuera de otras cosas, ¿no?
Entonces, en ese sentido, sí: la libertad puede ser, a veces, algo difícil de llevar.
O.c: En Las dudas y las deudas cantás: “una revelación, un gran combate”. ¿Qué tipo de revelación creés que puede emerger hoy, entre caos y escombro? ¿La música puede ser ese lugar?
L.P Mirá, yo creo que, con respecto a lo que decís de las dudas y las deudas, entre el caos y el escombro —es muy cursi lo que voy a decir— creo que la revelación es el amor.
En un mundo que se presenta ahora, donde hemos perdido la empatía —donde se ha perdido la empatía— eso es lo que pienso. Siento que, de repente, el amor puede ser algo así como una revelación, una revolución. La música puede ser ese lugar.
Siento que la música está bastante contaminada en este momento. Como decimos siempre con Paola Mafía, la música se puso de moda. Entonces, siento que la música está muy tomada por un montón de otros elementos, y está bastante bastardeada y manoseada.
Más que la música, siento que el encuentro que puede generar la música puede ser ese lugar: un lugar de revelación, digamos. No sé… me quedo pensando.
O.c: Para terminar. En Trámites burocráticos decís que no se llevarán tu felicidad ni tus amigos. ¿Qué significa defender esos espacios frente a lo burocrático, lo que intenta despersonalizar?
L.P: Bueno, creo que hoy eso, ¿no? Como… no sé, no me acuerdo si lo dije antes en los audios, pero Trámites burocráticos, justamente, habla de eso, ¿no? Como que no nos lleve puestos el sistema, esa máquina que pretende que pensemos todos iguales y vayamos siempre a lo mismo.
Entonces, significa todo defender esos espacios. Solo que es un momento muy complejo, porque todos los puntos —un espacio cultural, una banda independiente, o lo que fuese— en estos momentos es bastante complicado.