El niño resentido: Un viaje a las entrañas de la marginalidad de la villa

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Creo que muchas veces leemos para conocer y cuestionarnos ciertos hechos o vidas que no vivimos. Sin duda, El niño resentido sirve para eso, para incomodarnos a muchos y mostrarnos una realidad diferente a la que muchos vivimos. César González es un ejemplo de esa literatura que busca incomodarnos, cuestionarnos y poner frente a nuestros ojos muchas cosas que de otro modo no vemos.

Cada capítulo, todos muy breves, de no más de cuatro páginas, reflejan la vida en la villa. Se trata de la infancia que se vive en la villa, donde, al igual que en cualquier otra parte, se experimenta el desamor, el amor y la amistad. Sin embargo, también se integran la delincuencia, la cocaína y, por supuesto, la marginalidad.

El libro te invita a adentrarte en las entrañas de las villas, en el infierno que muchas veces viven los marginados. No es solo una biografía o un recuerdo del exdelincuente. El niño resentido es heredero de El juguete rabioso de Roberto Arlt. Es una autobiografía de los años de mayor adrenalina de un joven delincuente, escrita desde el lugar de los hechos: el barrio popular Carlos Gardel del conurbano bonaerense. Es un golpe de realidad, una realidad que todos deberíamos conocer.

Sus protagonistas, las distintas bandas que integran la villa, son capaces de transmitirnos rabia, miedo e incomprensión, pero también, en ocasiones, cierta ternura y una comprensión desde otro punto de vista. Porque, al fin y al cabo, como en cualquier pandilla, también se reflejan ciertos valores como la amistad y lo colectivo, y porque ante todo está la familia, esa que César consolidó entre los monoblocks de la Villa Carlos Gardel. A través de sus historias de vida, se revela una parte del lado B de la violencia que muchos experimentan a diario, mientras otros hacen la vista gorda.

El sueño de César, al igual que el de muchos que viven en la villa, era convertirse en un reconocido delincuente dentro de su comunidad, de esos que muchos temen mientras otros adoran y presumen de sus zapatillas y conjuntos Adidas, junto con costosas cadenas de oro. Pero como ocurre en la villa, la vida no es tan fácil. César es hijo de una cocainómana y un ciruja. Vive en un hogar cada vez más grande y con un solo ingreso económico, el de su abuela, que trabaja limpiando lujosas casas en la capital. A pesar de su buena conducta, como era de esperar, la vida en la villa lo lleva a abandonar la escuela.

En resumen, se trata de la vida de un niño villero al que se le niega todo, porque como dice su autor en el libro: «Los ojos de nuestros amigos muertos nos miraban a todas horas. Eran espíritus protectores esperando nuestra visita. Montañas de ofrendas al dios más inmoral dispersas a nuestros pies. Un lago lleno de papeles de droga abiertos y lamidos. Solo dormíamos como una breve tregua en la guerra contra la sociedad». Hay una imagen de la Navidad de 2001 que es atronadora. En estas páginas se respira una pulsión de muerte. Lo único que César quiere es morir. Lo intenta una y otra vez y, como todo lo que le sucede, fracasa.

En resumen, el libro nos invita a conocer la vida de César González, un delincuente que con tan solo 13 años, robó autos, motos, camionetas y casas, siempre bajo los efectos de distintas sustancias que le daban el valor para seguir. Pero todo terminaría la madrugada después de haber secuestrado a un turista brasileño y pedir rescate. El grupo especial de Operaciones Federales entró a golpes a la villa y encarceló a César González por secuestro extorsivo.

Estuvo encerrado en un penal desde los 16 hasta los 21 años. Durante su privación de libertad, conoció otro mundo, el de la literatura y el arte. Así fue como construyó su escape del mundo de la delincuencia, logrando publicar varios libros de poesía como La venganza del cordero atado (2010), Crónica de una libertad condicional (2012), Retórica al suspiro de queja (2014) y Rectángulo y flecha (2021), así como el libro de crónicas El fetichismo de la marginalidad (2021). Además, ha realizado videoclips y cortometrajes, y ha dirigido ocho largometrajes: Diagnóstico esperanza (2013), ¿Qué puede un cuerpo? (2014), Exomologesis (2016), Lluvia de jaulas (2019), Atenas (2019), Castillo y sol (2020), Reloj, soledad (2022) y Fobia (2023), este último codirigido con Sofía Gala. También ha realizado los documentales Corte Rancho (2014) y Diciembre (2021)