Marcelo Britos: Los libros te hacen tambalear determinadas estructuras

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Empieza la feria del libro en córdoba y desde Otra canción te recomendamos algunos libros. Uno de ellos es el Aserradero de Macelo Britos, quien además estará presentándolo el Viernes 6 de Octubre a las 18:00hs en la carpa Central.

La nueva novela de Marcelo Britos, titulada «El aserradero», se destaca por su economía estilística y su prosa poética. En esta obra, el autor explora la autoficción intimista, centrándose en la memoria del pasado familiar. Aunque las referencias a la dictadura militar son elípticas, se hace presente a través de un tío desaparecido y una biblioteca enterrada. El relato principal se entrelaza con relatos orales marcados por lo increíble. El narrador, un historiador, se enfrenta al recuerdo de la violencia paterna y al mito. La prima Victoria, de regreso del exilio, agoniza y se convierte en el símbolo de la alegría y la esperanza. Junto con el hijo del narrador, forman una familia ensamblada que se dedica a la búsqueda de los libros del padre de Victoria. A lo largo de la narrativa, se percibe un sentido del tiempo, del pasado y de la inevitabilidad de la muerte.

O.C: Estarás preparando los últimos detalles de la presentación
Marcelo Britos: Más que nada estoy con la convocatoria, porque no es sólo Córdoba, a cada ciudad que voy, lo que trato de buscar la forma de invitar gente, de convocar gente a la distancia, que es todo un tema. El laburo de escritor, el oficio, no es sólo escribir, sino también ser promotor de tu propia obra, representante, gestor cultural, todo en uno. Porque la Feria del Libro no te garantiza gente, por ahí en mi caso sí, porque es en la carpa principal, pero igual uno tiene que tratar de que la gente vaya

OC Siempre están de Buenos Aires que muchas veces tienen más visibilidad. Vos siendo de rosario ¿cómo es el tema de trabajar desde ahí? Teniendo en cuenta que las grandes editoriales, las grandes distribuidoras también están en Buenos Aires.

M.B Es como todo mercado, está concentrado en Buenos Aires, el problema que tenemos los escritores del interior es el mismo problema que tuvieron todos los escritores de principios del siglo XX, que es encontrar una voz que te legitime, Más allá de cómo funciona el mercado, ¿quién te legitima para que vos seas escritor?. Uno siempre lo que hace es empezar en su propio patio, escribir en los medios, salir en los medios de comunicación cuando ganas algún concurso, cuando publicas un libro. Pero es como decís vos, para ser un autor cuya obra circule por todo el país, tienen que reconocerte en Buenos Aires, y ahí se complica, porque no hay muchos caminos para llegar a esa instancia.

En Buenos Aires hay como toda una maraña de contactos, de relaciones, que a su vez están relacionados con el mercado editorial, que está fuertemente concentrado en Buenos Aires. Entonces lo que uno tiene que hacer es buscar editoriales que tengan una buena distribución, y después, esperar que algún crítico conocido porteño te haga una buena reseña y poder trascender.

OC Recién me hablabas del aval, en tu caso ganaste el premio Sor Juana Inés de la Cruz con la novela A dónde van los caballos cuando mueren- ¿te ayudó a la legitimación ese premio?

MB En ese momento era un premio que no estaba en el radar de nadie, ni siquiera de mi propia ciudad. El premio lo empecé a promover yo, mandando comunicado de prensa, y ahí algunos decían, qué premio importante. En Buenos Aires lo único que logré, por decirlo de alguna manera, es una pequeña nota en clarín, ni siquiera en Ñ, que dijera que yo había ganado el premio, nada más que eso. Tuvo más repercusión la novela esta que voy a presentar en Córdoba.

O.C: ¿Por qué?
M.B: Porque es una novela que ha circulado solita, porque ha ganado sus propios lectores. He tenido más suerte con la circulación de esta novela, que no ganó ningún premio, y que está editada por una editorial universitaria, que es la de la UNR, que la otra novela que ganó el premio, que se suponía que podía llegar a circular más o a repercutir más. Te soy honesto, uno cuando elige este oficio va pasando por distintas etapas. Primero tenés el berretín de que vas a ser famoso, un escritor como Hemingway, tirado en un barcito de Cuba. Después te das cuenta de que eso es un ensueño, una ilusión, y lo que querés es ser un autor conocido. Es como dijo Bourdieu, pareciera que el objetivo de todo autor es el reconocimiento, y el reconocimiento es que te reconozcan académicamente o que el mercado editorial te reconozca. Después de conocer cómo funciona el mercado editorial en la Argentina, yo quiero es escribir algo que conmueva. Que un lector esté frente a un libro mío y se conmueva. Y es muy difícil, es casi imposible. Pero por lo menos es el único motor que me hace seguir laburando con alegría y que no permite que me frustre. Porque todo lo demás es frustrante y no depende mucho de uno.

OC Recién hablábamos del escritor que está en el tirado en Cuba, pero también hay una cuestión de práctica, de intelectualidad si se quiere.

Mb:  Sí, eso es más bien una hipérbole para poder graficarlo, yo nunca pensé que podía llegar a eso, pero sí tenía el berretín de ser conocido, porque uno tiene esos sueños, yo la verdad que no lo niego, porque si no sería un hipócrita, cuando yo empecé a escribir, soñaba con que mis libros estuvieran en las vidrieras de Ateneo. También uno va teniendo objetivos alcanzables cuando empieza a firmarse en el oficio, y eso también hace que uno no se frustre y que siga laburando. Pero hace más de 20 años que escribo, y me jacto de haber encontrado ese equilibrio. Eso me hace cambiar, experimentar, seguir formándome y dejar de lado esa frustración que es esperar ganar un premio. Si viene me parece perfecto porque es una herramienta, es un medio para lograr la circulación de lo que uno escribe.
Es un tema que deberíamos discutir los artistas de todas las expresiones artísticas, porque, como dijiste vos al principio, vivimos en un país en donde hay una alta concentración, no solamente económica, sino de circulación de bienes culturales, en Buenos Aires. Es un problema transversal y que se repite en el tiempo, nadie ha logrado una federalización y una democratización de esos circuitos de circulación. Debería ser la gestión cultural nacional la que haga algo así. México ha creado un organismo autárquico que se llama Conaculta, que se encarga de garantizar esa federalización cultural.

OC He leído grandes críticas donde dejan reflejado que existe la literatura de la periferica, del campo de alguna manera. Pero en realidad la literatura es una sola, es literatura argentina, más allá de sus tintes geográficos, porque indudablemente un escritor escribe dentro del contexto donde vive…

MB Existe una discusión que ha ido evolucionando, incluso se da hoy en los claustros universitarios, en las carreras de letras. Siempre existió una tensión entre el centro y la periferia, hoy se nota una evolución en la discusión porque ha ido evolucionando la literatura, la globalización terminó por quitar del medio la producción localista, regional como se le decía. En los finales del siglo XIX, principios del siglo XX, existía claramente una literatura nacional, una literatura urbana, y lo urbano era Buenos Aires, y una literatura regional se consideraba una literatura menor.
 Hay importantes estudios de la Universidad de Mendoza y Cuyo donde se ha estudiado esta cuestión de cómo han ido evolucionando las literaturas por fuera de Buenos Aires hacia una literatura más universalista. Es como si le dijéramos a Paul Auster que no es un escritor norteamericano, sino que es un escritor del interior porque no vive en Washington, un delirio… Eso ha ido cambiando, ha ido evolucionando, y hoy se habla más de zonas culturales donde se escribe sobre distintos imaginarios.

OC vas a venir a presentar El Aserradero, Una novela que está situada en la época de la dictadura, pero la historia está enfocada en los libros. Uno siempre escucha que hubo gente que tuvo que enterrar, quemar los libros, pero es un punto de vista diría que casi no se aborda desde la ficción.

Mb De alguna manera me satisface cómo lo decís, porque es justamente así, es una novela sobre libros. El marco es la dictadura, pero podría haber sido la Alemania nazi, podría haber sido Chile el pinochetista, el Paraguay de Stroessner, podría haber sido cualquier situación en la que el autoritarismo se ensaña con el conocimiento y sobre todo con los libros que son un símbolo justamente de la memoria y de la cultura. En el caso del aserradero es traer todas esas discusiones a una historia familiar, a una historia mundana, terrenal, que es la historia de dos primos que deciden hoy, en el presente, ir a buscar la biblioteca que el tío enterró durante la dictadura para que no le destruyeran los libros. Es la búsqueda de esa biblioteca que está enterrada en el aserradero, que es un lugar de reunión familiar. El aserradero para ellos es un recuerdo. Y eso funciona como una metáfora. Encontrar esa biblioteca para ellos es encontrar la historia de su propia familia, de su propia sangre.
Hay una cosa muy linda que me pasa con esta novela, que es que en donde la presento siempre me paran dos o tres personas para contarme una historia parecida. La verdad que, si me pusiera con un mapa de Argentina a marcar todas las bibliotecas enterradas de las que me han hablado, y ya tendríamos un mapa con bastantes alfileres.
En una de las presentaciones conocí a una colega y amiga muy querida, María Julia Blanco, filmó el desentierro de la biblioteca de su papá. Su padre había enterrado la biblioteca también después del golpe militar en un pueblito del sur de Santa Fe que se llama San Gregorio. Yo hablo mucho con ella de esto y una de las cosas de las que hablamos es ¿por qué la gente no vuelve a buscar los libros? . A veces pensamos que es porque saben que están tranquilos enterrados, es como si tuvieran la seguridad de que nadie se los va a llevar estando enterrados.

OC Puede ser que esté basada en alguna historia que escuchaste…
MB Sí, estábamos trabajando para una biografía con un grupo de historiadores y otros escritores de un empresario de acá de la ciudad de Rosario, un empresario desarrollista, fallecido a finales de la década de 70, si mal no recuerdo. Y estábamos hablando con uno de los hijos de él, un hombre grande ya, queríamos que nos contara cómo era este hombre en su casa, en su vida familiar. Necesitábamos datos más sensibles, más mundanos. Y estaba hablando de un periodo de tiempo y dijo yo en esa época no lo veía mucho a papá porque yo estuve preso. Cuando apagamos los micrófonos le pregunté con mucho respeto, vos estuviste preso en la dictadura. Me dijo, sí, yo estuve preso porque era docente de la Facultad de Ingeniería, era ingeniero y militaba en una agrupación política de docentes de izquierda. Y bueno, lo llamaron por teléfono a papá del segundo cuerpo de ejército y le dijeron, mira, nos vamos a llevar a tu hijo, no le va a pasar nada, no lo vamos a matar, pero lo tenemos que llevar. Estuvo tres años preso el pibe.  Me dijo, mi papá me llamó y me dijo que me preparara, que me iban a llevar. Agarré todos los libros, los enterré en el campo de papá y después me fui al departamento a esperar al grupo de tareas. Automáticamente le digo, y cuando saliste, ¿fuiste a buscar los libros? Y fue ahí cuando me dijo, no, yo estuve preso tres años y cuando volví papá ya había vendido esa parte del campo, y fui una vez a ver si los podía encontrarlos y no los encontré. Después de esa charla me quedó en la cabeza esa historia. Yo nunca había escuchado de una biblioteca enterrada. Terminó el proyecto y una vez me encontré con la nieta del biografiado, sería la sobrina de este tipo, y le dije, me conseguís una entrevista con tu tío, porque yo me quedé obsesionado con lo de los libros, y ella me dijo, mi tío murió la semana pasada de un infarto. Como para darle más dramatismo, me dice, se llevó el secreto a la tumba. Ahí me empezó a crecer esa idea, y durante la pandemia salió la novela.
En Neuquén, cuando la presenté en la Universidad del Comahue, una señora chilena se me acercó y me dijo que en el golpe de Pinochet, ella fue a una iglesia de barrio y le dijeron que se vaya a Santiago que de ahí iban a cruzar la frontera a la Argentina, porque estaba en las listas. Entonces ella muy jovencita fue con una valijita, y tenía unos discos con los discursos de Allende. Y cuando llegó a la iglesia, el cura le iba a ayudar le dijo, rompe esos discos porque te van a agarrar en la frontera y te van a meter presa. Ella respondió que no quería deshacerse de los discos. Entonces el cura puso los discos debajo del púlpito de mármol. Cuando termina de contarme eso, ella me dice, ¿Usted puede ir a Santiago a buscar mis discos?  Después hablamos con varios amigos y compañeros de Chile, a ver si alguien se podía acercar a la parroquia para hablar. Todavía no nos han respondido. Porque imagínate lo que es ir y decirle al tipo, mira, hay que correr el púlpito porque a lo mejor hay unos discos acá abajo. Pero bueno, hasta ese punto que es terrible lo que sucedió, pero es muy lindo todo lo que sucede ahora, con el recuerdo y con la memoria de eso.

OC Más allá de alguna tragedia es lindo poderlo plasmar en una novela, porque no todas las historias son contables...
MB Bueno, la novela justamente empieza así, empieza diciendo eso que dijiste vos, no toda leyenda vale la pena ser contada, no todo vale la pena ser contado. Y esto sí, digamos, pero lo hermoso es que cuando se acerca esa gente y te dice lo que tiene, lo que enterró, ellos piensan que vale la pena contar eso y es maravilloso.
La primera biblioteca que se desenterró y se documentó fue en Córdoba. Un matrimonio exiliado que volvió y desenterró los libros junto con el equipo de antropología forense del gobierno. Eso está escrito en un libro y está en un testimonial, en un video, en una película que está dando vueltas en YouTube. Es la primera documentación del desentierro de una biblioteca, después también está el de María Julia. Pero bueno, la novela es ficción, no es una historia para imaginar como real.

OC ¿cuál es la importancia de los libros, de la biblioteca actualmente? En un momento donde muchos sostienen que no se lee, donde el libro físico convive con el e-book.
MB Creo que en este momento uno no puede saber qué va a pasar con el futuro, sobre todo porque los saltos tecnológicos son cada vez menos espaciados y cada vez más abruptos, uno no puede saber qué va a pasar en el futuro. Yo leo mucho sobre eso, porque a mí me interesa mucho también cómo funciona el mercado del libro, hoy día el e-book ha fracasado. Es decir, la expectativa que se tenía sobre la circulación del e-book ha fracasado. Se discontinuó el lector de e-book por la aparición de las tablets. Hoy los dispositivos móviles son tan modernos, son tan prácticos que la Tablet también se está discontinuando. El problema es que los pibes tienen como un hábito de leer directamente del dispositivo. Es muy difícil hacerlos acceder al libro y creo que la escuela, que es la que tiene que encontrar alternativas a esto, todavía no ha sabido cómo sostener ese apego o ese cariño que le tenemos al libro los que somos de otra generación. Tampoco ha sabido cómo incluir en el proceso de enseñanza-aprendizaje el dispositivo móvil. Hay toda una reacción dispar de los docentes porque no hay nada que venga de arriba. Creo que el libro sigue siendo un objeto de valor para determinadas generaciones, para muchas personas, y sigue teniendo todavía ese lugar en la vida que ha tenido siempre. Incluso, yo doy clase en una escuela donde van pibes de la periferia y cuando le das libro les encanta. No tienen acceso al libro porque son caros, porque es muy difícil acceder a un libro, se hace cada vez más difícil editar, se hace cada vez más difícil publicar. En fin, por cuestiones que tienen que ver con nuestra economía más que con nuestros hábitos.

OC Los libros de alguna manera también refleja lo que pensamos, diría que forman parte de nuestra historia. Toda la cultura que consumimos es parte de nuestra vida…

MB Sí, yo estoy totalmente de acuerdo con vos. Y la novela habla de eso. Yo no sé si es una forma de pensar, pero es un camino de lectura. Desde ese camino de lectura te va construyendo también un pensamiento, vas formateando una estructura. Pero los libros son tan maravillosos que incluso hasta hacen tambalear determinadas estructuras. Yo no era el mismo antes de leer Viaje al fin de la noche, de Céline. No era el mismo antes de leer Faulkner. Creo que hay un camino de lectura, es cierto, pero los libros son en ese sentido, son realmente mágicos, realmente te cambian la cabeza.

No por nada todos los regímenes autoritarios lo primero que hacen es atacar el libro, es atacar el conocimiento. En todos los países hay una memoria colectiva que está construida alrededor de una biblioteca. Yo no me quedaría con esto de que una biblioteca puede mostrar la forma de pensar de alguien, sino todo lo contrario. Yo creo que una biblioteca refleja también una cabeza abierta, una cabeza dispuesta a recibir otros mundos. Los veo como algo más libre, como algo más abierto. Pero bueno, probablemente también sea una expresión de deseo, más que una convicción.

OC Estaba pensando que el acto de desenterrar una biblioteca es también desenterrar nuestra historia….

MB: Sí, yo creo que también hay mucho de eso. Hay que tener coraje para desenterrar esos libros que traen un bagaje y una mochila que a veces es pesada. Mira, una de las presentaciones que hicimos en Rosario las hice con María Julia Blanco que realizó el documental que se llama desentierro. Ese documental es hermoso, es un corto precioso, muy poético. Con Julia nos juntamos una vez y dijimos, hagamos algo juntos, hagamos una presentación de la novela y pasamos el corto. Como no teníamos dónde hacerlo, nos dieron el contacto de alguien del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que es una mutual que acá tiene un salón de proyecciones muy lindo. Y le digo a un amigo mío, que milita ahí, que lo llame al encargado del alquiler de la sala. Entonces mi amigo lo llama por teléfono al encargado y le dice, che, acá tengo al lado a un amigo que quiere presentar un libro y proyectar un corto sobre una biblioteca enterrada. Del otro lado el tipo le dice, ¿una biblioteca enterrada? Sí. ¿A dónde? Le pregunta el otro. En San Gregorio, le dice mi amigo. Y este tipo del otro lado se queda en silencio y le dice, ¿vos me estás jodiendo? ¿Cómo te enteraste?.. Resulta que este tipo era de San Gregorio y su padre había enterrado una biblioteca en el mismo pueblo. Un pueblo de 5.000 habitantes. ¿Cuántas posibilidades hay que entierren dos bibliotecas?

OC Muy pocas.

M.B: La cuestión que quiero graficar es lo que vos decías recién, cuando presentamos el vídeo, yo le di la palabra a él para que contara lo de la biblioteca de su papá y la anecdota. Tuvimos que frenar la presentación, darle un vaso de agua, porque era un niño cuando pasó todo, cuando vio que lo corrían a su papá por el campo para agarrarlo, cuando se lo llevaban de los pelos en un auto, cuando vio enterrar la biblioteca. Yo lo miraba y lo consolaba entre culpable y emocionado. Culpable porque vengo yo a removerle a este tipo todo esto, y aparte un militante. Estoy hablando de alguien que decidió darle la espalda a todo eso. Un militante no les da la espalda a esas cosas, pero evidentemente le revolvemos recuerdos de su niñez muy fuertes, que fue también un momento muy emotivo.

OC Volviendo un poco a la novela, el narrador es historiador. No creo que haya sido casualidad que lo plantearas así…

M.B: Eso tiene que ver más que nada con la composición de la novela. Primero yo no quería que fuera un escritor. Para mí tenía que ser un intelectual, porque lo que intenta transmitir el narrador es justamente ese amor por los libros. Pensé que tenía que ser un intelectual porque tenía que reflexionar sobre los libros. La novela tiene esa cosa de la sentencia de alguien que estudia, ese tipo de arrogancia que se permite un intelectual con respecto a los libros. Tenía que ser alguien que hubiera estudiado, que tuviera un contacto con los libros. Y no quería que fuera nadie del campo de las letras, porque no quería que se interpretara como una autorreferencia. Quería sacarlo de mi órbita, porque detesto la autorreferencia. Así que dije tiene que ser historiador. Y ahí empecé también a poner un poco el foco en esto que dijiste al final, que también servía para que hiciera reflexiones sobre la historia y no solamente sobre los libros. Era muy interesante que fuera un personaje que, además de hablar de los libros, hablara de los momentos históricos en los que fueron escritos esos libros. Para darle más subtramas a la novela. La novela lo que tiene es un permanente flashback del presente al pasado y reflexiones sobre la historia. Por eso está escrita en primera persona, para poder facilitar ese juego. Porque es algo que un narrador, una voz omnisciente, no podría hacer.

También se hizo muy complejo porque quien narra no es un militante político. La novela no es un panfleto. Traté de que se escapara de la idea de panfleto porque lo que me interesa es darle una vuelta a la ficción que se ha escrito sobre ese periodo, que es la mirada de todo ese ejército silencioso que no era represor, pero tampoco estaba en el lugar correcto del militante. Me parece que es una mirada que la ficción ha explorado muy poco. La mirada del que anda a pie, del que no le importaba, del que se comía la propaganda de la dictadura y pensaba que los que desaparecían estaban de viaje por Europa. Esa mirada me parece interesante, porque además yo pertenecía a una familia que no era militante, ni pertenencia a nada, y yo escuché permanentemente esa negación del horror en mi casa. Yo lo resignifiqué cuando era grande. Por eso me parece interesante también esa mirada. Entonces el narrador es un tipo con una conciencia crítica, pero no es un militante. Eso da más libertad para poder equivocarse, para poder arrepentirse, para poder sentir culpa, para ser un narrador más contradictorio que es lo que para mí tiene más riqueza.

OC: todos los libros tienen algo de alguna manera humorístico. La novela tiene al chancho descubriendo la biblioteca…

M.B: Sí, no la encuentran en realidad, pero es como uno de los últimos intentos por encontrar la biblioteca. A uno de los personajes se le ocurre que, si el chancho lo utilizan para encontrar trufas o para encontrar droga, porque tiene un olfato muy desarrollado, ¿por qué no puede encontrar libros? Entonces le hacen oler un libro de Tolstoi y lo largan para que vaya a buscar los libros. No vamos a contar lo que empieza a encontrar el chancho. A mí me parece que eso se empezó a dar sobre la marcha, la cuestión del juego del humor, porque uno de los personajes es una criatura, es un nene de siete años, y me parecía que alrededor de la inocencia de ese nene tenía que haber humor para darle un respiro, porque si no iba a ser muy miserabilista la novela, iba a ser muy de golpe bajo. La criatura para mí era importante en la novela porque es de alguna manera quien hereda esos libros como símbolo, es el que hereda esa memoria. También era de alguna manera protegerlo con el humor. Lo pensé así y también me encontré en una situación compleja, porque no es fácil hacer humor en el contexto de una historia dramática. Pero fue muy lindo porque nunca había intentado hacerlo y espero haberlo logrado.

OC El libro por el contexto histórico que la atraviesa habla de temas como la muerte, la finitud. ¿Qué te atrae de ello?

M.B: Tengo la firme convicción de que desearía ser eterno. Me da mucha bronca saber que me voy a morir. La vida ha sido tan dulce conmigo, ha sido tan generosa conmigo, como dijo Urondo, si me permiten prefiero seguir viviendo.

En cuanto a disquisición metafísica o filosófica es una angustia que creo atraviesa todos los temas humanos. Todo tiene que ver con el tiempo y con la muerte. En realidad, todo tiene que ver con la muerte porque el tiempo es una consecuencia de esa conciencia de la finitud. Si no, no contaríamos el tiempo. Esa angustia también depende de cómo sea uno. Si uno ama la vida eso se transforma en una permanente lucha por vivir intensamente o lo que más se pueda.

 La novela está atravesada por el pensamiento y por estas disquisiciones que hace el narrador. La literatura no puede estar ajena a ese tema porque es imposible que no esté atravesada por esas grandes disquisiciones filosóficas que han transitado todos los grandes autores.

OC ¿cuáles son los autores que te inspiraron o se acercan a los que escribís? Siempre digo que cada uno toma su propio camino, pero en algún punto uno siempre está influenciado por lo que lee.

M.B: Creo que hubo dos autores que yo he notado de forma consciente que los encuentro en mi escritura. A mí eso no me afecta, uno tiene que aceptar que tiene influencias. Uno es Faulkner, un autor que a mí me fascinó y que influyó muchísimo en mi forma de escribir, El otro es Cormac McCarthy. Después debe haber un montón de forma inconsciente.
Más que autores, hubo libros que me han influenciado mucho. Hay dos novelas que leí este año, y la verdad que me movieron la estantería. Una es En la tierra somos fugazmente grandiosos, de Ocean Wong, un escritor norteamericano, en realidad nacido en Vietnam. La otra es El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Țîbuleac

OC: El aserradero es el noveno libro… ¿te consideras un autor prolífico? ¿Estás trabajando en otro libro?

M.B: Creo que hubo un tiempo en el que publiqué demasiado y en vano. Ahora, ya no me puedo arrepentir de eso, pero sí puedo tomarme las cosas con más calma y trabajar mucho más sobre los borradores y las ideas originales. Ahora va a salir un libro de ensayos por la Universidad de Villa María y Edwin. Es una investigación sobre Bernardo Kordon. Después estoy trabajando con una novela que la vengo corrigiendo de hace más de un año. Pero hasta que no haya una idea que me cierre y alguna propuesta editorial que me cierre, no la voy a publicar. Además, estoy disfrutando muchísimo el camino del Aserradero. Ya va por su segunda edición, hay varias presentaciones en el Horizonte. Ahora que han empezado a escucharse otra vez voces negacionistas, me parece interesante para seguir pensando en sobre el libro.

O.C: Siempre que leo una novela tengo en la cabeza alguna música o referencias a canciones y músicos… ¿Hay alguna música o canción que creas que convive con este libro?

M.B: Te voy a decir cómo funciona eso en mi cabeza. Funciona como si fuera la música de una película. Es decir, yo me imagino el tráiler, más que nada, porque uno se puede imaginar toda la novela.

O.C: ¿Qué música le pondrías al tráiler del aserradero?
M.B: La canción de Hasta la raíz de Natalia Lafourcade. La letra me parece que está escrita para la novela cuando dice “Aunque te paran en la montaña, en un campo lleno de caña, nadará mi rayo de luna, que tú te vayas, te llevo adentro hasta la raíz”. Eso es lo que yo creo que piensan los personajes cuando recuerdan todo lo sucedido y a ese hombre que enterró la biblioteca.
Para la novela de Los Caballos, era la canción Lucha de Gigantes, de Nacha Pop. Son las dos canciones que asocio a cada una de esas novelas.
 Es la primera vez que me hacen esta pregunta, y me parece una pregunta hermosa, y yo no sé por qué no la hacen, porque yo creo que todos los autores y autoras tienen una canción en la cabeza con su novela.

O.C: Será porque muchas veces se piensa a la música y a la literatura como dos artes separadas…. Aunque están ligados más de lo que creemos.
M.B: Sí, todo el periodo del tango canción, a mediados del siglo XX, Homero Manzi, Cadícamo, los hermanos Espósito, eran poetas modernistas al servicio del tango. Le hacían letras a otros monstruos que le ponían música como pichuco.  Por ejemplo, Malena, que es un tango emblemático de ese periodo, la letra es una belleza. Cualquier tango de Espósito, de Cadícamo, de Discépolo, son obras de arte. El Flaco Spinetta tiene un libro de poema que se llama Guitarra Negra.