Los Brujos y Catupecu Según Nicolás Igarzábal

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Hablamos con el escritor, profesor Nicolás Igarzábal sobre sus dos últimos libros, La bomba músical, los brujos y la explosión del rock editado en el 2022, y su más reciente libro editado este año Catupecu Machua Kilometros de hoy. Nico además es autor de Cemento: el semillero del rock yMás o menos bien: el indie argentino post cromañon, Grabado en los estudios panda y sus dos últimos libros.

Si bien los dos libros se pueden leer de forma separada y a simple vista poco tendrían en común. Tanto el de los brujos como el de catupecu podrían ser una continuidad en la historia de la escena musical. Los brujos fueron uno de los grupos que irrumpió en la escena nacional con una búsqueda y estética exprimental nueva para la época. Muy influenciada por grupos como Kiss o Bowie donde lo importante no era el músico sino los personajes que estaban arriba del escenario.

Por su lado a Kilómetros de hoy podría tomarse como la continuación de la escena retratada en el libro de Los Brujos, donde como dice Nico igarzabál, Frenando Ruís días y compañía siguen el camino del salvajismo y experimental de los 90. Además de ser uno de los principales grupos durante los 2000 en conjugar lo experimental (con algunos juegos electrónicos) con lo masivo. Hay que decir que a kilómetros de hoy, si bien podría tomarse con una biografía de la banda por su lado cronológico y su rigurosidad en las fechas, está escrito como el mismo autor aclara de un lado más de fanático y donde el centro de atención mayormente es el disco Cuentos Decapitados. Para muchos el mejor disco de catupecu Machu gracias a sus letras por momentos más filosóficas

Otra canción: ¿Porque escribir sobre Los Brujos? Conociendo tus libros más allá de un gusto personal seguramente debe haber algo más que te llevó a escribir sobre los brujos.

Nicolás Igarzábal En lo personal, son una banda que siempre me fascinó y, como no vi en los ’90, quise reconstruir toda esa parte de la historia que me faltaba, a partir de testimonios de ellos, todos sus colaboradores y de los fans. Son una banda clave de esa década, sobre todo para entender la escena indie 2000 que retraté en mi libro anterior, y merecían un reconocimiento, una biografía que estuviera a la altura de su mito. 


O.C: Es un poco el retrato de una escena, muchas de ella de zona sur de Buenos Aires con Los Brujos, Martes Menta, Suárez, Babasónicos, Peligrosos Gorriones, bandas que hoy parecen de cultos. ¿Qué crees que fue lo que distinguió a esa escena?
N.I:
Lo rupturista, el desparpajo, lo experimental y la búsqueda de algo nuevo. Le pusieron color a un rock argentino que venía hiper dark con el post punk de finales de los 80s y la hiperinflación que repercutió tanto en la escena como en el país en sí. Fin de semana salvaje, Pasto, Electronauta y el primero de Peligrosos Gorriones tienen una energía única, que te sacuden hasta el día de hoy. Era lo más moderno que podías escuchar en la Argentina de los primeros años ’90.  

O.C: El libro está muy presente Melero y en algunas partes Cerati ¿fueron como los padrinos de esa escena o por lo menos de los brujos?
N.I:
Absolutamente. Melero, que venía de los 80s y había tenido su propio sello experimental, quedó eclipsado con toda esta escena de bandas nuevas y las hizo despegar en su rol de productor. Encontré en ellos algo súper estimulante que potenció en el estudio de grabación. Y lo mismo Cerati, en clave de invitado estelar, apoyándolos, tocando en sus discos, invitándolos a telonear sus shows en Soda y recomendándolos en las entrevistas que le hacían. Cerati encontró algo del desparpajo del primer Soda en esta camada de grupos. 


O.C: ¿En toda esta historia el festival Nuevo Rock Argentino fue tan importante como lo fue La Falda en su época o Cosquín en sus comienzos?
N.I:
No, fue algo más de nicho. De hecho, en La Falda tocaban todos artistas consagrados, como Charly y Fito, y lo mismo el Cosquín, que se hace hace ya más de 20 años y es netamente mainstream. El festival Nuevo Rock Argentino fue pensado más como una catapulta de bandas emergentes, con espíritu itinerante, como el Lollapalooza de Chicago, que giraba con bandas alternativas como RHCP, Pearl Jam y Jane’s Addiction. Esa era su búsqueda y fue clave para el desarrollo de la escena nacional. 

O.C: Los Brujos pueden ser que se hayan querido desmarcar un poco de la masividad que les dio el primer disco. De hecho, creo que en su momento de más masividad se negaron hacer un Obras ellos mismos. 
N,I:
Sí! Les faltó eso para coronarse, eran tan radicales en su discurso que llegar a Obras les parecía un paso demasiado tradicional para el camino alternativo que buscaban ellos. 

O.C: ¿Porque crees que criticaron tanto el segundo disco el periodismo?
N.I:  
Porque era todo lo opuesto al primero, se corrieron de la fórmula. El debut era una fiesta, y el segundo era mucho más lúgubre, desde la tapa misma, incluso en los videoclips. Yo en el libro comparo eso con Don Cornelio y el autoboicot de «Patria o muerte». Hay muchas similitudes en el camino de ambas bandas, empezando por que las dos telonearon a Iggy Pop en distintos momentos. 

O.C: Los Brujos eran más que música, tenían una cuestión estética que pocas bandas tenían… ¿se podría decir que fueron en parte precursores de esa movida?
N.I:
Sí, claro, lo estético era parte de su obra, como pocas bandas hubo acá. Eran fanáticos de Kiss y de Bowie, les encantaba esa fantasía de jugar a ser personajes, cambiarse los nombres en cada disco, protagonizar videos en plan ciencia ficción. Había una magia ahí que en estos tiempos de redes sociales y sobreexposición, ya no sucede con nadie. Hasta el Indio Solari sube a Instagram fotos en su casa. Las redes mataron toda esa mística del rock. 

O.C: Has escrito un libro por año en estos tres últimos años, primero Panda, después Los Brujos y ahora Catupecu Machu. ¿De alguna forma puede ser que el libro de Catupecu sea de alguna forma la continuación histórica a la de Los Brujos?
N.I:
Sí, siguieron su camino en cuanto al salvajismo y lo experimental. Los primeros discos de Catupecu tienen esa inconsciencia, ese vértigo. Hay una nota a Fernando, que salió en Pag/12 a fines de los 90s, donde asume que Los Brujos fue una banda que los marcó. Incluso llegaron a compartir fechas y abrir antes que ellos. Y en 2013 reversionaron «Kanishka» para un compilado de Rock & Pop. 

O.C: El libro está basado en gran parte en el disco Cuentos Decapitados, aunque hay que decir que toma también los otros discos, pero Cuentos es la punta de lanza. ¿Por qué?
N.I:
Porque es el disco bisagra de ellos. No quería escribir una biografía de Catupecu, quería capturar un momento, una etapa, una química única que había entre Fernando, Gabriel y Abril. Ir al hueso y tratar de entender cómo congeniaron las tres cabezas para concebir esa obra tan importante y en esa época tan particular que fue el cambio de milenio, especialmente a nivel tecnológico con la llegada de internet. 

O.C: ¿Fue el grupo experimental de los 2000?
N.I:
A nivel mainstream, es de los grupos que mejor conjugó la experimentación con lo hitero. Se colaron en la radio con un montón de canciones que están lejísimo del canon de canción radial amigable, y el público los abrazó a morir. Iban cambiando disco a disco y te descolocaban. La mutación es la norma de Catupecu. 

O.C: Como encaraste la escritura del libro porque no es la típica biografía de los discos, de hecho, no haces un minucioso estudio de cada disco, sino que lo veo más como un libro de recuerdos tantos tuyos con la banda como de los propios actores…
N.I:
Así es. Lo encaré desde el lado de un fan que va recordando cosas y descubriendo otras. Hablando con uno y con otro, repasando los discos, rastreando viejas entrevistas. Todo en plan de reconstruir esa época de ellos. Las biografías típicas me recontra aburren y Catupecu merecía un libro más original, distinto a los demás, y sobretodo encarado más desde lo emocional que desde lo racional. 

O.C: Hay un Catupecu diferente entre el primer disco y Cuentos Decapitados ¿el primero creo que va más al hueso mientras Cuentos tiene una cosa más existencialista… ¿Por qué crees que se da eso?
N.I:  
El primero es una salvajada de gritos, onomatopeyas y distorsión al palo. Eran hijos del post punk, el grunge, el punk, el hardcore. Venían de ese barro y lo condensaron muy bien en Dale! El segundo es en vivo, prácticamente los mismos temas, y algunos estrenos. Y el salto de Cuentos Decapitados es muy brutal, parecen otra banda. Sin perder la fuerza, encontraron una fórmula de canción redondita que mostraba otra faceta mucho más profunda de ellos. 

O.C: ¿Puede ser que la ida de Abril y después la internación de Gabriel haya marcado un cambio en la vida de la banda?
N.I: Absolutamente. Abril tenía un estilo y Herrlein, otro. Imaginate lo importante que es lo percusivo en una banda tan potente como Catupecu Machu. Con respecto a Gabriel, él era el productor de los discos y el cerebro del grupo, cambió todo después del accidente que lo alejó de la música. Y Catupecu, como hizo siempre, tuvo que reinventarse. 


O.C: ¿Qué le aportó Catupecu a una época donde todo parecía volar por los aires…?
N.I:
Fuerza, letras sanadoras, grandes estribillos, shows llenos de energía. Mientras el país se iba al tacho a fines de 2001, ellos estaban justo en un impulso tremendo y ni la crisis del país los pudo parar. Esos son para mí el mejor tipo de artistas, el que sabe salir siempre a flote aún en las peores situaciones, sin quedarse lamentando. 

O.C: ¿Podemos decir que Catupecu es una de las bandas más visuales de los 2000, desde la ropa que usan, los videos que hacen hasta las gráficas de Quique Ibarra?
N.I:
Sí, claro, siempre le dieron mucho valor a lo visual y es una de las claves de su éxito. Catupecu es una usina de grandes canciones, pero también es el video de ellos tres en el aire («Y lo que quiero…») o tocando en la lancha («Gritarle al viento»), la correa de tachas de Fernando, el bajo de Gabi con el cuernito en la punta, los tres monitos que dibujó Quique, el logo mosher, y tantas cosas más. 

O.C: Hay una entrevista que Gaby dice que el rock es actitud. ¿Cuál crees que fue esa actitud rockera que distingue hasta hoy a Catupecu?
N.I:
El ir siempre para adelante, algo que se percibe sobre todo en el vivo, con toda esa energía que te pasa por arriba como una topadora. 

O.C: Hablas también un poco del rock gutural de Catupecu… ¿Es un distintivo ya de Catupecu eso?
N.I:
Sí, sobre todo en los primeros discos, que abundaban los gritos. las onomatopeyas y el famoso «sacar los huesos afuera» que pedía Fernando en los shows. El tema «Dale!» es el mejor ejemplo. Catupecu tiene algo tribal desde sus orígenes, incluso el nombre del grupo. 

O.C: para terminar, también destacas la universalidad de sus letras que poco tienen que ver con sus contemporáneos. ¿Por qué?
N.I: Porque hay letras de los 90s, sobre todo con jerga callejera, como hacía IKV o Babasónicos, que envejecieron mal, en cambio las de Catupecu resistieron el paso del tiempo. Puedo rescatar del primero temas como «Hay casi un metro al agua», «Le di sol» y «La llama». Tienen temáticas universales que las hacen inclaudicables. En Cuentos Decapitados pienso que evolucionaron a nivel pluma y redondearon frases geniales. Algunas como «Entero o a pedazos, pero voy», me siguen emocionando. Por eso tomé versos de esa canción para el título del libro, había un halo de eternidad ahí.