Crystal Fighters: Un Viaje Sonoro entre Tradición y Modernidad

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En el mundo de la música, muchas veces no existen las definiciones, sino la magia; eso que se produce al interpretar una canción. Un ejemplo de que los estilos no importan es lo que hace la banda Crystal Fighters, que se formó en Londres en 2007, combinando influencias de sus miembros, quienes tienen raíces españolas y británicas.

La banda está compuesta actualmente por el vocalista Sebastian Pringle, el guitarrista Gilbert Vierich, la bajista Eliza Shaddad, el percusionista Andrea Marongiu y el tecladista y programador de sintetizadores, el español Manuel «Manny» de la Vega. Juntos, crean una fusión única de sonidos que trasciende géneros.

En la banda oriunda de Londres, la música surge como las olas en el océano, y con ellas, además, historias de amor, lucha y esperanzas. Cada una de sus canciones, por lo tanto, es un llamado a conectarse con el entorno y la alegría compartida. Es que la música, en esencia, no necesita etiquetas; es un viaje, un camino que se descubre paso a paso, canción a canción.

En el viaje sonoro de Crystal Fighters, encontramos, por un lado, ecos de melodías tradicionales antiguas, y por otro, ritmos contemporáneos. La guitarra, con su voz cálida, narra cuentos de tiempos pasados, mientras que el uso de sintetizadores, a su vez, le añade un poco de modernidad. Ese encuentro de melodías es, sin duda, un ejemplo de que, en el paisaje sonoro, lo viejo y lo nuevo pueden convivir para celebrar la música.

La discografía de Crystal Fighters incluye varios álbumes destacados que reflejan su evolución musical, tales como Star of Love (2010), Cave Rave (2013), Everything Is My Family (2016) y Gaia & Friends (2020). Cada canción, en consecuencia, es un refugio, un espacio donde las preocupaciones quedan de lado y la felicidad florece. En ese mundo, Crystal Fighters se convierte, así, en un abrazo sonoro que nos invita a dejar atrás lo que nos pesa. La danza, por lo tanto, se convierte en un ritual, un acto de resistencia y celebración.

En este viaje, no hay final; solo hay, en cambio, un continuo fluir de energía y amor. La música, en definitiva, nos une y nos recuerda que somos parte de algo más grande, un tejido de historias entrelazadas.