Este viernes 4 de julio, Delfina Campos se presentará en Pez Volcán (Córdoba Capital) para reencontrarse con su público en el marco de Películas perdidas, su aclamado segundo disco. El Sábado 5, será el turno de Rosario.
Desde el estreno de Películas perdidas, Delfina ha atravesado un ciclo vertiginoso: giras internacionales por España, México y Costa Rica, una participación especial en Envidiosa —el fenómeno argentino de Netflix— y un lugar destacado como telonera en el regreso de Wilco a Buenos Aires. En este nuevo tramo, la artista vuelve con una obra que respira como una película urbana, sensible y poderosa, en la que se mezclan ironía, existencialismo y pop rock argentino.
Editado el año pasado, Películas perdidas surgió de un impulso claro: hacer un disco que se sintiera como una experiencia en vivo. “Si bien el hilo conceptual fue tomando forma en el proceso, el norte que perseguí fue, ante todo, sensorial. Sabía cómo quería sentirme tocándolo en vivo”, afirma. Esa búsqueda la llevó a rodearse de voces singulares —como las de Hilda Lizarazu, El Príncipe Idiota, Hipnótica, Juana Aguirre y Nico Landa— y a encontrar en la espontaneidad y la recuperación de viejas notas de voz un motor inesperado para su narrativa.
En diálogo con Otra Canción, Campos repasa su vínculo con el cine, reflexiona sobre el rol de la ciudad en sus canciones, y se permite pensar el pop como un espacio desde donde interrogar el amor, el humor y la fragilidad con una voz femenina que busca su lugar propio en la tradición del rock argentino. También habla de su paso por el periodismo, su mirada existencialista de la vida y cómo, a veces, las canciones aparecen cuando una aprende a confiar en la sincronicidad
Otra Canción: Venís a Córdoba para seguir presentando Películas, un disco que recibió grandes elogios y que está a punto de cumplir un año. ¿Cómo lo ves hoy, con algo de distancia?
Delfina Campos: Películas perdidas está por cumplir un año, es verdad. Pero todavía sigo girando con el disco, tocándolo, moviéndolo… y siento que aún tiene mucho recorrido por delante. No me pasó lo que a veces me pasa con otros materiales, que a poco de sacarlos ya quiero grabar algo nuevo. Con este álbum es distinto: lo siento muy vivo, y tengo muchas ganas de seguir tocándolo por un buen rato más.
Ahora estoy empezando a componer el próximo disco, pero a la vez estoy muy contenta con todo lo que venimos haciendo con mi equipo para darle a Películas perdidas el lugar que se merece. Es un álbum del que estoy muy orgullosa, y estamos llevándolo a otros países, a otros públicos… eso también está dando sus frutos. En retrospectiva, cada vez lo valoro más; con el tiempo me doy cuenta de todo lo que encierra.
O.c: ¿Te considerás cinéfila? ¿Cómo nace esa relación con el cine que te llevó a llamar Películas perdidas a tu nuevo álbum?
Delfina Campos: Me considero cinéfila, sí… o al menos una persona a la que le encanta ver películas y que realmente disfruta del cine. Tampoco sé si “cinéfila” es la palabra exacta, porque no soy una experta ni una gran conocedora, ¿viste? Pero soy muy curiosa: de repente me agarra el interés y digo “a ver de qué va este director” o “qué onda esta peli”.
Disfruto tanto de una película de arte súper intensa como de una pochoclera total. De hecho, el otro día me vi toda la saga de Crepúsculo, ¡un maratón sin culpa! Me encanta sumergirme en historias y soy muy visual, por eso disfruto ver todo tipo de cine.
La conexión entre el cine y Películas perdidas viene porque muchas personas me dicen que mi música suena cinematográfica. Y yo también lo siento así. Cada canción del disco podría ser una escena de una película estilo “coming-of-age”, con un personaje atravesando un proceso de transformación o maduración. En ese recorrido, 500 años luz es como un cierre más espiritual o existencial, que se corre de los dramas cotidianos y las relaciones.
Y el título, además, surge de que varias canciones del disco nacieron como notas sueltas que encontré perdidas en mi celular: ideas que había dejado a medias y que en algún momento retomé. Así que también hubo algo de rescatar esas pequeñas “películas” olvidadas dentro mío.
Otra Canción: Me intriga saber en qué momentos nacieron estas canciones, o en qué épocas. Parecen muy de ciudad, como si estuvieran escritas por alguien que la ha recorrido a fondo. Al escucharlas, no puedo evitar imaginar escenas de una película urbana que transita por los lugares donde pasaron todas esas cosas que cantás…
Delfina Campos: Bueno, como te decía antes, Películas perdidas tiene un poco de eso. Algunas canciones surgieron muy sobre el final, en pleno proceso de grabación del disco. Por ejemplo: Testigos, Malas decisiones, Películas perdidas y 500 años luz son temas más recientes, compuestos en este último tiempo.
Pero también hay otras como Balada para el fin del mundo, Amor de plástico, Fumando en el sofá, Escape… que vienen de años anteriores. Son ideas que había grabado en notas de voz —algunas desde 2017, 2018, incluso una del 2020— y que por alguna razón nunca había desarrollado del todo. Cuando empecé a armar el disco, las encontré perdidas en el celular, como pequeñas cápsulas del tiempo. Fue muy lindo poder rescatarlas y darles una nueva vida. Hay un diálogo claro entre el pasado y el presente en este álbum.
Y sí, mi música tiende a tener algo bastante nocturno… o al menos eso me suelen decir. Igual siento que este disco es un poco más diurno que otros que hice. Hay canciones que me suenan más al día que a la noche. Pero sin dudas, la ciudad transpira en casi todo lo que hago. Es el escenario habitual de mis canciones. Si el disco fuese una película, definitivamente se desarrollaría en una ciudad, con muchas cosas ocurriendo en distintos rincones.
O.c: ¿Cuál dirías que es el hilo central del disco? En lo personal, noté que hablás mucho sobre el amor, la imperfección de las relaciones y la vida cotidiana.
Delfina Campos: creo que el hilo conductor del disco tiene que ver con eso: con el amor, en sus formas imperfectas y cotidianas, y con cómo atravesamos los vínculos en la vida real. Pero también es un disco que se toma a sí mismo un poco menos en serio que mis trabajos anteriores. Últimamente intento dejar entrar más la ironía, una cierta desfachatez… y creo que eso le dio un tono más liviano, menos solemne.
Hay canciones sobre entrar y salir de relaciones, sobre esos encuentros fugaces que uno a veces vive sabiendo —medio en broma, medio en serio— que van a terminar. También hay lugar para lo triste o lo denso, como lo que pasa cuando una relación no funciona; Querernos bien otra vez, por ejemplo, es de esas. Es una de las canciones más nuevas del disco, y habla desde ese lugar más vulnerable.
Entonces sí, es un disco que mezcla cinco canciones muy recientes con otras cuatro que vinieron del pasado, y que dialogan entre sí. Pero, sobre todo, creo que el hilo conductor es esa mirada más compasiva y un poco más liviana sobre lo que nos pasa cuando amamos.
Otra Canción: “Barada por el fin del mundo” es una canción muy cinematográfica. Incluso el redoblante suena a caos, a apocalipsis… como si alguien quisiera despertar o salir de esa escena. ¿En qué momento nació?
Delfina Campos: Coincido totalmente con eso. El sonido del redoblante fue pensado así: queríamos que remita a bombas, a un paisaje de ciudad en guerra, como si estuviera ocurriendo una especie de apocalipsis. La imagen es esa: todo está estallando afuera, pero la persona que canta está refugiada con alguien que quiere, como trincherada en una casa. Y en medio de ese caos, canta algo que es medio canción de amor o de cuna.
Es una canción que compuse allá por 2017 o 2018 y que siempre sentí que tenía algo… pero recién tomó otra dimensión cuando Percy —que produjo gran parte del disco— encontró un enfoque que la llevó a un nivel nuevo. Es, sin dudas, una de mis favoritas.
O.c: Según tengo entendido, hay canciones que fueron escritas o, por lo menos, pensadas hace un tiempo largo, pero en el disco parecen estar unidas y ser todas más o menos contemporáneas. ¿Cómo elegiste las canciones? ¿Buscaste algo que las conectara a todas o se dio solo?
Delfina Campos: Está buenísimo eso que decís, de que por más que hay canciones traídas del pasado y canciones muy, muy presentes —muy del presente, muy actuales en cuanto a cuándo fueron escritas— dialogan muy bien todas entre sí, y desde la producción son todas muy hermanas. El proceso de elegir las canciones fue, bueno, cosas que me fueron pasando. Querernos bien otra vez la escribí durante el final de una relación, digamos, durante el proceso de componer el disco. Malas decisiones también la compuse durante ese proceso.
Testigos es la única canción que compuse desde cero con otra gente: la compuse con Hernán y Nahuel, el dúo Hipnótica que es de Córdoba, y Juana Aguirre y Nicolanda. Esa es la canción que abre el disco. Es la única que compuse desde cero con otra gente y fue muy interesante.
Y después, Películas perdidas también la compuse en ese último tiempo, y son dos canciones que, de entrada, me generaron como seguridad de querer grabarlas. Malas decisiones, quizás menos… tenía más dudas con Malas decisiones, lo cual es loco, porque Malas decisiones gustó muchísimo. Uno muchas veces, con uno mismo, no tiene un radar tan objetivo, ¿viste? Y en ese sentido estuvo bueno, porque cuando mostré esa canción, algunos amigos me dijeron: «Esta sí o sí la tenés que grabar». Si no, quizás no la hubiese grabado.
Y después, 500 años luz, a mí me encantaba, pero sentía que por ahí no formaba parte del universo del disco, como que sentía que era distinta. Pero quedó bien ponerlo, y estoy contenta de haberlo incluido.
La conexión entre todas se dio sola. Se dio, creo, como en lo más lindo de la vida: las cosas que uno no puede explicar y que ocurren como en un canal así más de sincronicidades, o más mágico, en el que las piezas se acomodan de alguna manera. Yo creo que hubo algo muy energético y fluido que fue acomodando las piezas durante el armado del disco. No fue un proceso tan cerebral.
Siempre me gusta decir que es un disco menos neurótico que otras cosas que hice en el pasado. Fue un proceso muy fluido. Fluyó mucho, y la premisa fue más sensorial que conceptual. Yo sabía cómo quería sentir esas canciones en el cuerpo cuando las tocara en vivo, y me dejé guiar más por ese tipo de cuestiones.
O.c: En el disco anterior cerrás con Astronauta y en este con 500 años luz..
Delfina Campos: Tanto en el disco anterior como en este cierro con dos canciones que quizás son mis preferidas de ambos discos, en las que, como que hablo de cuestiones un poco más espirituales, quizás, o existencialistas. Sí, me considero una persona existencialista. Leí cosas de existencialismo; si bien no soy ninguna experta en la materia, leí algo al respecto y concuerdo con esa corriente filosófica. Me gusta leer de eso.
Tengo un enfoque como medio existencialista a la hora de vivir. Tengo una noción de que la vida es ahora, de que hoy estamos y mañana no sabemos, y que hay que vivir con conciencia de eso. Cuando uno tiene presente esa noción, las cosas cambian. Uno cambia la óptica.
O.c: En el disco anterior cerrás con “Astronauta” y en este con “500 años luz”. Ambas son canciones existencialistas o, diría, filosóficas. ¿Te considerás una persona existencialista? ¿Hay una intención de terminar el disco de esa forma?
Delfina Campos: Hay una intención de terminar el disco de esa forma porque es como hacer un zoom out y decir, bueno, estamos hablando del amor y de todo, pero en realidad… De hecho, a mí, personalmente, me interesa más hablar de esas cosas, que son como el telón de fondo de todo lo que nos pasa.
La última canción del disco se llama 500 años luz, y es una canción que justamente hace como un zoom out de todas estas cosas de las relaciones interpersonales. Es más espiritual, o más… que se hace planteos un poco más existenciales. Como que sale de los dramas cotidianos para pensar en la foto grande. Y, en realidad, se hace preguntas mucho más profundas, y se abstrae mucho más de esta cotidianidad para preguntarse cosas como: ¿de dónde venimos? ¿A dónde estamos yendo? ¿Hay algo que nos está observando? ¿Hay un “algo” superior? Cosas del estilo.
O.c: En el disco también hay muchos guiños a grandes canciones del rock argentino, como Las Pelotas y Serú Girán. ¿De qué modo jugaron estas influencias en un disco que también tiene guiños al rock nacional en su sonido?
Delfina Campos:Exactamente: Las Pelotas, Serú Girán… Menciono dos títulos de canciones de esas dos bandas en letras de mis canciones del álbum. Las influencias del rock argentino, y bueno, muchas cosas. Por un lado, Quino Kornick —que es un mítico letrista argentino— fue mi amigo e interlocutor en el proceso de composición de estas canciones. Era la persona a la que yo acudía cuando, por ahí, estaba trabada con alguna frase o algo, y él me destrababa. Es un gran amigo. Hasta el día de hoy me sigo juntando a componer.
Y la tradición del rock argentino transpiró en este sonido de una forma involuntaria. No es que fue como: “Bueno, quiero grabar un disco que haga referencia al rock”. Se fue dando. También por la presencia de Quino, también por el hecho de que yo quería que fuese un disco bien pop rock, con un sonido bien orgánico, más rockero.
Y bueno, después la presencia de Hilda en Fumando en el sofá —de Hilda Lizarazu— también le pone el broche de oro conceptual a eso. Después, bueno, Mariano y César, de Mi Amigo Invencible, como una escuela más contemporánea del pop rock argentino… pero la presencia de Hilda lo cierra conceptualmente. Especialmente Fumando en el sofá, que es la canción más pop rock argentina del disco, en su sonido y en su composición.
Pero sí, y también, para mí, internamente, lo que me pasa con Películas Perdidas es que es también una reflexión sobre la voz femenina en el rock argentino. Y como, si bien hay exponentes como Hilda, Fabiana Cantilo, Celeste Carballo y un montón de otras, es una tradición mayoritariamente ocupada por hombres, ¿no? Y eso me lleva a preguntarme: ¿qué espacio hay para distintas formas de sensibilidad femeninas en esta tradición? Porque existe un registro femenino así, súper de mujer rockera, como de una cosa enojada y qué sé yo… pero ¿qué hay de otras sensibilidades y otras formas de sentir, como una sensibilidad femenina en el rock argentino, no? Es algo que me lleva también a pensar.
O.c: En algunas canciones, la ciudad parece ser un lugar con el que reniegas o, por lo menos, peleás; un lugar hostil para vivir. ¿Es así como ves la ciudad actualmente, sobre todo en los momentos sociales, culturales y políticos que vivimos?
Delfina Campos: Yo amo vivir en la ciudad, soy un bicho de ciudad total. Dicho eso, obviamente, a medida que voy creciendo, cada vez valoro más la naturaleza y estar en la naturaleza. Me encanta y me hace mucho bien. Pero a mí me encanta la vida caótica y dinámica de la ciudad, y poder estar sumergida en la cultura y en lo que va pasando. Esa cosa de salir de tu casa una noche y no saber cómo la noche te va a guiar por distintos lugares y distintas cuestiones —sea ver música en vivo, distintas escenas y situaciones— a mí me resultan muy estimulantes. Me parece que una ciudad es como un laberinto de sorpresas.
O.c: Tengo entendido que también sos periodista. Son dos profesiones que, de alguna manera, se hablan entre sí: en una le cantás al otro, o por lo menos lo hacés para que el otro te escuche; y en el periodismo, para que te lea. ¿Qué cosas creés que tienen en común estas dos ramas? ¿Qué función cumple el otro en tu vida a la hora de componer o escribir una canción?
Delfina Campos: Sí, o sea, trabajé muchos años en periodismo. Para mí, ahora, de hecho… bueno, lo tengo un poco abandonado al periodismo. No tengo una pasión por informar, o sea, no es el tipo de periodismo que a mí me interesa, como informar cosas. Y tampoco sé si me interesa ser como… esto fue un poco lo que me pasó en el tiempo que fui periodista: me encontraba con que no me interesa informar y tampoco me interesa ser una voz experta en algo, como ser una voz autorizada en una determinada esfera de conocimiento.
Me pasa que el periodismo, para mí, es como un patio de juegos en el sentido de que, si sos una persona muy creativa, que te gusta comunicar con la voz… Me gusta entrevistar, me gusta charlar con gente, me gusta sumergirme en mundos que me son ajenos. Ese tipo de periodismo me gusta. El que te permite viajar, sumergirte desde lo audiovisual, desde la escritura, desde lo que sea… o desde algo oral, en un mundo que no es el propio. Y eso es lo que me gusta.
Y mi pasión por escribir es algo que hoy en día canalizo más en la música. Pero bueno, creo que es eso lo que a mí me trajo el periodismo.
O.c: En algunas de tus canciones hay un toque de humor, como en “Malas decisiones”. ¿Qué papel juega el humor en tu música?
Delfina Campos: En Malas decisiones hay mucho humor. Y, bueno, ¿qué papel juega el humor en mi música? Me gustaría poder empezar a incluir más humor, porque siempre tendía a ser como muy emocional en mis composiciones, y bueno… internamente, en su emocionalidad, tienden a ser dramáticas o como… como otra cosa, ¿no? Pero hubo algo en Malas decisiones, en aplicar la ironía y el humor, que me gustó. Me pareció como un hallazgo y me interesa desarrollarlo a futuro también.
De hecho, yo admiro mucho a los artistas que integran, que incorporan el humor en lo que hacen. Me parece que el humor también es muy sublime, ¿no? Me parece que es… Yo admiro mucho el uso del humor en el arte. Me parece que es algo muy fino, cuando está bien usado. Y que puede, como, calar hondo también. Así que, bueno, eso. Gracias por las preguntas. Me parecieron muy atentas y muy interesantes las preguntas. Gracias por escuchar con tanta atención el disco.