En el inabarcable escenario de la música argentina, pocas voces resuenan con la profundidad y la autenticidad de Liliana Vitale. Con una carrera que abarca más de cuatro décadas, la interprete y compositora se despide de su álbum «Pistas» el próximo 22 de Noviembre en Pista Urbana en Buenos Aires. Acompañada por su talentosa banda, que incluye a Alejandro Manzoni en piano, Facundo Guevara en percusión y Horacio «Mono» Hurtado en contrabajo, Liliana nos invita a explorar un repertorio que no solo abarca su reciente trabajo, sino que también rinde homenaje a las raíces de la canción argentina, con interpretaciones de clásicos y contemporáneos. En esta entrevista, conversaremos sobre su proceso creativo, la evolución de su música y el papel del arte en tiempos desafiantes, mientras nos adentramos en el mundo sonoro que ha construido a lo largo de su carrera.
Otra Canción: Se viene el último show del año que también será la despedida de alguna manera del disco Pistas…
Liliana Vitale: Así es, y mira, entre que empezamos a buscar las canciones, siempre en pista urbana. Eso fue un lindo proceso porque fue como ir encontrando las canciones a través de los recitales que hicimos en 2022. A fin de año, grabamos una primera versión acá abajo en el patio y después, durante 2023, hicimos otra que está en vivo en un teatro. Este año ya empezó con una nueva formación, porque habíamos quedado Facundo Guevara y Alejandro Manzoni. Lo que tiene de diferente a lo que he venido haciendo es que solamente canté, y de algún modo sugerí los arreglos de las canciones en el piano, pero luego el pianista fue Alejandro Manzoni y los músicos tuvieron mucho que ver. Facundo Guevara, con quien venía tocando, Guido Martínez, que fue fundamental para armar las canciones. Pero luego, este año, nos reencontramos con Mono Hurtado, con quien habíamos tocado hacía mucho tiempo atrás y en varios momentos de mi vida. Así se armó el nuevo sonido con el que suenan algunas pistas y algunas cositas de otros tiempos. Por eso el show se llama Pistas y afines.
O.C.: En este disco decidiste dedicarte más al canto y por ahí delegar un poco el piano.
L.V.: Siempre lo quise hacer, de hecho, lo intenté inclusive en los recitales tocando con guitarristas, como Sergio Ávalos, con quien toqué bastante. Esto de cantar solamente es un viaje diferente y estoy haciendo un trabajo con la voz diferente. Quería probar cosas de una intensidad que tocando no me salían. Sobre todo por algunas canciones que quería hacer y me costaban, como, por ejemplo, «A pique» o «Vamos a levantarnos para ver las flores del jardín», eran canciones que me costaba cantarlas y tocarlas a la vez,. Además, porque siempre quise esto de la performance del cuerpo entero.
O.C.: El disco en estudio ya lleva un año de su salida, mientras que la versión en vivo salió este año… ¿Hoy, a la distancia y ya con un recorrido realizado, ¿cómo lo ves? Hay que destacar que es un disco contemporáneo. Abordas autores actuales.
L.V.: Es verdad, esas canciones de autores contemporáneos fueron arrimándose y me pareció que estaba buenísimo llevarlas a mi canto, a mi cuerpo cancionístico.
O.C.: Canciones que van más allá de lo folclórico, lo latinoamericano…
L.V.: Este es un trabajo bien crudo. Por eso, aunque la primera versión es en el estudio, está tomado en vivo. O sea, no es que pusieron los músicos la base y yo después canté. En el disco hay un planteo bastante crudo y como eventualista, te diría, de atrapar ese momento de la interpretación de la canción juntos. Por eso también le llamé Pistas, porque yo sentí que eran como pistas de entrenamiento, de lo vocal espiritual, y cada una de ellas era una pista en sí misma. Inclusive el primer trabajo tiene una compaginación, después el trabajo en vivo tiene otra compaginación y ahora el vivo tiene otra compaginación. No es que siempre el tema uno es el uno, sino que son pistas medio random. Eso tiene como de conceptualidad este disco. Y bueno, hoy algunas de esas canciones quedaron en el repertorio y otras se fueron cayendo. Creo que, por ejemplo, «Vamos a levantarnos para ver a Flor del Jardín» es difícil de cantar, difícil de escuchar. Es una joya, una maravilla y creo que la versión de Edgardo Cardoza es insuperable, entonces, medio que la dejé de cantar. Pero, por ejemplo, tomó una envergadura el texto de Georgina Hassan porque en vivo tiene como una potencia especial. Lo mismo sucede con «Reverdecer» de Perota Chingó, o «El corazón es el lugar» de Pablo Dacal junto a «Lo peor» de Ezequiel Borra. Esas fueron las que más se fueron quedando en el repertorio.
O.C.: Recién cuando me hablabas del tema de Georgina Hassan, que es un poema en realidad, me acordé de que musicalizaste en otro disco un texto de Cortázar. ¿Hay en vos algo de literatura en la forma de cantar, de esto del cuerpo y de teatralizar? ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con esta parte? Creo que esa forma de cantar, de teatralizarla con el cuerpo a la canción, es una de tus características.
L.V.: Sí, puede ser. La palabra siempre me gustó, la música ante todo. Pero, sí, me llamó la atención desde muy chiquita. Siempre me gustó leer mucho y poesía más todavía. Y sí, hubo muchos, muchos contactos…
Bueno, de entrada, el vínculo con la canción de Alberto Muñoz tiene mucho de eso, de jerarquizar la poesía. Luego musicalicé unos textos de un libro de Henri Michaux que para mí es de lo mejor que hice en la vida. Se llama La vida en los pliegues.
Henri Michaux es un poeta, filósofo belga de mediados del siglo XX. En el disco, por supuesto, lo musicalizo en español porque el tipo escribió en francés, algunos de sus textos son muy border y de experimentación también. Lo que está editado de Cortázar es un trabajo rítmico sobre el texto «Me caigo y me levanto», pero también en algún momento musicalicé fragmentos de Rayuela. Eso todavía no lo he editado y tengo ganas de hacer los trámites para los derechos, porque fueron complicados en su momento, pero bueno, es un trabajo que está ahí esperando, o sea que sí, la palabra tiene un montón que ver. Me tengo que conectar con el relato como el de Georgina Hassan porque no es un poema, es un texto corto, en prosa. Ese texto me abre un montón de espacios sonoros que tienen que ver con la música.
O.C.: Pensando en los autores que integran Pistas, ¿pensás que hay una nueva música popular argentina? Una nueva camada que vino a romper por ahí con esa idea de los estilos definidos. Antes estaban como muy separados los que hacían rock, tango o folclore.
L.V.: Absolutamente, hay un mix argentino total, hay una fusión en todo eso. Siento que el rock como cultura fue el que estableció los puentes, los vasos comunicantes, que cada género estaba como bastante más esclerosado, el tango en el tango, el folclore. Por supuesto, siempre hay artistas que vinculan todo con todo, como Carnota, por ejemplo. Hace poco participé en un homenaje a Carnota, y Carnota mismo decía que él no era folclorista, pero era un folclorista tremendo, pero era como uninnovador. Hoy todos los géneros están atravesados, muy crossover, y también la incorporación de la palabra hablada del rap, del hip hop y del relato que le agrega como una música que ya es universal.
O.C.: Pistas en vivo abre con «El corazón es el lugar». ¿Qué lugar ocupa ese corazón musical en la sociedad o debe ocupar en la sociedad?
L.V.: Como siempre hay quien está dispuesto a ceder ante lo que se usa, a lo que supuestamente garpa o te va a beneficiar comercialmente. Pero capaz que hoy está como puesto más en el pasado esto, Spinetta decía, pero vos naciste con algo diferente, tenés que hacer algo tuyo, o sea, hacer lo mismo que todos, ¿para qué? Si vos tenés algo nuevo, algo diferente para dar, lo que tenés que dar es eso, es eso lo que te diferencia. Lo que te diferencia es ese viaje personal, sin formatos, sin plantilla preestablecidas. Creo que ahí es donde se desdibuja el lugar del corazón en la música, que vos decís. Cuando tiene precio, no sé, a mí me da cosa, pero soy de esa cultura. Aun así… De esa cultura que no desmerece, al contrario, la buena profesionalización desde ya, pero siempre sobre esa fidelidad de lo que haces, lo que crees que es tu lenguaje.
O.C.: ¿Crees que por ahí agarrar «¿Buen día” o algunas de las tantas que reinterpretaste y hacerla a tu forma es un poco componer, aunque sea sobre algo establecido?
L.V.: No, mira, no sé eso, me parece que no. Interpretar, reinterpretar, darle tu forma, o sea, ponerlo al molde de tu cuerpo, de tu canto es una cosa, pero componer es componer. Es crear esa canción desde la nada. Si le pones un puente, le sacas, me parece que es más la postproducción. El arreglo, la interpretación, o que tenga un groove distinto forma parte de hacer una versión de un tema. Pero por más que hagas de vuelta una canción, no sos compositor, porque el tipo, la materia prima, la puso otro. Y hay que respetar que el que puso la materia prima, puso la materia prima.
O.C.: En este disco compusiste «Vero Vero», una canción dedicada a tu compañera de años, Vero Condomí…
L.V.: Desde el setenta y siete, desde el grupo M.I.A. El dúo nuestro nació dentro del marco del grupo M.I.A, en el año mil novecientos setenta y siete. Así que en dos mil diecisiete cumplimos cuarenta años, hicimos gira, hicimos disco, hay un disco hermoso que se llama Elemental. Es un disco hermoso, pero muy anticomercial. O sea, improvisaciones de dos voces solas jugando con algún instrumento de percusión. O sea, muy climático. La canción tiene muchos años, el texto lo hice hace mucho. Es un poema que le dediqué un día en un recital que ella hacía por su cumpleaños. Y bueno, le dije ese texto que escribí y después, más tarde, le puse música. Mucho tiempo después tuvo lugar en este material. Me pareció que tenía que ver, que formaba parte de otra pista, de otro lugar, de todo estado del canto, de cantar algo propio. Además, ya había pasado el tiempo suficiente como para no ponerme a llorar cada vez que lo cantaba. Eso costó porqueera ponerme a llorar cada vez que lo cantaba.
O.C.: Creo que, en tu música, en la forma que interpretas, recitas, está siempre lo lúdico, el juego presente… ¿Qué papel juega el juego en tu música?
L.V.: El juego es esencial. El juego, viste que en español se dice tocar. Es como jugar. Además, la música es re colectiva, es un juego colectivo. Aunque uno esté y lo haga, inclusive solo y sin público, porque es un contacto con el universo. O sea, no hace falta público, no es como el teatro. Uno lo puede hacer de todos modos. Me parece que es el contacto con la música y jugar en el sentido de la libertad, de la niñez también. O sea, jugar con inocencia, jugar con soltura, jugar sin miedo. Bueno, es el anhelo de todo lo que uno hace.
O.C.: ¿Cuál es el rol del arte hoy en los tiempos que vivimos?
L.V.: Mira, siempre el arte, sean los tiempos que sean, va a ser para sensibilizar, para no cumplir formatos preestablecidos. El arte sirve para liberar algo de la condición de tu espiritualidad y tu sensibilidad. Pero en momentos en donde los climas de época son como esquivos o agresivos con esas libertades que el arte se toma cuando hay unas bajadas de líneas como más totalitarias. Los discursos únicos son eso, tienden a violentar al que no responde al discurso único. Así que el arte aún más me parece que tiene que ver con eso, con sensibilizar ese lugar de conexión con el todo. Hay un tema de Muñoz que dice: «Duro el oficio amargo de andar por verso cuando la lengua rechina seca de pormenores, de grito y luto lamiéndose». O sea, te pueden secar la lengua los pormenores, y hay un lugar en donde el arte te levanta, te evapora, te cuida, te abraza, te pone calentita y te protege. Y sobre todo te conecta con tu verdad, más que nada.
O.C.: El 22 vas a estar despidiendo Pistas. ¿Ya estás pensando en un nuevo disco? ¿Estás empezando a trabajar en cosas nuevas?
L.V.: Mirá, es un tiempo difícil. Hay que atender un montón de cosas. Sí, tengo un par. Por ejemplo, este trabajo de musicalizar Rayuela de Cortázar es algo que quiero hacer, pero no sé si es el momento ahora. El año que viene se van a cumplir unas décadas de discos que tienen una importancia especial para la gente que me sigue. El primero, que tiene canciones de Alberto Muñoz, es Mama, deja que entren por la ventana los sistemas, lo saqué en el año 85. O sea, ese disco el año que viene va a cumplir 40 años. Y después hay uno, Mujer argentina, que hice con mi hermano, que también tuvo cierta repercusión y salió en el 95. Y después hay otro que saqué en 2005 que yo quiero un montón.
O.C.: ¿Amparo del Cielo? ¿Puede ser? Es hermoso ese disco.
L.V.: Sí, ese es el último disco de estudio.
O.C.: ¿No tenés pensado girar por el interior?
L.V.: No, quiero descansar, sí, hacer un poco de laboratorio. Quiero descansar la exposición y hacer un poquito de laboratorio, a ver qué viene, a ver qué hace falta.