Hablamos con Florencia Gattari, escritora y licenciada en psicología, quien se mete en el mundo de la literatura infantil. Tengo hasta ahí: un ensayo en el que reflexiona sobre su propia experiencia como lectora en la infancia y como escritora para chicos en la actualidad, dejando de manifiesto la importancia de la lectura para los niños. Desde estos ejes, la escritora inicia un recorrido por las diferentes etapas en la escritura que le dan forma a un libro infantil.
En está charla, Florencia nos invita a pensar ¿Existe una literatura infantil? ¿que tan importante es la literatura para los niños en la actualidad?
Otra Canción: ¿Como surge la idea de escribir Tengo hasta ahí y de donde viene el nombre?
Florencia Gattari: Hace unos años tuve un blog donde subía textos que no eran cuentos, que no eran poemas, que no sabía bien qué eran. Algunos eran sobre escribir, otros eran pequeñas escenas que me cruzaba y me daban ganas de contar. Dejé de usar el blog, pero cuando puse juntos esos textos en un archivo me pareció que vivían bien juntos, entonces agregué otras ideas que me interesaban y algunas cosas que había escrito para jornadas y encuentros de escritura, y con todo eso junto surgió este libro. Le respeté el título original un poco porque me daba gracia, y otro poco, muy en serio, porque el que avisa no traiciona.
O.c: Hay unos textos que separan los capítulos que diría que abarcan la importancia del mirar a los niños. ¿Qué tan importante es mirar a los niños a la hora de escribir literatura para niños?
F.G: En la primera versión esos apartados se iban a llamar, justamente, “Mirar a un niño”, pero luego resultó que había también adultos y perros y paisajes. Creo que lo que es muy importante es mirar con atención lo que se mira. Ofrecerle un silencio, una disponibilidad para que eso que vemos pueda contarnos su historia.
O.c: Hay una parte del libro donde escribís: Hay momentos que los textos se cierran para mí, ya no estoy en esa escena la realidad ya no me habla de ellos y no siento que tenga más para decir ¿cómo te das cuenta cuando llega ese momento que no hay más para decir en un mundo donde creo que siempre tenemos cosas para decir?
F.G: Mientras estoy escribiendo muchas veces algo del entorno, de lo que pasa alrededor, pide lugar para entrar en el texto. Cuando eso ya no sucede sé que se está cerrando el proyecto que tengo entre manos, y que eventualmente otras conversaciones nuevas se abrirán después.
O.c: El libro habla un poco como que el libro es la idea de conversar, que me gustaría ahondar en esa idea porque es raro pensar en la idea de conversar cuando hay otro que no te puede responder por cuestiones obvias…
F.G: Pienso conversar como un asunto amplio, no del todo literal. Converso en mi escritura con los libros que leí y me interpelaron, con muchos de mis vínculos, con gente que está y que no está, también con ideas.
O.c: ¿Qué tan importante en la literatura para los niños hoy?
F.G: Para los niños y para todos creo que las ventanas que abre la ficción son cruciales en estos momentos de literalidad y palabras mandonas.
O.c: ¿Existe una literatura para niños solamente? Me pongo a pensar que muchos libros de niños también de alguna manera son para grand. Si me pongo a pensar todo radica en el lenguaje que usemos y no tanto en la trama. Se me viene a la cabeza clásicos de los hermanos Grim o los cuentos africanos de Nelson Mandela por ejemplo los temas que aborda podrían ser oscuro, sin embargo, los cuentan para un que lo entienda un niño.
F.G: David Wapner lo dijo así: “el tema no es el tema”. Una misma historia puede interesar a personas de distinta edad, por supuesto. Si además esa historia tiene un tratamiento amable para un lector que se está iniciando, puede ser un libro para niños. Cuando digo amable no quiero decir simplón. Un libro para chicos puede tener (y ojalá tenga) un trabajo de lenguaje sofisticado, y al mismo tiempo sencillo, de una sencillez de esas que se consiguen con mucho trabajo.
O.c: A veces me pongo a pensar si no se subestima la literatura infantil o por lo menos a los escritores de esa literatura como menor.
F.G: Es posible, puede suceder en algunos circuitos literarios, no siento que sea un gran problema. Creo que es importante ser seria, rigurosa con el trabajo que se hace, y honesta con lo que una tiene para escribir.
O.c: El tema de hacer un libro infantil por momentos no es para enfrentarlo de chicos a una realidad que muchas veces es cruel pero que al fin al cabo en algún momento se van a tener que enfrentar.
F.G: No creo que los libros sean para algo en especial, sí creo que a veces hay un miedo o un exceso de corrección política que impide publicar “para niños” asuntos que igual están por todos lados y sobre los que los chicos se preguntan. Eso es una pena.
O.c: ¿Hay una edad para cada libro? Recuerdo cuando tenía 13 años por ahí muchos se sorprendían o hasta le dijeron a mi madre porque estaba leyendo un libro sobre la historia del nazismo o historias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez por ejemplo…
F.G: Hay intereses de cada persona, hay azares de lo que uno se encuentra por delante y de lo que otros ofrecen, hay ensayo y error… Hay adultos fascinados con libros para chicos y chicos que leen García Márquez. Por suerte la circulación de los libros es desprolija, difícil de reglamentar.
O.c: Sé que soles ir a las escuelas a charlar con los chicos que leyeron tus libros. Una práctica que se suele dar en colegios con autores infantiles… ¿Cómo ves hoy la literatura en las escuelas? Más después de las repercusiones que tuvieron libros como cometierra… ¿Qué rol cumple la educación el colegio en un momento donde muchos sostienen que la gente ya casi no lee?
F.G: Graciela Montes dice que la escuela es la gran ocasión de acercar a los chicos y chicas a encontrarse con libros pero sobre todo a convertirse en lectores y lectoras. Activos, despiertos, constructores de sentido en los libros y en el mundo, que también se lee.
O.c: Como escritora que crees que hace que un libro quede para siempre en la memoria de una persona, mientras otros libros pasan desapercibidos o tal vez queda como el recuerdo de esa época, pero no volveríamos a leerlo. ¿Es una cuestión del lector o de escritor el intentar quedar para siempre en una persona?
F.G: Lo que pasa entre libro y lector, aunque después pueda tener consecuencias que amplifiquen, en un principio es íntimo. Tiene que ver con el libro pero tiene que ver con quien lee y más: con su coyuntura, con la particular situación en la que lee esa vez. Por eso hay libros que requieren más de un intento. Y también guardamos recuerdos de libros que no nos acordamos para nada, es decir: no podemos decir de qué iban esos textos pero atesoramos lo que nos hicieron sentir o lo que nos mostraron de nosotros mismos. Nunca es líneal lo que pasa en una lectura.
O.c: Para terminar, muchos sostienen que estamos en un momento donde se está perdiendo el hábito de la lectura, donde las redacciones de los medios muchas veces exigen notas breves, fácil de digerir. ¿Qué mirada tenés sobre esto? ¿Cómo se puede crear en un chico el hábito de la lectura?
F.G: No sé cómo se hace, sí sé que viaja más rápido y llega más lejos lo que se ofrece con entusiasmo, honestamente, que lo que nace de un gesto condescendiente y autoritario.