En Instantáneo, Viva Elástico no entrega simplemente su quinto álbum de estudio: ofrece una bitácora emocional atravesada por el vértigo de existir en un mundo que se deshace mientras uno intenta sostener lo esencial. Ale Schuster y compañía bucean en una estética de lo efímero, donde cada canción se presenta como una polaroid sonora: borrosa en los bordes, pero cargada de verdad en el centro. En este nuevo trabajo, Viva Elástico no busca reinventarse, sino afinar su sensibilidad sin perder la brújula emocional. Y en ese gesto hay madurez: no grita, sino que susurra. Y en esos susurros logra algo poco común—que el oyente se detenga, aunque sea por un instante, a sentir.
El comienzo de esta experiencia llega con Fantosmia, una introducción envolvente que se instala en el terreno de lo intangible. El término médico que da nombre a la canción —percepción de olores inexistentes— funciona como metáfora de memorias y vínculos fantasmas. La voz de Schuster entra casi como en off, mientras la escena se puebla de figuras difusas y nocturnas . “El ruido y el humo doblan la conciencia / Un cráter con luz de neón” parece retratar una pista de baile posapocalíptica, un espacio de escape y colapso. En ese caos, bailar se vuelve acto de resistencia, una manera de no desaparecer.
El recorrido continúa con Necesito Vacaciones, tema que a pesar de su título no propone escapismo, sino una súplica disfrazada de estribillo pop. “Para volver antes necesito marchar” podría ser el epígrafe de todo el disco: irse no como huida, sino como prerrequisito para volver a uno mismo. Los riffs melódicos y la base rítmica conectan con la esencia sonora de Viva Elástico, mientras que la producción de Gustavo Iglesias y los teclados de Javier Maldonado aportan una calidez nostálgica y caminante.
En La Perdí en el Camino, la pérdida no es de un objeto o una persona, sino del alma. La letra, marcada por el insomnio y la saturación emocional, plantea un malestar contemporáneo: mirar al frente y no ver nada, no encontrar consuelo en las «giladas», como si el brillo de lo banal ya no alcanzara. “Siga intentando, vaya por más”, dice un cartel de un subte imaginario: ironía fina sobre las promesas infinitas del sistema. “ Es una canción que no recurre a la épica, sino a la fragilidad como lugar de sentido.
¿Dónde Está Mi Corazón? plantea la pregunta con una tristeza que flota en su base rítmica contenida y sus sintetizadores suaves. No hay una declaración, sino una duda: una pregunta que queda girando, sin respuesta. La voz, como en varios puntos del disco, suena distante, casi en otro plano de realidad.
La aparición de Metalero irrumpe como una bocanada de aire fresco, sin romper la coherencia del álbum. Viva Elástico propone acá una escena más lúdica. Aunque el título remite a una tribu urbana específica, el tema no es un homenaje literal, sino un comentario sobre la búsqueda de una máscara que revele más de lo que oculta. Hay ironía, sí, pero también ternura por ese personaje que baila, que se busca, que se afirma en su diferencia.
Luego llega La Nada es tu Deseo, canción que se instala como una paradoja silenciosa. ¿Cómo puede desearse la nada? Tal vez se trata de desear el descanso del ruido, el apagón de los excesos. Desconectar el enchufe y “activar frecuencias” propias. “Mi cuerpo es una antena / Que se mueve si vos estás cerca” señala otra de las claves temáticas del disco: lo emocional como vibración más que como discurso. El deseo no se dirige a un objeto, sino a un estado. En el contexto del álbum, funciona como punto de fuga: un lugar donde la velocidad se suspende y la contemplación cobra fuerza.
Río avanza con otra lógica emocional, más terrenal, más abierta. Desde el arranque desmonta toda expectativa de romanticismo idealizado: no hay promesas de eternidad, sino el deseo de compartir el barro sin máscara. “Disfrutemos de pisar el barro si vamos de la mano” sintetiza una ética del presente compartido. Musicalmente es una de las piezas más accesibles, con guitarras que fluyen, una base sólida pero cálida, y una producción envolvente que acompaña el movimiento sin imponerlo. En un disco dominado por la introspección, Río es un remanso donde el deseo se vuelve compañía.
Llegamos a la canción que da nombre al disco, Instantáneo, aparece como una declaración poética y filosófica. “Todo lo que tengo es este instante” funciona como mantra y núcleo conceptual del álbum. En su minimalismo hay una potencia enorme: no hay antes ni después, solo el ahora. La instrumentación es sobria, íntima, con la voz de Schuster al frente como si susurrara desde adentro de nuestra conciencia. Es una invitación a detenerse, aunque duela, a habitar lo que está ocurriendo. En tiempos donde todo tiende a durar menos, esta canción —y el disco en general— propone el acto radical de quedarse.
El recorrido cierra con A Veces Casi, una de las piezas más introspectivas y conmovedoras. Cargada de nostalgia, la canción pone en escena lo que no fue. La voz, temblorosa y cercana, parece hablar desde algún lugar entre el arrepentimiento y la aceptación.
En conclusión Instantáneo no pretende tener respuestas, sino detenerse en las preguntas. En su fugacidad, hay contundencia. Viva Elástico logra un álbum que suena a presente pero resuena hacia adentro, hacia ese lugar donde todavía buscamos sentido aunque no sepamos nombrarlo. En un mundo que se acelera sin pausa, detenerse a escuchar un disco así no es solamente un acto estético: es también un gesto de cuidado propio.