Pasó una nueva edición del Festival de Cosquín Folclore, la primera bajo la administración de Cardinali. A pesar de haber tenido algunas dificultades debido a la transición de comisiones, es importante considerar que la nueva comisión recién tomó el control del festival el 10 de diciembre, por lo que se podría suponer que gran parte de la organización ya estaba armada por la comisión anterior. Aun así, parece que esta comisión ha entendido la importancia de recuperar la mística del festival y que Cosquín no se limita solo a la Plaza Prospero Molina, sino que también incluye espectáculos callejeros, encuentros de poetas con la gente, muestras culturales, presentaciones de libros, entre otras actividades.
En cuanto a la grilla, parece que Cosquín ha recuperado la idea de pensarse como un festival latinoamericano. Hay algunas cosas destacables, como la incorporación de la cumbia. Si bien para muchos no es considerada folclore argentino, podríamos decir que forma parte del folclore latinoamericano. En este sentido, la inclusión de bandas como La Delio le dio frescura al festival y demostró que la gente está dispuesta a recibir novedades en la grilla y disfrutar bailando desde el primer tema hasta el último. Lo mismo sucedió con la presencia de Ariel Ardit, uno de los músicos de tango más prestigiosos de Córdoba y nuestro país. Fue impensado que recién ahora haya hecho su primera presentación en Cosquín, pero demostró que tiene presencia y que el tango también forma parte de nuestro folclore argentino si nos remontamos a su significado.
Está claro que hablar de folclore no se limita solo a las chacareras, zambas, gatos, etc. Es hora de pensar en el folclore como parte de un cancionero popular que incluye todos aquellos géneros que forman parte de nuestra idiosincrasia. Tal vez esto abra las puertas para que los más puristas digan que se está desvirtuando el festival, pero es necesario mantener una esencia: la de los nuevos valores, la que ha dado lugar a muchos de los grandes artistas que hoy tenemos en nuestro cancionero popular y que vuelven año tras año a Cosquín, a pesar de alejarse en ocasiones del folclore, como Los Nocheros, Los Tekis (que cada vez juegan más con lo electrónico y la fiesta, pero sin perder su esencia folclórica con la que comenzaron) o el propio Abel Pintos, quien agradece que año tras año lo convoquen a pesar de ser un músico que está fuera del folclore.
Cosquín Folklore no fue simplemente un festival de folclore, sino que fue el festival donde se hicieron presentes músicos que, a través del arte, buscaron un cambio y lucharon por sus ideologías, como Cafrune, Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, por nombrar solo algunos. Este festival, a diferencia de otros en nuestro país, nació no solo como una forma de entretenimiento, sino como un espacio para encontrarse, mirarse y repensarse como personas y reflexionar sobre nuestra identidad.
En esta edición 64°, dadas las circunstancias económicas y sociales que atraviesa el país, se recuperó ese valor poniendo como mensaje principal la importancia de la cultura. Como dijo Chango Spasiuk, no debemos confundir entretenimiento con celebración. Pensar en la cultura no tiene por qué ser aburrido, ya que muchas veces escuchar a un artista es escucharse a uno mismo en la voz de otro. Es escuchar la diversidad de perspectivas que conviven en un mismo mundo. Es en ese mundo donde pueden coexistir diferentes folclores de todo el mundo y de Latinoamérica.
Cosquín donde los repertorios tienen un porqué
Esta edición, quizás para muchos, fue la más atípica o, como algunos dicen, la más politizada. En algún punto, el contexto ayudó a que músicos como Peteco Carabajal, Victoria Bichner y Víctor Heredia eligieran que sus canciones hablen por sí solas. Muchos de ellos, como en el caso de Peteco, lejos de confrontar o decir algo específico, pensaron en su repertorio de acuerdo a lo que se vive, demostrando que Cosquín está lejos de ser solo entretenimiento. En todos los casos, llegaron con un repertorio clásico pero no por eso vacío de contenido. Lo mismo sucedió con Lucrecia Rodrigo, Gustavo Chazarreta y Orellana Lucca, quienes trajeron la tradición al festival y, en muchos casos, rindieron homenaje a grandes compositores que a menudo la gente olvida.
Celebramos que Cosquín haya buscado renovarse sin perder su esencia, al invitar a Franco Luciani y Victoria Bichner a cantar el Himno Nacional. También es destacable la renovación del himno a Cosquín gracias a las voces de Ariel Andrada, Mery Murúa y María Fernanda Juaréz. Sin embargo, hubiera sido bueno que ambas cantoras no solo estuvieran invitadas en el himno, sino también programadas dentro del festival.
Positivo por donde se lo vea
Pese al contexto, este año Cosquín logró agotar las entradas en tres ocasiones: en la primera, octava y última noche. Esto demuestra que, a pesar de la adversidad y los problemas económicos que todos sabemos que atraviesa el país, la música sigue siendo importante. Pero no solo la música, sino también recuperar esa impronta y personalidad tan importante que tenía la feria Raúl Cortazar, en la cual participaron 120 artesanos de todo el país este año. Esperemos que esto sea el punto de partida para que Cosquín recupere el impulso que tuvo hace 20 años o más, y no solo sea visto como un festival o simplemente se tenga en cuenta lo que sucede dentro de la plaza. Cosquín, al igual que muchos otros festivales, no es solo el evento en sí, sino una experiencia en la que conviven los libros, la artesanía, los espectáculos callejeros y muchas otras actividades.
Las consagraciones volvieron a tener significado
A pesar de que para los puristas puede ser discutible si Ahyre hace folclore o está más cerca de grupos como Los Nocheros que del folclore tradicional, este año sorprendieron con un show que iba dentro de lo esperado hasta que demostraron que tienen la capacidad de sorprender al público y hacer cosas interesantes con poco. Simplemente se despojaron de sus instrumentos y convirtieron a Cosquín en una ronda de amigos, lo que muchos llamamos una guitarreada. El público estuvo atento y en lugar de interpretar las chacareras que todos conocen, interpretaron «Golondrinas» de Falú. Aunque pueda doler, más de uno quizás no sepa quién es Falú, especialmente los jóvenes. Por eso, creo que la consagración de Ahyre estuvo bien, fue una consagración a la propuesta que presentaron y demostraron que pueden entretener, pero también transmitir un mensaje y traer la música de los grandes compositores al 2024.
Por otro lado, después de muchos años, se hizo justicia y José Luis Aguirre consiguió la consagración. Él es uno de los músicos más destacados de Córdoba y, por supuesto, de Traslasierra, conocido ahora como El José. Este año llegó con un repertorio que hizo bailar pero también emocionar a la plaza con canciones como «Canción Bonita para mi barrio», que recibió una ovación de la plaza, demostrando una vez más que la plaza lo consagraba como uno de los artistas más representativos de Córdoba y del festival.
Después de mucho tiempo, un artista que supo ganarse al público simplemente con su guitarra y un par de instrumentos más, sin grandes orquestas ni la electricidad de una guitarra eléctrica, un bajo y una batería, volvió a ganar la consagración. Lo logró porque hoy en día la canción consciente y el mensaje de la canción pesan más que el espectáculo y las luces. Algunos dirán que Ahyre también utilizó una instrumentación eléctrica y también ganó la consagración. Pero sin duda, lo que emocionó al público no fue su parte eléctrica, sino su parte acústica, su versión de Golondrinas y BellaSombra.
Esperamos que este sea el comienzo de un nuevo Cosquín, uno al que hoy podemos reprocharle muchas cosas, pero que elegimos destacar lo positivo. Habrá tiempo para señalar las cosas negativas y hablar de los errores, y seguramente se hará con quienes corresponda. Lo importante hoy es que el festival se vivió con alegría y fue elogiado por muchos, destacando que hacía mucho tiempo que no se vivía un festival tan emotivo.
#Foto de José Luis Aguirre: @lucio.f.mansilla