Cosquín Rock demostró una vez más que estamos en la era de la diversidad musical en los festivales, donde poco a poco los festivales temáticos y las tribus musicales están dejando de existir o, al menos, han comenzado a convivir junto con otras tribus. Un ejemplo de esto son los grandes festivales que reúnen grupos de trap, pop, cumbia y DJs. En los últimos años, Cosquín Rock ha entendido esta lógica y, lejos de ser un festival puramente rockero como en sus inicios, ha evolucionado para adaptarse a la diversificación del consumo musical, reconociendo que hay una generación que puede disfrutar tanto de Divididos y Dillom como de Bandalos Chinos, Mimi Maura, K-Personajes o Claptone.
Hoy en día, Cosquín Rock demuestra por qué es uno de los festivales más importantes del país, si no el más importante, con un gran interés en transformarse gradualmente en un festival de renombre internacional. Este año contó con 100 mil espectadores, una cifra que, aunque no superó el récord del año anterior debido a las circunstancias económicas del país, sigue siendo un número significativo. Además, presentó 109 propuestas musicales entre las cuales es difícil destacar a todas. Por lo tanto, quizás lo más importante sea resaltar que su principal característica es la diversidad musical y la buena convivencia entre sus espectadores.
Además de entretener, Cosquín Rock se ha convertido en un evento cultural donde no solo se busca diversión y entretenimiento a través de la música, sino que también se aborda la actualidad social y política que atraviesa el país. La cultura se encuentra en uno de los momentos más críticos de su historia, con desfinanciamiento y medidas de ajuste que afectan a la clase trabajadora en todos los sectores. Como en otras épocas, los festivales han demostrado ser un punto de denuncia de lo que está mal. Lali y Dillom se destacaron como principales contestatarios.
El sábado, lo que parecía ser un día nublado terminó siendo soleado, y desde el inicio, el escenario Norte Blarí se destacó con un mensaje claro de que la patria no se vende. Lali, en el escenario Montaña, demostró que el pop, lejos de ser considerado música pasajera o de entretenimiento, también puede abordar la coyuntura política. Su espectáculo, con uno de los mejores despliegues escénicos de Cosquín, mostró por qué es una de las artistas más convocantes en la actualidad. Modificando parte de su canción «¿Quiénes son?», dedicó un mensaje a los «vende patria».
Dillom rescató una joya de los 90 para recordarnos que no estamos lejos de volver a esa época que tanto daño nos hizo. Interpretó «Señor Cobranza», un clásico de Bersuit Vergarabat escrito por Las Manos de Filippi, actualizando la letra para reflejar la situación actual del país. Su crítica al ministro de economía le valió una denuncia penal, pero recibió el respaldo de una gran parte de la cultura.
La cumbia también tuvo su espacio destacado en Cosquín Rock. Club Paraguay hizo bailar al público con la presencia de La Delio Valdez y Ke Personaje, mostrando que los clásicos siguen teniendo vigencia. Damas Gratis cerró uno de los escenarios principales con un set contundente lleno de clásicos.
El domingo, la cumbre del trap tuvo su momento con artistas como Neo Pistea, Milp J, Ysy A y Duki, quienes demostraron por qué son referentes de la escena urbana actual. Usted Señalemelo, El Kuelgue y Catupecu Machu brillaron en el escenario Montaña, cada uno con su estilo único y su público fiel.
La cumbre del reggae en el escenario Paraguay reunió a destacados artistas como Alika, Mimi Maura, Don Carlos y Alborosie, quienes hicieron vibrar al público con sus clásicos y su mensaje positivo.
Las presentaciones internacionales estuvieron encabezadas por Slash, quien ofreció un repertorio solista junto a Miles Kane. Molotov cerró la jornada con un show enérgico y comprometido, dejando en claro su postura política.
Cosquín Rock una vez más demostró ser un espacio de diversidad musical, convivencia y reflexión, consolidándose como uno de los festivales más importantes de la escena musical argentina.