Desde hace seis años, Agustín Druetta vive en Villa María. Búsquedas artísticas y personales, el aquí y el allá que se cruzan en un tipo que no tiene pensado parar.
Agustín Druetta es uno de esas personas de los que, difícilmente, uno pueda sentirse alejado. Aunque él ande por allá y nosotros por acá. Hacedor permanente de nuevas formas de desafiarse, el hombre que supo encarnar una de las caras y las voces más identificables de Ole Blando! esta instalado desde hace un rato considerable en la Ciudad de Villa María. Allí, reparte su vida entre proyectos artísticos, un programa de radio que lo tiene como protagonista y el desafío de perfeccionarse a través de los estudios musicales. «Estoy haciendo algunas materias de la Licenciatura en composición musical: Un taller de percusión que dicta Zurdo Roqué y una optativa de composición y arreglos para BigBand a cargo de Sergio, el Pelado Alonso. Dos tipos que admiro y que traen mucha info y muy buena onda para compartir«, cuenta rompiendo el hielo para esta charla que, desde Otra Canción, surge de la intriga por saber en qué anda.
Hace unos días, nos encontramos con un video que Agustín compartió por las redes sociales. Allí, una nueva canción, que matiza los costados compositivos que le conocemos a Agustín, despertó la necesidad de reencontrarnos con el rumbo de una obra que anda girando con la ruta nueve casi como marca identitaria. «El “Tío Alberto” es la primera de una serie de producciones individuales que estamos haciendo con Marcos Porras (Soul touch). Creo que Marcos andaba buscando un músico para producir, y yo necesitaba un productor que me acompañara en esta nueva etapa. Y como somos amigos desde siempre decidimos encararlo juntos. Es cierto que hicimos malabares con los tiempos, Marcos y yo tenemos nuestros laburos fijos y vivimos en dos ciudades alejadas, imaginate lo que cuesta encontrar un rato para ensayar, producir, armar y desarmar. Decidimos entonces encararlo así, de a poco. La primera produ que hicimos fue el Tío Alberto, la segunda se llama Móvil y es un tema que va a salir junto con otro video dentro de un par de meses. La idea es poder cerrar el 2015 con un disco, vamos a ver si llegamos«.
Agustín Druetta: Yo a Esteban Ykz lo conozco desde hace varios años: creo que por un amigo en común, de jodas o no sé. Desde el secundario me parece. Yo sabía que el Tano era un pintor de la puta madre, pero no sabía que además le hacía a la animación. El otro día le agité porque quería subir esa canción a youtube, pero necesitaba un buen soporte visual para acompañarlo. Le escribí: “Mostro, ¿puedo usar uno de tus cuadros para subir un tema a youtube?” Y dijo que sí. Le mandé el tema y él sugirió un cuadro que, la verdad, encajaba perfecto. Finalmente, cuando lo estaba por subir me llama y me dice: “Drupi, yo estoy haciendo animaciones, capaz podemos hacer algo copado”. Y bueno, la cosa se dió. Nos juntamos un domingo en el abasto, en la casa de Tulio (Bob Heroin), que es el autor y director del ficcional cordobés Nickname AK-47 , y ahí rodamos la parte filmada. Debo decir que es un laburo tremendo que se mandó solito el Tano, yo solo puse la música y la caripela.
Otra Canción: Hace ya un tiempo considerablemente largo que estás anclado en aquello que se llama «el interior del interior» ¿Cómo se ven las cosas desde ahí? ¿Qué te moviliza?
A.D.: Acá en la Villa se vive más tranquilo. El día a día es mas amable, los trámites son menos engorrosos, el aire está menos viciado (al menos de smog) y, a la siesta, se duerme. Es una ciudad en que, si uno busca, encuentra gente maravillosa. Como toda ciudad tiene sus pro y sus contra, pero hoy es mi lugar. Aquí tengo casa, trabajo, parra y guitarra. Parece que una vez que bajás un cambio no podes volver a vivir en el centro de Córdoba, el ser humano es un bicho que se acostumbra a vivir en cualquier hábitat. Si tuviera que volver a cba buscaría un barrio.
O.C.: Desde acá y desde muchos otros lugares del país, Villa María se ve como una especie de «nueva meca» de la producción musical actual. ¿Cómo lo ven ustedes, desde ahí?
A.D.: En Villa maría hay grupos de amigos que hacen cosas y se divierten, creo nadie anda buscando la gloria. Quizás en esa franqueza esté la magia. Yo acá conozco muchísima gente linda, tipos sensibles, inteligentes, generosos, tolerantes, abiertos. Cuando esa gente hace una canción, es muy difícil que no te llegue. El público también tiene lo suyo; acá la gente sale de la casa y va a ver música en vivo. Es un público que se sienta y escucha, no van a estar hablando mientras el músico toca. No van de caravana; van a ver, a escuchar. En este sentido la villa siempre pone un ojo sobre sus propios artistas. Pero también tiene sus puntos débiles. Los pubs reniegan con las habilitaciones municipales; los super-mega-archi-grandes espacios públicos están arancelados y no siempre te abren las puertas; a veces parece que el festival de peñas se traga todo a su paso y la desigualdad entre el centro (tan vistoso) y la periferia (tan oculta) a veces duele. Aquí las posibilidades están concentradas en un rango de veinte cuadras.
O.C.: Te fuiste siendo protagonista de un momento más que interesante de la música en la ciudad de Córdoba ¿Qué ves cuando mirás en perspectiva?
A.D.:Alguna vez lo pensé de esa forma, después me dí cuenta que las cosas son siempre relativas. Lo que logramos con Ole Blando! fue fruto del trabajo. Con Fanzini y el Negro exploramos este asunto de la gestión independiente. Unas veces fallamos y otras veces acertamos, pero siempre aprendimos mucho, aprendimos cosas que nos siguen siendo útiles, inclusive en otra ciudad y en otros tiempos. Puede ser que yéndome de Córdoba sacrifiqué algunas oportunidades en cuanto a la difusión de mi música, pero por quedarme no iba a ser mejor músico, ni mejor persona, ni mas o menos feliz. En definitiva, desarrollo personal y creativo es algo que hacés dentro tuyo, vivas donde vivas.
El futuro presente
El años pasado, aquellos que se habían quedado con la voz de Agustín Druetta anclada en los tiempos de Ole Blando! tuvieron la posibilidad de actualizarla a través de un proyecto musical que é mismo define como «una banda de cumbia bien biorsi«. Con Los Primos de la Bigornia, publicò el EP «Todo mal bolò» el año pasado y se encuentra para afinar las piezas del proyecto cada vez que logra «rajar para Córdoba«. «Vengo descubriendo cómo se empieza a armar una carrera solista. De a poco voy familiarizándome con mi nombre, preguntándome quién soy, y qué quiero mostrar. Voy encontrándome con la individualidad, que es una forma de laburo más práctica y más rápida, pero a la vez mas pobre si se la compara con el trabajo en equipo» dice Agustín cuando se le invita a espiar por la ventana del futuro inmediato.
O.C: Hoy, ¿qué hay para adelante?
A.D.: Un proyecto de laburo con Marcos Porras y un puñado de músicos amigos. Muchísimo sacrificio y kilómetros de autopista en viajes a córdoba. Muchas ganas de cerrar un CD para fines de año y la obstinada desición de ser felíz al precio que cueste. El 25 de julio una fecha en el bar del paseo, y el 31 en Polaroid (Villa María) con dos profes: Marcos Luc y Enrico Barbizi.
O.C.: ¿Cuántas ganas y cada cuánto tiempo te dan ganas de volver?
A.D.: Siempre tengo ganas de un poco de Córdoba, hay demasiada gente que amo en esa ciudad. Irme fue un exilio chiquitito, una maqueta, como un modelo a escala. A veces me viene una sensación de que me estoy perdiendo de algo, como cuando se juntan tus amigos y vos no podés ir. Como cuando juega tu equipo y no lo estás viendo. La verdad es que estamos muy cerca, yo llevo seis años acá y nunca me fuí de Córdoba del todo. Lo más dificil de asimilar es el cambio geográfico. Porque al tipo que nació en suelo irregular de repente se da cuenta que le cuesta la llanura y, seguramente, visceversa. Un pampeano en traslasierras podrá sentirse preso; yo aquí no encuentro el fin del horizonte.