“No tengo memoria, no tengo espacio para almacenar todos los momentos que vivimos”, canta Pancho en el arranque Nada, la canción que, con la participación de Juan Mango, aparece promediando el tercer disco de Valdes, publicado este viernes en todas las plataformas de streaming musical del país. Esa frase, readaptada al servicio de una canción luminosamente densa, surgió de una de las situaciones más mundanas por estas horas: la comunicación vía dispositivos, que a muchos músicos les permite seguir creando de modo conjunto en tiempos de pandemia.
Según cuentan, el «98% del disco» estaba listo antes de que el aislamiento se decrete en la Argentina, por lo que Valdés no tuvo que lidiar con esas cuestiones en medio de la cuarentena. Sin embargo, en su forma de trabajar (y de vivir) esas herramientas siempre han estado presentes. De allí que esa especial atención sobre las formas del decir sea uno de los aspectos significativos que logra dar un salto cualitativo en Postal, donde lo sugerente, los guiños generacionales y las complicidades explícitas se abren juego en un álbum distintivo como quizás nunca antes se habían descubierto en la discografía del dúo.
Con la canción electropop como emblema, manteniendo el ADN bailable de la marca Valdes, pero también apostando a la incorporación de sonidos más orgánicos (y argentinamente más folklóricos) en el que aparecen guitarras españolas y vientos andinos, Postal es la síntesis perfecta del lustro de vida por el que la banda comienza a transitar por estas horas.
El disco fue producido por la banda en colaboración con Mauro De Tomasso, y cuenta con algunos feats memorables. Chita suma su voz en Me quedo acá y el productor trapero Halpe participa en Sueño despierto. Además, se cuentan dos créditos mendocinos: el ya mencionado Juan Mango y el baterista de Usted Señálemelo, Lucca Beguerie. La mezcla estuvo a cargo de Rubén Ordóñez y salió publicado por Geiser Discos.
Si alguien se atreve a insinuar que, con los adelantos de su tercer disco, los Valdes nos hicieron comer el amague, estaríamos en condiciones de sentarnos para admirar esa gambeta. Tuvieron la sutileza de esconder sin engañar, de guardar para el final la parte más dulce del postre. Postal crece por encima de aquellos tracks con los que Edu y Pancho invitaban a una “siguiente etapa”, dándole vida al proyecto pop electrónico más original de las últimas horas en nuestro país.
Si bien Todo lo que hicimos y Algo más se supieron presentar como una profundización del camino trazado en Valdes (2016) y Gris (2018), se evidenciaba en ellos una predilección estilística recostada sobre el perfil más bailable de la banda, ese que explota en los shows en vivo (oh, qué nostalgia) y con el que han cosechado elogios a lo largo de todo el país y buena parte del continente. Postal va mucho más allá porque retoma las viejas apuestas del dúo y las afina, combinándolas de la mejor manera posible. Se trata de una producción que descubre las inquietudes de sus hacedores y las vuelca desprejuiciadamente al servicio de la creación y la originalidad. En definitiva, es el resultante de una idea que le corre el velo a la formas prefabricadas y le escapa a los movimientos lógicos. Lo nuevo que nunca muere y lo viejo en clave de renacimiento.
Es posible que Valdes siempre haya sido eso. Sólo que después de dos discos y varios kilómetros recorridos, el cariz se expone de modo elocuente. Según sus propias palabras, están “más relajados”. A través de las ocho canciones que forman parte de su nuevo repertorio, esa sensación se trasluce en sonido cargado de futuro. Una postal de los tiempos por venir.
*También publicado por el autor en La Nueva Mañana