El viernes, Sig Ragga vuelve a Córdoba para presentarse en Club Paraguay en lo que podría llegar a ser la última presentación en la capital mediterránea antes de la aparición de su nuevo disco. En plena gira y con una agenda cargada de actuaciones por diferentes provincias del país, Tavo Cortés dice a Otra Canción que el grupo se encuentra en “un momento de compocisión” y que la idea es aprovechar el verano para terminar de dar forma a lo que será el cuarto trabajo en estudio del cuarteto (la redundancia es mera coincidencia) que completan su hermano Pepo, Juanjo Casals y Nicolás Gonzalez. «Todo el tiempo estamos trabajando en torno al nuevo material, maquetando y grabando en nuestro estudio» dice el tecladista horas antes de su arribo a tierras cordobesas. El sábado se presentan en Elvis (Río Cuarto).
Otra Canción: ¿En qué etapa están?
Tavo Cortés: Ya estamos laburando en cosas concretas. Hay canciones nuevas que sentimos que ya casi están. Sucede que, a medida en que vayamos grabando, esos temas van tomando nuevos colores y matices. Estamos bastante avanzados, sólo que nosotros seguimos agregando cosas hasta el momento mismo en que llevamos el disco a la mezcla.
O.C: Uno toma los trabajos anteriores como punto de referencia y encuentra que, más allá del estilo propio de la banda, cada uno tiene alguna particularidad específica que lo diferencia de los demás ¿Por dónde van esas nuevas composiciones que decís que ya casi están?
T.C: Personalmente no soy de andar comparando con los trabajos anteriores. Sí te puedo decir que hay canciones, que hay collage y que continúa la impronta que ya hemos venido trabajando en los otros tres discos, con la fusión de estilos y el armado de estructuras que combinan diferentes elementos. De todos modos, yo creo que se está abriendo para otros lados porque hay otras músicas y otros ritmos.
O.C: ¿Cómo han sido esto dos años en los que han estado girando con «La promesa de Thamar»?
T.C: Hemos tocado mucho durante los últimos dos años. Pero tengo que decir que nunca presentamos exclusivamente las canciones de “La promesa de Thamar”, nosotros concebimos el repertorio del show pensando en los tres discos y con eso armamos cada presentación. Nos encantan esas canciones y, como en todos los discos, fue un gran desafío ponerlas en vivo. Lo hacemos con mucha alegría y en una búsqueda permanente. Cada canción representa distintos momentos, nuestros individuales y también grupales. Ahora ya estamos con muchas ganas de tocar las canciones nuevas pero vamos a seguir tocando estos temas porque son parte de nuestra historia y porque nos gustan.
O.C: Estimo, de todos modos, que hay un concepto detrás de cada álbum que, como te decía antes, hace que al interior de cada repertorio exista cierta unidad.
T.C: Te voy a redoblar esa idea y te voy a decir que para nosotros cada canción es un mundo. No sé si pensamos tanto en la idea de un disco como un concepto cerrado y coherente que va todo para el mismo lado. Ese no es nuestro enfoque porque nosotros somos más heterogéneos, al menos en ese sentido. Me parece que cada canción delimita su propio tratamiento a partir de la temática que trata. Nunca nos ponemos como referencia porque no queremos quedar supeditados a lo que ya hicimos o a lo que se espera de nosotros, ni siquiera a lo que nosotros mismos esperamos de nosotros. Vamos para dónde tengamos que ir de acuerdo a nuestros intereses y nuestros deseos.
O.C: De un tiempo para acá se han convertido en una especie de referencia para un determinado tipo de público y para un sector de la prensa especializada que a lo mejor se traduce en un expectativa sobre la banda que no necesariamente debe resultar muy cómoda a la hora de pensar el paso siguiente. ¿Cómo se llevan con eso?
T.C: No sé si nos genera mucha tensión eso. No estamos tan pendientes de lo que viene como devolución en materia de expectativa. Si nos supeditáramos a tal o cual cosa porque en algún momento funcionó, eso nos jugaría en contra de nuestra creatividad. Si me pasa eso, personalmente creo que hay una parte mía que se va a morir. O sea que apuesto al mecanismo contrario, me gusta sorprenderme, me gusta que lo que salga sea algo distinto a lo que ya hice. Obviamente que hay cuestiones de estilos porque hay cosas que tienen que ver con las formas y con la identidad, pero la identidad es algo dinámico y yo trato de que lo que “funcionó” no se convierta en una presión. Entiendo que mirado desde afuera pueda parecer importante determinado tipo de reconocimiento o de premios o de un puñado de buenos comentarios, pero para mí no va por ahí la cosa. Yo necesito quedarme satisfecho con cuestiones que tengan que ver con el plano artístico y eso es algo totalmente subjetivo. De hecho nos pasa que, de repente, la gente nos pide determinados temas y nosotros elegimos no tocarlos simplemente porque ya no nos conmueven. Si fuera sólo por una cuestión de expectativa, deberíamos hacerlo. Pero no voy a tocar algo que no sienta. Lo primero que debemos hacer es buscar nuestra emoción porque si a nosotros no nos conmueve, es muy difícil que podamos conmover al otro. O por lo menos, no de la manera en que nos interesa hacerlo. También es cierto que el sentido es algo totalmente inabarcable, uno no sabe por dónde le puede llegar una canción a quienes la escuchan, es algo infinito. Por eso creo que lo que nos salva es seguir haciendo lo que queremos, que es muy arbitrario y personal.
O.C: ¿Pero son concientes de que eso existe o prefieren, más bien, ser indiferentes a ese tipo de cuestiones?
T.C: No se puede ser indiferente. Lo vemos en los shows, se refleja en los mensajes que recibimos y lo que la gente nos dice cada vez que salimos. Pero tampoco podemos supeditar la creatividad y nuestra producción a eso. Esos son mimos que nos hacen sentir bien y que sirven para seguir trabajando, sería totalmente falso si te dijera que no nos importa lo que la gente piensa de nosotros. Para cualquier persona que está trabajando con la comunicación y con el arte es muy importante lo que piensa el otro, pero la pregunta que deberíamos hacernos en quién es ese otro y cómo uno lo construye.
*La foto de portada es de Santiago Ropero