El pasado viernes 3 de octubre, el Estadio Atenas de Córdoba se convirtió en un tablado rioplatense. Para michos fue una ceremonia de identidad compartida, humor filoso y música que atraviesa generaciones. Rubén Rada, ícono absoluto del candombe y la música popular uruguaya, se unió por primera vez en un espectáculo conjunto con Agarrate Catalina, una de las murgas más premiadas y provocadoras de Uruguay.
Desde el inicio, Rada marcó el pulso con “Quien va a cantar”, seguido por “Montevideo”, “Vivir” y “Candombe para Figari”. Lo que parecía ser un recorrido por parte de la historia de estos dos referentes terminó siendo una postal sonora de su país, pero también del Río de la Plata entero. Sentado entre tambores, escoltado por sus hijos Lucila, Julieta y Matías, Rada cantó “Mi país” con una ternura que desarmó al público.
La Catalina irrumpió con su coro potente y desplegando clásicos como “Soy”, “La Despedida”. La murga también interpretó “La niebla” y “Vidas comunes”, en la voz de Julieta Rada, y “El mundo entero”, en clave litoraleña.
Uno de los momentos más intensos llegó con “Violencia”, una canción que denuncia la exclusión social como raíz del conflicto que a pesar de se escrita hac ya un tiempo, aún suena actual. “Esta canción no es una apología a la violencia”, introdujo Yamandú Cardozo, director de La Catalina. Por si algún desprevenido pudiera pensar que era una apología.
El repertorio siguió con “Dedos” y “Heloisa”, dos piezas de Totem que encendieron la guitarra eléctrica y el bajo. Rada, con su humor característico, presentó “Terapia de Murga”.
También sonaron “Murguero Oriental”, “Gorrión”, “Mundo Entero”, “Mamita” (compuesta junto a los Fattoruso) y “El Umbral”, dedicada a la memoria de Pepe Mujica. Como broche de oro sonó la infaltable “Lo que el tiempo me enseñó”, compuesta por Tabare Cardozo.
Más de 28 músicos en escena, entre ellos históricos como Nelson Cedréz, Marco Messina, Noé Núñez y Gustavo Montemurro, dieron cuerpo a la celebración del arte del encuentro, del carnaval como resistencia, de la memoria como motor creativo.
Terapia de Murga en Córdoba dejó una huella. No solo por la calidad artística, sino por la potencia simbólica de ver a Rada y La Catalina compartiendo escenario, fusionando sus lenguajes, sus luchas y sus risas. En tiempos de algunos discursos vacíos, esta fue una noche de verdad, tambor y murga.
Hay noches que no se archivan. No porque sean perfectas, sino porque logran algo más difícil: hacer que el arte diga lo que muchos callan. Terapia de Murga fue eso. Una ceremonia donde el humor no anestesia, sino que despierta; donde la música no adorna, sino que denuncia; donde la memoria no se recita, sino que se encarna.