Pipi Piazzolla trío: Apocalipsis, el jazz como contemplación después del derrumbe

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El Pipi Piazzolla Trío vuelve con Apocalipsis (Club del Disco, 2025), un álbum que no anuncia el fin, sino lo que viene después. No hay estruendo ni catástrofe: hay pausa, madurez, síntesis. El disco presagia una calma lúcida, una contemplación distinta sobre lo que se hizo y lo que aún puede imaginarse. En tiempos de saturación sonora, Apocalipsis propone otra escucha: más lenta, más profunda, más abierta.

Daniel “Pipi” Piazzolla en batería, Damián Fogiel en saxo tenor y Lucio Balduini en guitarra conforman un trío que lleva más de una década de entendimiento musical. Y eso se nota. El disco fue grabado en un solo día en los Estudios ION, con mezcla y masterización de Facundo Rodríguez, y suena compacto, orgánico, preciso. No hay artificio: hay oficio. No hay exceso: hay claridad.

Composición, homenaje y síntesis

El repertorio incluye composiciones propias de Piazzolla, como Nostalgia —escrita originalmente para la obra La gran renuncia de Lisandro Fiks— y Para Joe, dedicada al baterista Joe Morello. También hay homenajes improvisados a Richard Galliano, con quien Piazzolla compartió una gira por China, y una versión inspirada de Peace de Ornette Coleman, que aporta un color más “free” al conjunto.

Fogiel aporta Tuco, dedicada a la ascendencia italiana compartida con Mariano Sívori y Gustavo Musso, mientras Balduini firma Salvaje, una pieza de múltiples matices que muestra su sensibilidad compositiva. El disco se cierra con Apocalipsis Bonus, una versión construida directamente en el estudio, más melódica y desnuda que la original.

Las melodías conducidas por la batería no buscan dramatismo, sino inmensidad. Hay una mirada hacia el horizonte, hacia una melodía que invita a la imaginación. El trío despliega un lenguaje propio, con contrapuntos rítmico-melódicos que se entretejen sin estridencias. La guitarra de Balduini y el saxo de Fogiel se entrelazan con la batería como si fueran parte de un mismo cuerpo sonoro.

En un contexto donde la música se consume rápido y las grabaciones pierden relevancia, Apocalipsis no es solo un álbum: es una bitácora de madurez, una síntesis después de años de exploración.

El disco fue presentado en La Fábrica, el nuevo espacio de música y gastronomía donde funcionaba la sala de ensayos de Charly García, y tendrá funciones semanales en Virasoro Bar durante octubre. Mientras tanto, Piazzolla sigue girando con Escalandrum.

Apocalipsis no es un cierre: es una apertura. Un disco que no busca respuestas, sino presencia. Que no se apoya en la épica, sino en la escucha. Que no teme al silencio, sino que lo convierte en parte del lenguaje. En tiempos de ruido, este trío propone otra forma de estar: más lenta, más lúcida, más libre.

Análisis tema por tema

A continuación, un recorrido por cada una de las piezas que componen Apocalipsis, leídas como estaciones de una contemplación postapocalíptica.

Apocalipsis — apertura como atmósfera

El tema que da nombre al disco propone una atmósfera. La batería de Piazzolla conduce con oleaje suave, mientras el saxo de Fogiel y la guitarra de Balduini se entrelazan. Es un comienzo que no anuncia el fin, sino lo que viene después: una contemplación que invita a imaginar mientras se escucha. El trío suena compacto, como si cada instrumento respirara en el mismo cuerpo.

Vals para Richard Galliano — homenaje como respiración circular

Segundo track del disco, Vals para Richard Galliano es un homenaje íntimo al gran acordeonista francés. No busca emular su estilo, sino evocar su sensibilidad: hay aire, giro, fraseo que respira como fuelle. La música se mueve en espiral, como si recordara sin nostalgia. El homenaje está en el gesto: en dejar espacio, sostener el silencio, tocar con el oído puesto en el otro.

Nostalgia — la memoria como partitura

Compuesta para la obra La gran renuncia, esta pieza trabaja la melancolía sin caer en el sentimentalismo. La batería sostiene un pulso contenido, mientras el saxo y la guitarra dibujan líneas que parecen recordar sin repetir. Es una composición que no mira atrás para quedarse, sino para entender.

Salvaje — la guitarra como animal lírico

Balduini compone una pieza de múltiples matices. La guitarra se desliza, se repliega, se expande. Es como un animal que se mueve atento al entorno, sin perder impulso. La batería dialoga, el saxo amplifica. Salvaje respira, se abre al riesgo sin perder el foco. Después de Nostalgia, propone el movimiento como forma de pensamiento.

Peace — Ornette como color distinto

El trío se suelta sin perder el foco. Piazzolla despliega su faceta más “free”, pero desde la escucha. El saxo se mueve con libertad melódica, la guitarra aporta textura. Peace funciona como apertura dentro de la apertura. La libertad también puede ser forma, también puede ser calma. Piazzolla no emula a Coleman: lo traduce desde su propio vocabulario rítmico y emocional.

Para Joe — homenaje como lenguaje técnico

Dedicada a Joe Morello, esta pieza es un tributo desde la técnica. Piazzolla despliega su virtuosismo sin exhibicionismo: cada golpe está al servicio del conjunto. La guitarra y el saxo acompañan con respeto, dejando que la batería diga sin gritar. Es un homenaje que no copia: interpreta.

Parliament Lucio — el groove como arquitectura

Esta pieza se apoya en el groove para construir arquitectura. El título guiña al funk, pero lo que aparece es otra cosa: una exploración rítmica que se despliega con elegancia. La composición se construye por capas, como si cada instrumento encajara en un diseño mayor. Parliament Lucio afirma que el jazz contemporáneo puede pensar desde el cuerpo, desde el pulso, desde el ritmo.

Tuco — identidad como ritmo compartido

Compuesta por Fogiel, Tuco celebra el vínculo, el origen, el cruce de caminos. El saxo lleva la melodía con soltura, mientras la batería y la guitarra construyen un paisaje rítmico que suena a conversación entre amigos. Es identidad hecha música.

Apocalipsis Bonus — la melodía como cierre

Construida directamente en el estudio, esta versión más melódica de Apocalipsis cierra el disco con claridad. Piazzolla quería que la melodía se luzca más, y Balduini y Fogiel captaron la onda al instante. Es una despedida sin dramatismo, una afirmación sin estridencia. El disco no termina: se disuelve. Después del derrumbe, lo que queda es la música.