Perro Fantasma, el proyecto rosarino de Pauline Fondevila y Federico Colombo, nace de juntadas de improvisación y deseo de hacer canciones. No buscan imponer un estilo, sino dejarse llevar por lo que aparece. Así nació su primer disco, y así se nombraron: como ese perro que no está, pero que sigue ahí durante el correr de cada melodía, se percibe una arquitectura sonora clara y discreta, ajena a la complejidad pero atenta al detalle. Sintetizadores breves y precisos, coros que responden como ecos, atmósferas que se deslizan entre el dream pop y lo acústico. Todo hermanado con una voz que mezcla francés y castellano, y que fabrica un mundo de fantasía donde conviven perros callejeros, viajes por la carretera, glifosato, tardes de primavera y días de pesca en playas cualquiera.
Ese universo no es solo musical: también es visual. Pauline lo extiende en acuarelas, en la tapa del disco, en el arte que lo rodea, en el videoclip que se aproxima. El cosmos en el que habita este perro fantasma es de tonos blancos, negros y violetas. Oscuro, extravagante, de características propias. Su sombra resonante te acompaña en las calles que caminas sin miedo, también cuando salís en las noches de invierno.
En esta entrevista, Pauline habla desde ese lugar: desde la ciudad, desde el cuerpo, desde la fantasía como forma de resistencia. “Día gris” como gesto de fuga, “Explicación oculta” como búsqueda política, lo fantástico como espacio de reglas propias.
Otra canción: ¿Cómo nace Perro Fantasma, y por qué eligen ese nombre entre lo espectral y lo doméstico, lo franco y lo rosarino?
Pauline: Perro Fantasma nació del encuentro entre Federico Colombo y yo. Empezamos a hacer temas juntos en 2017, en mi casa del Abasto, en Rosario. Era una forma de ocupar los domingos, hasta que juntamos suficientes canciones para sacar nuestro primer disco, que se llamó así: Perro Fantasma.
No estaba pensado para tocarse en vivo. Todo fue muy doméstico, muy do it yourself: la tapa, la grabación, la mezcla… todo hecho en casa, con nuestros medios.
Lo francés apareció porque soy francesa. Desde el primer disco hay canciones en francés, y ese idioma volvió en cada uno.
El nombre tiene varias capas. Puede ser un juego con nuestras iniciales —Pauline, Fede—, o un guiño a la película de Jamash, cuya banda sonora me encanta. Ese hip hop de RZA, esa forma de producir, quizás resuena en lo que hacemos.
También hay una anécdota personal: mi hijo, cuando era chico, hablaba de su perro en presente… aunque ya había muerto. Tal vez todos somos un poco eso: niños con perros fantasmas que nos acompañan. Es una experiencia común, ¿no? Tener un perro, perderlo, y seguir sintiéndolo cerca. Creo que todos tenemos un perro fantasma.

O.c: “Cuando llega la noche” abre y nombra el disco: ¿marca una nueva etapa estética o emocional en su recorrido? ¿Qué lugar ocupa la noche en su imaginario colectivo?
Pauline: “Cuando llegue la noche”, pues… la nueva etapa estética puede ser en el sentido de que el dúo compositivo se abrió más. Carla Colombo —tecladista— y Germán Bertino —el guitarrista— participaron mucho más en la grabación de este tercer disco, sumando arreglos y sonidos.
Se nota mucho la presencia de la guitarra eléctrica. En el primero era todo guitarra creyosa; en el segundo ya aparece un poco, y el tercero cambió.
¿Etapa emocional? No estoy tan segura. Me da la sensación de que, en ese plano, seguimos explorando lo mismo. Lo que sí cambió, quizás, es el lugar que ocupa la noche. Y aunque suene a lugar común, la noche es —literalmente— otro momento del día. Pero no solo eso: es un tiempo que habilita otras formas de estar, de hacer, de vincularse. Un espacio donde se suspenden ciertos mandatos, donde la vida se abre a otras posibilidades.
Podés quedarte solo leyendo, mirando películas, o salir a ver recitales, encontrarte con otras personas. La noche permite eso: una especie de desvío, una pausa en la lógica productiva, social, laboral. Me parece que ahí hay algo emancipador. No porque sea necesariamente más libre, sino porque propone otra respiración. Otra forma de habitar el tiempo.
O.c: ¿El minimalismo del disco es una decisión estética, emocional o política? ¿Cómo evitan que esa sobriedad derive en monotonía?
Pauline: El minimalismo, claro, es una decisión estética, emocional —como decís— y también política. Porque yo creo que todas las decisiones lo son. Todas están atravesadas por condiciones materiales, por situaciones económicas, por contextos… y entonces, inevitablemente, llegás a lo político.
En nuestro caso, trabajar con economía de recursos es algo que nos estimula. Y vos hablás de sobriedad… yo preferiría hablar de radicalidad. Me parece que hay una diferencia ahí. Pienso, por ejemplo, en discos como los de Leonard Cohen, que son solo voz y guitarra. O en otras artes: a mí me interesan mucho las cuestiones del dibujo, que también se hace con una economía de medios —una paleta de blanco y negro, trazos mínimos.
Hay decisiones que, sí, son radicales. Y justamente por eso permiten desarrollar otros aspectos emocionales, imaginarios, sensibles. Lo que se restringe en lo técnico se amplifica en lo afectivo
O.c: ¿Qué significa habitar el tiempo propio en una época que acelera todo? ¿Creen que su música propone otra velocidad vital? ¿En tiempos de ruido digital, ¿hacer canciones “con corazón y alma” es un gesto íntimo, político o ambos?
Pauline: Lo de habitar el tiempo propio… sí, es cierto que tener una banda es, en muchos sentidos, encontrar una forma singular de ocupar el tiempo. Una forma que no responde a lo que dictan el capitalismo, el neoliberalismo o —llamémoslo como queramos— el mundo actual. Es una manera de retomar el control, de decidir cómo vivir ese tiempo que no está mediado por la lógica productiva.
Hacer canciones de esta manera —al menos autoproducidas— es, como decís, un gesto íntimo y político. Las dos cosas. Porque la forma en que ocupás tu tiempo libre en este mundo dice mucho. Tiene un peso político. Ocupar tus fines de semana, tus momentos no laborales, no para ganar tu vida sino para crear, para compartir, para encerrarte a hacer canciones con otras personas… eso tiene sentido. Y contrasta con otras formas de ocupación del tiempo, como ir al shopping, consumir —incluso en el buen sentido: ir al cine, salir, distraerse.
Pero elegir crear, elegir el encuentro, elegir el tiempo compartido en torno a algo que no busca rentabilidad… eso, para mí, es profundamente político.
O.c: ¿Qué pequeñas batallas están dando hoy como banda, y qué lugar ocupa este disco en esa lucha?
Pauline: La batalla de uno contra esta gran máquina neoliberal. Y cómo, en medio de eso, uno logra sentirse un poco bien, un poco libre, un poco en control de su vida.
Me parece que es, en cierto modo, una forma de escapar de la alienación. De dar, al menos, un pasito al costado. Como decís: una pequeña batalla. Un gesto mínimo, pero que tiene sentido.
Y creo que sí… llevar adelante un proyecto musical como Perra Fantasma es eso. Un paso. Un pequeño desvío frente a todo esto. Una forma de correrse, aunque sea un poco, de la lógica dominante.
O.c: ¿Qué peso tiene lo narrativo en la construcción del disco? ¿Hay escenas, frases o personajes que no existirían fuera de ese “nosotros”?
Pauline: También soy escritora. Estoy a cargo de las letras —de todas las letras de Perro Fantasma— y pienso mucho en ellas. Me gusta la palabra “narrativa”, me interesa la ficción. Trato de que cada canción —incluso los títulos, incluso el propio nombre de Perro Fantasma, los nombres de los discos— funcione como disparador de narrativas. Que abra la posibilidad de pequeñas ficciones.
Por eso son discos que, bueno, este en particular, están habitados por personajes: la bruja, la extranjera, y otros. Antes estuvieron Diego y Karina. Hay, digamos, una constelación de figuras que pueblan los discos. Y también estamos nosotros, como decís: hay un yo, hay un vos. Trato de navegar entre esas voces. De construir un espacio donde convivan distintas perspectivas, distintos relatos.
O.c: ¿Cómo influye Rosario —el barrio, lo urbano— en sus relatos emocionales y fantásticos? ¿La extranjería puede convivir con la pertenencia?
Pauline: Sí, Rosario, claro. Es la ciudad donde habitamos, aunque no del todo: Fede, por ejemplo, no vive acá. Pero sí es la ciudad donde componemos, y es la ciudad de Perro Fantasma.
En Corazón y Alma, por ejemplo, se menciona la Plaza Libertad, que está a la vuelta, en este barrio del Abasto, donde vivo, donde hacemos las canciones, cerca de donde ensayamos.
Entonces, sí: esta ciudad, esta provincia de Santa Fe, está presente. En el primer disco también, y en el tercero aparece Extranjera, que quizás es la canción que más habla de la ciudad: Las Cuadras. Aunque también podría ser cualquier gran ciudad argentina. De hecho, el videoclip se rodó en Buenos Aires, y ahí se mezcla un poco todo: lo urbano de Rosario y la urbanidad porteña.
Pero sí, influye. Somos una banda urbana. La ciudad es nuestro decorado de vida. Aunque es cierto que, a veces, la naturaleza irrumpe — el río, ciertos paisajes— pero más como escenarios fantasiosos, lugares de refugio, que como espacios reales de vida.
O.c: ¿Cómo resignifican el pasado cuando lo transforman en canción? ¿Hay recuerdos o imágenes que solo cobran sentido al ser cantadas?
Pauline Bueno, no sé… no soy muy nostálgica. No me interesa tanto la nostalgia, y creo que no aparece demasiado en las canciones.
Lo que sí está muy presente es la melancolía. Pero me parece que es otra cosa. Entonces, sí: hay recuerdos, imágenes que recuerdo, aunque seguramente hay lugares comunes que me interesa trabajar. Imágenes como cabalgar en una pampa, caminar solo en la ciudad… escenas que aparecen en canciones como Diego y Karina, o La bruja, que baila sola en la ciudad. Esa canción, justamente, es muy de ciudad.
No sé si esas imágenes solo cobran sentido al ser cantadas. Al menos yo trato de hacerlas surgir y que resuenen en quienes las escuchan. Están compuestas, sí, de recuerdos, pero también de canciones, de películas. Uso mucho mis recuerdos de otras obras para componer, para armar mis propias imágenes… o las de Perro Fantasma.
O.c: “Día gris” parece hablar desde un cansancio social profundo: ¿la letra refleja algo generacional? ¿Qué sensibilidad atraviesa sus letras?
Pauline: Bueno, “Día gris”, sí… la pregunta del día es muy, muy de ciudad. Se alude, de hecho, a la humedad, que es algo muy rosarino —seguramente porteño también.
Cansancio social… puede ser. Cansancio, sí. Aunque al principio lo pensaba más vinculado a la pareja: ese gesto de prometer siempre que vas a cambiar, de intentar llegar, de convivir con dificultad. Pero todo de forma alusiva, nunca muy literal.
Esos momentos donde preferirías desaparecer o irte muy lejos. Porque te topás con una imposibilidad. Y creo que eso es bastante universal.
Puede ser que “Día gris” hable de lo que hay atrás. Pero es un cansancio que puede aplicarse a otros aspectos de la vida. Lo dejo bastante abierto, como siempre. Después, quien la escucha puede entenderla como quiera.
Pero sí: hay algo, más vale, de cansancio y de desesperación en esta canción. También de búsqueda de una vía de escape, aunque sea completamente loca. Pensar en irse de la Tierra… y eso también puede remitir a otro tipo de partida. Puede ser más definitiva, o no.
Hay algo rodando ahí que no quiero explicar del todo, pero que está.
O.c: ¿La fantasía puede funcionar como forma de resistencia? ¿Cómo trabajan el cruce entre lo real y lo fantástico en sus canciones?
Pauline: Sí, la fantasía… claro que puede ser una forma de resistencia. Como todo lo que dije antes: hacer canciones, crear mundos, imaginar.
El cruce entre lo real y lo fantástico me gusta. Lo fantástico, en sí, ya es ese cruce: entre lo real y lo imaginario. Me gusta como palabra para hablar de Perro Fantasma. Un perro fantasma, de hecho, es una criatura fantástica, ¿no?
Se habla de lo fantástico cuando se habla de ese lugar que está fuera de la realidad, pero que se parece a ella. Hay algo ahí que funciona según sus propias reglas. Y seguramente la bruja también es un personaje que funciona así: en un mundo que es armas, ella tiene sus propias reglas.
O.c: En “Explicación oculta” y otras canciones, aparecen verdades que se revelan en la intimidad o el silencio: ¿el arte puede despertar al otro? ¿La obsesión por lo oculto puede volverse una forma de justicia poética?
Pauline: “La explicación oculta”, en particular, nace de una necesidad de hablar de este momento pandémico —que, en su peor versión, derivó en cierto conflotismo.
Esa pulsión por buscar explicaciones… y cómo cada uno las busca según su propia grilla de lectura, su historia, su determinismo, su contexto.
En mi caso, consumí un montón de podcasts, canales de YouTube, programas de radio… todos súper politizados. Cada uno tiene sus canales de información: hay quienes van a Reddit, otros a no sé qué.
La canción habla un poco de eso: de esa sensación de que todo el mundo está dormido, y vos estás ahí —cagando, literal o metafóricamente— buscando explicaciones. ¿Por qué el mundo funciona así? ¿Por qué funciona tan mal?
En mi caso, la respuesta tiende hacia lo político: los sistemas de dominación, el capitalismo, el patriarcado… también desde una mirada feminista. Pero la canción no da una respuesta. Habla más del gesto de buscar.
Y de ese momento íntimo, corporal, cotidiano, que puede ser universal: estar solo, buscando sentido, mientras el mundo sigue su curso.
Lo oculto, sí… es una palabra que me gusta. Y conecta con la figura de la luna, que atraviesa el último disco: su cara visible, su cara oculta. Hay algo ahí que me interesa mucho.
También me encanta hablar de poética, de poesía. Creo que Perro Fantasma es un proyecto político y poético. Al menos me gusta verlo así. No sé cómo se recibe, pero… bueno.
#Fotos : @giulia.ant