Ocurrimos Lejos: El viaje existencial The New Raemon

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The New Raemon es el proyecto musical de Ramón Rodríguez, nacido en Barcelona en 2008, tras su paso por bandas como Madee y Ghouls’n’Ghosts. Con este alias, Rodríguez encontró una voz propia en castellano, marcada por la melancolía, la ironía y una poética íntima que lo han convertido en referente de la escena independiente española. También ha colaborado con otros músicos, y ha desarrollado proyectos paralelos en el cómic y la producción musical. Su estilo se caracteriza por la sencillez instrumental y la profundidad lírica, siempre con un tono confesional que convierte lo íntimo en colectivo.

El último trabajo de The New Raemon, Ocurrimos Lejos (2025), condensa en apenas nueve canciones y veintisiete minutos una intensidad que se expande más allá de su brevedad. Ramón Rodríguez, acompañado por Ricky Lavado, vuelve a demostrar que la sencillez puede ser revolucionaria: guitarras acústicas, compases irregulares y atmósferas mínimas que sostienen letras cargadas de memoria, amistad y reflexión existencial.

Desde el inicio, el disco se abre como un diálogo íntimo entre dos viejos cómplices. La voz de Ramón, al frente y sin artificios, se cruza con la percusión precisa de Lavado y con la participación coral de Leia Destruye, hija del músico, que aporta un eco generacional. El resultado es un álbum que suena a hogar y a despedida, a presente compartido y a futuro incierto.
Las canciones funcionan como estaciones de un mismo viaje. Tiempo evoca la juventud perdida y el paso de los años con una nostalgia serena; Diez Años en un Día condensa la fugacidad de la memoria en un título que es casi un aforismo; Frente a la Bahía plantea la tensión vital entre quienes desean seguir viviendo y quienes buscan la muerte como liberación. En Laberinto, la metáfora se vuelve explícita: “Flores que caen y vuelven a nacer / La vida sonríe, la muerte también”. Cada tema se enlaza con el siguiente, como si el disco entero fuera una sola conversación sobre el ciclo de la existencia.

La crítica ha coincidido en destacar esa potencia discreta. Para Dod Magazine, el álbum es una celebración de la amistad y la sencillez creativa; Un Disco al Día subraya la intensidad lírica y la belleza efímera de sus metáforas; Mondo Sonoro lo califica con un sólido 8/10, reconociendo su minimalismo y su capacidad de conmover sin estridencias.
En conjunto, Ocurrimos Lejos es un testimonio de cómo la música puede transformar la fragilidad en fuerza. Cada canción es un fragmento de un mismo espejo, y al escucharlas seguidas se percibe la unidad de un relato que habla de amistad, tiempo y memoria con una honestidad radical.

Laberinto

El disco se abre con una declaración de intenciones: un viaje hacia lo interior. Laberinto no es solo una metáfora, sino también de la aceptación de que la vida y la muerte forman parte de un mismo ciclo. La imagen de las flores que caen y vuelven a nacer instala desde el inicio la idea de transitoriedad, de lo efímero que se renueva. Musicalmente, la canción se sostiene en un armazón mínimo: guitarra desnuda, compás irregular, silencios que pesan tanto como las notas. Esa austeridad refuerza la sensación de búsqueda, de estar perdido en un espacio donde cada paso es incierto. Es un inicio que no busca deslumbrar, sino situar al oyente dentro de la atmosfera que recorrerá el disco.

Sentados sobre el trueno

Aquí Ramón se planta frente al destino con firmeza. El trueno, símbolo de fuerza se convierte en un lugar desde el cual resistir. La letra transmite una afirmación vital, un gesto de apropiación del propio camino. Ricky Lavado aporta una percusión ritual, constante. La voz de Ramón, al frente y sin adornos, se convierte en declaración de presencia. Es la pieza más terrenal del álbum, donde la incertidumbre se enfrenta con calma y decisión. En su sencillez, la canción transmite la idea de que incluso en medio de la tormenta se puede encontrar un lugar firme desde el cual mirar el mundo.

Ocurrimos Lejos

El tema homónimo es el corazón del disco. “Ocurrir lejos” es una paradoja: estar presente en la distancia, vivir en la ausencia. La letra juega con esa tensión, evocando la memoria y la ausencia como dos caras de la misma experiencia. La melodía flotante, con ecos de folk minimalista, se ve enriquecida por el timbre inesperado del tres cubano, que aporta un color distinto, casi extranjero, como si la distancia se hiciera sonido. Es una canción que habla de vínculos que persisten aunque no estén físicamente cerca, de cómo la vida se sostiene en la memoria compartida. Es el núcleo emocional del álbum, donde la fragilidad se convierte en fuerza.

Tiempo

Breve y nostálgica, Tiempo es un suspiro musical. La letra evoca la juventud perdida, los destellos de un pasado que no volverá. El tiempo aparece como un recuerdo que se escapa entre los dedos, imposible de retener. La economía de recursos musicales —apenas unos acordes, una voz contenida— refuerza la fugacidad del tema. Es una canción que dura lo que dura un recuerdo, y en esa brevedad reside su potencia. Funciona como interludio melancólico, un recordatorio de lo que se pierde, pero también de lo que permanece en la memoria.

Diez Años en un Día

Una de las piezas más emotivas del disco. La condensación del tiempo en un instante se convierte en metáfora de la memoria. La participación coral de Leia Destruye, hija de Ramón, añade una dimensión generacional: la memoria compartida entre padre e hija, la transmisión de experiencias a través de la música. Las voces superpuestas generan una sensación de comunidad. Es el momento más íntimo del álbum, donde la música se convierte en espacio de encuentro familiar. La canción habla de cómo el tiempo puede comprimirse en un recuerdo, de cómo diez años pueden vivirse en un solo día cuando la emoción es intensa.

Frente a la Bahía

La bahía se convierte en escenario de contradicciones vitales. La letra plantea una disyuntiva cruda: “Hay quien quiere seguir viviendo, hay quien quiere matar muriendo”. Es una confrontación directa con la fragilidad humana, con la tensión entre el deseo de vida y la pulsión de muerte. Los acordes tensos acompañan la dureza del texto, creando una atmósfera de confrontación. Es la canción más frontal del álbum, la que obliga al oyente a mirar de frente la contradicción. No hay escapatoria: la bahía es espejo de nuestras propias contradicciones.

Una vez vi el viento

El viento es lo intangible, lo que se percibe pero no se retiene. La canción reivindica la música como espacio de autoconocimiento: ver el viento es reconocer lo invisible, lo que no se puede atrapar pero sí sentir. La sonoridad ligera, contrasta con la densidad lírica. La canción habla de la capacidad de la música para hacer visible lo invisible, para convertir lo intangible en experiencia compartida. Es un momento de revelación dentro del disco, donde lo cotidiano se convierte en símbolo.

Un poco de otoño

El otoño es estación de tránsito, símbolo de pérdida y transformación. La canción, breve y cálida, evoca hojas cayendo, ciclos que se cierran, momentos que se transforman. Funciona como puente hacia el final del disco, un respiro melancólico. La música, sencilla y contenida, transmite la sensación de calma que acompaña la transformación. Es un recordatorio de que todo cambio implica pérdida, pero también renovación.

Una piedra en el río

El cierre del disco es sereno y contundente. La piedra simboliza resistencia, permanencia; el río, el devenir inevitable. La tensión entre ambos se convierte en metáfora de la vida: aceptar que todo fluye, pero reconocer que siempre queda algo firme en el cauce. La música transmite calma, con una cadencia que invita a la aceptación. Es conclusión serena, donde la fragilidad se convierte en fuerza. El disco termina con una sensación de paz, de aceptación del ciclo vital.