Morbo y Mambo, la transformación permanente

Share on whatsapp
Share on facebook
Share on twitter
Share on telegram
Share on pinterest
Share on email

El cambio constante y la libertad extrema parecen ser las banderas Morbo y Mambo, la banda integrada por Mateo Aguilar, Mauro Alberelli , Ignacio de Andrés, Fermín Echeveste, Manuel Aguilar y Maxi Russo que el próximo domingo será de la partida en una nueva edición del Festival La Nueva Generación. Luego de un par de discos que fueron abriendo el camino del reconocimiento masivo a partir de un marcado pulso que podríamos denominar groove psicodélico, la banda lanzó en el 2017 un disco que terminó de ubicarlos en uno de los espacios referenciales de la música nacional. Ese disco se llamó «Muta» e incorporó, por primera vez en la historia de la banda, voces a su repertorio. Fue el 2018 un momento de explosión que los llevó a dar giras por todo el país a un ritmo frénetico que fue creando la necesidad de intentar sentarse a pensar las formas para las mutaciones por venir. En ese marco llegan a Córdoba. De todo eso, hablamos con Manu Aguilar. 

Foto: Facebook Morbo y Mambo

Otra Canción: Es la primera vez que vienen a formar parte de la grilla de La Nueva Generación. ¿Con qué expectativas vienen?
Manu Aguilar:
Nos entusiasma mucho, la verdad. Si bien no creo que formemos parte de la última, última nueva generación, nos sentimos parte de toda la movida independiente y creemos que está bueno estar y formar parte del espacio.

O.C: Si bien decís que no son parte de esta “última, última” generación; lo cierto es que la mayoría de los artistas que conforman la grilla tienen más o menos el mismo recorrido que ustedes. Por años de actividad, por cantidad de discos. ¿Cómo ves el panorama actual de la música nacional?
M.A:
Creo que, hoy en día, el laburo en las redes y el trabajo autogestionado está creciendo mucho y la música independiente se pudo recuperar del golpe que significó Cromagnón en el 2004. Me parece que hay un avance en todo sentido con respecto al rock y a la música independiente. Creo que las redes, internet y las nuevas maneras de consumir música lograron pararnos en un lugar en el que vale todo a la hora de jugar y cruzar los géneros. En general hay más información y una mejor recepción. Está todo más empatado porque los cruces se dan muy en tiempo real, lo que deciden hacer los músicos está muy a tono con lo que pasa a nivel planetario. Juan Ingaramo, por ejemplo, ha tenido muchas mutaciones dentro de lo que es el universo del pop y eso tiene que ver con un acceso a la data al mismo tiempo que las cosas suceden en Inglaterra, en Estados Unidos o en Centroamérica. Eso hace que todo sea más inmediato, en otra época la música argentina estaba un paso atrás de los que pasaba en el mundo solamente porque era más difícil el acceso a la información.

O.C: Que ese acceso también sea compartido con el grueso del público hace que las cosas tengan otra dinámica ¿no?
M.A:
Exacto. Es algo que ha cambiado en los últimos años y en donde también cobran una importancia mayor las redes sociales. Que el público pueda tener un contacto más personal con los artistas hace que las coyunturas musicales y sociales en las que se inscriben los artistas y desde donde nacen sus obras se hagan visibles en el día a día del público que después escucha sus canciones y va a sus conciertos.

O.C: Hace ya un año que están con su último disco. “Muta” representó mucho para ustedes. ¿Cómo están llegando al final de este 2018?
M.A:
La verdad es que estamos pensando mucho en cómo seguir, movidos por la inercia con la que venimos creemos necesario parar la pelota y pensar un poco para dónde vamos.

O.C: Imagino que haces referencia a la necesidad de pensar en una nueva transformación musical…
M.A:
Siempre hay una idea de no repetirse y no buscar fórmulas. Pero también tiene que ver con pensar en esto de andar un poco con piloto automático y moverse en base a todo lo que va surgiendo en lugar de hacer las cosas pensando en lo que uno busca generar propiamente.

O.C: En el último disco agregaron voces. A mi modo de ver las cosas, eso les abrió un poco el panorama. ¿Cómo se han sentido ustedes a partir de esos movimientos?
M.A:
Todo se da de modo bastante natural. Si sentimos que algo no suena o que pertenece más al universo de los discos, lo dejamos de hacer. En el momento en que tomamos conciencia de que el disco y el vivo son mundos aparte nos empezamos amover de un modo mucho más tranquilos. En cuanto a la búsqueda de la canción y las voces en Morbo y Mambo, te diría que es algo que se dio intuitivamente a partir de las formas que vamos encontrarnos para expresarnos y decir cosas.

O.C: ¿Y tienen resuelto si eso puede haber marcado una línea divisoria? ¿Tienen más ganas de seguir componiendo de esa manera o esa idea está ahí como un elemento más?
M.A:
Como te digo, todo está cargado de cuestiones que tienen que ver con la intuición y con las necesidades personales que nos van llevando a hacer las cosas que hacemos. No nos casamos con nada. No buscamos fórmulas pero tampoco estamos buscando cosas para desmarcarnos de lo que representaría la esencia de la banda. De hecho, yo creo que esa esencia es la multiplicidad y la variedad, entonces responde un poco a eso. Todo surge a medida en que vamos haciendo las cosas.

O.C: ¿Cómo es un concierto de Morbo y Mambo en un festival como el de La Nueva Generación?
M.A:
Tal vez, lo único que sucede en este tipo de sets es que tenemos un poco menos de tiempo para meternos en clima por lo que es más “palo y a la bolsa”, estilo patada voladora directa. A veces hemos elegido que todo el show sea instrumental y dejar de lado los temas cantados, buscamos que sea un flujo continuo de música y que sea lo más representativo de las cosas que hacemos. El domingo vamos a hacer eso, Morbo y Mambo tiene muchas facetas diferentes y las vamos a tratar de reflejar para que quienes no nos conocen se den cuenta enseguida con qué se van a encontrar si les gusta la banda y van a buscar nuestros discos a las redes. Y también para que, si no te gusta, te puedas dar cuenta rápido.

*La foto de portada es de Lucía de la Torre