Malandro: el cronista del ghetto sin chamu ni autotune

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 Este 30 de agosto, Malandro se presenta en Club Paraguay con su cancionero tatuado, su ética sin maquillaje y su amor forajido.

Matías Ezequiel Mansilla nació en el norte del conurbano bonaerense, donde la calle no es metáfora sino escuela. Antes de rimar, dibujaba. Su entrada al arte fue a través del graffiti. Hoy ilustra con sus propios dibujos las tapas de sus discos, flyers y publicaciones. Más de 2.000 personas llevan tatuajes inspirados en su obra. Su estética visual narra parte de su historia y vivencias. Sus dibujos trabajan como una extensión de su lírica, una forma de contar desde el cuerpo.

De Malajunta a Malandro: el cambio de nombre como gesto político

Durante años se lo conoció como Malajunta, nombre con el que se convirtió en pionero del trap argentino. En 2014, Rolling Stone lo nombró el artista número uno a seguir. Pero en 2023 decidió renombrarse como Malandro de América, un gesto que no fue solo estético sino ético: asumir su rol como cronista del barrio, conocedor de la calle y vocero de los márgenes. El cambio simboliza una nueva etapa, más consciente, más abierta, más libre. América como ampliación territorial del margen.

Con más de 14 mixtapes, 5 álbumes y más de 300 sencillos, Malandro construyó una obra que funciona como bitácora del desvío. En Leyendas de la Madrugada samplea a José Larralde; en Mucho Lov! se anima al country con Amor Forajido; en Amor de Vago, junto a La T y La M, acumula más de 100 millones de reproducciones en Spotify. Su canal de YouTube supera los 170.000 suscriptores y en Spotify tiene más de 4 millones de oyentes mensuales.
Malandro no se encierra en el rap. Ha colaborado con artistas de rock (Gaspar Benegas), cumbia (La Delio Valdez, L-Gante)) y hasta con Duki.

Filosofía del oído: sin chamu ni autotune

Su frase más célebre —“sin chamu ni autotune”— no es solo una consigna estética, es una ética. Malandro defiende la poética cruda, sin pose y sin maquillaje. Sus letras narran el ghetto desde la pertenencia, no desde la exotización. Tal como él dijo muchas veces: su música no busca agradar, sino hacer un llamado a la memoria afectiva, al baile como resistencia, al barrio como archivo vivo.

Algunas de sus canciones más conocidas son:

 Amor de Vago:  La cumbia se mezcla con el pop, pero lo que importa es el relato: el amor como juego, como contradicción, como deseo que se escapa.

 Contrato de Madrugada : El cruce con Adrián Maggi abre una milonga testimonial entre el rap y el sur. La guitarra criolla di1aloga con el flow pausado. El resultado: una canción que respira como documento afectivo. El folclore y el hip hop no se enfrentan, se abrazan.

Mucho Lov!: Manifiesto del afecto como resistencia. El amor no es cursi, es político. “Mucho lov” como forma de estar en el mundo, como ética del cuidado en medio del ruido. Beat suave, voz íntima, atmósfera meditativa.

El Sol y La Luna (junto a Tosk): Las polaridades afectivas se vuelven metáfora. El beat introspectivo y la atmósfera nocturna refuerzan la idea de que pensar también puede ser bailar.

Sin Chamu Ni Autotune: Rechazo a la impostura, defensa del testimonio crudo. La voz sin efectos, sin maquillaje, como instrumento principal. La frase se volvió bandera entre sus seguidores.

Amor Forajido: Western emocional desde el conurbano. “Soy un forajido del corazón”, dice, y la imagen se vuelve canción. Guitarras acústicas, beat lento, atmósfera de película.

 La Última del Año: Cronista de la fiesta y la melancolía. Brindis, promesas, ausencias. Beat de celebración contenida, letra entre el deseo y el recuerdo.

Barrio Lov: No es una canción sobre el barrio, es el barrio cantando. El beat tiene algo de marcha lenta, como si caminara por calles conocidas.

Dibujito para vivir: Condensa su poética visual. El dibujo como símbolo de lo vivido. La sangre no es violencia, es memoria. La canción tiene algo de carta, algo de tatuaje.

No Confundan (junto a Duki): Duelo lírico entre dos generaciones del rap argentino. “Yo hablo el idioma del respeto y la vara que nos mide a todos es la misma”, dice. El beat es oscuro, la lírica afilada, y busca marcar territorio.

Malandro de América llega a Club Paraguay con su bitácora del desvío, su cancionero tatuado y su ética sin chamu.