Hace unas semanas, el músico cordobés dio a conocer las canciones de su nuevo disco «Sinfin». Nos sentamos y hablamos en profundidad de un nuevo trabajo que manifiesta un nuevo rumbo.
Pasaron cinco años desde el último disco de Lucas Heredia. En el lustro pasaron muchas cosas en su vida y en el mundo que la rodea. Tanto en la circunferencia más próxima como la otra, la que nos abarca a todos como humanidad. Hombres y mujeres, sentidos y estado de ánimo, cambios de hábitos y nuevos soles. «Durante todo este tiempo se fue construyendo una identidad. Pieza por pieza» dice Lucas a Otra Canción. «Creo que los discos anteriores fueron búsquedas que se fueron acercando tanto más o tanto menos a esto que hoy soy. Me pasaron un montón de cosas en el medio. Muy fuertes. Me quedé sin voz, por darte un ejemplo no menor. Todo lo eso me llevó a pensar para qué mierda estoy haciendo esto. Me importaba tres pitos si ganaba plata, me importaba tres pitos se me hacía famosos, me importaba tres pitos si la canción sonaba acá o allá. Es decir que las intenciones siempre fueron por otro lado. En el proceso, lo primero que se me vino a la cabeza fue darme cuenta de la imposibilidad de estar conectado a la conciencia del ahora. Yo llegué a reventarme y no me di cuenta de qué me estaba reventando. ¿En qué momento me pasó esto? ¿Cuándo me perdí así? Ahí se comenzó a destrabar todo. En ese momento comenzó este disco.»
«Sinfín» es un disco que vuelve a andar por los caminos por los que Heredia ha caminado en esta última etapa de su carrera. Esos que parecen sumergirse en las sonoridades rioplatenses, el jazz y las músicas populares de la Argentina. Un camino musical que retoma un camino poético que se esbozó en sus trabajos anteriores pero que en el nuevo trabajo parece haber tomado colores definitivos. Colores que le sirven a Lucas para dibujar el mapa de su más plena existencia.
«En medio de una búsqueda general, de terapias y del trabajo para intentar encontrar respuestas, la llamé a mi vieja. Necesitaba un recuerdo. De cuando yo cantaba siendo pibe. Tiene que haber un lugar en mi vida en el que yo haya hecho esto sin ningún otro sentido de estar haciéndolo porque soy eso en ese momento. Ahí mi vieja me dice que yo de pibe me sentaba debajo de una mora y cantaba. No se acuerda qué, pero ahí estaba la imagen que yo necesitaba. Esa es la tapa del disco. De repente, se me vino un flash con dos o tres imágenes que fueron una especie de explosión. Yo me encontré en un momento de mi vida haciendo esto por el sólo hecho de hacer algo plenamente. Ahí empezó a cambiar todo. Incluso creo que se nota la manera en la cual está escrito este disco. El lenguaje cambió porque cambió de lugar la conciencia racional y cambió mi lugar con respecto al mundo. Es decir quién soy yo con respecto al otro y quién soy yo como elemento definitivo independiente de lo que está pasando afuera. Todo eso se combinó con una serie de cambios y procesos muy fuertes que yo fui viviendo en estos años. Que tienen que ver con el amor y con el mundo pero por sobre todas las cosas conmigo mismo. Darme cuenta de esas cosas me conectó de otra manera con el canto y con aquel pibe que podía estar sólo cantando apagado debajo de la mora. Cuando te sacas de encima la mochila del lenguaje, llegas al momento en el que podes decir “acá estoy yo”. Yo agarré a ese pibe de la mano, me pude despojar de todo lo que me estaba quebrando la cabeza al medio, y logré hacerlo sonar«.
Las trece canciones de «Sinfin» pueden escucharse desde hace unas semanas en el sitio bandcamp del autor y el material definitivo se conocerá al finalizar la convocatoria para el financiamiento colectivo para la edición física del disco.
El disco fluye, las canciones parecen haber tomado su propio rumbo en la génesis misma de los movimientos que las hicieron aparecer. «Me encerré, me encontré con un montón de instrumentos que no había tocado nunca. Volví a un mundo lúdico e intuitivo que fue algo fundamental. En lo intuitivo descansa la verdad. Es un lenguaje mucho más claro que ese que uno piensa. Toqué esos instrumentos, toqué la percusión, toqué el piano y decidí arreglarlo todo sólo. Me encerré y fue todo así. Mucha fe. La demostración más cabal de la fe es creer en la intuición, es creer en eso que te pasa. En este caso pensar “voy a sonar”. Yo siempre creí que iba a salir. Y salió en 15 días» dice Lucas, que se sorprendió a sí mismo cuando escuchó el material terminado por primera vez. Las canciones que había grabado lo conmovieron. La transparencia del sonido habría logrado llevarlo a un lugar que, aunque buscaba, parecía desconocer. «No estaba consciente de la conciencia en la que se había producido eso. ¿De dónde vino esto? ¿De dónde salió ese arreglo? Yo me siento muy reconfortado el por el producto, pero eso dónde estaba. El que habla, es este que tiene un nombre, un documento y una huella digital sobre un papel que no es la misma huella que yo veo cuando me miro el dedo. Yo veo un mapa. Un mapa demasiado complejo.»
Heredia confiesa que, mirando hacia atrás, la plenitud expresada en «Sinfin» lo hacen haber querido empezar por los caminos que hoy transita. Tal es así que cuando la idea del disco nació, el proyecto era un tanto distinto. Tenía treinta canciones que pensaba dividir en dos discos. Uno que trazaba una línea de continuidad con sus discos anteriores y este que ahora conocemos. El trabajo que quedó guardado, cuenta, «continuaba con esa persona, que también era yo, no voy a renegar de lo que venía pasando. Sobre todo porque en algunos pasajes de todo ese proceso, este personaje me iba tirando fichas entre líneas, por abajo, en alguna afinación, en alguna letra o en alguna vuelta melódica. Yo no me daba cuenta quizás, pero es como que me estaba tirando centros.»
El disco, fue maquetado en el estudio personal de Heredia, grabado y mezclado en 1961 por Pablo Granja y masterizado en Maya Estudios, todo en la ciudad de Córdoba. Por primera vez, las canciones fueron íntegramente grabadas, arregladas, producidas e interpretadas por Heredia quien además de cantar y grabar todas las guitarras se lanzó a arreglar y grabar pianos, voces, percusiones, charango y otros implementos. «Agarraba un tema y empezaba, grababa la guitarra por ejemplo y le daba para adelante. Si sentía que tenía que cambiar una percusión o algo, grababa toda la percusión de vuelta de punta a punta. Si había algún arreglo tenía que modificarse o algo, volvía a grabar toda la toma. Es decir, grababa, grababa, grababa, hasta que en algún momento se me cerraba una idea en la cabeza y esa toma es la que quedaba. Todo salía de estar haciéndolo, de estar escuchando la canción todo el tiempo. Hay algo que se nota mucho en este disco y es que la canción nunca queda atropellada por el lenguaje musical sino que siempre la levanta. Y pienso que el fluir tiene que ver con eso. Con que no me propuse nada y todo fue confiar en lo que iba apareciendo.»
Lucas recorre las canciones de «Sinfin» y no deja de sorprenderse con el resultado final. Es una especie de alimento que expresa la plenitud de un momento que lo cruza definitivamente. «Cuando lo publicamos por primera vez tenía miedo de lo que pudiese pasar con eso que había nacido de la forma en que te cuento. Porque no hubo ningún anclaje que nos indicara por dónde ir. Fue ir haciendo y lo que tenía que ser, era. Mira, es la primera vez que escucho un disco y lo que suena no me da vergüenza» se sincera. «Es muy loco. Con otros discos tuve una especie de reacción alérgica, los escuchaba y me quería meter abajo de la mesa. Ahora no. Está bien. Esto tiene que ser así. Todo en realidad tendría que ser así pero, bueno, es como una manera de amigarse también. No podes exiliarte del sujeto que hizo sus armas de este lado del mundo. Tenés que convivir. No lo podés matar porque te volvés loco. Y porque además vos usas su lenguaje. El tema es poder descubrir cuánto del mundo que somos de verdad puede habitar acá de manera más diáfana. Sin tantas interrupciones, sin tantas poses demasiado craneadas, con demasiada cabeza. Probablemente este sea un primer paso o a lo mejor termina todo acá y no hago más nada. Pero ya estoy contento con esto.«