Más de diez mil personas vibraron al calor del festival que marcó el afianzamiento definitivo de una generación de artistas que, desde hace rato, vino a cambiar la historia de la música nacional. El ojo de Mauro Bruno Kunath en la cobertura exclusiva para Otra Canción.
Nathy Peluso se convirtió en uno de los números más fuertes del festival confirmando lo que en la previa se contemplaba como una de las promesas más grandes de la edición. Un show contundente a la altura de las expectativas que contó con una multitud eufórica y una gran cantidad de artistas que pudieron contemplar la actuación de la trapera nacida en Lujan que proyectó una carrera de trascendencia global desde su estadía madrileña.
Marilina Bertoldi tuvo una actuación superlativa en uno de los números centrales del Escenario Rojo. La verdadera «aplanadora del rock» del festival supo lidiar con algunos problemas de sonido y defender un repertorio que se concentró en traer por primera vez a Córdoba las canciones de su reciente disco «Prender un fuego».
Juan Ingaramo tuvo una actuación consagratoria en uno de los momentos centrales del escenario principal. Afianzado como un frontman todoterreno, paseó al auditorio por las canciones de su nuevo disco que fueron coreadas como si estuviesen rotando desde hace años por los principales espacios de difusión del país. Subió a Ca7riel, a Dakillah y a Louta al escenario y volvió a explotar la química artística con Emme, su compañera permanente en escena, que se ha convertido en un sostén fundamental para sus actuaciones en vivo. Si en la previa quedaban dudas sobre la respuesta del público del viraje artístico puesto de manifiesto en su reciente «Best-Seller», los casi 40 minutos que duró su actuación no dejan dudas respecto al gran momento del cordobés. Tanto en su faceta artística como en su relación con sus seguidores.
Primera vez para El Kuelgue en el Festival con saldo positivo. La banda liderada por Julián Kartún y Santiago Martinez tiene, a esta altura, un puñado de éxitos indestructibles que son celebrados eufóricamente por sus seguidores. Show de grandes éxitos, con experiencia previa de estadios, feeling indestructible y MMLPQTP para todes.
Sara Hebe protagonizó la que posiblemente haya sido la actuación más explosiva de la tarde del domingo. Con la fuerza y actitud propia de un repertorio combativo y profundo que parece un convite permanente a la revolución, Sara empujó el primer pañuelazo de la tarde e, incluso, sacó las primeras sonrisas de identificación a los «vieja generación» presentes con su guiño a Control Machete y su versión personalísima de «Desesperada» de Marta Sanchez.
Destacada por todos por ser la voz más requerida del festival, Zoe Gotusso se convirtió en una de las grandes revelaciones de la edición. Arrancó la tarde participando de un tempranero show de Valdes, para luego seguir con su concierto propio con Salvapantallas y subir como invitada de Hipnótica, Emanuel Horvilleur y Louta. De punta a punta, Zoe cosechó ovaciones a fuerza de una versatilidad que convierte a su voz en una de las marcas registradas de la edición 2018.
Salvapantallas empezó a defender su «SMS» con un concierto ajustadísimo que también incluyó versiones del repertorio que los hizo crecer a un ritmo casi alocado en los últimos dos años. Afianzados ya con la formación de banda, Santiago Celli y Zoe Gotusso reafirmaron una relación de amor con un público cada vez más fiel y cada vez más nutrido. En el show, «El Ruso» Mateo Sujatovich, que había tenido una gran actuación horas antes al frente de su banda Conociendo Rusia, hizo las veces de Drexler para el nuevo hit de la banda: «Me conecto». Si cerrabas los ojos, hasta te podías imaginar al uruguayo sobre ese escenario ubicado en el margen izquierdo del Jockey Club cordobés.
Francisca y Les Exploradores protagonizaron otro de los shows explosivos de la jornada. Con la noche como telón de fondo y la oscuridad casi como aliada, Fran dio cuenta de su intacta capacidad para emocionar, provocar y generar los climas colectivos con los que hizo estallar a propios y curiosos que daban vueltas por el predio mientras el cordobés estallaba en escena con un popurri de Sumo que generó un tímido pogo entre los presentes. Al final, cedió paso a Marilina Bertoldi señalando el escenario principal diciendo «Viene Marilina que para mí ya debería estar allá. No sé, yo se las tiro«. Pese a la gran fraternidad que reina en el espacio, un gesto que no se repite mucho y que merece ser destacado sin otra intención que esa: destacar el gesto.
Los cierres de Louta son apoteóticos, es como la frutilla del postre luego de una gran comilona que sirve para elevar los niveles de éxtasis general para luego caer, fulminado, a un descanso placentero. Como lo hacía prever su «Enchastre» Louta combinó su destacada actuación performática con un puñado de mensajes contundentes que empiezan a formar parte esencial entre las canciones de su repertorio. Ya no sólo las dice ahí, sobre el final, agarró el micrófono para convocar a los presentes a ser partes «de una generación que cada día se levante para generar una sociedad que nos recontrallene de orgullo». Louta, que casi nunca habla, recibió una ovación unánime.
Los Espíritus tuvieron una actuación correcta, pese a los evidentes problemas de sonido que demoraron demasiado su ingreso a la escena. Ocuparon un lugar de referencia en grilla como el año pasado habían tenido la posibilidad de hacerlo los El Mató a un Policía Motorizado. Repartieron su repertorio por sus canciones clásicas y dejaron lugar al cierre. Su presencia en Córdoba ha sido, incluso, más habitual que la de otros cordobeses que se subieron a los escenarios del festival (Ingaramo y Saglietti por ejemplo) por lo que no hubo demasiado espacio para la sorpresa y la innovación. De todos modos, Prietto y compañía difícilmente defrauden.
Por diferentes razones ubicadas a los extremos de la grilla, Ca7riel y Los Pibito tenían un desafío complejo para enfrentar. El trap furioso de Ca7riel logró romper con la monotonía inicial de los transeúntes que esperan ser despabilados por algo que los conmueva y generó los primeros aplausos de la tarde con base a una actuación muy sólida y con demasiada fuerza para un momento de la jornada en que la temperatura rompía la barrera de los treinta grados. A Los Pibito los puede haber ayudado un poco el retraso de Los Espíritus, pero supieron salvar la convivencia con los dos conciertos en la previa más convocantes de la noche en base a buenas canciones y un sonido que les permitió no mirar al costado. También confirmaron la existencia un público fiel que no dudo en correrse hacia el Escenario Rojo ni bien empezaron a sonar los primeros acordes.
En una tarde en la que la invitación al baile y la supremacía de la canción pop parecía imponerse hubo propuestas ligadas a la contundencia instrumetal que se destacaron por sobre el resto. Los Telescopios y Morbo y Mambo cosecharon elogios con sus actuaciones en las que recorrieron parte de sus temas más reconocidos. Los Tele con una base más sólida de conocimiento previo (también tuvieron problemas con el sonido bancado «a morir» por sus seguidores más fieles) y los Morbo y Mambo con un repertorio pensado para ser presentados en sociedad ante aquellos que dan con sus músicas por primera vez en medio del festival. Grandes actuaciones que aportaron un matiz distinto que se llevo la atención de los muchos y muchas que se pararon a escuchar en medio de una tarde que se comenzaba a despedir.
Indios, a la tarde, y Emanuel Horvilleur, al comenzar la noche, aparecieron como los cultores de le «elegancia pop» del festival. Ambos números, plagados de éxitos coreados por un público que bailó y se hizo cargo de las voces en algunos pasajes en los que el sonido parecía caerse para luego volver a imponerse en el predio ubicado en el corazón de Barrio Jardín.
Con su «Flow» intacto y su desfachatez característica, Perras On The Beach también se encolumnó entre los números más festejados de la noche del domingo. Uno de los representantes más destacados del indie mendocino (únicos en esta edición del festi) renovó su certificado como voceros de una generación en la que los límites parecen ser cosa del pasado. Lisérgicos y sensibles, divertidos y profundos, la banda volvió a sacar esa chapa de agitadores culturales con la que se metieron en el bolsillo al público de todo el país y especialmente, esto se confirma cada vez que se presentan por estos lares, al cordobés.
Más locales que nunca, Hipnótica y Valdes tuvieron actuaciones que sirvieron más que nada para abrazar a un nutrido público propio que coreó sus canciones y bailó (sobre todo con los Valdes que tocaron al rayo de un sol que flechaba todo lo que tenía a su alcance) mientras que los tiempos de la organización y el ritmo del festival les permitió hacerlo. Ambos en formato «banda completa». Pancho y Edu con un recorrido por las canciones que ya son clásicas entre su repertorio repartido en dos discos; Nahuel y Hernán mucho más concentrados en las canciones de su reciente «Clásico» que invitó al disfrute estético y a la escucha atenta a la vez que sirvió como un páramo en medio de una jornada cargada de agitación.