La Cartelera Ska festeja 26 años de memoria, resistencia y fiesta en Pez Volcán

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Nacida a fines de los años noventa, La Cartelera Ska absorbió desde sus inicios la esencia de los géneros jamaiquinos —ska, reggae— y los fusionó con ritmos profundamente cordobeses como la cumbia y el cuarteto. Con el tiempo, la banda consolidó un estilo propio, con identidad local y acento latinoamericano. Su historia está marcada por momentos clave: giras por Brasil, compartir escenario con figuras como La Mona Jiménez, Manu Chao y Celso Piña, y ser parte de la efervescente escena cordobesa que tuvo epicentro en espacios como Casa Babylon.
A lo largo de más de dos décadas, el grupo editó tres discos —Sus limones domingueros, Brillantinas de aire, Caminando y Pirata de cartel (grabado en vivo en Sao Paulo)—, y se convirtió en un clásico de la música cordobesa contemporánea. Su propuesta siempre se caracterizó por la mezcla de géneros, la energía festiva y un fuerte compromiso con la comunidad y la resistencia cultural.
Hoy, con 26 años de camino, la banda se prepara para presentar el 12 de diciembre en Pez Volcán un show de dos horas que incluirá invitados históricos, canciones que nunca fueron registradas en estudio y tres adelantos del próximo disco. La fecha promete ser un puente entre pasado y futuro: un repaso por la época dorada de los noventa y la reafirmación de que la música de La Cartelera sigue viva, en movimiento y con la misma pasión que el primer día.

A pocos días de la presentación hablamos con Ariel «Bicho» Galeano voz de la banda:

O.c: ¿Qué significa para ustedes estar con la cartelera el 12 de diciembre en Pez Volcán?. Hacía un tiempo que no tocaban...

Ariel: Es volver a repasar nuestra historia, nuestros tres discos, y adelantar lo que viene. Ese día vamos a mostrar también canciones que nunca quedaron registradas, pero que son parte de nuestra memoria.

O.c: ¿Se sienten parte de la historia del rock cordobés?
Ariel: Este año cumplimos 26. Es casi una vida tocando. Pasaron cosas hermosas: giras a Brasil, Cemento apenas arrancamos, grabar en el estudio de La Mona, que canta un tema con nosotros, tocar con Manu Chao… Y siempre cruzándonos con las bandas de acá, con La Pata, con Los Cocineros. Hay un afecto muy grande. No sé si somos historia, pero andar el camino tanto tiempo te hace valorar el laburo de los otros.

O.c: Y con las bandas nuevas? ¿Se sienten influencia?

Ariel: Mirá, nosotros seguimos un camino que ya habían abierto otros. Yo empecé a cantar porque iba a ver a Los Rústicos, a Planta Madre. Ellos mezclaban a La Mona con reggae, y yo dije: “quiero hacer algo así”. Capaz que ahora alguna banda joven escucha nuestros discos y dice “vamos por este rumbo”. Es cíclico, la música está fuera del tiempo. Nosotros vamos a desaparecer, pero la música queda en el aire.

O.c: Además del disco que andan preparando, ¿qué viene?

Ariel: Brasil, a mediados del año que viene. Pasó un tiempo que parecía que no hacíamos nada, pero nunca dejamos de procesar. Y de golpe: disco nuevo, gira. Es eso, mantener el bote a flote.

O.c: ¿Van a rescatar canciones viejas en el show?

Ariel: Sí, de la época dorada de los noventa, cuando inauguramos Casa Babylon, pintábamos el piso, soldábamos las escaleras. Esa época fue mágica. Hay canciones que no están registradas, pero son parte de nuestra historia. El 12 de diciembre van a sonar también.

O.c: ¿por qué no se registraron esas canciones viejas?

Ariel: Y porque, por suerte, siempre tuvimos discos largos, de Doce, dieciséis temas. Entonces quedaban afuera del repertorio del disco. Y después, con el tiempo, escuchas y decís: “che, ¿por qué no entró este tema?”. Quizás algún día lo grabemos. Ahora es más fácil, tenés el estudio en tu casa, una buena placa de sonido y grabás. Antes era todo más complejo, alquilar un estudio, poner plata para que suene piola. Igual quedaron registradas en cassettes, grabaciones piratas, pero no en un audio que valga la pena. De tantas canciones siempre te quedan algunas en el tintero, y está bueno volver a tocarlas.

O.c: Teniendo en cuenta eso, ¿Cómo ves la escena hoy? ¿La ves mejor?

Ariel: Creo que está difícil el mundo. Todo el tema de los celulares cambió la magia de conseguirte un disco, escucharlo, prestarlo. Antes había otra valoración de la música. Te prestaban un cassette, lo grababas, iba de casa en casa, se armaba juntada para escuchar. Ahora todo es inmediato, formatos pedorros, un parlantito choto, todo tan plástico que achica los sentidos.

O.c: Pero en medio de tanta música, hay bandas nuevas interesantes, ¿no?

Ariel: Sí, hay cosas alucinantes. Sabor Canela, por ejemplo, en vivo la rompen. Los Toch también, que ya vienen hace rato. Y los pibes salen cada vez mejores músicos, porque tienen acceso a la información desde chicos. Pero lo que decimos de la identidad… esa sensación de pertenencia con lo que tocás… ahora somos todos medio funky, medio soul. Falta un poco de mística. Igual escuchás a Milo J mezclando folclore y decís: ahí está, el folclore siempre presente, la mística sigue.

O.c: ¿Y cómo ves la diferencia con la época de ustedes?

Ariel: Antes estabas de cabeza: el que escuchaba rock, el hippie, el que escuchaba otra cosa. No se mezclaban. Ahora está todo mezclado, pero en esa mezcla predomina un tipo de música que no siempre tiene vuelo. Igual hay muchísima música y muchísima información. Y como siempre, la información está canalizada según tu estatus, tus posibilidades. El que puede, accede a otra música y la disfruta. El que no, escucha lo que le pasa la radio, y que por ahí no es lo mejor que se puede llegar a escuchar.

La verdad, no sabría qué decirte de la escena. Creo que hay cosas alucinantes y que siguen saliendo cosas hermosas y hay otras cosas que son la porquería y que  que cubren muchísimo la difusión. En esa lucha creo que están los artistas. Tratando de hacer lo que siente.

—Spotify democratizó, porque cualquiera puede subir música si cumple ciertas lógicas. Pero también hay tanto bombardeo que lo bueno no siempre se destaca. ¿Vos cómo lo ves?
—Claro, eso es lo que pasa. Es la sobrecarga de información, lo bueno te queda en el fondo del tarro. Tenés que tener paciencia, ganas y educación. Y muchas veces la precarización laboral te mata: si laburás doce horas, lo primero que ponés ya está, escuchás eso y te vas a dormir. Te saca la energía de disfrutar otras cosas, de trabajar los sentidos. Hay un achicamiento en las neuronas, todo tiene que ser rápido. TikTok, por ejemplo, yo ni sé qué es, pero veo que todo es inmediato: la música cortita, cuatro minutos ya no sirve, todo tiene que ser rápido.

Antes yo no tenía teléfono y era feliz. Ahora todo pasa por las redes, y eso tira la cultura un poco para abajo. Igual hay genios que lo manejan y hacen cosas alucinantes, pero es muy difícil hacerse un lugar en un campo tan minado de cosas que no valen tanto la pena. La gente quiere escuchar cosas inmediatas, ocho temas en cinco minutos, y bueno, pasa por los gustos y por la publicidad que te bombardea. Hay que hacerse un hueco entre todo ese tergopol.

O.c: Ayer repasaba discos como Sus limones domingueros o Brillantinas de aire, y muchas letras hablaban de resistencia, de comunidad. Hoy, ¿se resignifican esas canciones?

Ariel: Y sí, imaginate. Ahora estamos como en los noventa. Falta de valoración de la cultura, de la educación, de la comunidad. Yo entiendo que hay que estar más para el pobre que para el rico, porque el que necesita es el que menos tiene. Y estamos cada vez más parecidos al 2001, pero peor. No aprendemos. Las letras siguen siendo actuales, parece que las escribimos ayer. Ojalá pudiéramos escribir otras canciones, pero es tristísimo ver que sigue pasando lo mismo. La salida es colectiva, y sin embargo seguimos desvalorizando al otro.

O.c: Es fuerte pensar que una canción de hace quince años suena actual.

Ariel: Sí, es preocupante. Quiere decir que estamos estancados. Escuchás la Marcha de la bronca o a Charly y decís: loco, estamos en la misma. Y lo peor es que mucha gente se da cuenta y sigue votando mal, sigue agachando la cabeza. Se la da contra la pared.

O.c: ¿Cuál creés que es el rol del arte en este sistema, con tanto bombardeo y con músicos que a veces son atacados por lo que piensan?

Ariel: Yo soy convencido de que el arte tiene que molestar. Tiene que incomodar, tocar una fibra que te haga reaccionar. Eso me apasiona. La música para entretener también me encanta, pero incluso ahí puede dejarte una reflexión. El arte tiene que ser reaccionario pero siempre con contenido.

O.c: Y en este contexto de inteligencia artificial, ¿cómo lo ves?

Ariel: El arte tiene que salirse del molde. Hoy la inteligencia artificial puede imitar, puede hacer “arte” entre comillas. Entonces el desafío es generar contenido que no pueda imitar nadie. Un diseñador gráfico, por ejemplo, tiene que buscar la manera de hacer cosas que una computadora no pueda. Es un desafío enorme. Hay que ser críticos, buscar la vuelta para que el arte tenga un contenido único, irrepetible.

.O.c: Recién me decías que van a presentar tres canciones nuevas el 12 de diciembre. ¿Cómo viene ese disco? ¿De qué van a hablar las canciones? ¿Cambió algo en el sonido de La Cartelera o siguen con lo tradicional?

Ariel: Es un poco una vuelta a las raíces. Lo que estamos haciendo en este disco es que la preproducción haga que la canción se sostenga sola, con guitarra, bajo y batería. Que el pilar esté firme sin necesitar tanto marco. Porque a veces te colgás y decís: “qué lindo un cello acá, o un saxo barítono”, y después en vivo te cuesta porque no tenés esos músicos. Entonces buscamos un sonido crudo, que lo podamos sostener con poquito. Venimos laburando canciones con esa base cruda, con ska, cumbia, reggae, los géneros que siempre disfrutamos.

O.c: ¿Y hay alguna canción que marque el espíritu del disco?

Ariel: Sí, una que se llama La banda de mi funeral, que quizás le dé nombre al disco. Habla de la esencia de la banda, de nuestros inicios en el Abasto. La música no tiene soporte, está en el aire. Esa es la temática del disco: canciones que parecen escritas hace años, pero son actuales. También hay un tema sobre los medios de comunicación, que se llama El HD. Lo estamos disfrutando mucho, maqueteando para que en el estudio sea más fácil.

O.c: ¿Y para cuándo calculan tenerlo listo?

Ariel: Depende de los tiempos del verano. A veces salen fechas y tenés que salir del estudio. Pero calculo que en marzo, más tardar, ya va a estar. Vamos a ir grabando tema por tema, y cuando juntemos ocho o diez, lo sacamos. Igual ahora cambió el formato: se adelantan canciones, se sacan de a cuotas. Así que capaz en marzo no estén todos, pero más de la mitad ya va a estar sonando.

O.c: Me decías también del viaje a Brasil. Ustedes tienen un disco grabado allá, en São Paulo. ¿Qué significa Brasil para La Cartelera?

Ariel: Fue un viaje de película. Después de Los limones domingueros estuvimos cuatro años tocando acá y dijimos: “vámonos a Brasil”. Dejamos los laburos, salimos en dos autos, con un generador para tocar en cualquier lado. Pero justo surgió el contacto con Felipe González, de Difusa Frontera, que armaba cruces entre bandas de América Latina y Brasil. Los Cocineros habían viajado antes con él, y por ellos llegó el contacto.

O.c: Y ahí empezó la relación…

Ariel: Sí, fuimos como seis veces. Llegamos hasta Fortaleza, recorrimos mucho. Algunos músicos amigos se quedaron a vivir allá, hasta hoy tenemos dos viviendo en Brasil. Eso nos da siempre la posibilidad de volver, de tener circuito y gente amiga que nos espera. Vendimos muchos discos, nos sentimos embajadores de la cumbia y el cuarteto allá, cuando nadie conocía. Tocamos en favelas, en barcos, en la sierra. Fue increíble. Y casi todos nuestros discos tienen un guiño a la música brasilera, alguna versión. Seguramente el nuevo disco también lo tenga.

O.c: Y México, ¿lo ven como un destino pendiente?. Hubieron grandes bandas que tuvieron su paso por México, La Pata de la Tuerta, Los Cligaris, Eruca, Sol Pereyra, por nombrar algunas.

Ariel: Sí. Me acuerdo que Marquito de Los Caligaris me decía: “ustedes tienen que ir a México, les va a ir bien”. Y cuando mirás el Spotify, ves que hay mucha gente que nos escucha allá, radios que nos piden material. Es otro viaje pendiente, una inversión grande, pero ojalá podamos hacerlo. Hay que soñar y estar dispuestos a viajar.

O.c: Creo que, más allá de lo económico, cuando algunas bandas de Córdoba hicieron pie en México, se abrió un poco más la puerta.

Ariel: Sí. Los Caligaris, me acuerdo, fueron cinco años seguidos, bancándose sin traerse un peso. Hablando con ellos, te dicen que tenés que ir muchas veces para generarte ese público. Pero es un público maravilloso, muy cariñoso con las bandas argentinas, muy abierto. Así que, si algún día vamos, seguramente la vamos a pasar muy bien.

O.c: En algún punto pienso en los Caligaris, en Los Auténticos Decadentes, que la rompen en México, llenan estadios. Y acá, si bien les va bien, no es lo mismo. Esa música fiestera, que también tiene La Cartelera Ska, parece pegar más allá que acá. Acá el argentino es más rockero puro, más Charly, más Fito.

Ariel: Claro, sí, puede ser. Lo que pasó con los Decadentes en México fue tremendo, llenar estadios. Y México les estiró muchísimo la carrera. Igual que a los Cadillac, que en Colombia y toda América Latina son enormes. Van a México y llenan lo que quieren. Es que nuestra música tiene que ver con un repertorio más latinoamericano, con esa raíz de Manu Chao, Manu Negra, Sumo… no tan rockera nostálgica, sino más ligada al cuarteto, a lo rítmico, a lo latino. Por eso puede ser que haya más aceptación en México, Colombia, Costa Rica.

Hoy la música ya no tiene región fija, podés pegarla en lugares inimaginables. Así que hay que seguir haciendo música.

O.c: Bien, ya para ir cerrando: ¿cómo va a ser el show en Pez Volcán? ¿Quiénes acompañan? ¿Habrá invitados?

Ariel: Por lo general no va a haber muchos invitados. Sí músicos que pasaron por la banda: un trompetista de Bariloche que estuvo en la primera época, Pablo Sayagó, otro bajista que va a participar en algún tema. Quizás esté el Andy Clifford  Los Rústicos y que también estuvo en los Cocineros. Tambien queremos invitar a la  Lore Jiménez que siempre fue muy amiga de la banda. Pero no muchos más, porque es un show largo, casi dos horas pegadas, y presentar invitados lleva tiempo. Queremos tocar muchos temas.