Hay discos que se presentan como obras, y otros que se revelan como preguntas. Anónimo, el segundo trabajo de Juana Aguirre, pertenece a esa segunda categoría. No busca definirse, ni explicar, ni cerrar sentidos. Es un disco que se abre, que se corre del centro, que se deja escuchar sin pedir permiso. Y eso, en tiempos de sobreexposición y algoritmos, es casi un acto político.
Juana vuelve a Córdoba el jueves 2 de octubre a las 19 h en Sala Formosa para presentar Anónimo en vivo. La gira ya pasó por Buenos Aires y sigue por Rosario, Santa Fe y otras ciudades. Pero más allá de la fecha, lo que trae este disco es una forma de estar en el mundo: una manera de hacer música sin pretensiones, sin espectacularidad, sin necesidad de explicarlo todo.
“Me sigue sorprendiendo en lo que devino Anónimo. Ahora que ya lo terminé, cada vez que lo escucho me hago una idea diferente. Me es más fácil que lo definan los demás, que yo misma”, dice Juana. Y en esa frase hay algo que nos interpela: ¿cuántas veces intentamos definirnos antes de escucharnos?
El título del disco llegó al final, como una intuición que ordena. “Me gustó la idea de nombrarlo de una forma que pusiera a la música en primer plano, como algo separado de mí. Creo que la sobrepersonalización que existe hoy en día en la música puede ser un poco desencantadora; se pierde el foco y ya no se entiende bien dónde está el valor, en la obra o en la persona. No quería que eso me pase a mí.”
Anónimo es importante porque marca un giro en su trayectoria. Si Claroscuro fue su escuela —grabado en la montaña, con precaución y respeto— este segundo disco se anima a lo incorrecto. “Mi primer disco fue mi escuela, la primera vez que me animé a producir e instrumentar con las herramientas que tenía a mano. Lo hice con cierta precaución y medida por miedo a hacer cualquier cosa. Por suerte, en Anónimo perdí ese respeto, me animé a ser un poco más caprichosa e incorrecta en mis formas.”
La producción también responde a esa lógica de lo esencial. “Trabajo con lo que tengo a mano, no pienso mucho en el resultado. Me gusta tener pocas herramientas, no soy muy fierrera. Me gusta trabajar rápido, tener pocos cables arriba de la mesa.” Por eso en el disco se escuchan motos, timbres, ruidos de la ciudad. “A veces grabo con ruido, estática, las motos de la vereda y el timbre del colegio de al lado de mi casa que se filtran por la ventana. Hay algo de esa desprolijidad que me gusta, que creo que le aporta intimidad y que revela también esa habitación, el barrio en mi música.”
Nos gusta pensar que Anónimo es también un retrato del entorno, del momento histórico, del cuerpo que lo canta. No desde la literalidad, sino desde la textura. “Lo grabé y produje un 90% en mi casa en la ciudad de Buenos Aires, en contraste con Claroscuro, que lo grabé en la montaña muy aislada, donde claramente aparecen otras intenciones.”
Las letras no explican, pero preguntan. “Creo que es un disco que hace muchas preguntas, pero que no da muchas respuestas.” Y en esa apertura aparece el deseo como forma de resistencia. En “Volvieron” canta: “¿Qué más urgente que nuestro amor?”, y lo reafirma: “El amor y la música, no solo como una forma de retratar y atravesar un momento histórico particular, sino más bien como una manera de imaginar futuros posibles.”
También hay una tensión entre lo íntimo y lo colectivo. “Gracias a la música puedo vivir entre el encierro de hacer música y las giras. Es un equilibrio perfecto para mí. Me vuelve loca ese contraste, me encanta.”
En “Las ramas” aparece la imagen de lo que se quiebra y lo que persiste. “No sé… se me aparecen estas imágenes. Después pasa el tiempo y las entiendo mejor.” Y en “Las espinas” canta: “A lo mejor no es la palabra lo que nombra esto que siento”. Cuando se le pregunta si hay emociones que no pueden nombrarse, responde: “Definitivamente escribir tiene ese poder medio alquímico de nombrar, ordenar y dar luz a cosas un poco difusas y escondidas en rincones oscuros.”
El silencio también tiene un lugar activo en su obra. “Me gusta cuando escribo y se aparecen esas tensiones. La verdad es que las palabras surgen solas, siempre escribo desde la palabra cantada. La melodía propone una palabra, y la palabra cantada propone una melodía. Lo que pasa después, cuando todas se juntan, es un despelote. Ni hablar cuando en un álbum las canciones empiezan a convivir, una al lado de la otra. Los sentidos se yuxtaponen y aparecen cosas que antes no estaban ahí. Es algo precioso.”
Sobre el rol del arte en tiempos inciertos, Juana canta en Anónimo: “Mirá cómo se caen / Los pilares más duros”. Y reflexiona: “Una vuelta a valorar lo más sencillo quizás. A poder vivir con menos. Cuidar de lo que tenemos. Poder hacer de la música un gesto honesto, algo sin muchas pretensiones.”
Pero no todo puede ni debe explicarse. “La literalidad y el arte deberían siempre vivir en casas separadas. Nunca hay que dejar entrar a la razón demasiado.” Y cuando se le pregunta por el presente, por la fatiga emocional que atraviesa a tantas personas, responde con una frase que parece condensar todo: “No sé qué dirán los días, yo traje todas mis ganas.”
Porque el deseo —las ganas— puede ser también una forma de resistencia frente a lo incierto. Y Anónimo, más que un disco, es eso: una forma de estar, de habitar el mundo sin certezas, pero con una voz que pregunta, canta y persiste.