El músico empezó a hacer rodar el tema «Waterloo», un adelanto de su sexto disco solista.
Era de suponer que debíamos de esperar un disco de Iván Noble para el 2013. Es que el margen de dos años aparece en el esquema inconsciente del músico como plazo para arrojar nuevas canciones al ruedo. Así fue como entre las «Preguntas equivocadas» del 2003 y «La parte de los ángeles» del 2011, Iván nos mostró 51 canciones en 4 de discos (con un parate compositivo en que se versionó a sí mismo en un formato desenchufado con arreglos de Mariano Otero).
El Noble 2013 no parece estar despojado de todos los temas que lo cruzan desde que se lanzó como solista. El desamor, las historias rotas, la noche, la ciudad y los desafíos propuestos por las ausencias. No hay un Noble nuevo, pero hay un Noble efectivo. Concreto y sólido, como siempre lo hubo. «Waterloo» no parece marcar grandes diferencias con los temas de sus últimos dos discos («Interperie» y «La parte de los ángles») a pesar de que aquellos estuvieron marcados por circunstancias de vida bien disímiles. Uno, por el nacimiento de su hijo, el otro, por la separación de su entonces pareja, Julieta Ortega. La fibra es la misma y se siente en el fraseo y el esquema poético. De hecho, ese mismo esquema también es identificable en algunas de las canciones del estilo que el músico supo componer al frente de Los Caballeros de la Quema. Es fácil encontrar linkeos espontáneos con temas como «Todo tan raro», «Sapo de otro pozo» o «De mala muerte», cada uno en un aspecto puntual y específico.
Iván Noble se sumerge, literalmente, en una historia con destinataria escapista y relator melancólico. Casi un tango. Siempre un tango. Esta vez, con metáfora napoleónica y la derrota como puerta definitva hacia algo que debería venir después y que, a lo mejor, descubriremos cuando las canciones empiecen a sonar y «Pistolas al amanecer» vea la luz a mediados de Noviembre.
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