En tiempos donde la productividad devora incluso los espacios del arte, Tostados se planta como una declaración sutil: desacelerar también es una forma de decir. El sexto álbum de Vinocio no entra con estruendo en la escena musical, sino que se desliza como una brisa lúcida de soul, jazz y funk. Es un disco que no busca la espectacularidad. Y en esa elección estética hay una política del descanso.
Desde La Lucila, Buenos Aires, el dúo conformado por Lucio Memi y Fermín Carpena —con colaboraciones exquisitas como las de Sergio Wagner, Chilijud y Fermín Merlo— nos invita a un recorrido sonoro que transcurre entre lo doméstico y lo onírico. El jazz aparece como columna vertebral, no en su forma virtuosa o académica, sino como actitud: el groove que se ensambla en la intimidad, la improvisación como modo de estar. El soul se cuela en las melodías y armonías vocales, cargadas de afecto. El funk, por su parte, aparece como energía pulsante, pero nunca invasiva.
Tostados dialoga con esa tradición de álbumes que acompañan. Como Light as a Feather de Return to Forever, o los primeros discos de Erykah Badu, Vinocio apuesta por la cercanía: bajos envolventes, guitarras criollas, vientos que susurran. Temas como “Cabo” o “Favela” son cápsulas de introspección tropical, donde el bossa se funde con texturas electroacústicas. “Colibrí” y “Cash” conjugan vocoders y synthpop con una trompeta que parece venir de otro plano. Y “Lento” —cierre del disco— es una plegaria groove, una despedida que no termina de irse.
Más que un álbum, Tostados es una atmósfera. Pero también es una postura: abrazar la lentitud, reivindicar el espacio cotidiano como lugar de creación. En ese sentido, el disco es profundamente contemporáneo. En un contexto saturado de estímulos y algoritmos, donde el ritmo de lo viral marca el pulso cultural, Vinocio propone otra temporalidad, otra escucha.
Así, Tostados se vuelve también un gesto político —sin estridencias, sin consignas— que recupera el alma del jazz, el cuerpo del soul y la vitalidad del funk para preguntarnos por el sentido del arte en la era del ruido.