En tiempos donde la música parece correr detrás de algoritmos, efectos y urgencias, Fernando Cabrera sigue apostando por lo esencial: la canción desnuda, la guitarra como extensión del cuerpo, la palabra como gesto íntimo. En esta conversación, el artista uruguayo reflexiona sobre su vínculo con el escenario, la composición, la vigencia de sus clásicos y el modo en que la música puede ser, todavía, un espacio para el silencio, la escucha y la introspección.
A días de su regreso a Córdoba —donde se presentará el jueves 6 de Noviembre en Quality Teatro — Cabrera habla de la dificultad (y el placer) de armar un repertorio entre más de doscientas cincuenta canciones, de la emoción que le provoca estrenar temas nuevos, y de cómo se relaciona con la industria sin dejarse arrastrar por su velocidad. También se detiene en el modo en que sus canciones dialogan con el público argentino, en la comunión que se genera en sus recitales, y en esa suerte —como él la llama— de que sus letras sigan sonando actuales, aunque hayan sido escritas hace décadas.
“Entre Uruguay y Argentina no hay muchas fronteras”, dice Cabrera. “Culturalmente, somos prácticamente una misma raíz, un mismo pueblo”. Y esa raíz compartida se confirma en cada versión que músicos argentinos hacen de sus canciones, desde Liliana Herrero hasta bandas emergentes que lo homenajean sin pedir permiso. Aunque él no se sienta un referente, lo es. Y aunque no lo piense todo el tiempo, su obra ya forma parte del acervo cultural de esta orilla.
Otra Canción: La última vez que viniste a Córdoba creo que fue el año pasado con Fattoruso, si no me equivoco. Cuando los ví juntos pensé como se plantea un show con tantos clásicos juntos. Si bien ahora venis solo, tenes muchos clásicos que debe entrar en tensión con lo que vos queres tocar y los que de algún modo el público espera…
Fernando Cabrera: Buena pregunta. Porque con el correr de los años se me fueron acumulando tantas canciones… Distinto era cuando recién empezaba, en los comienzos de mi trabajo, que tenía, no sé, quince, dieciocho, veinte, veinticinco canciones. Pero ahora, en la actualidad, dispongo de un repertorio de más de doscientas cincuenta. Entonces, armar un espectáculo es difícil. Están las que tenés ganas de tocar, algunas que hace tiempo que no haces y las que el público siempre prefiere y va a pedir.
A veces también hay novedades, porque seguimos haciendo cosas y uno tiene ganas de mostrarlas. Así que la verdad que es un lío, pero es un lindo problema elegir la cantidad de canciones para un espectáculo, pensar en el orden, cómo se combinan unas con otras, qué atmósfera deja una para que entre bien la siguiente…. todo eso es una linda maquinaria interna que lleva su trabajo, pero que es muy lindo de hacer.
O.c: Pensando en el último show que hiciste con Fatto, me gustaron mucho las canciones. Fue un espectáculo muy lindo. De alguna forma encontré otra melodía en el piano, tanto en tus temas como en los de Fatto. Y aun así, cada vez que te vemos acá en Argentina, casi siempre estás solo con la guitarra. Y lo loco es que las canciones siguen sonando actuales. No sé si hay cambios, pero al menos en lo personal, cada vez que te veo siento las canciones actuales. Entonces me pregunto: ¿qué te sigue sorprendiendo después de tantos años de tocar la guitarra y defender esas canciones, nuevas o viejas, siempre desde la misma armonía o mejor dicho desde el mismo intrumento?
F.C: Mirá, para empezar, para mí tocar la guitarra es algo que ya está tan naturalizado… lo hago desde que tengo seis años. Ya es algo que no pienso, es muy natural, es una extensión mía. Y también sucede que nunca toco igual. No repito los arreglos ni las versiones de manera idéntica. Siempre hay un margen para pequeñas modificaciones, novedades, tanto en el ritmo como en la armonía, los acordes y en melodía. El fraseo es diferente, depende del día. Tomo un poco las canciones como si fueran un estándar, como se dice en el jazz: una fórmula fija que uso como base para interpretar en el momento, para soltar un poco la interpretación, el fraseo, la expresividad que siento cada día. O sea que difícilmente alguien que vea dos o tres actuaciones mías seguidas se encuentre con el mismo espectáculo. Muy difícil que pase eso. Imposible, te diría.
O.c: Hay algo particular que noto en tus conciertos, y que me pasó hace poco cuando pude ver a Silvio Rodríguez. En un momento donde todo parece tener que ser grandilocuente o inmediato, en tu caso —y en el de la canción— lo sencillo sigue siendo lo principal. A veces la conexión no pasa tanto por interactuar con el músico, sino con uno mismo. Y en tu caso en particular, hay canciones donde eso sucede: donde la propuesta es que el público interactúe consigo mismo, con lo que le dice la canción. ¿Qué tan importante es para vos esa comunión en un recital, en tiempos donde todo parece efímero, donde todos buscan ser elocuentes? Porque siento que lo tuyo va más por invitar a sentarse a pensar la canción, a dejarse atravesar, en una época donde eso, de alguna manera, se está dejando de lado.
F.C: Mirá, estoy muy de acuerdo con lo que decís, coincido plenamente. Pero también hay muchísimas maneras en que la gente experimenta la música. Hay muchas propuestas diferentes y muchos públicos diferentes.
Obviamente, en este momento hay una gran presencia de lo grandilocuente, y de una cantidad de aditivos que se le ponen a la música: efectos lumínicos, danza, explosiones, una cantidad de cosas que golpean y que a la gente le gustan. La gente va a bailar, a cantar a grito pelado con su artista preferido, otros van a hacer pogo, otros llevan banderas, otros se suben a la novia a los hombros y la chica revolotea la camiseta… hay muchas maneras de vivir un espectáculo.
Pero también, entre esas muchas maneras, está la que hago yo: presentar la canción desnuda. No desnuda porque tiene su música, su armonía, todo, pero sí la canción.
Incluso cuando llego a los teatros y hacemos la prueba de sonido y luces, hablo con los iluminadores y les pido que no hagan mucho de esos efectos lumínicos tan comunes ahora, todos robotizados, con luces que se mueven a toda velocidad y hacen dibujos en el escenario. Les digo: “No, una iluminación más bien sencilla, como si fuera una obra teatral. Unas pocas luces cálidas. Vos escuchá la música y acompáñame con las luces según las emociones que te provoque la canción. Pero sin exagerar”.
Lo que quiero es que la gente escuche. No sería razonable en un recital mío que la gente salte o baile, o cante a los gritos. Lo que yo hago es para ser escuchado. Cuanto más cómoda esté la gente sentada en su butaca, mejor. En silencio, con la platea a oscuras, un poco de luz en el escenario, buen sonido… para que puedan escuchar el instrumento, la voz y la canción.
O.c: A mí me gusta decir que hay artistas que son escultores de la simpleza, del “menos es más”. Menos ruido, menos ornamentación… más letra, más música. ¿Vos te ves un poco en esa situación?
F.C: Completamente. Letra y música. La letra tiene muchas cosas. Hay letras de distintos tipos también, no son todas iguales. El que busca otra cosa, bueno, no me va a ir a ver a mí. Elegirá otro espectáculo. Pero el que quiera escuchar una canción, sí, bienvenido sea.
O.c: ¿Cómo te llevás hoy con esto de los singles, la inmediatez de Spotify, el autotune incluso —aunque vas lejos de eso—? Pensando en que el algoritmo, el marketing, la industria pide que siempre se esté sacando cosas. Hay muchos que lo hacen. Vos, particularmente, te siento más lento en ese sentido. Como que te tomás tu tiempo, vas por fuera de esa vorágine que hoy comanda.
F.C: Mirá, la tecnología —que en los últimos tiempos es tan veloz, con novedades que vienen una tras otra— yo la tomo con cautela. Pero siempre tratando de estar al día también. Para nada pretendo quedarme fuera del diálogo con la humanidad.
Trato de estar al día, pero no me obsesiona. Tengo mi velocidad, mi ritmo. Compongo mucho, hago canciones nuevas todo el tiempo. En los últimos dos años he subido cuatro canciones con sus respectivos videos. Estoy por grabar un disco nuevo.
Pero no me preocupa. El ritmo que sigo es el mío, no el de la industria. Trato de usar la industria como una herramienta más, que uso para los fines que me propongo: hacer llegar mi trabajo a la gente. Pero no me obsesiono con sus ritmos. Y te repito: trato de no estar ajeno, de no quedarme a un costado. Me informo, estoy atento, pero no obsesivamente.
O.c: Recién me hablabas de que estás preparando un disco nuevo. Tu último disco fue Simple editado en el 2021. ¿El nuevo disco que estás preparando tiene fecha de salida? ¿Hoy qué te interpela, a qué sentís la necesidad de escribirle?
F.C: No tiene fecha de salida todavía, porque no lo empecé a grabar. Pero justamente el finde semana pasado estrené en dos espectáculos en Montevideo como quince canciones nuevas, con un nuevo trío que me acompaña. Y en el futuro lo vamos a grabar.
Después, qué me motiva o qué me lleva a escribir… es dificilísimo de contestar. Me ha pasado toda la vida. Hay momentos donde parece que las emociones o cierta sensibilidad explotan o se ponen más a flor de piel, y es ahí cuando se me ocurre escribir.
Empiezo una nueva canción, tiro ideas en un papel, frases… si tengo suerte, una canción entera. Y si no, un fragmento que continúo unos días después. El proceso puede ser muy largo también. Pero no estoy atento a lo que pasa en el mundo para salir corriendo a escribir una canción. Simplemente espero que algo me toque, me conmueva. Y ahí las cosas vienen solas.
O.c: Pensando en esto de las canciones, a la hora de componer, ¿las pensás de alguna manera para que sean atemporales? Porque hay temas tuyos que tienen varios años y conviven perfectamente con otros más recientes. Por ejemplo, La Casa del Lado puede convivir tranquilamente con Estabas en Otra Vida o Era el Águila de la Libertad. ¿Hay algo en tu forma de componer que hace que, aunque las canciones sean viejas, suenen actuales?
F.C: Bueno, yo creo que eso no es a propósito. No es que yo me lo proponga y lo logre. Es totalmente casual. Y tengo la suerte de que unas cuantas canciones mías, por no decirte la mayoría, las sigo interpretando hoy. Algunas tienen 40 años y funcionan perfectamente.
Tuve la suerte de que, en el momento en que las escribí, fueron un poco más allá de las circunstancias. Lograron romper el esquema temporal de ese momento, lo cual creo que es una aspiración de todo artista: que lo que uno hace pueda ser leído, disfrutado, consumido igual 300 años después.
Es la meta o el sueño, quizás, de todo artista. Nos pasa cuando vemos una película antigua que nos gusta, o la obra de un pintor de hace 500 años, o una escultura de la época de Grecia. Y bueno, ojalá lo que yo haga tenga esa suerte. No creo que tanta, pero hasta ahora la ha tenido.
En el marco del tiempo que llevo trabajando —casi 50 años— me pasa que mis primeras canciones las puedo seguir haciendo hoy, y nadie se da cuenta cuándo fueron compuestas. Así que bueno, he tenido mucha suerte.
O.c: Una de las cosas que también noto es que tus canciones, con el correr de los años, dialogan con la historia y la cultura de la Argentina. Sos un músico que toca mucho acá, y tus canciones suenan locales, aunque le cantes a tu barrio en Uruguay. Eso no pasa con todos. Por ejemplo, el otro día vino Rada con Rata y Catalina, y algunas canciones tenían que explicarlas, ponerlas en contexto. En cambio, tus canciones ya son parte del acervo cultural argentino. Pensando también en que Liliana Herrero, por ejemplo, cantó tus temas.
F.C: No sabés cuánto me alegra que me digas esto. Lo que pasa es que, para mí, entre Uruguay y Argentina no hay muchas fronteras. Hay una frontera, sí, pero me parece que culturalmente, en las costumbres, en los hábitos, somos muy parecidos.
Yo creo que los dos pueblos venimos del mismo útero. Entonces es factible que pase eso que vos decís. A mí me sorprende y me pasa no solo con Liliana Herrero —que fue quizá de las más notorias músicas argentinas que han hecho mis canciones— sino también con infinidad de músicos menos conocidos, de todas las provincias, de todos lados.
Es una cosa muy linda, y creo que confirma esto que te decía: que la frontera entre Uruguay y Argentina está muy desdibujada, si es que existe. Culturalmente, creo que somos prácticamente una misma raíz, de un mismo pueblo.
Obviamente hay algunas pequeñas diferencias, pero nos entendemos a la perfección. Si venís a Uruguay te vas a encontrar con que estás en tu casa. No tenés que hacer un trámite, no tenés que modificar ningún código para entenderte con nosotros.
O.C: Pensando en tu carrera, en esto que me decías de la cantidad de músicos que recrean y reversionan tus canciones, ¿te sentís hoy un referente?
F.C: Me lo han dicho muchas veces, pero yo no pienso en eso. Nunca está en mi cabeza ese razonamiento.
Yo siempre me siento como si tuviera todavía 17 o 18 años y estuviera comenzando. Todavía me siento con el desafío de gustarle a la gente con cada nueva canción que estreno. Cuando hago una por primera vez, estoy recontra nervioso, como si fuera un chiquilín que recién empieza.
Eso en mi mente nunca se modificó. Sigue estando igual. Así que sentirme referente, la verdad que no, no lo siento.
O.c: Decís esto de sentir el miedo, esa pasión. ¿Cómo se hace para seguir sintiéndola? Porque uno siempre piensa. De ver haber momentos en los que te cansa, en los que pensás si no será hora de parar o descansar un poco más. ¿Te pasa eso?
F.C: La verdad que no me ha pasado todavía. Lo que pasa es que nuestra tarea es tan pasional, tan amorosa, y nos da tanta felicidad, tanto disfrute, que uno no siente cansancio.
De repente, en otras profesiones, una persona que trabaja en algo duro, rudo, difícil, o que lleva 40 años en una oficina, quizá con un compañero que no banca mucho, o con un jefe complicado… ahí se desarrolla estrés, y muchas veces ganas de tirar todo al cuerno, de jubilarse y retirarse.
Pero en mi caso, ese deseo de abandonar o jubilarme no lo tengo para nada. Al contrario, mientras tenga salud, mientras tenga energía, lo voy a seguir haciendo.
Y nada más lindo que poder subirse a un escenario, interpretar las cosas que uno inventó, y encontrarse con gente que lo disfruta y te aplaude. ¿Qué cosa más linda que esa puede haber?
O.c: Siempre te hemos visto —o por lo menos uno tiene esa idea— como alguien que anda con varios proyectos a la vez. De hecho, en los últimos años estuviste solo, estuviste con Fattoruso, estuviste con Fandermole, con Buscaglia… siempre estás trabajando. Hoy, aparte del próximo disco solista, ¿estás metido en algún otro proyecto? ¿Hay algo más dando vuelta?
F.C: Sí, bueno, lanzamos un disco con Hugo Fatoruso, que grabamos el año pasado acá en Montevideo, en el Teatro Solís. Un disco precioso, un vinilo, que sale ahora. Ese es un disco que quedó muy muy bueno, un gran orgullo para mí.
Después, el trío este que te conté, que acabo de formar y ojalá pueda llevarlo a la Argentina pronto, con un repertorio completamente nuevo.
También está esperando para salir un disco en el que yo no participo directamente, pero es un disco de una cantidad muy diversa de artistas que cantan canciones mías. Va a salir por un sello uruguayo ahora a fin de año. También trabajo con el grupo uruguayo Bolsa de Nylon en la rama de un árbol —ya ves el título que tiene— una banda experimental uruguaya de jóvenes, excelente. Tenemos un espectáculo juntos y también tenemos pensado seguir tocando en vivo y sacar un disco.
O sea, una cantidad de cosas. La verdad, por suerte, agradezco a la vida que sigan apareciendo proyectos y cosas muy motivantes.
O.c: Pienso en el disco homenaje y que recién me decías no me siento un referente, pero no a cualquiera le hacen un disco homenaje. Si hacen tus canciones, de algún modo te están poniendo en el estatus de referente. No cualquiera es homenajeado.
F.C: Bueno, yo no niego que sea así. Lo único que te quería decir es que yo no lo siento, no está en mi cabeza de forma permanente.
Yo soy un ciudadano común y corriente que hace su trabajo. Entonces, cuando suceden estas cosas, me sorprendo, me da una gran alegría, una linda satisfacción.
Pero no estoy pensando en eso todo el tiempo. No me siento como si llevara ese cartel. Pero sí, debe ser cierto que soy un referente. Debe ser, por supuesto. Me alegro mucho.
O.c: Para ir cerrando: ¿qué podés adelantar del show en Córdoba? ¿Va a haber canciones de todas las épocas y algunas nuevas? ¿O simplemente es un recorrido?
F.C: Lo estoy armando todavía. Voy a estar el día anterior en Mendoza y el jueves en Córdoba. Estoy armando estos shows para Argentina.
Pero sí, va a ser eso que vos decís: un poco de todas las épocas, alguna novedad. Hay un repertorio muy grande para echar mano.
O.c: Pienso en estos dos shows, con músicos y solistas. Yo, por lo menos, nunca tuve la posibilidad de verte con banda. Desde que tengo uso de razón siempre viniste solo. ¿cambia el repertorio cuando venís solo, cambias el repertorio a medida que pasa el show o siempre tenes una esquena?
F.C: Armo un esquema porque pienso mucho cómo combina una canción con la siguiente.
Cómo se relacionan los espíritus, la atmósfera que deja una canción, cómo se relaciona con la siguiente.
Eso no lo puedo dejar al azar. Siempre lo pienso mucho.