Son unos115 kilómetros los separan a Córdoba de Villa Rumipal, una ciudad del departamento Calamuchita que con los años fue abriendo su desarrollo a la explotación turística y que, por su cercanía con el Río Tercero y su enclave serrano, se fue convirtiendo en uno de los puntos más visitados de la provincia.
Unos 52 años atrás, la localidad fue el escenario del único registro periodístico de lo que (mirado con la perspectiva que brinda el paso del tiempo) podría considerarse un esporádico power trío que quedó perdido en el devenir de la historia del movimiento roquero autóctono. En el invierno de 1970 allí se refugiaron Miguel Abuelo, Héctor “Pomo” Lorenzo y Carlos Cutaia. Se nombraban a sí mismos como El Huevo, un grupo que apenas tuvo un par de actuaciones y que implosionó en medio de los vertiginosos tiempos del primer rock argentino.
El cruce entre Abuelo y Pomo, que venían de tocar juntos en la primera formación de Los Abuelos de la Nada, con Cutaia, que todavía no había hecho su ingreso «oficial» a la historia del rock argentino, tuvo como escenario al Instituto Di Tella, punto neurálgico de la bohemia porteña de finales de los sesenta. “Nos movíamos con en el universo del Instituto Di Tella, tocábamos ahí. Estábamos con Roberto Villanueva (que estaba en el área de teatro), Marilú Marini, con Marta Minujín, y con la mayoría de los artistas e intelectuales de ese tiempo”, cuenta Pomo en uno de los testimonios recuperados en el podcast Siempre Libertad. “A partir de esa situación nos fuimos comprometiendo cada vez más con las actividades que había ahí dentro. De hecho, llegamos a actuar en alguna obra a pedido de Villanueva. Fue una experiencia muy loca porque nosotros intentábamos hacer música y en el intento nos convirtieron en actores”, advierte el baterista.
En la nota que apareció en el séptimo número de la Pelo se advierte que “la idea de juntarse fuertemente en un trío no tiene orígenes concretos”. “Simplemente tuvo la circunstancia de que los tres esperaban lo mismo de la música, porque están en un mismo camino como seres humanos”, señalaba la nota enarbolando un impulso de época, que la propia revista comenzaba a trazar como marca registrada.
El desarrollo más pormenorizado de la historia de esta formación, que según se advierte sólo tuvo un puñado de actuaciones, forma parte del siempre recomendado libro de Juanjo Carmona, El Paladín de la Libertad, la biografía de Miguel Abuelo editada originalmente en el año 2003.
Según se relata, harto de la persecución policial de la que él y sus compañeros y compañeras de andanzas eran víctimas, Abuelo se exilió en Brasil en la primera parte de 1970. Allí conformó una banda con la que buscaba sostener la línea de rock psicodélico que había caracterizado a los primeros Abuelos de la Nada. La llamó Los Colectiveros del Nirvana. Lo acompañaban dos argentinos y tres cariocas. Pero los resultados no fueron los esperados y el músico se volvió a Buenos Aires prometiéndole a sus compañeros que volvería para retomar la activad. La historia cuenta que el grupo se quedó ensayando en Buzios hasta que se dieron cuenta de que el argentino nacido en marzo de 1946 no regresaría.
Al volver, Abuelo unió fuerzas con Pomo y Cutaia, con los que debutó en junio del 1970, en el Di Tella. La presentación fue caótica, al igual que un segundo show montado en un pequeño teatro de la calle Maipú. Miguel no atraviesa un buen momento personal y eso le genera inseguridad musical, cuenta Carmona en su libro en el que echa mano al testimonio de Alberto Ledo, un amigo de los protagonistas presente en aquel concierto. “Ese recital sonó para la mierda porque Pomo le pegó durísimo, Cutaia había aumentado el volumen de sus teclados y Miguel se la pasó peleando con su guitarra acústica súper mal amplificada que nunca se escuchó”, relata uno de los pocos testigos de la actuación. Después de ese traspié, el trío viajó a Rumipal.
En el medio ya había hecho su aparición Jorge Pistocchi, otro de los fundamentales para los años iniciáticos del rock argentino. Con el dinero que había cobrado de una herencia, el futuro fundador de la revista Expreso Imaginario costeó la compra de instrumentos para el trío. Una batería Ludwing, un Hammond, guitarras y equipos de sonido, fue su aporte a una banda que, según advertían sus propios integrantes, explayaría tomando como base al rock y al blues. Con Cutaia disparando los bajos desde el teclado, la apuesta sonaba lógica.
Sin embargo, el repertorio seguiría teniendo la marca que Miguel siempre imprimió a sus composiciones y que, salvo el simple de Los Abuelos de la Nada (Diana Divaga y Tema en flú sobre el planeta, de 1968) siempre encontraban su base en la balada y en la música de raíz folklórica. “Fue un trío con raíces latinoamericanas” le dijo Cutaia a Ezequiel Abalos en su libro Rock de Acá. Pomo, de hecho, recuerda que algunas de las canciones que se trabajaron en aquellos días fueron las que luego se desarrollarían en “el repertorio de Los Abuelos 2”. De los conciertos de Miguel durante aquellos años, de hecho, se desprenden algunos de los temas que se grabaron en su disco francés (Et Nada, 1973), como El Muelle y Pipo, la serpiente.
Una recientemente publicada grabación de un concierto en el Auditorio Kraft a finales de ese año, uno de los últimos de Miguel previo a su viaje a Europa, también arroja algunas pistas respecto al repertorio de la banda.
En el libro de Carmona, incluso, Ledo advierte que por aquellos años del Di Tella “Miguel andaba de un lado para el otro con una guitarra intentando terminar un tema llamado Yipi Yipi que decía ‘unos quieren ser sol, otros quieren ser pan y no van’ que necesitaba para tocar con El Huevo”. Esa canción se conoció más de una década más tarde entre algunas de las grabaciones caseras que Abuelo registró con temas en estado primigenio.
El Huevo estaba anunciado en la programación oficial del primer festival B.A.Rock, fechado para los cinco sábados de noviembre de 1970. Pero sólo Miguel Abuelo subió al escenario aquella tarde del 14 de noviembre.
“Sin especificar causas Miguel Abuelo se abrió del conjunto que tanto habían anunciado, El Huevo. Pero todo se transforma, los dos integrantes que quedaban están ensayando con dos integrantes de Almendra. Es decir que de El Huevo y Almendra saldría un nuevo producto que estaría integrado si no cambian (¡vaya uno a saber!) por Edelmiro Molinari en guitarra, Luis Alberto Spinetta en bajo, Carlos Cutaia en órgano y piano y Pomo en batería”. Ese destacado del número 10 de la Revista Pelo fue lo último que se supo de El Huevo.
Años más tarde, Miguel Abuelo contó que se sumó a esa formación. “Entramos en (los estudios) T.N.T. y grabamos tres temas juntos. Yo en primera voz, Edelmiro en primera viola, Pomo en batería, Cutaia en teclados y Spinetta en bajo. Después de todas esas pruebas pasajeras, me largué a Europa”, le contó a Pipo Lernoud en una entrevista publicada en la Expreso Imaginario de 1981.
Según el libro de Carmona, dos de esas composiciones son El hombre del collar y Atraviesa mi ser. Esas grabaciones se perdieron. Aunque de esos cruces, de los que alguna vez también participó Pappo, surgieron algunas de las canciones que fueron a formar parte del disco que Spinetta grabó pasa cerrar el contrato que lo mantenía atado con la RCA (de hecho, la edición original se publico bajo el nombre Almendra) y que con el paso de los años se llamó Spinettalandia y sus amigos.