Cuando en los tiempos previos al estallido de la pandemia, Fito Páez se despachaba con el puñado de canciones que forman parte de La conquista del espacio, muches de quienes asumían la noticia de un nuevo disco del rosarino más como una cuestión anecdótica que con cualquier otro tipo de expectativa sintieron una especie de sacudón inesperado. Sin levantar mucho más polvo que el que habitualmente hace volar, Páez estaba entregando un trabajo que se le podía parar de manos casi a cualquier otro disco de su carrera. Sí, incluso a esos que forman parte de la discografía fundamental de la música popular de nuestro país y el contiente.
Grabado en Capitol Studios, de Los Ángeles, el disco cuenta con un seleccionado de invitados e invitadas que van de Abe Laboriel, baterista de Paul McCartney, y la Orquesta Sinfónica de Nashville; hasta llegar a Lali, Ca7rie, Mala Fama, Mateo Sujatovich, Fran Saglietti, María Campos, Juanes y Guillermo Vadalá. Esa capacidad de unificar mundos, ideas y generaciones que se identifican en la enumeración de nombres es uno de los puntos fuertes de La conquista del espacio, que se llevó dos Grammys Latinos y este domingo fue galardonado con la Grammy (el global) en la categoría que premia al Mejor Álbum Rock Latino o Alternativo. Muchos mundos, muchos estados de ánimo, muchos climas conviviendo en un universo en el que ese “discepolín sin arrabal”, tal como lo supieron nombrarlo Lalo De los Santos y Adrian Abonizzio, se mueve con majestuosidad. El de la canción.
Como todos los discos de Páez, no es un trabajo que se deglute con facilidad. Una vez más, invita a ser escuchado con atención y despojarse de todos los juicios previos a la hora de enfrentarse con la experiencia. Con letras profundas e historias que van de la crítica social más nítida al replanteo existencial más profundo, la nueva sopa propuesta por Fito vuelve a tener al rock como ingrediente prístino, que se sazona con la canción pop de corte más taquillero y se completa con la cumbia, con el funk, y la pizca tanguera que distingue a Páez.
“Este álbum nació incorrecto, está lleno de contradicciones, no hay nada a favor de ningún progresismo, solo hablo a favor de la libertad y que en el centro del caos vive el corazón de la fiesta”, describió el propio músico en una entrevista que brindó a Página/12 con motivo del lanzamiento del álbum.
Esa mixtura, permite que el disco sea valorado a partir de varios frentes. Al ya mencionado valor de síntesis que el disco exhibe se le debe sumar una vuelta a las convivencia entre las canciones efectistas destinadas a convertirse en hits (La Conquista del espacio y Gente en la calle son dos claros ejemplos de esa capacidad que Páez impone rozando los 60 años) y aquellas tan densas como profundas e interpeladoras. El Fito que late al calor de su tiempo con obras destinadas a trascender, una constante a lo largo de toda su historia. En esa dirección, La canción de las bestias es una de esas composiciones fuera de serie, fuera de agenda y fuera de época, con horizontes de inmortalidad.
Cuando recibió el Grammy (una estatuilla que, para nuestro país, tiene contados tenedores provenientes de la música popular) otro gran año se cerraba para el rosarino. Uno que lo volvió a poner en el centro de la escena, un lugar que sabe ocupar con maestría. El último tiempo sin pandemia había arrancado con actuaciones majestuosas en escenarios ubicados a los extremos de los desafíos generacionales: primera vez en el Festival de Folklore de Cosquín y primera vez en el Buena Vibra. Una síntesis de lo iba a venir, cuando Fito primerió con el primer streaming de la pandemia que le impidió presentar su disco en el Hipódromo de Rosario.
“Yo tengo un vínculo con la cultura musical de los Estados Unidos de América, yo me crié en parte con esa cultura, fue parte de mi vida de una manera muy importante, por eso es muy emocionante recibir este premio importantísimo, sobre todo por la distancia”, agradeció un emocionado Fito, cuya celebración quedó afuera de la transmisión oficial de la ceremonia virtual pero extendió los festejos de su cumpleaños número 58. Y ahí también rompió las estructuras sagradas del chauvinismo que reniega de las raíces anglosajonas que enriquecen al universo popular expresivo de esta parte del mundo. Romper para volver a armar. Esa constante maravillosa.
El premio fue celebrado desde los más diversos universos artísticos y generacionales de la Argentina. Y no deja de haber algo de justicia en ese sentimiento colectivo.
Los heaters en las redes sociales pueden seguir en lo suyo.