El rosarino estrenó las canciones de «El Sacrificio», el primero de los tres discos que prometió para el 2013.
Desde el año 1989 a la fecha, Fito Páez editó 16 discos. En esos repertorios se encuentran los puntos más exitosos y los más criticados de la trayectoria del autor. Records de venta, achanchamientos estéticos, homenajes, autotributos, discos en vivo, prepotencias y miseria expuestas. Ahora bien, es cierto también que para todos estos pasos, Fito fue seleccionando los perfiles y las búsquedas internas de cada álbum. Y al hacerlo, fue desechando canciones. Algunas de ellas fueron retomadas por el rosarino y trabajadas para el disco que acaba de ser presentado ante 7 mil personas en el Luna Park.
Casi como una respuesta innecesaria a un reclamo tonto, Fito retomó la senda de los mejores años de su carrera. Esos que, paradójicamente parecen haber sido los peores de su historia personal. Y el repaso por las 10 canciones de «El Sacrificio» lo demuestran. Son momentos ocultos del Páez ventricular, el enojado, el asqueado. El desilusionado que se prometía «no morir de amor en este mundo de mierda» y deambulaba por figuras estéticas y musicales que lo hicieron poseedor de un perfil que marcó a fuego a la música contemporánea argentina.
En «El Sacrificio» está todo. La canción como bandera, los rasgos del «discepolín sin arrabal» en su máxima expresión. Fito canta, reniega y baila, rockea sobre bases electrónicas y rapea con indiganción anti-neoliberal. Hay vueltas por el tango, por los amores perdidos, por el jazz y la bossa nova. Están los personajes y los fantasmas que siempre lo acompañaron y está el Páez que nunca se fue, pero se diluyó en otras historias que él mismo decidió protagonizar.