El arquitecto de la experimentación sonora regresa a Córdoba con formato banda, presentando un show imprevisible que celebra su presente activo y siempre innovador. La cita el 14 de junio en Casa Babylon desde las 20:00hs.
Músico, productor y teórico, pionero de la electrónica nacional y declarado Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires en el ámbito de la cultura, Melero ha trabajado en más de 300 discos y colaborado con artistas como Soda Stereo, Babasónicos, Los Brujos, Todos Tus Muertos y Los Auténticos Decadentes. Su obra solista explora estilos que van del tecno al folk, sin perder de vista su sensibilidad por la canción.
Luego de un 2024 cargado de shows y creaciones—con tres álbumes nuevos: Ultracromático, Membrana (editado por Imprevisible Discos con canciones inéditas recuperadas) y Disco (reeditado en vinilo por Plaza Independencia), más la publicación de su libro autobiográfico Incierto y Sinuoso (Caja Negra)—Melero vuelve a Córdoba con un arsenal de canciones que recorre toda su carrera, incluyendo versiones de clásicos.
En esta entrevista, reflexiona sobre el impacto de la tecnología en la música, la lucha por la autenticidad artística y el peso de la fraternidad sobre la libertad, explorando su relación con la literatura, el vinilo y la escucha activa. Además, anticipa el futuro de su obra y los sonidos que marcarán su próximo disco.
Compartirá escenario con dos exponentes de la indietrónica: Marté, compositorx y artista visual no binarie que bucea en la canción bajo viajes de atmósferas ambient, y Giorgi Gatti, productora, multiinstrumentista y compositora que inyecta en sus canciones elementos de dream pop y trip hop.
Otra Canción: Me gustaría empezar diciendo que me sorprendió que no tengas celular. Sos de la vieja escuela de llamar al fijo…
D.M: Tengo un celular cuando estoy de gira o en algún show, con el que puedo hablar con mi esposa. Pero no me interesa demasiado indagar en sus funciones. WhatsApp más o menos, pero el resto no me interesa.
O.c: El no tener celular hoy en día puede ser un acto de libertad. No estás pendiente de un aparato que muchas veces nos ata y nos mantiene alienados.
D.M: Sí, incluso los bancos dan por hecho que tenés celular, como si te lo regalaran ellos. Parece que estás obligado a tener un dispositivo para poder hacer trámites sociales y llevarlo siempre encima. A mí me resulta estresante la cantidad de ofertas que llegan de los servicios.
Por supuesto, reconozco que tiene ventajas en algunos aspectos. Pero no me interesan las redes sociales, y tampoco me preocupa eso porque disfruto de Internet sin estar en ellas. La gente ya cree que Internet son las redes.
Otra Canción: Hablando de redes, usás mucho Bandcamp en una época donde todos usan Spotify. Hoy en día, muchos parecen haber olvidado Bandcamp…
D.M: Sí, para mí Bandcamp es muy superior.
Otra Canción: Aun así, existe la idea de que en Spotify está toda la música y todo el mundo tiene la aplicación en el celular, aunque sea en su versión gratuita.
D.M: Yo no uso Spotify. Todo lo que publica Spotify eventualmente también termina en YouTube, y suena mejor ahí. Para mí, eso es un factor importante.
Bandcamp tiene mucho contenido de artistas por descubrir. Hay músicos famosos que no usan Spotify para difundirse, y Bandcamp les ofrece una conexión más directa con el público. Además, está repleto de música africana, que tal vez dentro de un tiempo ya haya penetrado en el campo gravitacional de Spotify.
Pero, en principio, no me gusta para nada cómo suena Spotify. Me acuerdo cuando empezó todo el asunto del intercambio de archivos entre usuarios en Internet. Muchos se quejaban de lo mal que sonaban los MP3. Pero, en esta era de la música digital, la calidad es incluso peor que la de los buenos MP3 de aquella época.
Creo que también cambió la forma en que se percibe la información. Ya no existe el mismo interés por lograr un sonido específico al conformar un disco.
Otra Canción: Aun así, Spotify dicen que democratizó la música. Es más fácil subir tu material, pero seguimos dependiendo de un algoritmo o de listas creadas, muchas veces, por grandes discográficas o por la propia plataforma.
D.M: Una de las cosas que me molesta es la manera en que el algoritmo te encierra en lo que te gustó alguna vez o en lo que escuchaste un par de veces. Funciona casi como una máquina que impide que tus gustos evolucionen, porque la gente termina atrapada en esa dinámica. Es como si el sistema no te dejara imaginar, explorar por vos mismo o, incluso, equivocarte en lo que elegís.

Otra Canción: Y así terminás siempre escuchando lo mismo, cuando lo interesante es que los gustos cambien…
D.M: Exactamente. Lo más enriquecedor es que evolucionen, porque todo va a ser un proceso de transformación.
Otra Canción: Los gustos van cambiando. Yo, por ejemplo, nací en La Rioja, donde todo lo que llegaba era cuarteto. Con el tiempo, conocí Intoxicados y toda la movida rolinga, hasta que llegué a Richard Coleman, Melero y otros. Algunos dirían que mi gusto se fue perfeccionando.
D.M: Pero también podés deformarlo, y que eso sea positivo. Entrar en un gusto que puede ser incluso lo opuesto al que tenías antes. Todo esto es muy insidioso, pero, de alguna forma, la tecnología ya influía en la música en la década del sesenta.
En esa época, las radios empezaron a reducir el caudal de música que difundían, acotando las posibilidades sonoras. Aun así, siempre en cada generación aparece alguien con la fuerza suficiente para desviar esa inercia y llamar la atención por ser distinto.
Otra Canción: Sos un músico que, en los últimos años, ha sacado varios discos. En 2023 publicaste tres, en 2024 uno y ahora, en 2025, otro más. ¿Cómo estás armando el show en Casa Babylon?
D.M: Bueno, tampoco tengo una «diarrea musical», pero ni siquiera sé cuántos discos saqué.
Otra Canción: No cualquiera publica cinco discos en tres años…
D.M: Eso es verdaderamente bizarro, muy extraño y hermoso.
Pero bueno, este show parte de lo que venía haciendo, aunque completamente modificado. Tiene mucho material inédito, que en realidad son ideas que estoy explorando y que, si todo va bien, podrían formar parte de mis próximos discos.
En ese sentido, va a ser un espectáculo en el que habrá algunas canciones del repertorio, pero la apuesta va más hacia una rítmica y unas texturas bastante distintas a las que he trabajado antes o en las que he estado inmerso.
Por otro lado, creo que va a ser uno de los últimos shows que haga por un tiempo. Estoy muy enfocado en el sonido que vengo desarrollando últimamente y quiero seguir profundizando en eso.
Otra Canción: ¿Hacia dónde va el nuevo sonido? Siempre te consideré un músico que va a contracorriente. Incursionaste en lo electrónico cuando pocos lo hacían, y cuando se puso de moda, sacaste un disco acústico. Parece que cuando un sonido empieza a estar en tendencia, buscás escapar hacia otro…
D.M: Es algo que me sucede de forma natural. Como hablábamos antes, la música que escuchás parece definirse como un valor estático, como si no pudieras disfrutar de otra cosa. A veces la gente incluso siente vergüenza de cambiar sus gustos.
A mí me atraen los sonidos de otros artistas, los incorporo y, de manera inevitable, los transformo en un lenguaje nuevo para mí. No lo hago deliberadamente para ir contra la corriente, aunque reconozco que muchas veces termina siendo así.
Membrana, el tiempo y la construcción de identidad
Otra Canción: Hace unos días, mientras escuchaba tu último disco, Membrana, pensaba en qué lleva a un músico a descartar ciertas maquetas y luego, con el tiempo, querer reflotarlas y publicarlas. En teoría, si las descartaste, es porque no te gustaban, ¿no?
D.M: Un poco lo que hablábamos antes. Esos demos también fueron tocados en vivo en su momento, en eventos de minimalismo que organizaba junto a Pablo Shanton. Y la verdad es que las cosas cambian de valor con los años.
Me pasa lo mismo con los discos que sí publiqué: las canciones que edité o los discos en los que participé—que son muchísimos—terminan resignificándose. Uno mismo cambia, y aquello que parecía crucial puede volverse insignificante con el tiempo.
Los demos siempre tienen una potencia difícil de igualar cuando te ponés a elaborarlos en profundidad, y eso es algo que últimamente trato de evitar. Estoy muy contento de que Membrana haya salido, y lo curioso es que ni siquiera fue mi idea. Surgió de mi manager, y la verdad es que ahora me alegra que esté público.
Otra Canción: Un disco que salió casi al mismo tiempo que tu libro. Da la sensación de que estás en una etapa de conversación con el Melero de antes…
D.M: Con lo que recuerdo yo, con el niño que vio las cosas que narro.
No leí el libro, pero tengo una idea clara de su estructura. En parte, es un acto de vanidad, pero también tiene un costado muy cándido. Es una autobiografía escrita con un «autor fantasma», Mariano Vespa.
De lo poco que hojeé, me resultó agradable, pero la verdad es que todo sucedió de manera bastante rara. En un momento apareció la editorial Cara Negra—de la cual soy muy fan—y, por puro ego, acepté la propuesta.
Otra Canción: Vanidad que, de alguna manera, tenés ganada. La historia lo avala. Aunque siempre es bueno no caer en el exceso…
D.M: Sí, aunque casi estaríamos hablando de autenticidad, ¿no?
Yo no intento ser auténtico. Hago lo que hago, pero tampoco creo mucho en la autenticidad cuando alguien se considera auténtico. Qué sé yo.
Yo estoy hecho, prácticamente, de todas las cosas que me dieron otras personas.
Música, arte y política: la transformación de los sonidos y las ideas
Otra Canción: Hablemos de Ultracromático. Es un disco que me gustó mucho y en el que sentí algo más rockero…
D.M: Es cierto. También pasa en Cristales de Tiempo, aunque no de manera tan evidente.
Otra Canción: Hay una canción que me gustó particularmente: Sicofantes. En una parte decís: «La cultura no te quiere, solo te infiere». ¿La música, la industria, siempre ha tenido una relación política?
D.M: Sí, la música siempre tiene un vínculo con la política, con lo establecido y también con lo rebelde.
Hay cosas que todavía no se ven y que después son reveladas primero por la música o las artes plásticas. Luego viene el espectáculo, que es otra cosa.
Yo hablo de arte, y creo que todo arte es político, igual que cualquier acción que termine siendo política.
En general, podemos decir que cualquier sonido es político. Percibo los sonidos no solo en su textura, sino también en su mensaje político.
Otra Canción: Parecés uno de los pocos músicos que se mueve con cierta libertad, lejos de las presiones de la industria. ¿Vos lo ves así, si es que existe la libertad de alguna manera?
D.M: La libertad no siempre es el valor superior. También posibilita cosas terribles. La libertad es sentir que uno puede matar, y después viene el castigo; es muy medieval todo eso.
La libertad también es poder acumular dinero hasta el punto de destruir vidas, sin ser un asesino en el sentido tradicional.
Por eso creo que la fraternidad es un valor superior a la libertad. De eso estoy seguro. Y cada vez escasea más.
Ahora, dentro de lo que sería componer canciones, hablar sobre ellas o desarrollar una obra, sí creo ser libre. Pero también estoy condicionado.
Otra Canción: En tu música está muy presente lo literario. ¿Cuál es tu relación con la literatura?
D.M: Es muy fuerte a la hora de componer.
Por ejemplo, cuando estoy trabajando en música, uso la computadora, y detrás de la ventana de la interfaz que estoy utilizando, tengo libros abiertos. Los consulto como si fueran oráculos.
Algunos son libros que ya leí y releí muchas veces. Otros, libros en PDF que aún no leí por completo.
Lo que ya leí lo tengo más elaborado, y eso influye mucho en la lírica. Hay conceptos que considero como sustituciones de palabras o pensamientos que tal vez provienen de tal o cual autor.
Pero al hacer una indagación sobre mí mismo, muchas veces no pude resolver ciertas cosas. Lo que sí sé es que constantemente estoy procesando libros.
Otra Canción: Los libros, la música, el arte en general tienen un poder que va más allá del entretenimiento, aunque algunos creen que solo cumplen esa función. ¿Cuál es la función del arte hoy? Sobre todo, considerando que hay un sector de la sociedad que piensa que el arte solo debería entretener y no meterse en ciertos temas.
D.M: Sí, y mucha gente consume arte con esa alegría despreocupada.
Yo creo que el arte puede ser pequeño, no tiene que ser rimbombante. No es que sea elitista ni que deba interesarle a poca gente, sino que simplemente es un pequeño empuje, una alteración mínima dentro de la totalidad de las expresiones.
Ese movimiento puede empezar a crecer como un fractal o no. Pero sí genera una modificación en el espacio-tiempo de las ideas. Sé que suena extraño lo que digo, pero yo lo veo así. Por ejemplo, cuando trabajaba en mis primeros discos, siempre confié en que las ideas atraviesan un campo similar a una membrana celular.
Aunque esa membrana parezca inalterada, siempre hay una porosidad donde algo logra filtrarse.
Y muy probablemente esa filtración tenga consecuencias, aunque al principio sean invisibles o inaudibles.
El universo funciona de manera misteriosa.
Otra Canción: Una de las canciones que más me gustaron de Ultracromático es Cine Clandestino. Sobre todo en la segunda parte, siento unos dejos de free jazz. ¿Cuál es tu relación con el jazz?
D.M: Mirá, fui a ver a Bill Evans cuando vino por primera vez, en la década del 70. Jamás había escuchado algo así. Yo ya estaba sumergido en el rock. Hoy existe el álbum de aquella noche. Y una de las primeras cosas que hice cuando tuve Internet fue buscar música de Bill Evans, y especialmente si había algún video de él hablando. Encontré uno que todavía hoy, de vez en cuando, vuelvo a ver.
No me atrae demasiado el free jazz. Me resulta demasiado caótico, y no logro percibirlo del todo, aunque lo intento. Miles Davis, por supuesto, está completamente vinculado con Bill Evans, igual que John Coltrane. Y la figura del jazz que más escucho—si podemos denominarlo jazz—es Jon Hassell. Bueno, que fue de jazz. Pero yo lo menciono como si estuviera vivo, porque para mí sigue presente.
Hasta su último disco es algo que escucho siempre. Me parece una figura tan influyente que lo hablo en presente.
Otra Canción: ¿Cómo te llevás con la música nueva? ¿Con el género trap, hip hop? Pensando en que Madre Godzilla, por ejemplo, tiene algo de un hip hop lento.
D.M: Es completamente cierto lo que decís. Cuando empezamos a grabar el tema, nos reíamos de eso.
A mí me gustan varios artistas de la escena actual, aunque siempre me considero parte de la escena actual. Me interesan más las canciones por separado que los géneros en sí, y eso me ha pasado siempre. Creo que estos nuevos sonidos trajeron una sacudida estética. A veces molesta o parece pueril, pero es mucho más elaborada desde la perfección del sonido, un sonido moderno que el rock no se permitía. Eso generó las mismas reacciones que cuando, en los ochenta, empezamos a ser «modernos». Es un proceso que se repite en cada época.
Como siempre, creo que la mayoría de la música es una mierda, pero también hay quienes traen cosas actuales con valor. Siempre fue así.
Inclusive en los comienzos del rock, la gente escuchaba a Palito Ortega, a Violeta Rivas. Muchas canciones importantes de los setenta llegaron primero acá como versiones degradadas de lo que eran originalmente.
Ahí hay algo tremendo: el apuro de la industria por publicar un tema antes de que llegara el original, que solía tardar meses.
Siempre sentí que el universo sonoro está inundado de ideas que no valen la pena. Pero, entre ellas, hay algunas que valen la alegría.
Música, memoria y escucha: entre la evolución y la permanencia
Otra Canción: Yo soy de los noventa, y recuerdo la cantidad de grupos que había en esa época. Algunos siguen, otros no, pero quedaron en la memoria colectiva. También está esta idea de que la música que está de moda en el momento suele ser mala. ¿Creés que, con los años, solo persisten aquellas que realmente valían la pena?
D.M: No toda la música de moda fue una mierda, pero la mayoría sí.
Otra Canción: Por eso persisten las que no eran una mierda…
D.M: Sí, aunque también persiste el recuerdo de lo que sí lo era. Sobre todo en reuniones de bandas. Ponele Bandana o Mambrú. Probablemente pueden volver cada tanto y ser un fenómeno de taquilla, pero su huella cultural está más en el recuerdo de cómo nos gustaba ser pelotudos, o en lo kitsch que resultan hoy.
Los solistas tenemos una ventaja: no estamos obligados a hacer siempre lo mismo, aunque muchos lo hagan. En una banda, siempre habrá integrantes que quieran ir hacia otro lado.
Yo era fan de Pescado Rabioso, y Spinetta literalmente se separó de los demás dejándolos solos en los shows. Eso también habla de los contextos dentro de un grupo. El gran problema de ser solista es que no podés separarte de vos mismo si estás atrapado en la imagen que te llevó a ser reconocido. Sobre todo en el sonido que la gente asocia con vos.
Otra Canción: Volviendo a Ultracromático, ¿te parece que es un disco con un tono social, anímico, que refleja el momento que estamos viviendo? Porque lo siento un disco muy activo…
D.M: Hay algo de cierto en lo que decís.
Hoy hay una explosión de alegría falsa, sobre todo en las redes sociales. Lo noto porque miro televisión, y la TV hoy es una repetidora de las redes. Entonces ves gente mostrándose feliz, sonriendo, saliendo con amigos… Y al mismo tiempo, ves conflictos y enojos. Tanta ostentación superficial tampoco me parece mejor que tener acciones concretas, que realmente sumen.
Otra Canción: Pienso en tus discos, y creo que Ultracromático debe escucharse de una determinada manera, como se hacía antes…
D.M: Sí, en Ultracromático literalmente me lo propuse.
Otra Canción: Es una propuesta interesante. Muchos oyen música, pero no sé cuántos realmente la escuchan. Tus discos suelen ser una invitación a una escucha activa, hay mucho por descubrir…
D.M: Sí, definitivamente. Ese es el intento. Lo definiste bien, no debería redundar.
Otra Canción: Hablando de escucha activa, varios de tus discos los editaste en vinilo. El vinilo, en general, invita a la acción. ¿Es necesario volver a la escucha activa, al formato físico, al librito con letras y créditos?
D.M: Ese es el atractivo del vinilo. El CD ya casi no se compra. Lo único que se adquiere a veces son cosas en Bandcamp.
El encanto del vinilo es que se desgasta. Cada vez que lo escuchás, lo gastás un poco más. Y lo vas a seguir escuchando con los nuevos ruidos que se le sumen, porque es un registro de tu uso. La tapa empieza a ajarse y te habla de los lugares a los que lo llevaste.
Mucha gente compra dos vinilos: uno para escuchar y otro para dejar sellado. Tengo conocidos que hacen eso. No compran todos los discos, pero sí hacen eso con algunos. A mí me parece casi mórbido, pero es una idea que circula hoy. El vinilo es el único soporte que te retrotrae a un detenimiento. A una acción concreta.
Podés poner un vinilo y estar gritando con tus amigos mientras suena. Pero, generalmente, te invita a escuchar. El CD también tenía algo de eso.
O.c: Spotify muchas veces sirve más para poner música de compañía que para realmente escucharla…
D.M: Están las playlists pensadas para salir a correr o para relajarse. Yo diría que sería mejor que esas personas no molesten a sus oídos mientras hacen algo. Mejor no hagas running o no escuches música al mismo tiempo. Es un funcionamiento que, fisiológicamente, no es bueno.
Otra Canción: A mí me pasa que en reuniones o cenas me dicen: «Che, ponete un vinilo». Personalmente, podrá sonar mañoso, pero el vinilo es para sentarse a escucharlo. Si querés, con un café, un vaso de whisky… pero no cuando todos están charlando y suena de fondo…
D.M: Exactamente. Si no lo vamos a escuchar, no tiene sentido ponerlo. Sobre todo, en esta época, cuando antes el vinilo era casi el único soporte disponible y el cassette llegó a superarlo en un momento. Pero todo tenía desgaste.
Ahora la música ya llega comprimida desde las plataformas. Por ejemplo, Spotify es el maestro de la compresión y del punishment de la compresión. Incluso obliga a que la música esté comprimida de determinada manera.
También es cierto que el vinilo tiene limitaciones, algunas hasta excesivas. Pero en su fragilidad y candidez, supera la experiencia auditiva de Spotify.
Para una reunión, sí conviene Spotify. Si la gente está en una fiesta, es mejor poner Spotify que un vinilo, no vaya a ser que un borracho te lo raye.
Otra Canción: Creo que no se trata de ser un detractor de Spotify. En esos casos, lo defendemos. El vinilo es para la tranquilidad.
D.M: Sí, no hay ninguna duda. Poner un vinilo implica una valoración extra. Es ceder algo muy importante si lo usás en una reunión.
Otra Canción: Para terminar, me gustaría saber cómo sigue el año de Daniel Melero. Sabemos que te vas a guardar un poco para componer. ¿La idea es sacarlo a fin de año?
D.M: Mirá, en este momento tengo mucho material que estuve grabando este año y a finales del año pasado. También estoy en proceso de terminar las letras de algunos temas. Estoy en un territorio donde, más que duda, hay una exploración sobre cómo se concretarán todas estas ideas y si realmente valen la pena. No tengo que trabajar ansioso por sacar un disco este año, porque jamás lo he hecho así. Y el año pasado ya tuve demasiados discos.
Muchas de estas nuevas composiciones se van a escuchar en Córdoba. Va a haber muchas ideas recientes, además de repertorio, y los temas en formato electrónico van a tener una nueva máscara.