«Miedo a que sólo me quieran los locos de mierda / Miedo a que cuando me quieran me quieran de más» dice Ania en «Parania», el tema que abre su disco Sagitario. Entre el pop, el rock y algunos beats hip-hoperos, la muchacha en cuestión, transita incómodamente el río del arte en busca de una identidad sonora a los largos de los dos trabajos discográficos que ha presentado en sociedad. Cuando digo incómodamente, lo hago sabiendo que quien este demasiado cómodo en el mundo del arte, está haciendo las cosas mal. Las músicas de Ania fluyen y parecen tener diversas vertientes que no sólo tiñen los sonidos o ritmos que utiliza para vestir sus canciones, sino que también se pueden leer cuando escarba en la versión poetiza de la artista.
Entre Beck y Annie Clark hay mucha agua y de esa agua parece alimentarse Ania. Alguna vez para explicar su música dijo: «La música es un lenguaje en común para todos los humanos, es un sentido que viene con el cuerpo como el olfato o el tacto. De ese lenguaje se puede hacer arte, terapia, negocio, o negarlo: lo que cada uno quiera. Nosotros hacemos un fuego, y disfrutamos de prenderlo cada vez, alimentarlo y ver a los seres reunirse alrededor de él. Consume mucha energía y devuelve mucha inspiración.» Por ahí va la cosa. Entre lo complejo y lo simple, entre lo standard y lo rupturista, su música esta viva, y se entiende como una obra de arte.
Este año Ania lanzó en su Bandcamp un EP de 5 canciones llamado Posdata, un EP veraniego que para la artista «es el sueño de lo que seríamos tras sobrevivir al bombardeo de datos duros digitales. Es la luz que se prende después de lacrar el sobre, después de decir adiós. La lucidez que tenemos con el diario del lunes».