Mundo Anfibio es el nuevo disco de Lisandro Aristimuño, artista convertido en referente de la nueva cancionística popular argentina. Un crónista de este tiempo que genera las nostalgias del futuro.
*Gonzalo Martín Puig para Gaceta Cultural Deodoro
Hay un aristimundo según Hilda Lizarazu. Un lugar donde conviven paisajes naturales con seres espectaculares recién salidos de una fabula. Imágenes como la de El Bosco se proyectan entre resquicios de luminosidad que aún no han sido copados por el smog de la ciudad. El aristimundo responde a la mente de su creador, el rionegrino Lisandro Aristimuño. Pero esta vez, en este tan promocionado 2012, hay un mapa para cruzar por ese lugar sin perderse en el intento voraz de querer entenderlo todo. En el mundo de Lisandro conviven sonidos épicos, tonadas étnicas, coros oportunos, vientos patagónicos y guitarras rockeras ejecutadas por un chaman. Se corre el velo que no dejaba ver el bosque a medio talar, y ahora nosotros debemos cerrar el circulo abierto por el cantautor (o cancionista). Lisandro Aristimuño nos deja ser parte de su mundo. Un Mundo Anfibio.
– ¿En que te basaste para hacer Mundo Anfibio?
– Son varias las temáticas que busque. Hay una que es muy clara, que es el tema de la panza y del agua. Del mundo que vivimos antes de nacer. Eso tiene que ver con que fui padre y esa fue una influencia muy fuerte. Investigando todo ese nuevo mundo, sin querer hacerlo, eso entró en mi corazón y en mi mente. Ahí me puse a pensar qué le voy a dejar a mi hija, qué mundo le va a quedar a ella. También otro de los temas del disco, tiene que ver con la ecología, los animales, la tala de arboles. Esas cosas se unieron para darle vida al Mundo Anfibio. Intente dar mi visión acerca de lo que me parece que los seres humanos estamos haciendo mal. Un montón de cosas aparecen en las canciones.
– Aparece mucho la iglesia, de hecho en la canción Elefantes decis: Invasores religiosos / ancestrales mentirosos / todo se hunde en la noche. ¿Por qué?
– Es cierto, la iglesia también aparece mucho. Ojo, no tengo ningún problema con aquellos que creen en las instituciones religiosas. Solo me parece absurdo en esta época tener que estar a la espera de que la iglesia apruebe discusiones que son importantes para seguir avanzando en lo social, como el tema del aborto, por ejemplo.
Lisandro escribe canciones de esta época, en un mundo mediático subsumido en la nostalgia y el archivo. Violando aquel precepto fundamental del Spinetta artaudiano de que “mañana es mejor”. La contemporaneidad de Aristimuño le valió que las antropologas musicales Liliana Herrero y Teresa Parodi lo versionen en sus más recientes trabajos discográficos. Aristimuño, junto con otros de todo el país, componen la banda de sonido de esta época. Son cronistas de valiosas escenas instantáneas, haciendo pinturas y retratos de un país que habla en presente, y que suele referirse al pasado como ejercicio de memoria. Estos artistas son los que construyen el relato de esta historia que vivimos, y que plantean las preguntas a responder en un futuro inmediato.
Hay una inquietante tensión en Mundo Anfibio. Lo natural y lo cultural, lo artesanal y lo industrial, civilización y barbarie. Desde el arte de tapa, hasta la instrumentación y las métricas adoptadas por sus canciones tienen esta hibridación, que es sello distintivo del rionegrino. Pero aquí esta resuelto de forma magistral, generando un concepto de esta tirantez cultural, desde el arte de tapa, hasta lo sonoro.
– Lo intente buscar mucho a eso y poder lograrlo es difícil, para que la gente lo pueda percibir. La tapa del disco busca adentrarnos a eso. Lo trabaje con Gabriel Sainz. Yo le iba mandando canciones, letras e incluso dibuje algunas cosas como maquetas. Hay seres que ideé y que Gabi pudo plasmar en el cuadro final que es la tapa del disco. Fui sacando fotos de las ciudades que viajaba. Fotografié, por ejemplo, antenas que después Gabriel las tradujo al dibujo tal cual las había fotografiado. Fue un proceso hermoso trabajar con él, y para mi fue un orgullo terrible, porque para mi es uno de los mejores pintores que hay en Argentina.
– ¿En qué te basaste musicalmente para hacer este disco?
– Musicalmente me base mucho en el rock argentino. Escuche mucho rock de acá para basarme e intentar hacer un disco de rock nacional. Tenia ganas de usar herramientas de ese rock. Eso no lo hice antes, donde me basaba más en música de afuera, de Islandia o de Inglaterra. Intente hacer este disco escuchando mucho a Pescado Rabioso, Canción Animal de Soda Estereo, Ciudad de Pobres Corazones de Fito Páez. Utilicé las herramientas de esos maestros para poder transmitir esta ciudad o este país. Es el disco más argentino que hice, y quizás también el más porteño.
Sin dudas Mundo Anfibio, el quinto de sus discos, es el más urbano de todos. Parece el trabajo en el que Aristimuño definitivamente llega a Capital Federal. Sin olvidarlo del todo, corta el cordón umbilical con la Patagonia, cuya atmósfera teñía sus trabajos anteriores. Y en este disco el músico nacido en Viedma se dio más de un lujo. Por un lado contar con Hilda Lizarazu como corista de la canción Por donde vayan tus pies, lo que le da aires garciezcos al tema. Por otro lado la voz hardcore de Boom Boom Kid se pregunta si “esto también se paga” en How Long. Ricardo Mollo afirma que “el mundo alrededor se quedo sin testigos” y “la prensa se olvido de contarlo en su titular”, en la canción Un dólar, un reloj y una frase sin sentido. Además el lider de Divididos le metió su fraseo de guitarra a la composición más rocker del disco: Traje de Dios.
En el tema que interpreta junto a Lizarazu, Aristimuño arremete: “Memorizar y desenterrar muertos en el mar /un resplandor que cenizas trae nunca parara / un tren de luz en la humanidad y el canto del pueblo / una ilusión que pronto será agua en el desierto”. Apunta directamente a estos tiempos y al ejercicio de memoria. Hace click en esta generación de argentinos que construye el por venir con base en el pasado. Pero sin nostalgia, todo lo contrario. Este es el tiempo donde corre agua en el desierto, y esa agua se corresponde con el canto popular. Esa es la sensibilidad de un artista puesta en comprender que pasa afuera, para crear su propio mundo. Planta bandera, sin ceder a sus conquistas estéticas.
Aristimuño como muchos otros cronistas de época, está fuera del circuito comercial. Por suerte. Esa maquinaria que todo lo destruye, no soporta hoy este tipo de visiones. Todos los músicos comerciales son parecidos. Salen del mismo molde, con las mismas fallas. Es por eso que Mundo Anfibio nace del propio sello de Lisandro Aristimuño, Viento Azul. La industria sucumbe ante el avance tecnológico, y por primera vez no esta adelante de estos cambios. La revolución pasa por otros lados. En internet, pero también en las calles. Después de todo la gente sigue yendo a ver música en vivo. Y ahí están los músicos de hoy, tomando la iniciativa, creatividad mediante, para volver a tomar las riendas libertarias. Hace unos años Lisandro me decía que la propia industria nos convertía a los usuarios en infractores, “en Argentina no se edita a CocoRosie o Sigur Ros, te llevan a bajarte el disco de internet. Las bateas de las grandes desquerías están llenas de otras cosas”. Hoy me dice que no le importa mucho si se caen las empresas discográficas. Él esta en lo suyo, creando música y buscando la forma más efectiva de llegar a su público con ella. Por eso nace su sello. Eso es parte de este nuevo mundo, en donde de a poco se caen los totems paradigmas, que como dogmas nos han metido en nuestras conciencias.
Los cantores populares del momento crean y cantan, pero además se meten en el barro de la discusión. Ahí están arremangados, no solo viendo como subsistir, sino como crear un nuevo orden de las cosas. Volviendo a tener el control. Eso los acerca a su auditorio, que muchas veces hace eso cotidianamente. En la forma de hacer, y en lo que hace con su Mundo Anfibio, Lisandro Aristimuño, toca muchos puntos en común con eso que nos va pasando cotidianamente. Se lee una postura, una forma de encarar el mundo que puede ser aceptada o no, pero que invita a reflexionar y debatir. Además de su propia búsqueda el autor permite otras lecturas. Y solo una obra abierta a la re significación por parte del auditorio que la degusta, se transforma en una obra perdurable.