Un día como hoy, pero hace 40 años, los bandos militares chilenos que comandaba el General Augusto Pinochet derrocaban al gobierno de Salvador Allende inaugurando la última etapa de golpes militares en América Latina. Tal vez, también, la más salvaje.
Salvador Allende había asumido la presidencia el 4 de noviembre 1970, luego de derrotar en elecciones generales a al candidato del pacto liberal – conservador, Jorge Alessandri. Fue la primera vez que una fuerza marxista lograba acceder al poder tras elecciones democráticas en el mundo occidental. Como era de suponerse, su acción de gobierno tuvo una fuerte impronta social, centrando sus movimientos en la inclusión de los sectores más desfavorecidos y en una fuerte presencia del Estado en áreas claves del desarrollo nacional. Allende promovió la estatización de las áreas claves del proceso económico, como lo fue la nacionalización de la industria del cobre, a la vez que promovió otros cambios centrales en el sistema productivo, como lo fue la reforma agraria.
Todas las medidas de su gobierno recibieron un gran apoyo por parte de los sectores populares, pero encontraron fuerte resistencias de los poderes concentrados del capital, aliados, principalmente, con los Estados Unidos. Años más tarde se conocieron, incluso, documentos que daban cuenta de planes secretos de CIA para evitar la asunción de Allende, lo que demuestra una conspiración desde el minuto cero contra el gobierno de la Unidad Popular. El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas y el cuerpo de Carabineros terminaron con ese gobierno mediante un golpe de estado que catapultó a los militares al frente de un país que los tuvo al mando durante casi dos décadas. Ese mismo día, Allende, que se resistía a dejar su cargo, se suicidó.
Durante el proceso de desarrollo de Unidad Popular que terminó llevando a Allende a la presidencia, fueron tomando forma diferentes fenómenos artísticos que tuvieron una directa relación con los tiempos políticos sociales que se vivían por entonces . Uno de ellos fue el que se conoció como la Nueva Canción Chilena, que se extendió desde comienzos de los 60 hasta el momento del golpe. Basados en los cimientos de la obra de Violeta Parra, artistas como Víctor Jara, Ángel Parra, y los grupos Quilapayún, Inti Illimani, Illapu y Cuncumén, fueron los principales artistas de ese movimiento que intentó recuperar la música folclórica tradicional chilena y fusionarla con los ritmos latinoamericanos, con obras de cargado contenido social. Muchos de los integrantes de este movimiento engrosaron las filas de las víctimas de la dictadura. Fueron perseguidos y silenciados, cayeron en prisión, muchos partieron al exilio y otros (como el emblemático caso de Víctor Jara) fueron asesinados.
Ese proceso fue recientemente rescatado por el trabajo de la periodista Marisol García en su libro “Canción valiente”, un trabajo sobre la canción comprometida de Chile que va desde Violeta Parra hasta el final de la dictadura. Ese trabajo recopila prácticamente todo el universo germinal de la canción actual de ese país, en gran medida por la prolongación de la dictadura en el país trasandino. Durante los casi 20 años que se mantuvo en el poder, fueron varios los procesos artísticos y estéticos que desembarcaron en Chile y que cruzaron los quehaceres de los cancionistas. El libro de García, entonces, trabaja sobre la obra de Parra y el nacimiento del movimiento de la Nueva Canción, pero también refiere a la génesis del Rock Chileno, a la canción del exilio, el Movimiento Canto Nuevo, el post-punk y el pop de los 80.
Veinte años duró la dictadura de Pinochet, que murió impune siendo senador vitalicio en su país. Durante ese proceso de facto, la primera del último tramo militar del continente, los cimientos artísticos, lejos de permanecer en silencio, movilizaron sus bases y encontraron las grietas necesarias y existentes para dar nacimiento a gran parte de las bases de la música contemporánea que escuchamos sonar detrás de la cordillera.