Bárbara Pistoia: La cumbia no es solo música, es algo que une a un pueblo

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En la mitad del siglo que se fue, la cumbia colombiana alzó el vuelo, extendiendo sus melodías por todo Latinoamérica. No solo se asentó en las más diversas tierras de nuestro continente, sino que también floreció y mutó en las tradiciones de cada país.

Argentina, con su abrazo porteño en los años 50, no fue ajena a este fenómeno. En los sesenta, entre ritmos caribeños y agrupaciones que emergían como estrellas, la ciudad de Santa Fe despertó a una nueva cultura, convirtiéndose en el hogar de la cumbia romántica.

Sin embargo, la cumbia santafesina es un enigma: tan presente en el corazón de la gente y, a la vez, poco valorada en el ámbito del pensamiento académico. «¡Ay, amor!» de Bárbara Pistoia busca saldar esa deuda, sin olvidar el placer que la música brinda.

La cumbia santafesina, con su acordeón que narra historias y letras que hablan de amor y deseo, es un reflejo de la identidad de Santa Fe. En ella se entrelazan las vivencias de una ciudad que ha atravesado transformaciones sociales y políticas.

Es hora de tomar el folclore de cada lugar, como puede ser la cumbia villera en Buenos Aires, el cuarteto en Córdoba o la cumbia santafesina en Santa Fe, con cierta seriedad y no como un género menor, porque es en realidad un poderoso vehículo cultural, capaz de narrar luchas y alegrías de un pueblo.

En los años 90, la cumbia santafesina experimentó un quiebre, enfrentándose a un contexto cultural cambiante. Las orquestas de antaño se vieron desafiadas por nuevas estéticas, mientras la fiesta popular se mezclaba con políticas excluyentes. La ciudad, que a menudo ignora su propia cumbia, tiene mucho que aprender de su historia, de sus clubes y de los artistas que han dejado una huella.

En esta charla con Bárbara Pistoia acerca de su último libro «¡Ay, amor!» (¿quién no recuerda a Leo diciendo esa frase?), nos invita a pensar que la cumbia no es solo música, es algo que une a un pueblo y que trasciende lo individual. En cada acorde, en cada letra, al igual que otros géneros como el folclore en el norte, el cuarteto en Córdoba, el tango o la cumbia villera en Buenos Aires, tiene algo que contar y, por supuesto, un legado, una tradición que preservar, aún cuando se vayan aggiornando a los nuevos sonidos. Porque la cumbia, al igual que otros géneros, es el canto y el pensamiento de todo un pueblo.

O.c: ¿De donde surge a idea de escribir sobre cumbia Santefesina, sobre todo después de haber escrito ¿Por qué escuchamos a Tupac Shakur? y todo Diego es Político’.

Barbara Pistoia: Cada libro tiene sus particularidades, eso está claro, pero todos responden también a un deseo mío, que (como decía la Ocampo) es escribir para que los otros amen lo que amo y para que prevalezca la vida. Hay algo de la continuidad histórica, de lo que hacemos con los legados, del ejercicio crítico que favorece ese prevalecer imposible, abstracto, pero no por eso menos importante. Parto de esa base siempre, por eso no escribo nunca siguiendo tendencias o temas calientes, nunca escribo sobre lo que el mercado o el corporativismo premia (por lo general estoy acusándolos de algo cuando escribo) y tampoco me interesa ni me dejo llevar por lo que la agenda de otros dice “es por acá”.
Esto no es un juicio de valor sobre lo que hace nadie, es la única respuesta posible a por qué salen esos libros que por lo general vienen con cosas que ponen la charla en otro lugar. Es esa definición también la que me lleva orgánicamente a elegir dónde, cuándo, con quiénes, y defiendo mucho ese camino más bien independiente por decirlo de alguna manera, aunque me gusta mucho más hablar de margen. Después están mis intereses y campos de estudio y de trabajo, y los tres libros (y los que vienen) son también un resultado de eso, responden directamente a eso. Me interesa mucho la conversación musical como una forma de hacer historia. Me animo a decir que creo más, de hecho, cuando se hace en serio historia con la conversación musical que desde otros aspectos que se suponen más literales.

Con ese “hacer en serio” me refiero a una escritura que no escatima trabajo directo con archivos, que no agarran lo primero que les da internet ni se queda en diarios y revistas, con bibliografías bien variadas, incluso incómodas, con testimonios reales, cuando esa conversación musical está tan bien historiada que favorece el armado de una biografía social. Es ahí que la conversación musical se vuelve de lo más enriquecedoras, porque nos permite conocer nuevos fondos y trasfondos, leer la actualidad, pensar, proyectar desde otros lugares y con fotos más amplias.

O.c: ¿Qué lugar ocupa l acordeón en la cultura santafecina, pero sobre todo en la música santafecina?
B.P:
El acordeón lo ubicaría primeramente en el mapa litoraleño, respondiendo a una historia de inmigración y distintos desplazamientos. En ese mapa, el acordeón tiene un sonido, un ritmo, un uso, una costumbre, y claro, conforma en su entorno algo familiar. Y luego, recambio generacional mediante, en otro contexto histórico y sonoro, con lo que todavía no llegaba a consagrarse como cumbia argentina pero ya sí acusaba un claro proceso de argentinización de la cumbia colombiana, el acordeón entra en escena de forma inevitable, por cercanía, por ser lo que estaba en esa casa santafesina a mano, con un pibe de 14 años que admiraba al Cuarteto Imperial. El acordeón sella eso proceso de argentinización y hace cuna a Santa Fe de un sonido propio, lo que a su vez le da una cultura propia, por fuera de ese mapa litoraleño.
No quiero obviar que la cumbia santafesina también tiene otro rasgo característico, propio, con la guitarra eléctrica como protagonista, o más bien un punteo particular que hace también a su identidad. Lo que ocurre con el acordeón es que es el elemento que provoca la epifanía única, es decir que solo podía ocurrir en ese tiempo, lugar y de esa forma determinada por la historia que lo antecede.

O.c: ¿Había un circuito, una industria que reventó a la cumbia, le hizo mal eso crees que ha cambiado? Me animaría a decir más que reventar a la cumbia, lo hizo con toda una movida tropical…


B.P:  
La cumbia se exporta de Colombia luego de un proceso de blanqueamiento y de institucionalización, si se quiere, o domesticación, mejor dicho. Y ese proceso se refuerza en cada país al que entra. A eso se le suman diferentes procesos políticos y estéticos.
La cumbia, como otras tantas culturas populares, pasa por eso y pasar por eso nunca deja de ser perjudicial. Refuerza estereotipos, desigualdades, marca dispositivos sociales a partir de gustos, consumos y hábitos culturales, y un millón de etcéteras. Pero también creo que finalmente toda cultura popular vence, que cuando esos procesos llegan a un clímax también se saturan, y que las comunidades se mueven retornando a las raíces, actualizándolas, no es un tradicionalismo estático lo que me refiero, es una fidelidad, una puesta en relación.
Un ejemplo muy concreto: luego del boom de todos esos jóvenes divinos y estilizados haciendo cumbia, hoy hay un revival a la cumbia de los setenta y ochenta, literales, con esos grupos y canciones sonando mucho, y también tenes otros tantos jóvenes que terminan abrazando la cultura cumbiera, más aún, folklórica latinoamericana, y salen a continuar ese legado con características de composición y orquestales muy similares pero bajo una mirada, estética, teatralidad, conceptualismo actual.

O.c: ¿Que es ser negro en el contexto que habla el libro? Una extensión un posicionamiento…
B.P:  
El libro no marca un ser negro contextualizado por sus ejes o por su razón de ser, si se quiere. Lo que el libro sí recupera son las construcciones racializadas y las lecturas racistas que afectaron la forma de historiar la cumbia y que, en gran medida, definieron y definen cómo se expande y es escucharla. Entonces pareciera que marca un ser negro porque si bien el racismo es estructural, no es lo mismo el racismo en Colombia que en Argentina. En ese sentido, en Argentina lo que ocurre es que se racializa la clase social y se extranjeriza al negro.

O.c: ¿La cumbia logro romper ciertas barreras compartiendo con otros géneros?

B.P:  Se puede decir que sí, pero con calma. Porque también creo que hay un proceso intermitente en el rompimiento de barreras y que no ocurre con todas las corrientes de cumbia, ni con todos los artistas y sus representaciones. Pero está claro que desde hace varios años, sobre todo desde ese proceso latinoamericano que nos iluminó promediando la primera década del siglo y que tuvo su clímax con nuestro bicentenario nacional, la cumbia ganó espacios y respeto. Una cosa sin la otra no sirve.

O.c: ¿Porque crees que la Cumbia santafesina quedo atrapada? Es paradójico si pensamos que vivimos en un mundo donde se “ha democratizado” en parte la música o donde es más fácil publicar un disco, una canción en las plataformas.

B.P: En principio hay que repetir, entender y hacerse cargo también, acusarlo, demandarlo, que la democratización como la vivimos, pensamos o vemos en la ciudad de Buenos Aires es bien distinta en los diferentes puntos del país. Y después, en el caso de la cumbia santafesina ocurren varias cosas juntas, estructurales, en cuanto a las dinámicas de la ciudad de Santa Fe, y propias de la escena, desde mezquindades hasta organizacionales .Creo que el mayor desafío es el del recambio generacional y el de justamente no quedar estancado en las facilidades, que muchas veces son superficiales. La cumbia es una máquina de subir y descartar artistas casi tan grandes como el pop.

O.c: ¿El último gran referente fue Leo Mattioli? ¿Qué paso después de el que no supieron construir otros? Si bien hoy están los palmeras son anteriores a Leo y trinidad…
B.P:  
Los Palmeras es una banda histórica, pionera desde que las discográficas entraron en juego. Es de las primeras bandas en grabar. Trinidad es el lugar en el que Mattioli nace y crece. Crece tanto que le queda muy chico, demasiado chico. Es el tipo que nacionaliza la cumbia santafesina, pero además es un transgresor total. Porque le abre la puerta a las mujeres, sale a tocar con Los Pibes Chorros cuando la cumbia villera era censurada, y cuando todos sus colegas salían a pedir esa censura y no sabían que hacer para despegarse, es el primero en teatralizar, y la lista puede ser eterna pero me interesa mucho de Leo que es muy argentino, y sus referentes artísticos son muy argentinos también: Sandro, Leonardo Favio, Cacho Castaña. Un extraordinario total.

O.c: ¿Qué relación tiene la cumbia santafesina con la villera que hablas en tu libro por otro lado la cumbia villera podríamos decir que es nuestro hip hop? Por cómo surgió pero que nunca busco imitar a nadie.

B.P:  La relación de toda la cumbia argentina con la cumbia villera fue siempre muy problemática. Ahí, como recién decía, Leo fue el primero y por mucho tiempo diría que el único en tender puentes. Luego se fueron sumando y muchos fueron cambiando de opinión de manera radical, pasaron del desprecio al amor, o a ver el negocio de la colaboración ahí. Pero la cumbia villera es una cultura muy definida, es hablar de Argentina y de todo lo que no se quiere hablar, y no les quedó otra que aceptarla porque el lugar en el que quedaban con el rechazo no era para nada inteligente, además de humanamente horrible y de no favorecerlos artísticamente. La cumbia villera yo digo que es nuestro hip hop gangsta, tiene los mismos elementos, la misma construcción, la misma territorialidad y biografía social.

O.c: Que papel jugo o juega lo mediático y lo político en la cumbia….
B.P:  
Cuando no hay política todo es entretenimiento y espectacularización, y eso se ve en diversas formas. La cumbia toda, no solo la santafesina, ha sabido aportar a ese juego, y también ha sido muy utilizada.

O.c: Que papel crees que juegan hoy figuras como Dalila, Karina y programas como un poco de ruido que tratan de alguna manera mantener esa llama, más allá de los ya nombrados Palmeras…

B.P:  Un poco de ruido, pase lo que pase a futuro con ellos, sea o no sostenible el mega éxito que hacen y demás, son los que trajeron la cumbia al siglo XXI en términos masivos y populares. No lo había logrado así ninguna banda ni la industria musical ni mediática tradicional.
Lo de Karina y Dalila son cosas distintas porque son artistas, y entre ellas son distintas también. Pero son indispensables por roles, por carácter y porque además son talentosas. Las dos tienen trayectorias increíbles y ahí sí que es bien difícil, por que si es complicado que cualquier artista de cumbia masculino se mantenga a lo largo de los años, siendo la escena masculina en un noventa y cinco por ciento y además sumamente machista, lo que ellas dos hicieron y hacen es realmente importante. Y el legado que dejan, sobre todo Karina, que es muy de tocar con otras, de compartirles escenarios, es prometedor.

O.c:  El libro me hizo volver a pensar algo que creo se da mucho en nuestro país donde muchos vemos lo de afuera con otros ojos, de alguna manera como que lo de afuera es mejor. Algo que si bien creo en algunas provincias ha cambiado por ahí en poblaciones más chica sigue estando… ¿vos crees que parte del problema radica en eso y porque se da?

B.P:  
Por un lado pienso que esa sensación va muy de la mano también con los distintos relatos predominantes que pueden ir variando, y de un extremo a otro, juegan siempre a la demagogia, relativismo, etcétera.
Por otro lado, creo que hay un problema mayor incluso que creer que lo de afuera es mejor y es que realmente hay mayorías, multitudes de sectores que no conocen su país. Y no solo que es imposible amar lo que no conoces, sino que es aún más imposible defender lo que no amas. Las razones de ese desconocimiento son miles, y en algunos más que razones son irresponsabilidades, pero en general la mayoría de la gente está tratando de sobrevivir y vuelvo un poco a lo que decía antes, así como la democratización de ciertas cosas no es igual en CABA que el resto del país, bueno, la supervivencia también tiene otras capas y las distancias se vuelven abismales, porque hay una clara política de desconexión.

No somos un país chico y se toma demasiado a la ligera su nulo federalismo, pero ese no federalismo pasa factura por todos lados, porque imposibilita la relación total y cercana del argentino con todo su país, todas sus culturas, todos sus climas, todas las realidades. Y no hablo de todos y todas en un tono inclusivo banal, sino que hablo en la necesidad de estructurar trenes, medios, turismo, educación, cultural, políticas nacionales en general que miren al país y políticas provinciales que salgan al encuentro del país. Mientras que lo federal no sea un propósito seguiremos teniendo problemas gravísimos que no son estructurales y que aún así afecta como tal y marcan nuestros destinos políticos.

O.c: ¿En la última parte del libro decís que tiene cultura musical propia pero no la puede formular por qué?

B.P:  Lo que digo en el libro es que al artista de cumbia tradicional y en general no formula culturalmente lo que hace. No se trata solo de una cultura musical, se trata de la cultura en una comprensión antropológica, urbana, comunitaria. Hay un diálogo roto entre la noción de la cultura popular y el compromiso del artista popular. El libro intenta encontrar respuestas a por qué ocurre esto con los protagonistas de la cumbia santafesina en particular, y traza lecturas con lo político y social de una ciudad a la que la cultura, en esos aspectos mencionados, le cuesta.

Dicho todo esto, también marco como excepción a la cumbia villera, que justo a la inversa de eso otro, existe porque primero hay una formulación cultural, y también exceptúo a toda esa movida que surge a partir de los procesos políticos de los dosmiles con el resurgimiento de la idea de Patria Grande.

O.c: Si tuviera que elegir tres grupos y tres canciones que sinteticen o den un pantallazo de lo que es al cumbia santafecina cuales elegirías?
B.P:  
Qué tremendo esto, ja. Voy a resolverlo sin pensar demasiado así no quedo atrapada en la imposibilidad de elegir. Artistas voy con Grupo Trinidad, Mario Pereyra, Grupo Cali, y canciones: Jurabas tu (Los del Fuego), El embrujo (Los Palmeras) y Si te agarran las ganas (Mattioli).