El nuevo proyecto encabezado por Adrián Berra reúne un conjunto de artistas con ideas y horizontes comunes que pueden resumirse en la canción y la independencia.
Adrián Berra es un cancionista argentino que desde hace tiempo viene produciendo y grabando sus canciones de manera independiente y autogestiva. Gran parte de ellas pueden rastrearse en el universo de las redes sociales en donde son visitadas y revisitas por miles de usuarios. Muchas veces acompañado sólo por su guitarra y otras tantas encontrándose con músicos que recorren su mismo camino, entre influencias locales y latinoamericanas. Esta última tendencia se refleja en su más reciente proyecto llamado La Vaca Perdida, con quién acaba de editar el disco «El Funeral».
En el disco, la banda cuenta con la participación de músicos de la talla de Martín Buscaglia, Ana Prada, Tomás Lebrero y Pablo Grinjot, referentes de una movida estética y artística que tiene que ver con las nuevas formas de resignificar la canción popular tomando lo más rico de las culturas del continente, puntualmente del Río de la Plata.
Pero el proyecto de La Vaca Perdida abre las puertas, también, a encontrarnos con artistas que desde hace años se plantean estos horizontes que tienen mucho de apuesta estética y otro tanto de apuesta política. En el sentido «no declamativo» del término, sino con «lo político» entendido como una manera de hacer, de andar y seguir sonando. La banda se completa con Jerónimo Guiraud en bajo, Matías Pozo en guitarras y Nicolás Soares Netto en batería. Otros tres nombres, otras tres apuestas y otras tres historias que también vamos a proponer descubrir en este segmento de Otra Canción.
Jerónimo Guiraud es una especie de alma inquieta que viene proyectando su música en numerosas bandas que fue armando y desarmando. A las que se unió para luego despedirse. Siempre con la apuesta en la canción, con diferentes variantes estéticas. En su carrera se mezcla el tango, la fusión folclórica, el rock y hasta el hip hop. Su último disco se llama «Sur venir» (editado en el 2012) y él mismo lo define como «Un regalo, un suvenir, una canción de canciones. Una imagen del canto solitario, que conecta con la inmensidad del universo, donde ya no estamos solos. Como nuestro sur, de montañas y cielos estrellados, lagos, piedras, que contienen la verdad, como vos, como yo. Lo que está dentro nuestro. Un proyecto de proyectos, la primer primer piedra, del polvo que pasó y dejó su huella, sin mas estrella que seguir cantando.»
Matías Pozzo es otro tipo en el que confluyen esas inicitivas de movimiento que giran alrededor de la compocisión y el trabajo como bandera. Si uno escucha el disco debut de Matías, que se llama «Almarretratos» y tiene como invitados a Verónica Condomi, Iván Noble y Nito Mestre, se dará cuenta que Pozo es un cancionista nato. De esos que puede juntarse con otros, cruzar ideas, compartir creaciones e incluso adpatarse a composiciones ajenas. Todo eso está en su trabajo. Se deja ver, se escucha. El músico también ha trabajado como productor artístico de Adrían Berra (de hecho es el productor de «El Funeral») y forma parte de una banda de música infantil llamada Anda Calabaza.
El caso de Nicolás Soares Netto es distinto, en parte. Porque Nicolás es baterista y su fuerte, claro está, no se relaciona con la compocisión y las canciones, en la misma dimensión que esa tendencia se expresa en sus compañeros de La Vaca Perdida. De los proyectos que lo tienen como protagonista, el más duradero tiene que ver con la banda Chúcaro. Otra de las agrupaciones que, enmarcadas en el cruce de permanente de la apertura hacia las raíces musicales del continente que se expresa generacionalmente en los útlimos tiempos, fusiona el rock y la canción popular, con ritmos folclóricos y la música rioplatense. Editaron tres discos. El último de ellos, con la participación de Martín Buscaglia, Mariano Cantero, Georgina Hassan y Nicolás Ibarburu, entre otros.