Con Actos de Gentileza, Florian consolida un momento clave en su trayectoria: el de un artista que deja atrás la timidez inicial de su carrera solista para abrazar una identidad más definida, más consciente y, al mismo tiempo, profundamente histórica. El EP, lejos de ser un simple conjunto de canciones, funciona como un manifiesto estético y afectivo que dialoga con una generación que empieza a reivindicar la sensibilidad como forma de resistencia. Una sensibilidad heredada de autores como Ángel Cabral y Enrique Dizeo; Contursi y Laurenz; Ramón Sixto Ríos; Discépolo,; Sanguinetti, entre otros. En un panorama musical saturado de estímulos y tendencias efímeras, Florián apuesta por un gesto casi contracultural: la pausa, la escucha, la ternura y el deseo de acercar el tango y el folclore a generaciones más jóvenes.
Desde lo sonoro, el EP se sostiene en una producción minimalista que evita deliberadamente la grandilocuencia. Las guitarras limpias, los arreglos discretos y la voz en primer plano construyen un clima íntimo que remite a la tradición del indie confesional, pero con una impronta propia. No hay artificios ni capas innecesarias: cada elemento está puesto al servicio de la emoción. Esa decisión estética no solo define el carácter del proyecto, sino que también revela una madurez artística que Florián viene cultivando desde sus primeros lanzamientos.
En este nuevo trabajo, Florian canta desde un lugar donde la vulnerabilidad no es un recurso narrativo, sino un estado genuino. El EP dialoga con una sensibilidad generacional que empieza a valorar la transparencia afectiva y la memoria histórica por encima de la pose.
El título del EP no es casual. La gentileza aparece como eje conceptual y como gesto político. En tiempos donde la velocidad y la indiferencia parecen imponerse como norma, Florián propone un espacio para devolver la gentileza que esos grandes compositores tuvieron al legarnos su música.
Desde un enfoque analítico, Actos de Gentileza puede leerse como un puente entre generaciones. Al mismo tiempo, anticipa una expansión artística que se vislumbra en su manera de abordar su carrera y su producción.
En definitiva, Actos de Gentileza invita a escuchar con calma, a detenerse en los matices, a dejarse atravesar por la emoción y la historia. En un contexto donde la música suele consumirse con prisa, Florián propone lo contrario: un espacio para la contemplación. Y ese gesto, pequeño en apariencia, es quizás uno de los más significativos que un artista puede ofrecer hoy, como ya lo hizo en su momento con Los Infernales, su compañera Feli Colina.
Canción por Canción:
“Que nadie sepa mi sufrir” es un vals criollo compuesto en 1936 por el músico argentino Ángel Cabral y el poeta Enrique Dizeo, también conocido por su título alternativo Amor de mis amores. La canción, nacida en Buenos Aires, se convirtió rápidamente en un clásico gracias a su temática universal: el dolor de un amor traicionado y la dignidad de ocultar el sufrimiento ante los demás. Su letra, cargada de melancolía y orgullo, ha sido interpretada por grandes figuras, cada una resignificándola en su propio estilo.
En está nueva reversión de Florian, la canción adquiere un aire contemporáneo sin perder su raíz popular. Florian suaviza el pulso criollo con arreglos modernos y una atmósfera más íntima, donde la guitarra y la voz se funden en un registro delicado y contemplativo. Su interpretación no busca dramatizar el despecho, sino subrayar la vulnerabilidad y la nostalgia contenida, acercando el vals a nuevas generaciones que descubren en él un puente entre tradición y modernidad.
Así, la lectura de Florian revitaliza un himno del desamor que, casi noventa años después de su creación, sigue resonando como testimonio.
“Como dos extraños” es uno de esos tangos que condensan, en muy pocas líneas, la devastación emocional de un reencuentro que llega demasiado tarde. Compuesto por José María Contursi y Pedro Laurenz, es un clásico del repertorio porteño que explora la distancia después de un amor intenso.
La canción gira alrededor de una escena simple pero brutal: dos personas que fueron todo el uno para el otro se cruzan nuevamente, pero ya no se reconocen. El dolor no está en la pelea ni en la ruptura, sino en esa frialdad que reemplaza lo que alguna vez ardió. Es un tango sobre la pérdida de la intimidad, sobre cómo el tiempo y las heridas pueden convertir a dos amantes en desconocidos.
Musicalmente, Florian y Santiago motorizado como amigos interpretan con cierto dramatismo el tango pero sin que suene a un lamento ezagerado como otras versioes grabadas. Podríamos decir que lo interpreta desde una tristeza madura, resignada.
“Pucherito de gallina” es una de esas joyas del tango que combinan humor, picardía y una mirada muy porteña sobre las relaciones. Compuesta por Roberto Medina y Juan Rezzano, es un clásico que juega con la ironía y la exageración para retratar un vínculo amoroso atravesado por el desencanto cotidiano.
La canción utiliza la imagen del pucherito de gallina como metáfora algo sencillo, humilde, que debería reconfortar… pero que en este caso aparece cargado de reproches, frustraciones y pequeñas miserias compartidas. Es un tango que no se toma demasiado en serio a sí mismo, pero que al mismo tiempo expone con mucha lucidez la dinámica de una pareja desgastada.
Lo interesante es cómo, detrás del tono ligero, se esconde una crítica fina a los roles tradicionales, a las expectativas y a la convivencia. Por eso funciona tan bien en versiones contemporáneas como la de Florian junto a uno de los más destacados tangueros de la generación actual Cucuza Castiello.
“De contramano” es una de esas piezas del repertorio popular argentino que captura, con una simple imagen, el desajuste emocional de una vida que perdió el rumbo. La expresión “ir de contramano” funciona como metáfora central: no se trata solo de caminar en sentido opuesto, sino de sentir que todo lo que uno hace va a destiempo del mundo y de uno mismo.
Está nueva versión interpretada por Florián junto a La Piba Berreta funciona como un cruce generacional y estético que resignifica por completo el espíritu del tango. Cada uno aporta un registro emocional distinto, y justamente en esa tensión aparece la fuerza de la interpretación.
La versión de “Merceditas” que interpretan Florián y Feli Colina funciona como un encuentro entre dos sensibilidades que, lejos de competir, se potencian. La canción, un clásico del chamamé compuesto por Ramón Sixto Ríos, suele cargarse de nostalgia y de un dolor suave, casi resignado. En manos de ellos, ese sentimiento se vuelve más íntimo, más contemporáneo, como si la historia de amor que narra se reescribiera desde un presente emocional distinto. Florián entra con una voz contenida, delicada, que no busca imitar la tradición litoraleña sino acercarla a su universo: un registro suave, casi susurrado, que convierte la canción en una confesión personal.
Su interpretación ilumina la fragilidad del recuerdo, la ternura que queda incluso cuando el amor ya no está. Feli Colina, en cambio, aporta una fuerza terrenal que ancla la canción en su raíz. Su voz áspera, profunda, trae consigo la memoria del chamamé, la intensidad del litoral, la herida que todavía arde. Cuando ambos cantan, la canción se vuelve un puente entre mundos: la luz tenue de Florián y la densidad emocional de Feli se entrelazan para construir una lectura nueva, respetuosa pero audaz. No buscan reproducir la versión clásica, sino abrirla, expandirla, volverla un diálogo entre dos formas de sentir. El resultado es una interpretación que honra la tradición sin quedar atrapada en ella, y que demuestra cómo un clásico puede seguir vivo cuando se lo canta con honestidad y con una sensibilidad propia.
La interpretación de “Nada” por parte de Florián se sostiene en una sensibilidad que desarma por su honestidad. El tango, originalmente cargado de dramatismo y de una tristeza casi teatral, encuentra en su voz una lectura más íntima, más contenida, donde el dolor no se declama: se confiesa. Florián no exagerae; al contrario, la vuelve un murmullo gracias a la participación de La Valenti. . Esa elección transforma la canción en un espacio emocional distinto, más cercano a la vulnerabilidad contemporánea que al lamento clásico. Su fraseo suave y la producción que lo acompaña —más minimalista— abre un clima donde la nostalgia respira sin rigidez. En su versión, “Nada” deja de ser solo un tango de pérdida para convertirse en un retrato de la desolación moderna.
“Fueron tres años” es un tango compuesto por Juan Carlos Howard (música) y Enrique Cadícamo (letra), dos figuras fundamentales del repertorio porteño. La canción narra el reencuentro doloroso entre dos personas que compartieron un amor intenso durante tres años, un tiempo que quedó grabado como una marca emocional imposible de borrar. En la versión de Florián, el tango se despoja del dramatismo clásico y se vuelve más íntimo, más contemporáneo. Su voz suave y contenida transforma la nostalgia en una confesión casi susurrada, donde el peso de esos “tres años” se siente más como una herida silenciosa que como un lamento teatral. Al reinterpretarla desde su sensibilidad en compañia de Chechi de Marcos, Florián logra que una pieza histórica del tango respire de nuevo, sin perder su esencia pero adquiriendo una vulnerabilidad moderna que la vuelve cercana incluso para quienes no crecieron escuchando este género.
“Cambalache”, escrito por Enrique Santos Discépolo en 1934, es uno de los tangos más filosos y vigentes del repertorio argentino. Su letra, cargada de ironía y desencanto, retrata un mundo donde los valoresse confunden y se degradan, un “cambalache” moral que Discépolo denunció con una lucidez que todavía incomoda. En la versión de Florián, la canción se despoja del tono declamatorio y casi teatral con el que suele interpretarse, para transformarse en una lectura más contemporánea, donde la crítica social aparece filtrada por una generación que vive ese caos desde otro lugar. La voz de Florian y Salustiano parecen por momentos contenidas, no subrayan la bronca sino que la dejan flotar, como si el absurdo del mundo ya no sorprendiera, sino que doliera en silencio. Al reinterpretarlo así, Florián actualiza el mensaje: muestra que el desorden moral que Discépolo denunció sigue vigente, pero ahora se vive con una mezcla de resignación y porque no lucidez.