Termina un año particular. Otra Canción destaca 16 discos que nos dejaron cosas para seguir conversando.
* Abrapampa – Los Cocaleros
Aunque arriesgados y con resultados inciertos, los cambios siempre implican un movimiento audaz y riesgoso que deberían magnificar a los actores que los encaran desprejuiciadamente. Transformarse es una manera de apostar con la mirada en el horizonte y abandonar el espacio de comodidad que la mayoría de los seres vivos eligen casi como estrategia para esperar la muerte sin que nada rompa demasiado las pelotas en el mientras tanto. Los Cocaleros podrían haber seguido al pie la letra del recetario musical, la fórmula que los convirtió en una de las bandas emergentes más atractivas de la escena cordobesa y avanzar limando aquellos aspectos que creían necesarios profundizar. Cuando uno hace girar su segundo disco, el sacudón resulta tan llamativo como fresco. “Abra Pampa” concentra su concepto en un estilo más amarrado al country folk que al garaje protopunk expresado en su disco debut. Pero eso no quiere decir que se pierda fuerza o que se ceda en contundencia. El corazón místico de la puna jujeña es el lugar elegido para una historia que parece dibujarse a partir de una experiencia bandidoruralesca que se comienza a tropezarse con la ciudad y su derrotero de multitudes. A veces, las vueltas y las búsquedas siempre vuelven a los orígenes. Y como aparece el norte natal de sus integrantes, aparece el color genético de la banda. Los Cocaleros cambian pero no abandonan su esencia. Sus presentaciones en vivo dan cuenta de que el espíritu primario no se pierde y que, lejos de alejar (valga la redundancia una vez más), el matiz cambiante de su segundo disco hace de Los Cocaleros una de las bandas con mayor proyección entre ese puñado de actores convocados a protagonizar el despegue definitivo de la música hecha en Córdoba.
Obligadas para el playlist: «Hacia el sol«; «Demonio personal«; «Alma desesperada«.
* Valdes – Valdes
Con destino de pista bailable, una de las novedades de la primera parte del año vino de la mano de dos de las caras conocidas entre los buceadores de novedades en el entramado musical cordobés. Eduardo y Francisco “Pancho” Valdes editaron su disco debut con el que se propusieron «la búsqueda de la fusión entre el house y el pop universal«. Para su presentación en sociedad, juntaron a toda la familia de Discos del Bosque y ejecutaron un show en que la potencia estética se impuso con base en un sonido hipnótico que rápidamente capturó la atención de propios y extraños en aquellas noches de Club Paraguay. Pulso electropop efectivo, canciones con formato de mantra y un frontman como, hoy por hoy, aparecen pocos en la escena nacional. El que haya visto a Pancho Valdes sobre el escenario saber que el comentario no es exagerado. Un combo infalible. El disco, además, acierta en el juego de los convites llevando a Flor Lucena, a Tomas Ferrero y a los Hipnótica a sus registros más efectivos en sus sendas participaciones en el disco que apareció allá por el primer trimestre del año y marcó el comienzo de un gran año que se coronará con la presencia de la banda en el Cosquin Rock del año entrante.
Obligadas para el playlist: «Bailar sola«; «Únicos en el mundo«; «Ven hacia mi«.
* Contraluz – Pedro Aznar
Es difícil enfrentarse a la escucha de un disco de un artista con 40 años de trayectoria en el lomo. Sobre todo porque los auditorios suelen estar cargados de prejuicios y anclajes emotivos previos que los sumergen en una nostalgiosa postura que tiende a incomodarse con los sonidos novedosos. Pese a todo, «Contraluz» es un disco que parece destinado a satisfacer la gula linkeadora de los auditorios memoriosos. En gran parte de sus discos anteriores, Aznar parecía proponer un escucha cautiva desde una postura estética definida de antemano. En su último disco parece jugar con todas esas expresiones en las que supo sumergirse a lo largo de su carrera y, como si hiciese falta aclararlo, lo hace con maestría. Desde la canción pop al bolero tradicional y del rock de guitarras al frente a la música de raíz, todo el universo con el que uno suele asimilar la figura de Pedro aparece en «Contraluz». De yapa, el músico se mete por primera vez en la música popular mexicana con una ranchera en la parece renegar del paso del tiempo. Ese que no se nota en sus formas de entender el mundo y de interpretarlo musicalmente.
Obligadas para el playlist: «Contraluz«; «La última pieza«; «Por la vuelta«.
* Mini Buda – Octafonic
Luego de un primer disco que los había llevado a lo más alto de la consideración roquera autóctona, Octafonic profundizó esos laureles con un segundo disco contundente en concepto y sonoridad. Expuestos los fundamentos de su existencia, el ahora noneto comandado por Nicolás Sorín vuelve a despacharse con un disco en el que los estilos conviven en una urdimbre tan rica como sorprendente al paso de la escucha. Con un pulso roquero un poco más marcado que en «Monster», este «Mini Buda» retumba en melodías funkys, vuelos jazzísticos y frenesí electrónico. Con el eclecticismo casi como bandera identitaria, Octafonic sigue incomodando a rotuladores y defensores de añejas purezas. Casi que no parece un disco hecho en la Argentina, y la universalidad de su sonido lo convierte, al igual que su antecesor, entre lo más destacado de este 2016. Octafonic no reniega de las incomodidades ajenas y se dispone a seguir jugando a ser esa banda que mete en la coctelera un abanico performático lo suficientemente amplio como para seguir rompiendo molduras canción a canción. O por qué no, a veces, romperlos dentro de un mismo tema.
Obligadas para el playlist: «Mini Buda«; «TV«; «Nana Nana«.
* El Reino – Pamela Rudy
Entre las operas primas de este 2016, las once que conforman el reino creado por Pamela Rudy aparecen como las novedades más frescas en el universo de la canción pop cordobesa. Se trata de un universo pensado meticulosamente en que el sonido de época convive con una mixtura propia de una formación amplia que expone el sentido a la búsqueda identitaria que se deja ver sin demasiados prejuicios. En «El reino» de Pamela aparecen fantasmas, links a su infancia, las sierras de Córdoba, animales varios y sentimientos a corazón abierto. Musicalmente, la variación se presenta como una constante lo que hace que la escucha, además de amena sea un rico mapa de influencias que se ponen de manifiesto con una interpretación prolija con toques de intimista sensualidad.
Obligadas para el playlist:«El reino«; «Canción para una mordida de serpiente«; «Miramar«.