Se cumplen 30 años del lazamiento del primer disco solista de Andrés Calamaro.
Hay carreras y trayectorias en las que se pueden rastrear varios puntos de partida. En la vida de Andrés Calamaro es fácil rastrear varios. Su debut público con la banda Raíces, su consagración masiva con Los Abuelos de la Nada y una trilogía que puede culminar con su debut como solista, en 1984.
«Hotel Calamaro» fue pergeñado en conjunto al tercer disco de Los Abuelos y al segundo disco solista de Charly García («Himno de mi corazón» y «Clics modernos», respectivamente, aparecidos en el mismo año). Calamaro venía siendo parte fundamental de ambos engranajes en aquel momento. Charly, a quien Andrés acompañaba en sus actuaciones en vivo, fue el encargado de producir su trabajo como solista, un disco que tiene pasajes muy identificables con aquel momento del hombre de los bigotes en monocromo. «Hotel Calamaro» es un excelente disco debut. Tiene la particularidad de no haber entregado en la perspectiva de la historia una gran cantidad de éxitos en la extensa y consagrada trayectoria del músico, pero sí marca desde sus formas los lineamientos que luego se iban a profundizar en la cancionística calamaresca. Un anclaje bien marcado en la canción pop y alejada de los sonidos que podían identificarse con el sonido de época, que estaban más presente en su trabajo junto a la banda en la que peleaba protagonismo con Miguel Abuelo.
Entre los temas que se destacan de aquel primer disco pueden resaltarse un par que fueron haciéndose espacio entre las que, desde un primer momento, se imaginaron como las más adecuadas para lanzar al mercado el perfil Calamaro de la canción. En momentos en que la música popular iba acompañando el destape festivo del regreso democrático, desde la pluma de Andrés se iban disparando algunos nuevos versos que el público recibía de brazos abiertos pese a su aparente densidad sonora y su cabizbaja lírica de abandono. «Amor iraní» y «No me pidas que no sea un inconsciente», tal vez los dos temas más destacado del disco desde la mirada de melómanos e historiadores iban empujando a un segundo plano a temas mucho más cercanos a las morisquetas compositivas más relacionadas al adolescente tecladista que había encontrado la fama desde su teclado en Los Abuelos de la nada, como «Fabio Zerpa tiene razón», «Radioactividad radial» o «Detenida», esta última compuesta junto a Pipo Cipolatti.
«Hotel Calamaro» no tuvo una gran repercusión desde el plano comercial y de difusión. La crítica mantenía la atención en otro rol del artista, al que le iba a costar un poco más de lo imaginado su consagración como solista. Sin embargo, «Hotel Calamaro», que debe su nombre a un claro homenaje del músico al «Morrison Hotel» de la banda The Doors, sirve desde la perspectiva histórica como una primera muestra del crecimiento de Andrés Calamaro como un autor que empezaba a dar los primeros pasos hacía el fin de la pubertad compositiva.