Un 11 de julio de 1914 nacía el Bandoneón mayor de Buenos Aires.
La historia enciclopédica cuenta que ese mágico instrumento llamado bandonéon nació en Alemania como un órgano de iglesia portátil para la tarea de evangelización. Por esas cosas de la historia mundial, las migraciones, las guerras, la industria y los barcos, el instrumento llego al Río de la Plata, para comenzar a ganar terreno en el mundo de la música popular de esta parte del mundo. El bandoneón es sinónimo de tango hoy, más que de música alemana o religiosa, aunque para más de uno el tango es religión. Y si el bandoneón es sinónimo de tango, uno no puede más que pensar, inmediatamente, en la figura de Pichuco, el gordo, Anibal Troilo. Genio, figura y hoy, mito del instrumento, de este genero musical y de la historia de la cultura argentina.
Aníbal Carmelo Troilo nació un 11 de julio de 1914, en Buenos Aires, más precisamente en la calle Cabrera 2937, entre Anchorena y Laprida, en lo que se conocia como barrio del Abasto (hoy Palermo), reducto tanguero por excelencia en esos primero años del siglo XX. Su padre, Carmelo Troilo, apodaría al pequeño Anibal como Pichuco, apodo por el cual nombraban a uno de sus mejores amigos. Según algunos biógrafos, el apodo podría ser una deformación del napolitano picciuso que significa «llorón». Y vaya si después habría de hacer llorar el bandoneón. Justamente este instrumento, lo hipnotizaría desde pequeño. Desde que era niño, Troilo escuchaba tocar el bandoneón en los bares de su barrio. A los 10 años, ya viviendo en el barrio de Recoleta, convenció a su madre, Felisa, para que le comprara su primer bandoneón. 140 pesos de entonces, salió el primer bandoneón del Gordo, que su madre pagaría 14 cuotas de 10 pesos. La leyenda dice que luego de la cuarta cuota el vendedor desapareció y nunca reclamó el resto.
Alguna vez, Troilo le comentó a la periodista uruguaya Maria Ester Gilio que «cuando era chico era un gordito. Siempre fui un gordito. Tenía un hermano mayor… Vivía en el barrio del Abasto. A los nueve años debuté en un café, con una orquesta de señoritas, y de mañana, como me caía de sueño, en lugar de ir al colegio me iba al café a dormir. Quedé libre. Mi vieja se agarró un disgusto de la gran siete. No soñaba que yo con la música podría llegar a algo». A los 14 años, nada más, formó su primer quinteto. Genio precoz, muchachito de Buenos Aires, comenzó a escribir la historia que luego lo ubicaría entre las luminarias del tango argentino. Porque Troilo no era un mero ejecutante del instrumento, sino uno de esos artistas que logran imponer una marca personal a las cosas que hacia, y sin dudas esa firma de autor marcó el genero a fuego. Eso lo convierte en mito.
A los 18 años conoció a Discepolo que quería hacer una gira por el extranjero y pidió un bandoneón. Pero no cualquier bandoneón y el joven morocho, gordito, peinado al medio, pidió permiso a su madre para embarcarse en tal aventura. También le diría a Gilio: «Yo nunca puedo escribir música por escribir. Preciso una letra primero. Una letra que me guste. Entonces la mastico. La aprendo de memoria. Todo el día la tengo en la cabeza. Es como si la fuera envolviendo en la música. Es muy importante para mí lo que dice la letra de una canción. Por eso me gustaban las letras de Manzi. Eramos como hermanos, con una sensibilidad parecida…, el mismo amor por el teatro…«. Y con Manzi hicieron esa dupla fantástica centrada en engrandecer esa ciudad monstruo llamada Buenos Aires. Horacio Ferrer diría que «es fundamental saber que estas obras de Troilo y Manzi hay una tradición incubada dentro de Buenos Aires, porque vienen a desembocar en esta belleza de Che, bandoneón, la manera poética de Carriego, la manera poética de todo el Boedo de González Castillo, con Maffia, con Piana, con los poetas de los cafés de Boedo y con su concepción de la existencia; estas son obras maestras que son resúmenes, brillantes y esplendorosos de toda una tradición porteña.» Manzi fue su gran amigo, y su muerte en 1951 llevó a Troilo a una profunda depresión que duró más de un año. En su memoria compuso el tango Responso.
Quinteto, cuarteto, dúo con el guitarrista Grela, composiciones con Manzi, Cátulo Castillo, Cadicamo y Contursi, entre otros fueron parte de su camino a la gloria del tango. El 11 de julio es el día del bandoneón y a 100 años de su nacimiento, brindamos en nombre de uno de los fundamentales de nuestra cultura musical argentina.