Hablar de Teresa Cárdenas es hablar de una de las voces más singulares y necesarias de la literatura cubana contemporánea.
Escritora, actriz, narradora oral y trabajadora social, Cárdenas ha construido una obra que nace del cuerpo, de la memoria y de la experiencia afrodiaspórica, y que se despliega con una honestidad que conmueve por su claridad y su profundidad.
Nacida en Matanzas en 1970, creció en un solar, un espacio comunitario donde la vida se compartía.
Ese territorio —con sus tensiones, sus afectos y su oralidad— marcó su sensibilidad y su manera de mirar el mundo. Desde niña encontró en la lectura un refugio y, al mismo tiempo, una ausencia: no había niñas negras en los libros que llegaban a sus manos. Ese vacío fue el impulso inicial para empezar a escribir. Su literatura nace, en parte, de la necesidad de crear los cuerpos, las voces y las historias que no encontraba representadas.
Con Cartas al cielo (editado en argentina como cartas a mi Mamá) irrumpió en la escena literaria con una voz íntima, directa y profundamente humana.
A partir de allí, su obra se expandió hacia la narrativa infantojuvenil, un territorio donde se volvió imprescindible. En 2005 obtuvo el Premio Casa de las Américas por Perro viejo, consolidando una trayectoria que dialoga con la ancestralidad, la negritud, el racismo, la comunidad y la resistencia cultural. Sus libros han sido publicados en Canadá, Estados Unidos, Venezuela, Corea del Sur, Suecia, Brasil, Alemania, España y República Dominicana, entre otros países.
Pero Cárdenas no es solo escritora: su trabajo como activista y trabajadora social se filtra en cada página, recordando que la literatura puede ser un espacio de cuidado, de memoria y de afirmación identitaria.
Hoy vive en Río de Janeiro, donde continúa escribiendo y participando en festivales literarios de América Latina. Su obra sigue creciendo, siempre fiel a esa raíz que la sostiene: la certeza de que contar historias es una forma de preservar la vida, de honrar a quienes vinieron antes y de abrir caminos para quienes vienen después.

Te recomendamos dos libros
Awon Baba
Awon Baba es uno de esos libros donde Teresa Cárdenas vuelve a desplegar su capacidad para escribir desde la raíz afrodiaspórica, convocando voces, ritmos y memorias que vienen de lejos pero siguen latiendo en el presente. El libro funciona como un puente entre generaciones, un tejido donde la autora recupera la figura de los baba —los ancestros, los mayores, los guardianes de la palabra— para devolverles su lugar en la construcción de identidad y comunidad.
Cárdenas escribe con una cadencia que subraya la importancia de la oralidad como ritual: cada frase parece pronunciada más que escrita, como si transmitiera un legado que no le pertenece solo a ella, sino a un linaje entero. En Awon Baba conviven la poesía, la narración y el canto, y esa mezcla es parte de su fuerza: el libro no busca encajar en un género, sino honrar una tradición viva.
Lo más potente es cómo la autora logra que lo ancestral no quede fijado en el pasado. Los baba dialogan con el presente, acompañan, interpelan, sostienen. La memoria no es un museo: es un territorio en movimiento. Y Cárdenas lo sabe. Por eso su escritura no es solemne, sino vital; no es arqueológica, sino profundamente contemporánea.
Awon Baba confirma a Teresa Cárdenas como una de las voces más necesarias de la literatura afrolatina: una escritora que entiende que narrar también es cuidar, que recordar es un acto político y que la palabra puede ser un modo de preservar la vida.

Cartas a mi mamá
En Cartas a mi mamá, Teresa Cárdenas vuelve a demostrar que la literatura puede ser un espacio de reparación íntima y, a la vez, un gesto político. El libro está construido como un diálogo imposible: una hija que le escribe a su madre muerta, tratando de entender el mundo, su propio cuerpo, su identidad y el lugar que ocupa en una sociedad atravesada por el racismo y la desigualdad.
Cárdenas escribe con una voz que no teme. Cada carta es un intento de nombrar lo que duele, pero también lo que sostiene: la memoria, la comunidad, la herencia afrocubana, la fuerza de las mujeres que vinieron antes.
Lo más conmovedor del libro es su capacidad para hablar desde la infancia sin simplificarla. La niña que escribe no es ingenua: es lúcida, vulnerable, feroz. Y en esa mirada se revela la potencia de Cárdenas para trabajar la oralidad, la intimidad y la denuncia sin perder la belleza del lenguaje.
Cartas a mi mamá es un libro breve pero inmenso. Una obra que acompaña, que interpela y que recuerda que escribir también es una forma de volver a abrazar lo que ya no está.
