Carolina Mama: Para mí el arte es política, es construcción social y es cultura

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En un momento en que la música latinoamericana se abre a nuevos territorios y debates, Caro Mama presenta Amina, un debut solista que mezcla folk, jazz y sensibilidad cinematográfica para transformar historias silenciadas en paisajes sonoros. La cantante y compositora convierte su biografía y sus viajes —desde el Sahara marroquí hasta Nueva York— en un manifiesto artístico atravesado por la memoria, la resiliencia femenina y la política como construcción cultural.

Tras haber transitado proyectos colectivos como Nacarola y Levana, Caro Mama emprende un camino propio en el que cada canción se convierte en un paisaje íntimo y a la vez colectivo. Amina no es solo un disco: es un manifiesto poético que homenajea a las voces silenciadas y propone tejer redes de cuidado entre mujeres. Concebido entre Buenos Aires, Nueva York y Los Ángeles, el proyecto reúne la experiencia vital de la artista y la potencia creativa de colaboradoras como Lau Noah y Emily Elbert.

Con un sonido que respira libertad y mestizaje, Amina marca una evolución artística y un posicionamiento político: la música como refugio, pero también como fuerza transformadora capaz de encender conversaciones urgentes sobre identidad, representación y violencia de género. En esta conversación, Caro Mama profundiza en el origen del disco, en las historias que lo atraviesan y en su mirada sobre el rol del arte y de las mujeres en la música actual.

O.c: ¿Quién es Carolina Mama? Pensando un poco también en que el disco tiene tintes folclóricos, pero también tiene jazz, tiene algo de folk estadounidense. Me parece interesante eso.

C.M: Soy una mezcla de muchas culturas. Obviamente los tintes folclóricos que escuchás en el disco son el primer background que yo tengo como artista. Empecé tocando y cantando folclore argentino. Más adelante me enamoré del folclore latinoamericano —música de Colombia, Venezuela, Brasil— y en algún punto me enamoré del folclore de todo el mundo. Después, en la adolescencia, me enamoré del jazz, lo estudié, me gané una beca y me mudé a Estados Unidos. Desde ahí empecé a enamorarme de folclores de distintas partes del mundo: el norte de África, Marruecos, música de Serbia, Croacia, ciertas partes de India. Aprendí a cantar en varios idiomas y tuve la fortuna de que maestros de esas culturas me enseñaran y me dieran el visto bueno. Soy una apasionada del folclore del mundo, me vuelve loca, me parece una cosa maravillosa.

O.c:  ¿De dónde surge el nombre Amina?

C.M: El nombre surge de una historia que leí y estudié bastante. Yo estaba viajando por el sur de Marruecos  estudiando una música que se llama Tuareg, música del desierto. Recuerdo que fue un viaje duro, porque ser mujer en esa cultura, sola y rodeada de hombres, fue difícil. Empecé a estudiar la historia del feminismo en Marruecos y encontré la historia de Amina: Una joven que tenía 15 años en 2009, un hombre la violó, y las leyes decían que si el hombre pedía casarse con la familia no iba a prisión. La casaron. Ella se suicidó a las dos semanas con veneno de rata. Eso generó uno de los primeros movimientos feministas en Marruecos.  Es una de miles de historias de mujeres en todo el mundo, pero esa me movilizó mucho. Quise honrarla, y también a todas las mujeres que decidieron levantarse y pelear. Escribí la canción en el Sahara, estuve un mes ahí, y de esa experiencia nació la locura del disco. Después de escribirlo, sentí que el disco tenía que llamarse así.

O.c: Me parece que a lo largo del disco, de alguna forma, se describen testimonios sonoros, vidas ignoradas, marginadas. Qué importante es darle vida, darles sonoridad a estas historias…

C.M: Yo creo que es un poco mi misión de vida. Por mi propia historia, uno puede quedarse en el dolor y sumergirse en el duelo, pero también se puede celebrar. Celebrar a las personas que pudieron superar esas situaciones, celebrar la vida de las que ya no están. No que queden pintadas para toda la vida en el duelo. Tiene que haber un espacio de celebración, incluso para las familias y amigos. Es complejo, podría hablar mucho tiempo, pero creo que es necesario celebrar también a esas mujeres que ya no están.

El disco busca cuestionar y abrir conversaciones. También por mi propia historia: uno puede quedarse en el dolor y sumergirse en el duelo, pero también se puede celebrar el haber podido superar eso, el haber y se puede celebrar la vida de esa persona que ya no está. Sino como que queda pintada para toda la vida dentro de ese duelo, y yo creo que debe  exigir un espacio de celebración para las familias y los amigos. Es complejo lo que estoy diciendo, podría hablar mucho tiempo, pero tiene que haber también un espacio de celebrar a esas mujeres que ya no están.

O.c: El disco me parece que busca cuestionar algunos aspectos sobre la identidad y la representación femenina, en un momento en que en Argentina también se debate mucho el rol de los músicos y del arte en general dentro de la sociedad. Lali Espósito, por ejemplo, fue una de las artistas más criticadas, incluso con comentarios de que debía limitarse a cantar y no hablar de política. Creo que antes no se discutía tanto si un artista debía expresarse o no sobre ciertos temas, y hoy pareciera que volvimos a una época en la que el arte solo debía ser entretenimiento. Pensando en tu música, donde con las historias que contás tratás de derribar ciertas representaciones femeninas que algunos creíamos ya superadas, ¿cómo ves este momento en el que se vuelve a discutir el rol del arte y de la mujer, en un contexto donde todo está en debate?

O.c: La pregunta que estás trayendo es perfecta. Estamos en un momento que también tiene que ver con la introducción de la inteligencia artificial. Es como cuando apareció la electricidad y el mundo cambió con las máquinas. Hoy la inteligencia artificial está generando una nueva conversación sobre lo que significa el arte.

Más allá de la corriente política que sucede en el mundo, yo, desde lo personal, no puedo separar la política del arte. Soy ese tipo de argentina que no puede separar el arte de la política. Aún viviendo tantos años fuera del país.  Para mí el arte es política, es construcción social, es cultura, y dentro de la cultura está la política.

También respeto las posturas de quienes deciden no hablar. Estás hablando de lo de Lali, y también pienso en las cancelaciones que hubo en el mundo por artistas que no hablaron sobre Palestina. Muchos fueron cancelados por no apoyar, y muchos que apoyaron fueron criticados por “solo” ocuparse de eso y no del arte. Yo creo que estamos en un momento tan complejo políticamente que respeto a quienes deciden dedicarse solo a su arte, pero no respeto la crítica hacia quienes deciden hablar. Si un artista se considera políticamente atravesado por lo que sucede en su país o en el mundo, y decide hablarlo en el escenario, tiene todo el derecho. Tenemos siglos de historias de artistas que cambiaron el mundo por formar parte de la política.

O.c: ¿Y el rol de la mujer en este contexto?

C.M: Para mí es clave. Parece que hubiésemos retrocedido mucho tiempo. En el país donde estoy, las leyes empiezan a retroceder. Tanto avance, tanto trabajo para llegar a ciertos lugares… lo pienso por las abuelas, por las mujeres de esa generación, y de repente las chicas de veintipico años vuelven a salir a luchar por cosas que las abuelas y bisabuelas ya estaban peleando. El rol de la mujer está retrocediendo. Se han vuelto de moda cosas como la anorexia, la mujer como imagen de entretener y no de pensar. Está sucediendo algo muy fuerte.

O.c: ¿Y la inteligencia artificial, cómo entra en todo esto?

C.M: Para mí la inteligencia artificial está modificando el mundo a una velocidad enorme. El arte está perdiendo valor porque cualquiera puede bajarse un programa, componer una canción, hacer un video, una fotografía, todo basado en inteligencia artificial. La gente que pasamos años intentando aprender el craft, el artificio de lo que uno hace, vemos cómo eso se va porque aparece una nueva plataforma. Somos la última generación que vivió sin eso. Entonces, el concepto de qué es el arte vuelve a ser una pregunta muy fuerte y filosófica.

O.c:  La canción “Poema sobre el mar”. La encontré como que plantea una desconexión entre el arte contemporáneo y la naturaleza, especialmente con el mar. ¿Qué tan importante es desde tu perspectiva, volver a conectarnos con esto que también nos da cierta sensibilidad para conectar con otras cuestiones más sociales?

C.M: La conexión con la naturaleza es fundamental. No sé, alguien quizás, alguna persona de la generación X  como la llaman, me diría que soy un dinosaurio, pero yo creo que estamos totalmente atravesados por eso. Mientras más vivamos a través de las pantallas, más difícil va a ser conectar con lo que es el mundo.

No somos un animal solo para vivir adentro de una pantalla. Estamos rodeados de millones de cosas, de especies, de colores, de sonidos. El mar es esta entidad a la que ni siquiera podemos ingresar del todo: lo intentamos, formamos parte un poco, pero adentro del mar no podemos sobrevivir si no tenemos un tubo enganchado a la boca.

Si te ponés a pensar en todo el mundo, en la cantidad de agua que el mar tiene… para mí el mar es uno de mis dioses más grandes. Todo viene del mar, mucho de lo que escribo viene de ahí. Y esa canción habla de eso: ¿para qué vamos a estar haciendo esto si ni siquiera podemos escribir canciones que tengan que ver con las cosas más maravillosas que están alrededor nuestro?

O.c:  En algún punto, tu canción cuestiona a ciertos pensadores y músicos que no escriben sobre temas como la crisis ambiental u otros problemas sociales. ¿Sentís que hay una desconexión ahí?

C.M: Pero también es una crítica al mainstream musical, a lo que ha pasado en el mundo y lo que viene pasando en los últimos cinco años. Hoy en día, para los artistas del medio es muy difícil avanzar. Antes la gente podía salir de gira, sobrevivir de tocar y componer sus canciones. Hoy, si no hacés cierto estilo de música, es muy difícil que te firmen, y si no hablás de ciertos temas, también es muy difícil que te llamen.

No digo que no haya artistas increíbles en todo el mundo, pero los artistas políticos se están quedando sin un espacio seguro. A mí me han pasado cosas concretas: se me cerraron puertas por haber hablado de ciertas personas en público.


O.c: ¿Y qué pasa en Estados Unidos con las instituciones culturales?

C.M: Lo que está pasando es que muchas instituciones grandes, en California y Nueva York, están financiadas por el gobierno. Y esas instituciones que antes tenían un espacio de libertad en el discurso hoy ya no lo tienen.

Estamos viviendo un episodio de Black Mirror. Estados Unidos se está convirtiendo en uno de los países más inseguros para inmigrantes.

O.c: Volviendo un poco al disco, ¿cuál es tu relación actualmente con el folklore? Pienso en canciones como Amina, que tiene una letra muy típica del folclore, y El adiós, que me parece tiene un aire tanguero.

C.M: El folclore me atraviesa y me atravesará siempre. El folclore argentino es tan maravilloso… Amina tiene una mezcla.  Es una gran mezcla entre La Saya argentina y un ritmo marroquí, y por eso se generan esas percusiones medio locas. Es muy loco, porque cuando lo toco con un músico argentino lo entienden enseguida; lo toco con un músico de otro lado y me dicen “¿qué?”. Y les explico: claro, tenés que ser de esos países para entender cómo se maneja el movimiento del tiempo. Porque los argentinos en el folclore tenemos algo tan maravilloso: el tiempo pasa de una forma que no se puede comprender del todo rítmicamente. Lo podés escribir, lo podés notar, pero no.

En Amina hay mucha referencia folclórica argentina y también de las canciones que aprendí a cantar desde chica. El adiós es una milonga, y siempre fui muy amante de la milonga: desde los 16, 17 años iba a bailar. La música me sale así, aunque no quiera. Ahora estoy escribiendo el siguiente disco y esas cosas vuelven a aparecer, se entrelazan. También hay melodías que me recuerdan a Fito Páez, a Spinetta. Soy muy fanática de la música argentina.

O.c: En El adiós me parece una canción que describe el recuerdo, atraviesa el tiempo, con algo del verano, del invierno. ¿Qué te llevó a escribir sobre eso? ¿Qué buscabas transmitir con esa persistencia del duelo, del adiós?

C.M:  El adiós es una canción que escribí la primera vez que se me rompió el corazón. Al principio fue un poema, después la musicalicé y la trabajé.

Lo escribí como poema, y en un invierno en Nueva York me acordé de esa persona, y ya habían pasado otros duelos: la pérdida de mi abuelo y otros dolores. Y cuando me acordé de esa persona, entendí que el concepto de la canción es que a veces, cuando le decís adiós a alguien, ese dolor que sentís, en realidad son muchos más los duelos que están sucediendo al mismo tiempo.

Ese adiós fue tan profundo porque era decirles adiós a muchas cosas: familia, dolor, historias. Y de ahí viene, por eso quizás la milonga. Porque el adiós es algo constante, estamos diciendo adiós todo el día.

O.c: Es una letra muy tanguera en ese sentido. ¿Creés que, de alguna forma, esto del adiós nos redefine, también nos ayuda a redefinirnos a nosotros mismos?

C.M: Sí, totalmente. Nunca salimos iguales. Lo que pasa es que hay mucha gente que nunca se anima a decir adiós: se sostiene, aunque diga un adiós físico, en su cabeza o emocionalmente nunca deja ir. Conozco muchas personas así. Yo creo que cuando uno realmente sabe decir adiós. si logras atravesar ese duelo, salís cambiado. No hay forma de no salir cambiado, porque cuando algo se está muriendo, una parte tuya también se está muriendo.

O.c:  Pienso en esto y me lleva a preguntarte sobre el tema Mi madre, la luna. Ahí aparece la figura de la luna como guardiana de historias dolorosas y ancestrales. ¿Qué representa para vos esa transmisión de memoria femenina, de resistencia, que tiene la canción?

C.M:  Mi madre, la luna es la canción del disco que más me toca cuando la interpreto en vivo. La escribí para mi hermana. Ella, hasta el día de hoy, es discriminada por mucha gente por el tipo de trastorno que tiene, y además no puede hablar. Los elementos como la luna o como el mar son los que la respetan y la honran tal cual es. No necesita cambiar para esos elementos. Para la humanidad, sí: muchas veces la gente exige que cambies.

Ahí aparece la mitología, que me apasiona. Cuando uno logra separarse de las figuras humanas, que juzgan tanto y pueden martirizar la vida de una persona, y abre el horizonte hacia figuras mitológicas, encuentra otra forma de protección. Soy muy fanática de Miyazaki, y ver al mar o a la luna como protectoras de lo que nos va pasando me generaba mucho cariño. De ahí nació Mi madre, la luna: para honrarla a ella y hablar de esas criaturas que la están cuidando.

O.c: En algún punto la canción me hace pensar en sirenas que buscan dar su voz, aunque se la hubieran arrebatado. El escrito invita a soltar la voz al mar. ¿Qué tan importante es, como músico, soltar la voz al mar —propia o de aquellos que no pueden expresarse, como tu hermana—?

C.M: Creo que es fundamental. La voz, en todos sus formatos, es muy importante soltarla. Es muy loco la gente que no usa su voz como herramienta. En este momento vos estás usando tu voz como herramienta, yo también, pero la gente que no está acostumbrada a escucharse a sí misma, cuando lo hace, tiene reacciones muy fuertes

Para mí, soltar la voz y honrarla es clave: dejarla ser, sin juzgarla. Esa canción habla de eso: soltarla, honrarla, dejar que exista. Y creo que esa pregunta que me haces es muy buena, porque atraviesa toda la música que yo hago.


O.c: Recién hablábamos de las figuras mitológicas. ¿Por qué decidiste usar ciertas figuras mitológicas en vez de decirlo de una manera más directa? Creo que esta canción tiene algo de poesía. De hecho, vos me dijiste que algunas canciones habían sido escritas como poemas. ¿Cuál es tu relación con la poesía y por qué esa necesidad de entrar en la mitología?

C.M: Creo que más que una necesidad es simplemente quien soy. Es la forma en la que pienso y siento. Siempre fui muy fanática del mundo mágico, de las criaturas y de la mitología. Ya no puedo diferenciar qué parte de mí es la realidad y qué parte son esas mitologías que vivo en mi cabeza y en mi cuerpo, y que además he estudiado.

Empecé con la mitología Maya, después me mudé a la egipcia, y soy muy fanática de todo ese universo. Son años y años, milenios de historia de honrar algo que para mí es más grande que el humano mismo.


O.C: En el disco trabajaste con Lau Noa y Emily Albert, si no me equivoco. ¿Fue grabado o trabajado en Los Ángeles?

C.M:  El disco lo trabajamos en Los Ángeles, junto a Lau Noa y Emily Albert, que fueron parte fundamental del proceso creativo.

O.c: ¿Cómo influyó la colaboración de Lau Noa y Emily Albert? ¿Cuánto hay de aporte de ellas en este disco? Porque lo siento muy personal, muy autorreferencial y tuyo, pero imagino que al trabajar con ellas te habrán aportado algo, una mirada nueva, o incluso marcado un poco el camino.

C.M: yo había hablado con varios productores que tenían interés, pero querían modificar la música. Y como bien decís, el disco era muy personal, entonces yo realmente quería dejar lo personal intacto. La maravilla de trabajar con Lau y con Emily fue que nada de lo que yo había escrito se modificó: se mantuvo intacto. Lo que ellas me dieron fueron herramientas a nivel producción para poder crear esa música.

Eso me dio mucho cariño, saber que podía ser yo tal cual soy, y que ellas me decían: “No hay nada que cambiar acá, esto está perfecto”. Además, trabajar en un equipo de tres mujeres fue muy maravilloso.

O.c: El material de prensa dice que el disco es también una herramienta para promover la prevención de la violencia de género. ¿Cómo creés que dialoga esta música con el oyente y qué esperás de quienes lo escuchen?

C.M: Lo primero que espero es que la gente lo escuche con el corazón abierto, con mucha apertura. Es un disco con mucha información.

Mi trabajo personal ahora que salgo de gira el año que viene, es generar espacios —workshops en cada lugar al que viajo— para darle herramientas a las mujeres para escribir sus historias, ya sea a través de poesía o canciones. Y seguir hablando de lo que significa la violencia de género, para que haya un despertar en la gente.

Una amiga me hizo un chiste la última vez que toqué en Nueva York: salimos del teatro y me dijo “mirá, la gente llora en tu show, pero por algún motivo los hombres de cincuenta para adelante son los que más lloran”. Creo que eso tiene que ver con que la historia es tan personal, porque estoy decidiendo ser muy personal, y eso genera garra. Es como decir: si yo puedo hacer esto, está bueno que lo escuches y que quizás te replantee ciertas cosas.

O.c: ¿qué voces honrás o te gustaría honrar? ¿A qué voces les cantás?

C.M: Le canto mucho a mis abuelos, que fueron quienes me criaron y me enseñaron lo que era el amor. Ambos murieron: mi abuela cuando yo tenía trece años, de cáncer; mi abuelo cuando yo tenía diecisiete, de tristeza por no tenerla a ella. Siempre que estoy en el escenario pienso en ellos, porque realmente me enseñaron lo que significaba el amor.

También le canto a ciertas partes de mi familia, a mis hermanos y hermanas, eso está muy presente. Le canto a la gente de la cual estuve enamorada, para honrar y respetar lo que me enseñaron. Y le canto a artistas que me marcaron, como Fatomata Diawara, Wicca, Residente.

O.c: ¿Qué lugar ocupa tu vulnerabilidad a la hora de narrar y hablar de estas cosas? Es un disco muy sentimental, muy abierto.

C.M: Me abro completamente, incluso a veces un poco más de lo que quisiera. En el escenario es maravilloso, porque la gente se conecta mucho con esa apertura. Pero también como artista necesito generar momentos de protección. En entrevistas, por ejemplo, no siempre estoy interesada en abrir toda mi vulnerabilidad. No todos los días me levanto con el corazón abierto para contar toda la historia.

Los artistas que decidimos hacer piezas muy abiertas y vulnerables necesitamos también momentos para volver adentro y cuidarnos.

O.c: Este disco recién está editado, pero para vos como creadora ya es viejo. ¿Estás pensando en otras cosas, seguís componiendo? ¿Creés que el disco ya cumplió una etapa personal?

C.M: Sí, el disco ya cumplió una etapa. A los músicos nos pasa que cuando terminamos de sacar el primer disco ya no lo queremos escuchar más. No es que no lo quiera escuchar, me encanta tocarlo en vivo, y me queda mucho tiempo por delante para hacerlo, probablemente todo el 2026. Pero para mí ya abrió un espacio nuevo para crear.

Con la última canción del disco, Bajo el silencio, se me abrió una nueva puerta. Ahora tengo dos proyectos en la cabeza: un EP más pequeño, con guitarras acústicas y cuerdas, narrando mi tiempo en Nuevo México, la tierra de los cowboys. Y también la continuación de lo que sería Amina, un proyecto más grande en el que ya estoy trabajando. Ideas nunca me faltan.

O.c: Hoy, viviendo en Estados Unidos y con todo lo que pasa a nivel mundial, ¿qué cosas te llevan a escribir? ¿Qué te interesa ahora, distinto a lo que escribiste en este disco?

C.M: Estoy siendo atravesada por la pregunta sobre la creación del arte y la inteligencia artificial. Qué significa ser humano si una máquina puede hacerlo por vos. Estamos perdiendo mucho.

Juego con la idea de qué significa ser genuinamente uno. Hoy podés ir a una aplicación, poner tu nombre y pedir que te escriba una canción “al estilo Carolina Mama”. Esa aplicación busca toda mi música, analiza mis acordes, mis ritmos, mis letras, y te da una canción. Entonces, ¿qué significa ser genuino en este contexto? Esa es la pregunta que me atraviesa ahora.

 Entonces, vos de repente podes publicar esa canción, que va a sonar como yo, pero no va a ser la persona que yo soy. Esto es solo el inicio porque lo estoy viendo con muchos artistas de Estados Unidos.

Mucho de lo que está empezando a aparecer en mi escritura tiene que ver con eso. Obviamente sigo con los procesos de hablar sobre el duelo, de hablar sobre la mujer, eso va a estar siempre. Pero también hay algo de la inmediatez a la que no me quiero suscribir como artista.

O.c: ¿Se viene gira por Argentina? ¿Tenés pensado el año que viene presentar el disco? ¿Hay fechas ya programadas, ciudades?

C.M:  Sí, estoy trabajando con Indie folk y vamos a estar tocando probablemente en abril en Argentina, en tres ciudades. También habrá alguna fecha en Chile y en Brasil. Después voy para Europa, luego Estados Unidos y otra vez Europa.