Victoria reguera es la voz, el cuerpo y la mirada detrás de Bop Contra la Cortina, un seudónimo que nació como chiste literario y se volvió manifiesto artístico. Lo tomó de un cuento de Charles Bukowski —“Bop Bop Bop contra la cortina”— y lo convirtió en nombre propio: bopbopbop, apellido contra la cortina. Desde hace más de quince años lo usa para identificarse, más allá de su proyecto musical. Es una forma de jugar con el anonimato, de separar arte y persona.
Antes de ser canciones, fueron textos. Antes de ser textos, fueron catarsis. Victoria escribía en un blog a modo de diario íntimo, donde volcaba todo su sentir. Con el tiempo, esos escritos se volvieron poemas, y los cuentos se transformaron en canciones. Canciones que no corrigió ni editó: quedaron como salieron. Le cantan a personas errantes, con códigos de barrio, con palabra, con capacidad de amar y valores de otros tiempos.
En 2022 lanzó Invocación, un álbum de ocho temas en el que literalmente invocó la vida que quería tener. Ahora se dispone a lanzar Morbo, un disco de 14 canciones que funcionan como grietas por donde se filtra todo lo que siente, donde la melancolía y la rebeldía conviven en perfecta tensión.
En esta entrevista, Victoria despliega el universo visceral y filosófico de Morbo. Desde el gesto del seudónimo hasta la ética del brote compositivo.
El disco no se ordena en géneros, sino en pulsiones: tango, punk, blues y folk se cruzan como lenguajes que habilitan la risa, el duelo, el deseo, la memoria.
La voz aparece como estado natural, como urgencia del cuerpo, como forma de decir lo que no se puede nombrar.
Un disco visceral, poético, intimista y rockero que va de Chet Baker a Nathy Peluso, de Viejas Locas a Dostoyevski, y de Gershwin a Patricio Rey.
Morbo es una trinchera afectiva, una exploración empírica sobre el lenguaje y sus límites. Y esta entrevista, una bitácora de ese proceso.
Otra Canción: Me gustaría empezar por saber como nace “Bop Contra la Cortina”
Bop Contra la Cortina es un pasaje del cuento homónimo de Charles Bukowsky (en verdad, el cuento es “Bop Bop Bop contra la cortina”). En el transcurso de la lectura, cuando entendí el chiste, lo adopté para siempre y todo en mí pasó a ser nombre: bopbopbop; apellido: contra la cortina. Hace 15 años que lo uso indistintamente para identificarme, más allá de mi proyecto musical. Siempre me gustó jugar con el anonimato. Bop bop bop es difícil de pronunciar, parece un chiste o una onomatopeya. Es la representación abstracta de un ruido. Creo que, inconscientemente, separo mi arte de mi persona, y definitivamente busco hacer ruido, provocar. Creo que el arte debe ser trascendental, y el gesto del seudónimo conlleva esa determinación: no importo yo, sino lo que provoco en vos.
O.c: Morbo es el nombre de tu primer disco, pero también el nombre de la canción… ¿de dónde surge la necesidad de llamarlo como esa canción?
Morbo resume el concepto del disco entero. La frase “¿Para qué lloro si no es por morbo?” es la síntesis perfecta de todo lo que digo en las canciones, de muchas maneras distintas. El disco es una exploración exhaustiva sobre esta lectura: el hambre de placer, el egocentrismo, la novelización de nuestra propia historia, la elasticidad de nuestros propios límites, que llevan —por supuesto— a la despersonalización. Morbo viene a reconocer todo esto y a cagarse de risa. Somos nuestro propio bufón
O.c: El disco combina tango, punk, blues y folk. ¿Cómo se cruzan esos mundos sonoros en vos? ¿De qué vivencias o descubrimientos musicales nacen esas mezclas?
Es parte de esta misma exploración que decía anteriormente. El ejercicio fue contar el chiste de todas las maneras posibles. La contundencia retórica se establece a partir del entrecruzamiento de varios lenguajes: la prosa, la música, la fotografía, la literatura. De alguna manera, estoy haciendo un trabajo empírico sobre el lenguaje y el metalenguaje. Para muchos, mi ubicación se reduce a la repetición del mismo recurso de siempre: la chica sexi funcional al lobo que alimenta. Pero no. Yo entro en diálogo con los que están entendiendo lo que quise decir. Ese es mi público.
O.c: Leí que el disco nació en las pausas del dolor. ¿Qué te permitió convertir ese duelo en canciones sin caer en una oscuridad cerrada?
En determinado momento, lo irracional o emocional empezó a brotar en mí, y decidí empezar a registrar qué es lo que mi cuerpo tenía para decir. En algún momento, decidí dejar de hacerme la boluda conmigo misma: hacerme cargo. Yo siempre escribí, y es algo que tengo muy a mano. La capa musical se agregó tiempo después; fue incontrolable. Me gusta que sea así, que brote. De hecho, las canciones no las reviso ni las edito: así como salen, quedan. Creo que es una parte importante de lo que hago a nivel artístico: la conservación de ese resultado prevalece más allá de su optimización potencial. Yo no busco que mi canción sea mejor, sino que sea esa que expresa eso único e irrepetible que sucede en el transcurso de la composición.
O.c: En la canción “Morbo” decís que volvés a la voz como estado natural. ¿Qué significa cantar hoy en este contexto social e histórico?
Esa frase dice exactamente: “soy presente, es mi estado natural”, y es toda una declaración de principios. Todo el disco habla, una y otra vez, de esa búsqueda que —si te lo ponés a pensar— es ridícula. “Buscarse a sí mismo” suena súper new-age o espiritual, cuando en verdad es mucho más carnicero. Somos todos estúpidos tratando de llegar, de forma desesperada, al mismo lugar que propone una agenda que cambia todo el tiempo. Lo que importa hoy, mañana es basura. Y eso mismo es lo que somos.
Esta inconsistencia de las cosas nos lleva a desvincularnos, a no comprometernos. Y aunque esté súper vigente el activismo sobre un montón de pilares que antes desatendíamos, te demanda tanta energía la descentralización de la pose que, en verdad, no te lo creés ni vos. Mi respuesta a eso es un poco lo que cantaba Iorio: sé vos nomás, que al mundo cambiarás. No debería ser tan difícil.
O.c: Las imágenes del disco fueron tomadas en Lanús, tu barrio. ¿Qué rol juega ese territorio en tu música y en tu manera de narrarte?
Es que no podía ser de otra manera: el disco entero fue trabajado de manera conceptual, y cada una de las decisiones apuntó a robustecer el discurso. Es exponerme en mi casa, con mis cosas, con mis paredes, mi perro, mis amigos. Es una configuración errática de la cual se obtuvo determinado resultado. Esa aleatoriedad que somos cada uno de nosotros es también nuestra mayor fortaleza. Morbo habla de llegar al borde, estar a punto de romper, y justo antes de eso, reconocerse y volver.
O.c: Tus letras tocan deseo, error, amistad, muerte… ¿Hay algún tema que todavía te da vértigo abordar o que estás esperando encontrarle forma?
Siempre busco decir con la mayor verdad posible. Claro que esto va mutando, porque el decir está siempre atravesado por el sentir. Por ejemplo, Vuelven me costó mucho poder cantarla, porque me ponía a llorar. No podía. Pero no me quedé ahí con eso. Repito: lo que importa no soy yo, sino lo que provoco en vos. Entonces traté —y sigo tratando— de sobreponerme a eso. Y no creo que se trate de cantarla desde otro lugar, sino de entender que la respuesta orgánica a lo que me pasó a mí fue esa canción. Pero cuando la canto, ya deja de ser mía: es de quien la escucha.
O.c: En “Agujeros” el cuerpo parece hablar antes que la voz. ¿Qué grietas íntimas se filtraron en esa composición?
Esa canción la escribí cuando estaba esa pelotudez de “no son 30 mil” y toda esa búsqueda de ridiculizar y banalizar el proceso, las muertes y las vejaciones por las que pasamos todos. Porque cada uno de los que faltan, nos falta a todos. Me acuerdo que estaba enojadísima, y pienso mucho tiempo en eso: cómo permitimos la reproducción y revictimización de esos discursos tan violentos y destructivos.
Pienso que parte de nuestro laburo es persistir la memoria. Pero ¿cómo hacerlo frente a una realidad cada vez más fragmentada, donde no pareciera haber lugar para un pilar ideológico? La permanencia de una idea se ha vuelto casi utópica. Yo no soy una persona oscura ni de las que se quedan con el “y bueh, qué se le va a hacer”. Sí creo que estamos en medio de un cambio paradigmático que exige nuevas formas, más plásticas.
O.c: “La guarida” suena a refugio y trinchera. ¿Sentís que una canción puede contener lo que afuera no tiene contención?
Creo que la música, definitivamente, contiene. La música funciona como una gran pileta de ideas en la que el cerebro se sumerge y va flotando apaciblemente. El músico dispara una flecha —o miles de flechas— y te cambia para siempre. Y eso es raro, porque la música, a diferencia del habla, propone un acuerdo tácito entre quien la hace y quien la escucha, sin retribución alguna.
O.c: En “Gira el cielo” se percibe un movimiento interno. ¿Qué pulsión o imagen fue el punto de partida de esa canción?
De alguna manera esa canción es mi homenaje a Spinetta, una de mis canciones preferidas de él es “que ves el cielo”. Si bien no la escribí pensando en eso, sino que simplemente surgió así mientras jugaba con mi hijo, en una relectura me parece inevitable encontrar esa referencia, el baile, lo liviano, lo concéntrico, y él que como artista me generó un montón de cosas.
O.c: “De vos y de todo” parece una carta abierta. ¿Sentís que la canción te permite decir lo que no se puede nombrar en la vida cotidiana?
Sí, creo que todo mi proceso personal de hacer canciones decanta de esa urgencia que denotó mi cuerpo de empezar a decir. Empecé a sacar de adentro lo que quería decir a través de las canciones. Quizás en mí funcione de esa manera. Quizás todavía necesite ordenar mis pensamientos en forma de canciones para poder escucharlos y darles sentido práctico en mi vida.
O.c: “No todo lo que brilla” tiene un tono de desencanto. ¿Qué verdades incómodas te empujaron a escribirla?
Esa canción habla de la relatividad de las cosas, en el sentido de que todo cambia de acuerdo a la óptica con la que se observe. Es esa pregunta: ¿si tiro el oro a la basura, es oro o es basura? En fin, la idea es poner sobre la mesa que todo es arbitrario. Y creo que es importante entender eso, porque desde ese lugar podés armar tu propio juego.
O.c: Me gustaría cerrar la nota con “Las manos” que tiene una carga simbólica intensa. ¿Qué gestos, memorias o vínculos habitan esa imagen?
En esa canción quise describir exactamente, haciendo la bifurcación cronológica y emocional, la noche en que me enamoré. Porque cuando me di cuenta de que me había enamorado entendí que también me había habilitado al amor, después de un montón de años de vivir pensando que yo no iba a tener nunca eso. Me enamore de el y me volví a enamorar de mi.