Leer a Lamberti: Cuando el terror es memoria y belleza

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Luciano Lamberti nació en San Francisco, Córdoba, en 1978. Licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, es autor de una obra inquietante y poderosa que abarca cuento, novela y poesía. En 2023 ganó el Premio Clarín de Novela por Para hechizar a un cazador, una historia coral que mezcla el terror con los efectos perdurables de la última dictadura militar, y reafirma su lugar en la literatura argentina contemporánea.

Leer a Lamberti es entrar en territorios que no ofrecen certezas, pero sí conmoción. Sus relatos están habitados por voces fragmentadas, criaturas fantásticas y escenarios rurales que devienen monstruosos, como si lo siniestro se escondiera en la cotidianeidad. Su estilo se mueve entre el delirio, la ternura y la denuncia social, con una prosa que nunca abandona la belleza, incluso cuando habla del horror.

Su novela Para hechizar a un cazador expone esa tensión como nunca: Julia, una mujer apropiada en dictadura, descubre su verdadera identidad y con ella una trama de secretos familiares, pactos oscuros y figuras que trascienden lo humano. El Cazador —criatura fantástica y simbólica— representa no sólo al poder militar, sino al mal que puede habitar en cualquiera. Lo que comienza como novela histórica pronto muta en thriller psicológico y termina en horror puro: visceral, desbordado, con imágenes que resuenan tanto en lo real como en lo sobrenatural.

La narración es coral: la historia de los Lara se construye a través de múltiples voces que orbitan la misma herida, y el lector debe unir las piezas como un puzzle. Lo fantástico aporta frescura y desconcierto, pero también funciona como herramienta filosófica: ¿Quién soy yo?, ¿Qué es la realidad?, ¿Cómo se vive cuando los bordes de la propia historia se rompen?

Desde lo político, Lamberti se aleja de toda solemnidad para narrar lo indecible: la herencia del terrorismo de Estado, el silencio como forma de poder y la fractura identitaria que todavía atraviesa generaciones. Socialmente, el libro retrata un pueblo cordobés donde las elites reproducen su dominio a través de lo oculto, y desde lo filosófico, se pregunta por la naturaleza del mal, el origen de la identidad y la fragilidad de toda certeza. Hay ecos de Calderón, de King, de Mariana Enríquez, pero también una voz que transforma el terror en arte literario.

En novelas como La masacre de Kruguer o El otoño acaba en tu corazón, y en sus cuentos reunidos en El asesino de chanchos o Gente que habla dormida, Lamberti se confirma como un autor que desafía los géneros, dialoga con Borges y construye una literatura de lo inquietante desde lo profundamente argentino.

Hay que leer a Luciano Lamberti porque su escritura abre heridas con sensibilidad, porque en cada frase vibra la potencia de quien no escribe desde la fórmula, sino desde el fuego. Su obra no busca respuestas: abre zonas oscuras para mirar el abismo sin perder la poesía.