En el vasto panorama de la música cubana, pocos nombres resuenan con la misma fuerza y emotividad que el de Liuba Hevia. Reconocida por su inconfundible estilo y su profunda conexión con la Nueva Trova, Liuba ha dedicado su vida a crear melodías que trascienden generaciones y fronteras. A lo largo de su carrera, ha trabajado incansablemente para llevar la poesía y la música a los corazones de los más jóvenes, cultivando un amor por el arte que perdura en el tiempo.
El próximo jueves 27, la trovadora se presentará en Chascomús, mientras que el 28 lo hará en Torquato Tasso (Buenos Aires). El 29 será el turno del Espacio Platz en Córdoba, y el 30 se presentará en la Sala Lavarden de Rosario. La gira continuará los días 2 de abril en el Teatro Montoya (Posadas) y el 3 en la Sala Guido Miranda (Resistencia), cerrando el sábado 5 en Raíces del Dawson en Berisso, La Plata.
En esta entrevista, exploramos su trayectoria, su relación con íconos de la música como Pablo Milanés, y su visión sobre el poder de la música como un puente entre culturas.
Otra canción: ¿Quién es Liuba Hevia para quienes aun no te conocen?
Liuba María Hevia, es una mujer que vive para su trabajo, para la música, que ha tenido la fortuna de nacer en un país que está lleno de poesía, de canciones y que tiene casi la obsesión diaria de ser cada día la mejor versión de sí misma.
O.c: Como parte del movimiento de la Nueva Trova, que tuvo su esplendor con figuras como Silvio, Pablo, Vicente y Santiago Feliú. ¿cómo percibes hoy ese movimiento?
Liuba: La Nueva Trova fue un movimiento cubano, pero te puedo decir que eso dejó de existir como movimiento, organización o espacio que se orientaba y se organizaba. Eso dejó de existir y de funcionar en la práctica hace varias décadas. Sin embargo, Cuba es un país trovadoresco, muy asociado a la canción de Trova, y tiene un público muy específico, no solo en Cuba, sino en diferentes países.
Me haces referencia a cantores de la llamada Nueva Canción, que es, digamos, otra manera de denominarla. Lo que quiero decir es que siempre hay un público para este tipo de canción, que, si bien no es una moda —aunque alguna vez fue un poquito más visible—, creo que nunca fue moda, pero sí fue más vista mundialmente.
Sí creo que hay un público fiel a ella, aquel que busca la belleza y se interesa por canciones pensantes, comprometidas con las esencias de la vida de las diferentes culturas; eso siempre va a estar presente. Independientemente de que existe esa tradición en muchos países del mundo de habla hispana, te puedo asegurar que Cuba es un país con raíz trovadoresca, desde sus inicios, desde la llamada Trova tradicional o vieja Trova. Hoy día, puedes encontrarte en diferentes sitios del país con personas que hacen Trova y crean buenas canciones. A pesar de que hay modas relacionadas con la música urbana, que han comprometido a grandes mayorías, siempre hay un público fiel a este tipo de canción, que necesita y busca la trova como forma de expresión
O.c: ¿Qué significó Pablo Milanés para ti? Sé que tuvo un papel importante en tu carrera, especialmente en la grabación de tu primer disco.
Liuba: Mi relación con Pablo y también con Silvio es la que puede tener un alumno con su admiradísimo maestro. Siempre digo que no necesitaba grabar con ellos; compartir mi trabajo con ellos ya era suficiente para sentir amor y respeto por ambos. Sin embargo, la vida me dio la oportunidad de hacer ambas cosas: compartir con ellos en varias de mis producciones y darles un abrazo. Pude estar cerca en algunas ocasiones, seguir su trabajo y sentir que podían dar una opinión sobre el mío. De esta manera, he sido una mujer privilegiada, no solo por el hecho de trabajar con ellos, que es mucho, sino por todo lo que aprendí́ de ellos y por haber coincidido en el tiempo con ellos.
He respirado en el mismo tiempo que respiraban, o respiran, esos grandes cantores, que son mis maestros de la canción iberoamericana. Han cambiado las maneras en cuanto a la composición misma, han sido mucho más abiertos y han roto esquemas y formas muy tradicionales dentro del mundo de la canción cubana y también iberoamericana. Por lo tanto, me siento honradísima. Y repito, es la relación que uno puede tener con su querido maestro, una relación de gratitud y de ganas de aprender.
O.c: Además de ser una destacada trovadora, también trabajas con niños. ¿Qué tan importante consideras que es la música en la educación y en la sociedad en general?
Liuba: Realmente, una de las zonas más importantes, e incluso sagradas, de mi trabajo es la que realizo en función de los más pequeños. Es uno de los trabajos más delicados y educativos, no solo para ellos, sino también para quienes lo hacemos por y para ellos. Este trabajo tiene un valor social extraordinario, porque además es algo que te sobrecoge, te renueva, te cuestiona y te eleva. Muchos piensan que crear para los niños implica bajar, minimizar ideas, conceptos y maneras de expresión, hablar con diminutivos o achicar acordes.
Sin embargo, yo pienso que es todo lo contrario: es elevarnos a su nivel, porque los niños están en el sitio más alto. Por lo tanto, trabajar para ellos es para mí́ una misión especial, algo que sobrepasa los límites de la belleza, que va más allá́ de un aplauso o de un teatro lleno. Es, además, la sensación de utilidad, porque tienes el deber de educar y de reaprender las cosas que realmente son esenciales para vivir. Trabajar con ellos siempre es un reto, ya que implica mirar a los ojos de la verdad, y es un privilegio para todos los que tengamos esa oportunidad.
O.c: Debo admitir que conocí un poco más tu trabajo a través del famoso disco «La Habana en febrero» y, con «Vidas paralelas», descubrí́ a grandes cantautores menos reconocidos. ¿Qué tan importante es el trabajo en conjunto en la música? He notado que en varios de tus discos has invitado a colegas.
Liuba: Es cierto, el disco «Vidas Paralelas» es un álbum de dúos, donde hago un homenaje a la canción de autor y realizo un recorrido por algunas de mis canciones más emblemáticas. Como era un disco de dúos, compartí́ estas canciones con colegas queridos, algunos de los cuales no conocía personalmente, pero con quienes me identificaba por su trabajo. Todos los que están invitados a este disco son personas que he admirado muchísimo.
Una peculiaridad de este trabajo, que me gustó, es la posibilidad de cantar una canción de ellos, es decir, una compuesta por mí y otra compuesta por mi invitado. Tuve la libertad de elegir la que más me gustaba de ellos, asegurándome de que los arreglos tuvieran que ver tanto con mi canción como con la que elegía de ellos. Ese disco fue realmente un pacto con la belleza y la complicidad, algo que valoro mucho y que me gusta especialmente.
Creo que el trabajo en conjunto siempre aporta algo único, ya que uno redescubre y redimensiona su canción y la que va a compartir e interpretar, así́ como el arreglo en el que va a trabajar. Para mí ha sido de verdad un premio. Como bien dices, algunos de estos artistas son poco conocidos a nivel mundial; son artistas independientes que no pertenecen a grandes empresas ni a discográficas notorias, pero que tienen un trabajo que vale la pena buscar y defender. Para mí ha sido un privilegio.
También están artistas más consagrados, como Ana Belén, Silvio, Pablo, entre otros, autores y cantantes muy diversos que han sido importantes para mi carrera y que siempre están presentes en mi vida, como Omara Portuondo. Son cantantes que han marcado mi vida como oyente y público, porque uno nunca deja de oírlos. En fin, unir todas esas fuentes y corrientes nos enriquece a todos.
La música como puente entre culturas y greneraciones
O.c: ¿Cuál es tu relación con Argentina? Tenes varios tangos grabados y un disco titulado «Naranjo en flor». Además de un disco homenaje a María Elena Walsh.
Liuba: Tengo una relación con Argentina de un enamoramiento histórico, que comenzó́ en mi infancia a través del cine, la música y la literatura. Todo lo que se mueve en esa zona del mundo tan especial me ha fascinado: la danza, el humor y el sentido del ritmo de la vida argentina. Me he identificado mucho con el país y lo he conocido antes de viajar allí́, gracias a la magia de la literatura y las canciones. Por ejemplo, me imaginaba la luna rodando por Callao, como bien escribió́ Horacio Ferrer y musicalizó Astor Piazzolla.
El tango fue entrando en mi vida desde el cine más tradicional y porque aquí́ en Cuba se interpretaba mucho. Existían varias asociaciones de tango en diferentes espacios del país, y yo, siempre curiosa, iba a escuchar a los ancianos que cantaban tangos, tratando de parecerse a Gardel, con sombreros y bufandas, hablando con ese tono tan característico. Siempre me pareció́ algo simpático, lindo y elegante.
La danza del tango es un baile delicado, sensual y hermoso, muy particular. La vida me llevó a la oportunidad de cantar tango siempre que podía. Cuando empecé́ a tocar la guitarra, trataba de aprenderme algún tango, aunque casi siempre me acompañaban músicos. He estado haciendo tango desde hace muchos años, desde que estudiaba en la escuela de músico, y se ha vuelto un habito interpretar uno o dos tangos en mis conciertos.
Efectivamente, hice el volumen «Naranjo en Flor» gracias a la oficina del historiador de la ciudad de La Habana, Eusebio Leal, un hombre muy querido que ya no está́ físicamente, pero que fue muy importante para el pueblo habanero y para los buenos cubanos agradecidos. Eusebio Leal es un ser inolvidable que hizo mucho por Cuba, un hombre coherente, con una cultura extraordinaria, defensor del arte, siempre buscando espacios para pintores y músicos. Tenía en su oficina un sello discográfico donde buscaba rarezas, cosas que en ese momento no estaban muy a la mano, pero que valía la pena grabar. decidió́ grabar este disco y escribió́ unas notas preciosas para «Naranjo en Flor».
En ese disco, hago un recorrido por diferentes autores tradicionales como Gardel-Lepera, Astor Piazzolla, Eladia Velázquez y María Elena Walsh. Interpreté obras fantásticas de autores como Enrique Santos Discépolo, haciendo un recorrido por tangos de diferentes épocas. Ese disco fue realmente una fiesta. Tuvimos a Walter Rio invitado en el bandoneón y Osvaldo Montes, un gran músico argentino que estuvo muy cerca de este proyecto y que hizo la música de la película «El lado oscuro del corazón», también colaboró en el disco. Fue una experiencia muy linda.
Estoy muy implicada en el pop argentino; me encanta la música que hacen, desde diferentes ángulos. Me gusta la música tradicional, la folclórica, el huayno, la chacarera y la zamba argentina. Soy una enamorada de Argentina de verdad, de punta a cabo, como diríamos por acá́.
O.c: «Hilos a la luna» es una de tus canciones más reconocidas, en la que le cantas a un abuelo, algo poco común. ¿Cómo surgió́ esta canción y quién fue tu abuelo?
Liuba: Realmente, «Los hilos de la luna» o «El abuelo», como muchos le dicen, es una de mis canciones más divulgadas. Ha tenido varias versiones y es una canción muy querida por todas las vivencias que me ha regalado. Mi abuelo era asturiano y fue uno de tantos que iban a ser enviados al servicio militar. Justo en ese momento, le dieron la orden de presentarse para ir a la guerra de Marruecos, y mi bisabuela tuvo la genial idea de decirle que no, que se fuera al puerto y se marchara en el barco, a donde fuera, a América. Creo que por eso en mi ADN está la negación a la guerra.
Mi abuelo llegó a Cuba y unos años después conoció́ a mi abuela, y ahí́ comenzó́ una historia hermosa. La canción es un canto a la buena memoria de los emigrantes, un tema que a veces se olvida. Existe un prejuicio mundial sobre este asunto y muy poca piedad. Hay muy poca solidaridad y un profundo olvido de la historia, donde todos somos un solo país. Son solo puertas que han establecido muros por mil razones, pero cuando comprendamos que somos una especie única y que lo que importa es el amor entre la gente, entenderemos mucho mejor la vida y seremos mejores personas.
Mi abuelo fue un hombre que nunca perdió́ su esencia, su tono de hablar, la corriente de su cultura, y eso para mí́ es extraordinario. De hecho, paso mucho tiempo en España, sobre todo en Asturias, y a veces pienso: «Caramba, mi abuelo estuvo todo el tiempo en Cuba». Él se quedó́ en Cuba, sembrado para siempre, falleciendo en el centro de la isla, que es donde conoció́ a mi abuela. Y yo estoy repetidamente en Asturias, lo que hace que ese cruce de caminos sea tan hermoso.
«Los hilos de la luna» es un canto a los emigrantes, un homenaje a los abuelos, que son los seres más permisivos y sabios de la familia. Aunque muchas veces ellos no lo creen o no lo piensan, es importante recordarles siempre cuán grandes son y cuanto los necesitamos.
O.c: Llegas a Argentina con el espectáculo «Canciones que no se extraviaron». ¿Por qué́ elegiste ese nombre?
Liuba: Realmente, elijo el nombre «Canciones que no se extraviaron» para mi disco más reciente, que consta de un primer y un segundo volumen que acaba de salir. En este proyecto se reúnen un grupo de canciones que algunas escribí para obras de teatro, para radio, para audiovisuales, documentales, etc. Otras son canciones que canté siendo muy joven y, por alguna razón, no entraron en mis discos anteriores. Así́ que era un conjunto de canciones que andaban un poco extraviadas, un poco desorientadas.
Yo digo que la casa de las canciones son los discos, y por eso le puse ese nombre: «Canciones que no se extraviaron». Al ser lo más reciente, me parecía lindo presentar mis últimos trabajos. Voy a hacer un recorrido por los temas más emblemáticos, pero enfocándome sobre todo en esos tres últimos discos. El tercero anterior se llama «Para Volverte a Ver», un disco que empecé́ a crear en medio del confinamiento, aunque solo una de las canciones trata sobre el tema del confinamiento.
Luego siguieron «Canciones que no se extraviaron» volúmenes uno y dos. En estos discos, aparecen canciones en diferentes ritmos: guajira, son, canción, y otros géneros de la música cubana, como la habanera, entre otros. Es un viaje musical que refleja la diversidad y riqueza de nuestra cultura.
O.c: la canción que da título al disco tiene un tono nostálgico. ¿Eres de recordar el pasado y sentir nostalgia por lo que ha sucedido?
Liuba: En realidad, el tema «Canciones que no se extraviaron» surge después de haber creado los discos, lo cual es muy curioso. Estando en el estudio, en el momento de terminar las mezclas, se me ocurrió́ la canción mientras conducía hacia mi casa. Casi tenía la melodía en mente, y la letra de la canción surgió́ luego de haber terminado el disco, algo que no es frecuente en mi proceso creativo. Es la primera vez que me ocurre, ya que generalmente los títulos de mis discos llevan el nombre de alguna de las canciones.
decidí́ ponerle «Canciones que no se extraviaron» porque me gustaba el titulo y, además, recogía el espíritu de lo que iba a aparecer en el disco. También era una forma de hacer un homenaje a un libro que me gusta mucho: el epistolario de una de las grandes escritoras de Cuba, Dulce María Loynaz, quien recibió́ el Premio Cervantes. Después de su fallecimiento, se publicó́ un libro titulado «Cartas que no se extraviaron», y era una manera de recordar a Dulce.
Precisamente, esa canción es un recuento del pasado y también habla del disco y de las canciones que lo componen. Son las canciones con las que fui creando un país, un lugar que me parecía que podía fluir de ese modo, y por eso lleva ese nombre. Es un homenaje a la memoria y a las historias que nos conectan.
O.c: Recuerdo que también hiciste la primera antología de música Habanera y a la nueva trova. ¿Te consideras una estudiosa de los géneros musicales?
Liuba: Bueno, en honor a la verdad, yo no hice la primera antología de la nueva trova, pero sí he contribuido con una de ellas; ya se habían realizado varias y se han hecho unas cuantas más. Sin embargo, tengo una gran curiosidad por conocer los géneros de la música cubana, y especialmente por la trova, que me atrae muchísimo.
Lo que sí hice fue una antología única de habaneras, que es la primera forma que tuvo la cancionística cubana. En esta antología aparecen obras del siglo XIX. La habanera fue la primera forma de la canción cubana y, curiosamente, el tango, que es posterior, tiene una conexión esencial con la habanera. Este género se dio a conocer tanto en Cuba como en España; era una canción de ida y vuelta que estaba relacionada con la música cubana y la danza, especialmente con la contradanza. También incluía cantos nostálgicos sobre el mar y la distancia, hablando de amores perdidos y de las cosas que se pierden cuando los marineros viajan de un lugar a otro, un tema que siempre me ha llamado la atención. En ese sentido, sí hice una primera y única antología de habaneras.
Generalmente, soy muy curiosa acerca de los géneros, especialmente los cubanos. Siempre me ha atraído mucho el hecho de conocerlos y adentrarme en ellos. Creo que eso lo heredé de mi madre, que era una mujer melómana y siempre estaba escuchando música de la más variada e insospechada, pero siempre hermosa. Su pasión por la música me ha influido profundamente.
O.c: Estuviste con Juan Gelman. ¿Qué recuerdos tienes de él y qué importancia tiene la poesía en el movimiento de la trova?
Liuba: Bueno, en realidad, pienso que todo aquel que ame la literatura, y en particular la poesía, y haya leído a Juan Gelmán, no puede evitar quererlo y admirarlo. Además, si conoces un poco de su vida, te implicas aún más en su obra. Es cierto que quienes amamos la poesía siempre buscamos y necesitamos canciones que estén profundamente ligadas a buenos textos. Sin duda, una canción con letras hermosas y cuidadas te lleva a diferentes lugares, te proporciona paisajes variados y te permite hacer múltiples lecturas. Puedes revisitarla y encontrar algo nuevo cada vez, como un camino que se convierte en un laberinto disfrutable, algo lúdico que siempre se siente fresco.
Es innegable que quienes amamos la canción de autor también amamos la buena poesía y los buenos textos, que son conmovedores y nos llevan a lugares muy diversos. Es como entrar en un camino del que no puedes salir. Eso no quiere decir que no escuchemos otros tipos de música; yo, por ejemplo, soy una enamorada de la música popular y de muchas variantes y géneros. Sin embargo, la canción trovadoresca tiene algo que me atrapa de una manera especial. Es como un laberinto mágico del que no puedes, ni quieres, salir. Esa conexión profunda con las letras y la emoción que transmiten es lo que la hace tan única y cautivadora
O.c: ¿Crees que la música puede llevarte a la literatura y viceversa?
Liuba: Claro, creo firmemente que la música puede llevarnos a la literatura y viceversa. Son géneros que están muy cerca y que se abrazan, logrando una comunión perfecta. Una buena canción puede haber sido un poema escrito por un gran poeta, que luego fue interpretado por un trovador que la vistió́ de notas. También puede ser una melodía hermosa que llegó y se llenó́ de palabras. así́ que, definitivamente, una cosa puede llevar a la otra.
Conozco personas que no son amantes de la lectura de libros, pero han escuchado canciones maravillosas, y esas canciones han sido su literatura. Han podido visualizar y tocar las imágenes que hay en las letras, que son poesía en sí mismas, sin necesidad de llegar a un libro. He visto esto en pueblos, en campos y en lugares muy diversos, donde la sensibilidad no tiene límites. Estas personas, a veces con un nivel cultural no muy elevado y que apenas han estudiado, han logrado conectar profundamente con grandes obras a través de grandes canciones. Es asombroso cómo la música puede abrir puertas a la poesía y a la literatura, permitiendo que todos, sin importar su formación, puedan experimentar la belleza de las palabras y las emociones que transmiten.
O.c: ¿Qué músicos te marcan hoy en día? ¿Cómo ves la música cubana actual? Has compartido escenarios y canciones con referentes como Carlos Varela, Buena Fe y Kelvis Ochoa.
Liuba: A mí me marcan muchos músicos; soy una mujer muy abierta a los colores y a las formas musicales, que son realmente diversas. Muchos de ellos han conformado mi pensamiento musical desde que era niña. Entre ellos, hay clásicos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Joan Manuel Serrat. Luego están Joaquín Sabina, Fito Páez y otros grandes músicos con diferentes perspectivas, así́ como los contemporáneos que también me inspiran.
Me gusta compartir con mis colegas y escuchar a desconocidos. Cuando viajo, disfruto enterarme de lo que está pasando y de lo que se está́ produciendo en la música. Tengo afinidad con muchos de ellos, así́ que prefiero ser honesta sobre lo que realmente siento: soy una mujer que se conmueve ante la belleza, que se presenta de maneras muy diversas. La prueba de esto es que he trabajado con muchos de los artistas que admiro, y todo ha surgido porque los quiero, primero por su obra. A menudo, los he conocido después de enamorarme de ellos a través de sus canciones. Siempre ha sido así́: la belleza y la admiración han sido el camino, y luego hemos compartido ese abrazo infinito que surge de la conexión artística y emocional. Es un viaje hermoso que me llena de gratitud.
O.c: Hay una canción que me gusta mucho, «Luna de 64», en la que hablas de tu infancia. ¿Qué tan importante es, en los tiempos que corren, no dejar de ser niño?
Liuba: «Luna del 64» es una canción que captura de manera fotográfica la esencia de la niñez, esos espacios sagrados que moldean nuestra identidad como seres humanos. Tuve la fortuna de disfrutar de una infancia esplendida, llena de juegos, risas y música. Recuerdo correr y divertirme, explorar teatros y espacios culturales diversos, todo gracias a una madre que siempre estaba presente, escuchando música de todo tipo y llevándonos a eventos culturales.
Siempre insisto en la importancia de la infancia en el desarrollo de quienes somos. Es un período que define nuestra sensibilidad y nuestra capacidad para apreciar la belleza de la vida. Agradezco profundamente a mi madre por todo lo que nos brindó́ a mí y a mis hermanos, por enseñarnos a disfrutar y valorar la vida desde una perspectiva estética.
Cuando desarrollamos nuestra sensibilidad y compartimos la belleza con nuestros seres queridos, participamos en algo colectivo que nos deja una huella imborrable. Defender ese espacio sagrado de la familia, la naturaleza y el arte es fundamental. Todo esto forma parte de un mismo árbol, donde cada rama representa una conexión con nuestros padres y con nuestra infancia. Es un recordatorio de que, aunque crezcamos, siempre podemos mantener viva esa esencia infantil dentro de nosotros. La niñez no solo es un tiempo en nuestras vidas, sino una parte integral de quienes somos, y es vital no perder esa conexión.
O.c: ¿Cómo ves la música cubana hoy, considerando que históricamente la trova ha estado relacionada con la política, a veces criticando y otras apoyando? ¿Qué tan importante es el arte en la política y en la vida social del pueblo?
Liuba: La canción trovadoresca siempre ha sido una forma de expresión muy libre, abordando temas diversos de la vida cotidiana y lo social. Se trata de mirar el mundo desde múltiples ángulos, no solo desde el espacio personal en el que uno se desarrolla, sino también abriendo la mirada hacia todas partes.
Personalmente, me considero una mujer simbólica, y mi trabajo se basa en el simbolismo. Sin embargo, reconozco que la libertad y la variedad de temáticas, formas y perspectivas son características fundamentales de la canción trovadoresca. Esta diversidad es lo que la hace especial y la define. Es una música que tiene la libertad de expresar lo que realmente quiere y puede, lo que permite una conexión profunda con la realidad y las emociones humanas. Esa capacidad de abordar diferentes aspectos de la vida, de ser un reflejo de la sociedad y de las experiencias individuales, es lo que la convierte en un arte tan valioso y significativo.
O.c: ¿Me gustaría saber qué significan para ti Omara Portuondo, Ada Elba Pérez y Guillermina Aramburu?
Liuba: Me hablas de tres mujeres con vidas intensas y muy diferentes, y es un honor poder compartir sobre ellas.
Comenzando por Ada Elba Pérez, quien fue una gran amiga y una figura extraordinaria en el mundo de la poesía y la música. Aunque su vida fue corta, ya que se fue a los 30 años, dejó un legado impresionante. Fue una poeta laureada, creó programas de radio y estaba trabajando en una novela, además de haber recibido varios premios en el ámbito literario. Sus libros de poesía y sus canciones, incluyendo un grupo de canciones infantiles que tuve la fortuna de cantar, son muy reconocidos en Cuba y más allá́. A pesar de su trágica muerte en un accidente de tránsito, siempre he sentido su presencia cerca de mí. Hay canciones que dejó incompletas, y yo he tenido la dicha de poner música y letra a algunas de ellas, continuando su legado. Su talento era extraordinario, y compartimos momentos significativos en el trabajo social durante varios años.
Luego está Guillermina Aramburo, quien, junto a María Teresa Vera, escribió́ la emblemática canción «20 años». María Teresa Vera es considerada la trovadora más importante y conocida de la trova tradicional. Rompió́ esquemas al cantar en bares con los trovadores de su época, compartiendo con ellos y grabando muchas de sus canciones, especialmente las de Manuel Corona, un compositor destacado. Aunque Guillermina no se dedicó́ exclusivamente a la composición, su obra «20 años» ha trascendido en el tiempo, siendo un testimonio de su talento y amistad con María Teresa.
Por último, Omara Portuondo es una de las grandes voces que ha dado Cuba, un país afortunado por contar con mujeres con voces tan variadas y matices únicos. Omara, conocida como la diva del Buena Vista Social Club, ha llevado la canción «20 años» a todo el mundo, convirtiéndose en un símbolo de la música cubana. Cada una de estas mujeres ha dejado una huella imborrable en su campo y en su tiempo, y es un privilegio recordar y celebrar su legado.
O.c: Como creadora de grandes canciones y compañera de destacados trovadores, y viniendo de un país con una rica tradición trovadora, ¿qué crees que hace que una canción no se extravíe y permanezca en la memoria de la gente? ¿Qué factores pueden hacer que una canción olvidada resurja y tome el vuelo que antes no pudo alcanzar?
Liuba: Es fascinante como una canción puede trascender el tiempo y mantenerse viva en nuestra memoria. La idea de que lo bello siempre supera los límites del olvido es muy acertada; hay algo en la rareza y la autenticidad del arte que lo hace perdurable. Aunque no tengamos una bola de cristal para predecir el futuro de una canción, podemos sentir su impacto en nuestras vidas.
«Te doy una canción» es un ejemplo perfecto de esta conexión atemporal. Para ti, es un tema que nunca pierde su frescura, que resuena con la misma emoción que sentiste cuando eras niña. Naciste en 1964 y la canción comenzó́ a escucharse en 1969, así́ que es natural que haya dejado una huella profunda en ti. Esa capacidad de una canción para evocar recuerdos y emociones, incluso décadas después, es uno de los secretos más bellos del arte.
El arte tiene esa magia: puede ser tanto un eco del pasado como una promesa del futuro. Nos conecta con momentos y sentimientos que, aunque puedan parecer lejanos, siguen siendo relevantes y vibrantes en el presente. Esa es la esencia de lo verdadero en la música y en la vida misma: lo que fue, lo que es y lo que será́, todo entrelazado en una experiencia compartida.