La histórica banda liderada por Robert Smith volvió a publicar un nuevo álbum después de 16 años: un trabajo melancólico y con un sonido acorde a lo emocional de sus letras.
Después de 16 años, publican Songs of a Lost World, un álbum que parece ser, de alguna forma, un recorrido por todo lo sucedido en esos 16 años de ausencia discográfica. El disco incluye una compleja mezcla de sesiones de grabaciones abandonadas, algunas promesas de lanzamientos y trastornos personales, como la muerte de su hermano y de todos sus tíos y tías. A simple escucha, podríamos deducir que estas pérdidas fueron, en gran parte, el origen de Songs of a Lost World.
Canciones que alimentan esa angustia existencial que ha estado presente en toda la obra de la banda desde el principio, y este nuevo trabajo viene a reforzarlo. Las canciones muestran a Smith lamentándose, enfrentándose a su propia mortalidad, porque, como alguna vez declaró el propio Robert Smith, su cansado pasado lo lleva a una reflexión sobre el pasado que parece más atractivo que la atmósfera del presente.
Hay que admitir que The Cure nunca se destacó por canciones sociales, pero en «Warsong» canta: “We tell each other lies to hide the truth / And we hate ourselves for everything we do / The shame, wounded pride, vengeful anger burning deep inside… All we will ever know is bitter ends / For we were born to war…”. Mientras que en «I Can Never Say Goodbye», encontramos al Smith más sincero y personal recordando a su hermano mientras canta: “Something wicked this way comes / From out the cruel and treacherous night / Something wicked this way comes / To steal away my brother’s life / Something wicked this way comes / I can never say goodbye…”.
Hay que reconocer que el sonido de las canciones que componen este trabajo trabaja de manera perfecta con la emoción que intenta transmitir la banda. La mayoría de las canciones llegan casi a los 5 minutos, excepto «Endsong», con una duración de diez minutos, donde recién a los 5 minutos se puede escuchar la primera línea de voces. La música de Songs of a Lost World pareciera querer mantenerse más directa y, por momentos, decidida que cualquiera de sus discos predecesores inmediatos. Incluso «And Nothing Is Forever», la canción más lenta del disco, logra mantenerte atento gracias a su melodía.
The Cure ha demostrado en este disco que es dueño de una belleza oscura que, por momentos, puede conmovernos. Aunque algunos detractores digan que se siente como un disco adolescente, donde un joven melancólico se sienta a escribir lo que le pasa en su cabeza, como escribió el crítico Michael Bracewell en su análisis.
Manteniendo su esencia, The Cure, con Songs of a Lost World, parece darle la oportunidad a los más jóvenes de verlos de nuevo en el escenario. Mientras que la banda está lejos de querer rejuvenecer en este disco, sino todo lo contrario, parece que envejece junto con aquellos que los descubrieron a finales de los 70 u 80. Una generación que hoy se ve afectada por la pérdida de seres queridos y el paso del tiempo hacia la muerte.
Por suerte para los fanáticos de la banda, Smith ha dado a entender que seguramente tendremos más discos nuevos de la banda, gracias a la cantidad de material guardado. Aunque tampoco sería un problema que este fuera el último disco de la banda, dado que es un buen álbum para el final de una carrera, pero esperemos que no lo sea, sino todo lo contrario: el renacer de una nueva seguidilla de discos.