La despedida de Joan Manuel Serrat en Córdoba

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#Por Juanjo Coronell

El (ser) vicio de cantar

Joan Manuel Serrat recibe los aplausos sin cesar de un público que lo despide de pie. En el Mario Alberto Kempes hay gente llorando, hay gente riendo, hay gente que rejuvenece sus suspiros y se los regala; están quienes no lo quieren soltar y quienes les agradecen sus mejores años musicales. “El Nano”, quien vino a decirle adiós a su público cordobés en el marco de su gira de despedida “El Vicio de Cantar”, regaló más de dos horas de concierto que quedaron en la historia.

 “Nuestro” Mediterráneo

Tres horas antes del comienzo del show la gente empezó a llegar al estadio. Mientras se llevaban a cabo los últimos preparativos, los acomodadores empezaban a ubicar a la gente en sus butacas. Faltaba bastante, pero nadie se quería perder de nada. Ya cuando la noche iba llegando y la firma de Joan Manuel se veía en la pantalla gigante, el último malón de las 14mil personas que asistieron se hizo presente. Primero para escuchar a “Michi” Quiroga y evitar así la ansiedad, luego para empezar a gritar cuando las luces se apagaron, los músicos salieron y Serrat se hizo presente. Reverencia al público, Dale que dale, el poema musicalizado de Miguel Hernández y el arranque de la fiesta de despedida.

“¡Buenas noches, damas, caballeros e imparciales! Es un gusto estar aquí en el mediterráneo… Un mediterráneo sin paella, pero con un cabrito… Una tierra de artistas y musical como pocas que ha regalado al mundo sus músicas, de las mejores organizaciones corales de Hispanoamérica, la tierra que eligió (Manuel) Falla para vivir y escribir… ¡y la Mona Jiménez!”. Esa fue la bienvenida recíproca entre compañeros de rutas, desde hace décadas, desde cuando un joven catalán se presentó en Radio Barcelona con su tema Una guitarra, para que nada fuese igual desde entonces.

Desde el vamos se respiró una especie de nostalgia alegre, también para hacerle más fácil esta parte de su vida personal y musical al cantautor (y a los presentes), inclusive cuando el final ya era una confirmación al escuchar: “Apartemos atisbos de nostalgias, melancolías, piensen que se acaba un tiempo para mí, pero ¡de ahora en adelante todo es futuro!”.

Mi niñez yEl carrusel del furo, historias de un “Nano” infante que sentaron las bases de quien sería con el correr de los años, continuaron una lista de más de veinte canciones, y miles de momentos en la noche, ayudados por “personajes que son fantasía, pero tienen sus gotas de realidad. Y realidades que gotean fantasías. Sin ellos seríamos más pobres…”, dijo quien cantó Romance de Curro «El Palmo», para entender que sin él hubiésemos tenido esa condición. Por eso no se sabía bien quien debía agradecerle a quien cuando dijo: “He venido con la ilusión del mundo a darles las gracias y a despedirme de una plaza y de una gente que tanto amor me dio”.

Metido en el alma

Señora, Lucía, Hoy por ti mañana por mí yNo hago otra cosa que pensar en ti, dieron inicio a la “sección clásica” por así decirlo y permitieron que presentara a su banda en el último tema: Úrsula“Uixi” Amargós en viola y coros, David Palau en guitarra y coros, Vicente Climent en batería, Raimon Ferrer en bajo y contrabajo, José Miguel Sagaste en saxos, flauta, clarinete y acordeón, y el mítico arreglador Ricard Miralles. Este último se llevó la ovación y el reconocimiento de Joan Manuel, cuando tuvo que destacar a los arregladores, en medio de un listado de “quienes fueron capaces de escribir, contar historias que me emocionan y ayudan” y dar su definición de lo que es una canción, diferenciándose de académicos y de la internet: “Para que exista lo que llamamos canción ha de ser capaz de engendrar con emoción. No somos nada sin las emociones. La emoción que contagie estas historias, que mágicamente se nos han metido en el alma”. El grito de cancha con el “Olé, olé, Nano, Nano” que bajó por primera vez en la noche desde la tribuna, fue el modo de agradecerle a él. Quien reunió en su carrera todo lo que se encargó de enumerar antes. Porque si como él dijo, en la conferencia de prensa de esta gira cuando le preguntaron si él podría ganar un Nobel de Literatura, deberían darle una distinción así a Chico Buarque “por sus canciones conmovedoras”, a Silvio Rodríguez “por sus canciones inteligentes”, a él también. Porque como él dijo tiene canciones que “han envejecido bien y otras han nacido bien”. Esas canciones que están llenas de emociones, de poesía cotidiana, de sensibilidad y profundidades al alcance de la mano, que se nos han metido en el alma, bien podrían tener la mayor de las distinciones.

Sentimientos se escribe con “S” de Serrat

Miguel Hernández, ese “pastor de cabras que se convirtió en un extraordinario poeta, quien amaba la libertad y la vida, y ambas cosas las fueron arrebatadas”, volvió a sobrevolar con Las nanas de la cebolla, canción musicalizada por el gran amigo de Serrat: Alberto Cortez.

Algo personal tuvo en las imágenes de las pantallas (muy buenas toda la noche por cierto), críticas a los de siempre y al FBI; también los dirigentes tuvieron su crítica por “tener poder y no tomar las decisiones que se necesitan para mejorar el mundo” cuando entonó Pare (Padre en castellano); su madre tuvo su momento en una hermosa Canço de Bressol. Esas canciones allanaron el camino para los temas “más esperados”, por decirlo de alguna manera: Para la libertad, con imágenes del artista Vansky; Es caprichoso el azar cantado con Úrsula Amargós a quien definió como “una caja de sorpresas”; Hoy puede ser un gran día, Mediterráneo, su himno y nuestro también; Aquellas pequeñas cosas, Cantares y Esos locos bajitos, llevaron las emociones hasta bien arriba, para que quedaran “colgadas en las alturas”.

Antes del final le habló por última vez al público cordobés. “Traten de ser felices, y sean todo lo cariños y sensibles que puedan”, le dijo, luego de haber confesado que el escenario, ese lugar que ahora le dice adiós fue “una plataforma maravillosa donde contar y compartir historias y donde poder ser útil”. Ese “servicio” de cantar y contar temas como Penélope o Fiesta (que cerraron la velada), pero también tantas y tantas canciones en toda su vida, que abrieron sentimientos y sensaciones para que, como reza uno de sus discos más emblemáticos “Cada loco con su tema”, hayamos sido muchos los locos, pero con sus temas. Ayudados con su servicio de canciones para el alma, de música con poesía y poemas con musicalidades. Para preferir siempre “querer a poder, bailar a desfilar y disfrutar a medir”. Para agradecerle en esta su última gira, que como él dijo “existe porque hay un tiempo para cada cosa” y ahora es tiempo de volverse eterno. Para sentirlo así, a este “partidario de vivir”, pero eso sí: escuchándolo, siempre. Para que así la vida tome con nosotros un café, de vez en cuando, y esté tan bonita que dé gusto verla.