El suelo propio: Celli pudo presentar Reset en Córdoba

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Cuando dijo “Hola Córdoba”, algo en el interior de Santi Celli se debe haber relajado. El saludo, con puño en alto y contragiro abrazador sobre el escenario, empezaba a cerrar oficialmente una historia que comenzó ya más de un año atrás, con la aparición de Reset, su primer disco solista. Nunca había podido presentarlo en vivo en la ciudad que fue testigo de sus primeros pasos. Y eso aparecía como una especie de deuda pendiente, que terminó de cerrarse el pasado viernes.

El combo emotivo que reunió a familiares, amigos, seguidores históricos, nuevos escuchas y allegados de ocasión se completó con el contexto: Club Paraguay es hoy el enclave más importante en un circuito en el que Santi fue “haciéndola” desde bien abajo. “Toqué en todos lados en este barrio. Hubo veces que actué para cinco personas en una mesa y ahora somos un montón”, dijo promediando una noche plagada de emoción y agradecimientos.

La pandemia y los conciertos “aforados” hacen que las novedades artísticas tarden un poco más en llegar a las escenas dispersas por el interior del país. El Celli que vimos el viernes nos fue presentado a cuentagotas a partir de las redes y la televisión, pero la experiencia en vivo era (hasta ese momento) inexistente para les cordobeses. La despedida definitiva de Salvapantallas (en el Festival La Nueva Generación del 2019) había sido su última vez de cara al gran público y, después, apenas si había podido sentarse con su guitarra y una máquina de ritmos para mostrar algunas de sus nuevas canciones. En ese sentido, cobra un valor singular el hecho de haber presenciado la presentación oficial de un repertorio que casi comienza a despedirse de la propuesta principal de su ejecutor. Un disco viejo (para la velocidad de los tiempos que tocan en suerte), cargado de canciones coreadas por primera vez por el público, con el corazón en la mano. Un artista que se presenta por primera vez, aunque nosotros lo conocemos desde hace ya mucho tiempo atrás. Todo parece un gran quilombo. Así vivimos.

Cuando toma el micrófono, Santi es un ser libre que se siente a gusto sobre el escenario. Entonces, no sólo canta e invita a cantar; sino que baila, se arrodilla, se sienta, se acuesta y recorre el tablado a diferentes velocidades. En ese devenir, apoya su interpretación en la solidez de su banda y se deja llevar. El viernes, aprovechó el momento e invitó a amigues y referentes: recibió a los Hipnótica nombrándolos como sus “formadores” y volvió a traer al escenario a Feli Colina, que había deslumbrado en la previa con un concierto de antología. Como es de esperarse también se hizo un momento para su mano a mano íntimo con el público.

Después de Quilombo, Reset, Pasaporte (con Nahuel Barbero y Hernán Ortiz) y Gracias x nada (en reversión original con Feli Colina), llegó el momento en que las luces parecieron abrazarlo y sostener la emoción contenida para la interpretación solitaria de Por amor al arte y Me conecto, las dos canciones más coreadas de la noche.

Foto: Marcos Roma (gentileza)

Acompañado por su guitarra, Celli empezó a adelantar sus nuevas canciones. Lo hizo interpretando una inédita que, según sus palabras, todavía no sabe cantar muy bien, pero que se inscribe bajo ese sello compositivo que lo caracteriza: el de la sinceridad y la simpleza que interpela a escuchas de casi tres generaciones. Ese nuevo tema (que se podría llamar Todos son) vuelve a exponer sentimientos e imágenes en el que compositor elige reflejarse. Ahí empiezan a aparecer el artista, la industria musical, la inspiración, la soledad, las luces de neón, el hartazgo, Charly García (que es traído al tema a través del título de una canción perdida en el primer disco de Serú Girán, Voy a mil), Michael Jordan, LeBron James, Harry Potter y los dementores. Un Celli autentico, desnudo, que celebra la posibilidad de hacer “sin importar lo que digan los demás”. En la hipermediada escena actual, ese perfil aporta un plus de frescura que el público agradece en cada aplauso. 

Como no podía ser de otra forma, siguió Sincero, y ya con la banda instalada en escenario, el vuelo final se completó con El Sur y Enero. En el medio, un solo de guitarra de esos que abundan en la peli del primer Woosdstock, y un montón de sonrisas y miradas cómplices.

Celli pudo presentar su disco en su casa y eso, en un momento en el que no sabemos qué pasará mañana, tiene gustito a consagración personal que se celebra colectivamente.