Luego de un intenso año en el que los Sig Ragga volvieron a ubicarse como referente entre lo más alto de la música de nuestro país, los santafesinos volverán a tocar en Córdoba en lo que probablemente sea la última presentación antes de la aparición de su cuarto disco. «El 2017 fue un año muy importante porque tocamos mucho. Ahora estamos en procesos de comenzar a pensar el nuevo material pero sin dejar de tocar» dice Juanjo Casals, el bajista de la banda, en la previa al concierto que los reunirá con Toch y Nuna Malta el próximo sábado 10 de Marzo.
O.C:¿Cómo es el proceso de creativo de la banda teniendo en cuenta esta convivencia entre tocar y crear, entre las ideas nuevas y las canciones más viejitas?
J.C: No hay un método estipulado por nosotros de modo previo. Trabajamos mucho en el estudio, somos de trabajar bastante sobre pro tools y ahí vamos viendo qué es lo que va saliendo. Entre todos le vamos dando forma y los temas van madurando. Yo no te puedo decir que haya alguna línea directa porque todos los discos tuvieron procesos creativos muy diferentes. El primero fue un gran desafío porque teníamos que registrar nuestras primeras canciones después de tocar mucho tiempo en vivo, el segundo nos fuimos a grabar a Estados Unidos y el último lo grabamos en un estudio que nosotros mismos construimos. No sé cómo será el cuarto, pero estamos pensando en eso todo el tiempo en que no estamos sobre el escenario.
O.C: La crítica y la gente los ha ubicado en un lugar que genera mucha expectativa en torno a los trabajos y las actuaciones de Sig Ragga. ¿Eso los exige o siguen apostando plenamente a la sinceridad de sus creaciones?
J.C: No hacemos música para gustarle a la gente. Nos ponemos muy contentos por las cosas que nos pasan porque creemos que es una especie de reconocimiento al trabajo y al esfuerzo pero tratamos de no embarcarnos en eso porque tampoco es que estamos tan de acuerdo.
O.C: ¿Cómo sería no estar tan de acuerdo?
J.C: Con los premios, por ejemplo. La lógica de las nominaciones a los Grammy no es algo con lo que nosotros comulguemos. Yo sigo pensando que es la industria premiando a la industria pero bueno, capaz que algunos fantasmas se han ido y han llegado las canciones. No fue ni una compañía, ni un sello, fueron las canciones. Por ese lado, a mí se me fue un fantasma y pude disfrutar de ese momento. Pero por el otro lado sigo pensando lo otro y estoy convencido de que no hay que hacer música pensando en eso y que la música que uno hace no debe intoxicarse con ese otro mundo. Por suerte nosotros no nos exigimos en ese sentido y toda la presión que podemos tener es la que viene de nuestros propios objetivos.
O.C: Pero son conscientes de lo que se genera alrededor de la banda. ¿Tienen una explicación para eso? ¿Por qué pasa lo que pasa alrededor de los Sig Ragga?
J.C: La verdad es que nunca lo pensé. Todo lo que nos hace llegar la gente para nosotros es algo muy lindo. Pero lo tomamos como algo de buena onda y no como algo que nos ponga algún tipo de presión extra. No nos proponemos hacer flashear a la gente porque nos parece que eso es lo que funciona. Nosotros seguimos creando y somos muy exigentes con nosotros mismos. Siempre queremos sonar mejor y somos muy meticulosos con eso.
O.C: Por ahí el reconocimiento es fruto de ese trabajo y esa meticulosisdad.
J.C: Ni hablar. Es como una planta, mientras más la regas y más amor le das, va a ser más linda y más fuerte. En algún momento todo florece y uno empieza a recolectar los frutos de tanto trabajo. Nosotros este último tiempo estuvimos haciendo eso: recolectando los frutos después de más de 20 años de trabajo.
O.C: Los discos de Sig Ragga son cambiantes y están muy marcados por los contextos personales y generales que rodean a cada obra. ¿Cuánto crees que los contextos han cruzado a los discos de la banda y cuánto crees que puede cruzarlo en la actualidad?
J.C: Me parece que son distintas situaciones nuestras las que han marcado a cada trabajo. En el primer disco tenes 12 primeros años de otro tiempo social y grupal, nosotros veníamos escuchando mucho reggae y esas cosas marcaron mucho nuestras primeras composiciones. Después hay que tener en cuenta que empezamos a escuchar otras cosas y nos empezaron a marcar otras cuestiones. “Aquellarre” es un disco ligado a las pérdidas familiares que eran las sensaciones que teníamos con las cosas que nos estaban pasando. Es un disco más melancólico que este último que tiene un contexto totalmente diferente. Nacieron nuevos niños en la familia y eso nos influye para que la composición se desarrolle a través de una idea de nuevos nacimientos. Hay todo un desarrollo muy complejo, una mezcla de elementos con los que contamos y nos gusta mucho ponerlos a jugar en cada composición.